Doble cariño

La Torá no se conforma con contar la cantidad de personas que llegaron a Egipto, sino que nos repite nuevamente sus nombres. ¿Por qué?.

La Parshá de Shemot comienza relatando la esclavitud en Egipto. Cuenta que sólo llegaron allí “setenta almas” y luego “los hijos de Israel crecieron, proliferaron, aumentaron y se fortalecieron mucho, muchísimo, y la tierra se llenó de ellos”, hasta que los egipcios comenzaron a atormentarlos y esclavizarlos.

La Torá no se conforma con contar la cantidad de personas que llegaron a Egipto, sino que nos repite nuevamente sus nombres, ¿por qué?.

Explica sobre esto Rashi: “Aunque ya los contó con sus nombres cuando estaban con vida, vuelve a hacerlo después de fallecidos, para mostrarnos el cariño que les prodiga. Han sido comparados (los hijos de Israel) a las estrellas, que al ponerlas y sacarlas del firmamento son contadas y llamadas por su nombre (por Hashem)”. Lo que se aprecia y se quiere, se vuelve a contar y llamar por su nombre.

Puntos de vista opuestos

Si bien, tanto el recontar como el nombrar repetidamente a alguien implica amor, en realidad expresan dos aspectos opuestos: el número destaca el punto en común de los elementos contados. Por ejemplo, al contar personas, la enumeración no hace diferencia entre uno y otro. El más grande no vale más que uno, y el más pequeño no vale menos que eso. En cambio el nombre refleja el aspecto singular que diferencia a esa persona del resto, el nombre está vinculado con lo que él es y sus cualidades específicas.

Debemos unir

En el judío están ambos aspectos: la esencia del judío, es esa chispa del alma que es “una parte propiamente dicha de Di-s”. Ésta es una característica común a todos los iehudim. El cariño que Di-s nos prodiga desde esta perspectiva se expresa en que Di-s nos cuenta, en el número, ahí cada judío es igual al otro. Además cada judío posee sus facultades específicas, su intelecto, sus emociones, su nivel de estudio de la Torá, su nivel de cumplimiento de los preceptos que se ponen de manifiesto y se destacan al llamar a cada uno con su nombre. El cariño que Hashem nos tiene por los logros específicos de cada uno, se expresa porque Hashem vuelve a llamar a cada uno por su nombre.

La verdadera perfección se alcanza cuando ambas virtudes se unen entre sí; cuando la “chispa judía” ilumina el alma del iehudí, penetrando también en sus facultades personales. Cuando se logra que el intelecto, las emociones y la conducta en la práctica se correspondan con la fuerza y la santidad de la esencia de la chispa judía, el “pintele id”. Y este es el sentido más profundo de las palabras de Rashi: “los contó con sus nombres…” Di-s unió la fuerza de la cuenta – la esencia del alma – con el nombre – las facultades conscientes y concretas de los judíos.

La fuerza para sobrellevar

Expresar cariño, significa también dar fuerzas. Di-s dio a conocer su cariño por los judíos, justamente al ingresar a la esclavitud de Egipto. Cuando el judío debe “medirse” con los obstáculos y dificultades de Mitzraim (Egipto) Di-s le da a conocer Su cariño especial y le da fuerzas para no dejarse impresionar por los conflictos que el cuerpo y el alma “animal” le presentan. Y que, al contrario, pueda completar su cometido y misión de refinar su cuerpo y alma animal a través de una vida de Torá y práctica de las Mitzvot, hasta, finalmente, salir de “Egipto”.

Y cuando la esencia de la “chispa judía” brilla en la persona, en su intelecto y en su conducta, ésta tiene la fortaleza para sobrellevar todos los obstáculos.

Likutei Sijot, tomo 6, pág 6.

No es lugar para un Ieudí

En el momento en que Iaakov llega a Egipto, rápidamente se dirige a su comunidad privada en Goshen, donde lleva su
vida alejado de la corrupta sociedad egipcia.
Ahora, cuando se prepara para morir, llama a su hijo Iosef y le suplica: “Por favor, no me entierres en Egipto”… ¡Sácame de Egipto!
Para asegurarse de que sus restos permanezcan en Egipto, Iaakov siente que necesita más que la palabra de Iosef. “Júrame”, le pide.
Y Iosef lo hace.
Cuando los resultados son esenciales, un juramento es una herramienta poderosa, ya que obliga a la parte comprometida a cumplir sus
deberes en todas las circunstancias.

¿Por qué era necesario un juramento en esta historia? ¿Era insuficiente la palabra de Iosef a su padre moribundo?
Iosef formaba parte de la misma sociedad de la que Iaakov luchaba por permanecer fuera.

A cada alma se le confía su propia misión. Iosef encontró su vocación en el corazón de la sociedad egipcia, dentro del vientre de la
bestia, donde trabajó para identificar y elevar las chispas Divinas dondequiera que se encontraran.

Iaakov reconoce que Iosef consideraría mantener cerca a su justo padre, incluso póstumamente, como un activo fundamental en
su esfuerzo por elevar a Egipto.
La única manera en que podía estar seguro del cumplimiento de su voluntad era conjurando a Iosef.
¿Por qué Iaakov estaba tan ansioso de ser sacado de Egipto? ¿Por qué no ser enterrado entre sus hijos, donde su presencia podría ayudar a reducir su sensación de aislamiento en el exilio?

Él sabía que sus hijos necesitarían ayuda para escapar de las cadenas de la esclavitud egipcia y sintió que estaría en la mejor posición para
ayudarlos a distancia. Para escapar de la prisión, necesitas que alguien de afuera te ayude.
Por eso fue transportado a la Tierra Prometida, mientras Iosef regresaba a las trincheras en Egipto. El juramento entre ellos sirvió como
un vínculo que Iaakov mantendría cuando llegara el momento de que sus hijos regresaran a casa.
S

e puede extraer una lección más de nuestra narrativa.
Mientras vivía en Goshén, Iaakov tenía excelentes pastizales para sus rebaños y una Ieshivá en las instalaciones: “lo mejor de la tierra
de Egipto”, tanto material como espiritualmente.
Aun así, le suplicó a Iosef: “Sácame de Egipto”.
Incluso en las mejores circunstancias, el exilio no es lugar para un iehudí.
Lo aprendemos de Iaakov, que no quería permanecer ni muerto en Egipto.

La fuerza de Iosef

“Y fue colocado en un cajón en Egipto” (Bereshit 50:26)

La Parshá Vaiejí cierra el libro de Bereshit y finaliza con el fallecimiento de Iosef, contándonos cómo fue colocado “en un cajón en Egipto”. Este final, en cierta medida, llama la atención; a la luz de la regla “se finaliza con lo bueno”, puesto que el texto podría haber concluido en unos versículos antes, donde dice que Iosef vivió ciento diez años y tuvo el privilegio de ver nietos y bisnietos, la Torá podría haber dejado el relato de su fallecimiento para el libro de Shemot. Debemos decir, entonces, que el deseo de Iosef tiene relación con el sentido esencial general del libro de Bereshit. La diferencia general entre el libro de Bereshit y el resto de los libros bíblicos del Pentateuco, radica en que el libro de Bereshit trata sobre los Patriarcas y las Tribus, es decir, es la formación y constitución del pueblo judío como pueblo, mientras que los demás libros tratan sobre los sucesos que tuvieron lugar con el pueblo de Israel, una vez ya convertido en pueblo.

LA QUEJA DE LAS NACIONES

El libro de Bereshit abre con el relato de la creación. Sobre ello Rabí Itzjak dice, que en realidad la Torá debería haber comenzado con la primera Mitzvá (precepto), y sin embargo eligió comenzar con la creación del mundo, para neutralizar los posibles argumentos de las naciones del mundo: “si van a decir las naciones del mundo: ‘ustedes son ladrones puesto que conquistasteis las tierras de los siete pueblos’, ellos (los israelitas) podrán responderles: toda la tierra le pertenece al Santo, Bendito Sea Él, Él la creó y la entregó a quien Él veía correcto, con Su Voluntad la entregó a ellos (las naciones), y con su Voluntad la tomó de ellos y la entregó a nosotros”. Es obvio que la Torá no hubiera alterado el orden de cómo fue escrita sólo para abastecer de respuestas a los pueblos, sino que en ello hay también un mensaje básico para el pueblo de Israel.

A QUIÉN LE PERTENECE LA TIERRA

También los pueblos saben de la singularidad del Pueblo de Israel y de su misión especial. Sólo que su argumento es justamente, que precisamente por esa singularidad, los judíos deben ocuparse sólo del Servicio a Hashem y no exigir el dominio de una tierra material. Siendo que ellos no son iguales al resto de las naciones, tampoco deben poseer un territorio igual como lo poseen las naciones. En realidad, este es un argumento básico sobre la relación existente entre el servir a Di-s y la realidad terrenal. A ello la Torá responde: “Toda la Tierra es de Hashem”- también lo terrenal pertenece a Di-s, y también ahí debe introducirse la luz de la santidad. Esa es, precisamente, la misión del pueblo judío, santificar también la existencia terrenal y material.

IOSEF ESTÁ EN EL EXILIO

Con este concepto abre el libro de Bereshit, y con el mismo finaliza. La causa de por qué el cajón de Iosef permaneció en Egipto (a diferencia del de Iaakov que fue llevado para ser sepultado en la Tierra de Israel) es para prodigar al pueblo judío las fuerzas necesarias estando también en el exilio egipcio. Iosef que fue colocado “en el cajón… Egipto”, simboliza la fuerza del pueblo de Israel también en pleno Egipto, y exilio. Con ello concluye el libro de Bereshit, el libro que prepara al Pueblo de Israel con esa fuerza especial que se dio a los judíos para compenetrar con la santidad de Di-s también en el seno del exilio y de Egipto: A través de esta preparación, el pueblo judío está capacitado para enfrentar las dificultades de la diáspora y llegar a la verdadera y completa redención a manos del Mashíaj.

(Likutei Sijot Tomo 30, Pág. 249)

La traducción de los setenta

En los primeros años del segundo Beith HaMíkdash, el pueblo de Israel se encontraba bajo dominio persa. Luego, Grecia heredó su lugar e
Israel pasó a ser sometida por los griegos. Un sucesor de Alejandro Magno, Talmai (Ptolomeo Filadelfo), ordenó a los Sabios judíos confeccionar una traducción griega de la Torá. El Talmud (MEGUILá 9a) relata: Sucedió que el rey Talmai reunió a setenta y dos eruditos, y los ubicó en setenta y dos habitaciones, sin informarles el motivo por el cual los había convocado.

Entró a cada una de las habitaciones y dijo: “Escribid para mí la Torá de Moshé, vuestro maestro”. Di-s concedió a cada uno de ellos
los mismos conocimientos, y produjeron versiones idénticas. Talmai no encontró ninguna diferencia entre las traducciones. Incluso en
aquellos pasajes que los Sabios creyeron conveniente alterar la traducción literal, los cambios
que cada uno introdujo fueron exactamente los mismos. Ello representó una manifiesta santificación pública del Nombre de Di-s – Kídush
HaShem – como así también del nombre de Israel y sus Sabios.

UN ACTO DE DI-S
La tarea que Talmai impuso a los setenta y dos Sabios, estaba más allá de la capacidad humana. La Torá está escrita de forma tal que su
contenido da lugar a una amplia gama de interpretaciones – y fue entregada a los judíos junto con los lineamientos necesarios para interpretar correctamente sus palabras, oraciones y letras, y a partir de ello obtener la gran variedad de significados que encierra. En contraste, aquel que traduce la Torá a una lengua extranjera encontrará que no existe ningún idioma con medios de expresión tan ricos en connotaciones múltiples como lo es el Lashón Hakódesh ( Lengua Sagrada).

Además, en la Torá hay muchos versículos que, de ser traducidos literalmente, podrían ser fácilmente malinterpretados por los gentiles, quienes en consecuencia tergiversarían o menospreciarían su contenido. Para evitarlo, se deben incluir explicaciones o alterar la traducción literal, de modo que la genuina intención de las palabras resulte clara y comprensible para ellos. ¿Cómo es posible que setenta y dos Sabios, con puntos de vista diferentes, lleguen a la misma conclusión?

El pedido de Talmái a los Sabios, y la manera en que los obligó a trabajar, evidencia que su verdadero propósito era inducirlos a producir versiones diferentes, que luego podría utilizar para denigrarlos. Fue por esta razón que los Sabios recibieron una colosal asistencia Divina,
y todos llegaron a las mismas conclusiones respecto de los lugares donde debían realizar cambios en el texto o su matiz. El día en que los
setenta y dos Sabios finalizaron la traducción griega de la Torá -un 8 de Tevet- fue de gran pesar para el pueblo de Israel. Aunque la providencia de Di-s en favor de Su pueblo y la protección Divina que recibieron los Sabios se pusieron de manifiesto en ese día, evocando maravilla entre judíos y gentiles, fue, sin embargo, un momento de desgracia, tan calamitoso como el día en que se había construido el becerro de oro.

En Meguilat Taanit, los Sabios describieron: En el octavo día de Tevet la Torá fue traducida al griego durante el reinado del rey Talmai, y el mundo quedó sumido en la oscuridad por tres días.¿Con qué puede compararse ello? Con
un león que fue capturado y enjaulado. Antes de ser apresado, todos le temían y huían de él, pero ahora, todos venían a verlo y decían: “¿Dónde está su fuerza?” Lo mismo ocurre con la Torá.
Mientras estaba en manos de Israel y era interpretada por los Sabios en su propio idioma, la

Lengua Santa, todos la respetaban y temían menospreciarla. Incluso los gentiles que querían estudiarla no podían tener contacto alguno con ella sin antes entrar bajo las alas de la Shejíná (Presencia Divina) y adquirir conocimientos de la lengua sagrada y de las formas prescriptas para interpretar la Torá. Pero una vez reducida a la traducción griega fue despojada del respeto que infundía, y todo el que lo deseaba podía venir ahora y contemplarla.

Seraj, la hija de Asher

Los nombres de los hijos y nietos de Iaakov se enumeran cuando entraron a Egipto.
Uno de ellos es Seraj, la hija2 de Asher.

Durante muchos años, Iaakov lamentó la muerte de su amado hijo Iosef y estaba convencido de que había sido asesinado por animales salvajes.
22 años después, sus hermanos lo encontraron en Egipto, donde era virrey. Iosef pidió a sus hermanos que regresaran a casa y trajeran a su anciano padre a Egipto, enviando carros para facilitar el transporte de su padre y sus familias.
Los hermanos tenían miedo.

¿La conmoción del anuncio sería demasiado para Iaakov? Decidieron pedirle a Seraj que se lo dijera de una manera que no fuera
impactante.
Seraj esperó hasta que Iaakov comenzó a orar. Luego se paró frente a él y le preguntó: “¿Iosef está en Egipto? ¿Tuvo dos hijos,
Manashé y Efraím?
Iaakov escuchó y cuando vio los carros que Iosef envió, comprendió que estaba vivo.

Rabi Ionatan ben Uziel, en su traducción de la Torá, dice: “Debido a que Seraj le dijo a Iaakov que Iosef estaba vivo, entró al Gan Eden (Paraíso) sin tener que morir”.

Sefer Haiashar cuenta que Seraj tocaba un arpa (o algún otro instrumento de cuerda) y cantaba: “Iosef todavía vive y es rey en Egipto”.
Debido a su forma gentil de dar la noticia, su abuelo le dio a Seraj la bendición de vivir para siempre.

Cuando Moshé y Aarón anuncian que son los mensajeros de Di‐s, enviados para liberar a los judíos de su esclavitud en Egipto, los ancianos de los hijos de Israel no sabían si era cierto.
Seraj sabía que Iaakov le contó a Asher cómo identificar al redentor, y que Asher se lo había pasado a Seraj. Cuando citaron las palabras que Di‐s le dijo a Moshé que les dijera a los judíos:
“Me he acordado de vosotros”, ella dijo: “¡Él es el verdadero salvador! Aprendí por mi padre que el mensajero que venga a salvar a los israelitas usará esas palabras”.

Otro secreto que sabía Seraj era dónde encontrar el ataúd de Iosef. Antes de morir, Iosef hizo jurar a sus hermanos que cuando salieran de Egipto se llevarían su ataúd de regreso a la Tierra Prometida.
Cuando llegó el momento de salir de Egipto, Moshé buscó el ataúd, pero no pudo encontrarlo. ¡No podían salir de Egipto sin el ataúd!
Seraj era de las pocas personas que vivían cuando se sepultó a Iosef. Moshé le preguntó: “¿Sabes dónde está enterrado?”

Ella respondió: “Los egipcios lo introdujeron en un ataúd de metal y lo hundieron en el río Nilo, para que sus aguas fueran bendecidas”
Así Moshé pudo cumplir la promesa cuando el pueblo judío abandonó Egipto.
Seraj vivió una vida muy larga.
Rashi señala que se la menciona en los últimos versículos para señalar la duración inusual de su vida.

Sabiduría, agua y verdad

Cuando Iosef vino a sus hermanos… ellos lo tomaron y lo arrojaron a una fosa; y la fosa estaba vacía, no había en ella agua. – Genesis 37:23-24

¿Por qué escribe la Torá: “y la fosa estaba vacía, no había en ella agua’? ¿El hecho de que “estaba vacía” no implica ya que “no había en ella agua”?

[Las palabras adicionales] vienen a enseñarnos: no había agua, pero sí había serpientes y escorpiones.

– Talmud, Shabat 22a

El Midrash explica el más profundo significado de la fosa sin agua en la que Iosef fue arrojado por sus hermanos: “La fosa estaba vacía, el pozo de Iaacov fue vaciado. No había agua en él, estaba hueco de las palabras de Torá que son comparadas al agua, como está escrito: ‘Todos los sedientos, de al agua”. La Torá dice: ‘Si un hombre es descubierto raptando a uno de sus hermanos… y vendiéndolo… ‘2, y ustedes están vendiendo a su hermano… “3

Pero nuestros Sabios nos dicen que los hermanos de Iosef, quienes eran todos hombres piadosos y eruditos, estaban convencidos de que su proceder era justificado, incluso ordenado, por la ley de la Torá.

A sus ojos, Iosef era culpable de crímenes para los que la Torá misma prescribe el castigo que ellos desearon aplicarle4.

De modo que no era conocimiento de la Torá o erudición lo que les faltaba, sino la capacidad de lograr la verdad de la Torá, la capacidad necesaria para interpretarla y aplicarla a su situación libre de la subjetividad y predisposición humana.

Así, la Torá es llamada aquí “agua”.

La Torá también ha sido comparada por nuestros Profetas y Sabios al pan, al aceite, al vino, a la leche y a la miel, entre otras cosas5. Cada una de estas metáforas se relaciona con otro aspecto o característica de la Torá, otro aspecto de su condición nutritiva del alma.“Agua” expresa aquel elemento de Torá en extremo crucial para la recepción fiel de la verdad Divina por parte de la persona.

“¿Por qué se compara la Torá al agua?”, pregunta el Talmud. “Porque tal como el agua abandona el terreno alto y desciende al bajo, así lo hacen las palabras de la Torá: se perpetúan solamente en la mente humilde.

El Talmud declara que “incluso en el sueño, uno no puede ver un elefante pasando a través del ojo de una aguja”7. Pero, con todo, un elefante y el ojo de una aguja son, ambos, de un tamaño finito, sólo que el primero es de un tamaño finito más grande que el segundo. No obstante, es imposible que un elefante entre en el ojo de una aguja; tan imposible, que aun nuestros sueños (que nos muestran muchas cosas imposibles) no conjuran semejantes imágenes.

¡Cuán infinitamente más imposible es para la finita mente humana captar la infinita sabiduría del Creador!

Así, cada mañana, antes de que estudiemos una única palabra de Torá, expresamos nuestra gratitud al Omnipotente con la bendición “Bendito eres Tú, Di-s, Quien nos da la Torá”.

Cada logro nuestro en la Torá es un obsequio Divino, algo que nuestras finitas herramientas mentales jamás podrían lograr por medios propios 8. Es un regalo que viene empacado en prendas de razón que nuestras mentes racionales deben esforzarse por desenmarañar; pero la esencia de la Torá, la inequívoca verdad Divina que se oculta detrás de estos vestidos, está más allá de la capacidad natural de la más grande de las mentes.

Asimilamos esta verdad sólo porque Di-s elige dárnosla cada vez que nos aplicamos al estudio de Su sabiduría con el reconocimiento de su Divinidad y el compromiso con sus objetivos.

Así, ninguna mente humana puede lograr una verdadera comprensión de la Torá si no reconoce primero humildemente su insuficiencia intrínseca para abarcar la sabiduría de Di-s.

La mente que insiste en considerar primaria su proeza intelectual, o siquiera significativa, para la adquisición de Torá, se inhabilita a sí misma para llegar a su verdad.

Puede alcanzar impresionantes logros en el estudio de las envolturas racionales de la Torá, pero sin la humildad que es requisito previo -sin el “agua” de la Torá- la esencia Divina de la Torá queda más allá de su captación finita.

De hecho, cuanto más grande la mente de uno, cuanto más grandes los logros del pasado en la Torá, tanto mayor es el grado de humildad requerido para contrarrestar la arrogancia natural de la mente y para lograr una dimensión aún más profunda de la verdad Divina.

Allí se oculta la insuficiencia de los hermanos de Iosef.

Su pozo de sabiduría “estaba vacío, no había agua en él”. Carecieron del grado de humildad intelectual requerido de las mentes de su calibre.

Y porque no había agua en él, “había serpientes y escorpiones”. Privada de su esencia Divina, su Torá era ahora vulnerable a las subjetividades y predisposiciones de todo intelecto humano.

La conexión con Janucá

La historia de Iosef y sus hermanos se estudia y es leída siempre en la festividad de Janucá, o en proximidad a ella9.

También es notable que la arriba citada interpretación del Talmud (“no había agua en ella, pero sí había serpientes y escorpiones”) aparece, aparentemente fuera de contexto, en medio de la sección talmúdica que refiere la historia y las leyes de Janucá (Shabat 21a a 23b)10.

De hecho, la lección de la Torá deficiente en agua de los hermanos de Iosef es un componente central en la historia de Janucá.

En la plegaria de Al HaNisín, que describe los sucesos de Janucá, leemos: “En los días del Sumo Sacerdote Matitiahu, el Jashmonaí, y sus hijos, cuando el malvado régimen helénico se alzó contra Tu pueblo Israel para hacerle olvidar Tu Torá y violar los decretos de Tu voluntad…”.

No era la Torá propiamente dicha lo que el malvado régimen helénico deseó erradicar del pueblo de Israel, sino Tu Torá.

Los griegos eran un pueblo “culto”, que respetó mucho la búsqueda del conocimiento; estaban perfectamente dispuestos a aceptar la Torá, e incluso abrazarla, como una filosofía, como la sabiduría colectiva de un pueblo estudioso. Lo que no podían tolerar era el agua” de la Torá, la humildad de la mente ante un dador Divino de la verdad.

Su guerra contra la Torá fue contra “Tu Torá”, contra la Torá como la sumisión humana al infinito, supraracional, Di-s.

Así, el Talmud nos cuenta que cuando los griegos invadieron el BeitHaMíkdash (el Gran Templo) en Jerusalén, “profanaron el aceite en el Santuario””

Este era el aceite empleado para encender la menord (el Candelabro del Gran Templo), que simboliza la luz Divina que emanaba desde el Beit HaMikdash hacia el mundo entero12. Los griegos no destruyeron el aceite de la menorá lo derramaron al suelo. Lo impurificaron, volviéndolo intencionalmente incompetente para el uso según las supra-racionales leyes de pureza ritual de la Torá.

Nuevamente, los griegos no objetaron el hecho de que el Templo sirviera de fuente de ilustración para el mundo; sólo buscaron despojarlo de su elemento supra-racional y Divino.

Con todo, los Jashmoneos sabían que una Torá despojada de su “agua” se convierte muy pronto en caldo de cultivo para serpientes y escorpiones. Que la sabiduría desprovista de su esencia Divina conduce, no a la verdad, sino a la racionalización de los más degradados apetitos y prejuicios del hombre.

De modo que pelearon para expulsar de Jerusalén al ídolo griego de la razón y reencender la menorá con la sabiduría receptiva a la verdad Divina.

Extraído de El Rebe Enseña, Ed. Kehot Lubavitch Sudamericana

Basado en Likutei Sijot, VoL XV~ pags. 324-330

Notas: 1.Isaías 55:1. 2. Deuteronomio 24:7. 3. M¡drash Rabá sobre el versículo. 4. Véase Sforno sobre Génesis 37:18; Or Hajaím, ibid., versículo 20; Parashat Debarím y otros comentaristas. 5. Véase Proverbios 9:5; Cantar de los Cantares 4:11, y Sforno, ibid.; “La Esencia del Jasidut” (Ed. Kehot Lubavitch Sudamericana), sección 7 y nota 4g; Likutéi Sijot, Vol. 1, pág. 170. 6. Talmud, Taanit 7a. 7. Ibid., Berajot 55b. 8. Véase Talmud, Nedarim 38a: “Al principio, Moshé estudiaba la Torá y la olvidaba, hasta que Di-s se la otorgó como un regalo”. 9. La Torá se divide en 54 secciones (sidrot o parshiot), una para cada semana del año. La sección de la semana se lee públicamente en la sinagoga y es estudiada individualmente en el curso de la semana.

Los mellizos de Tamar

Entre los numerosos nacimientos en el libro de Génesis, dos son mellizos. Iaakov y Esav, hijos de Itzjak y Rivká, y Peretz y Zeraj, mellizos de Tamar y Yehuda.

Mientras que ciertas similitudes marcan los dos nacimientos, también hay diferencias significativas, tanto en las circunstancias respecto a los embarazos como en los carácteres de los mellizos.

Itzjak y Rivka estuvieron casados veinte años sin tener hijos. Oraron para tenerlos. Su sagrada unión produjo dos hijos muy diferentes: Yacov creció hasta convertirse en un erudito y Esav en un materialista.

Los mellizos de Tamar fueron concebidos en circunstancias mucho menos elevadas. Tamar se casó originalmente con el primogénito de Yehuda, Er. Tras la prematura muerte de Er, se casó con su hermano menor Onan, pero Onan, también murió sin hijos. Cuando Tamar se dio cuenta de que Yehuda no tenía intención de casar a su tercer hijo, Sela, con ella, se disfrazó de prostituta y sedujo a Yehuda mismo. Cuando el embarazo se hizo evidente, casi había sido condenada a muerte, por orden de Yehuda, por prostitución. Fue sólo cuando ella mostró ciertos efectos personales que Yehuda había dejado con ella como garantía en contra de su pago, que se dio cuenta de que la “prostituta” con quien había convivido era su ex nuera, y que los mellizos en su vientre habían sido engendrados por él mismo.

Sin embargo, los hijos mellizos nacidos fuera de esta moralmente dudosa unión, eran hombres justos. De hecho, todos los Reyes de Israel, desde David hasta el Mashiaj, son el tema del embarazo de Tamar.

Las diferencias inversas entre estos dos embarazos y nacimientos, se aluden en los versículos que los describen. Respecto al embarazo de Rivka, la Tora dice: “Sus días de dar a luz se han cumplido, y he aquí que había mellizos en su vientre”, con Tamar, la Torá escribe: “En el momento que dio a luz, he aquí que había mellizos en su vientre”. Nuestros Sabios, observando la diferente fraseología, explican que lo de Rivka fue un embarazo “completo” de nueve meses, mientras que Tamar dio a luz después de un embarazo “incompleto” de sólo siete meses.

Nuestros Sabios también señalan que la palabra hebrea para gemelos, “teomim”, esta escrita de manera diferente en cada versículo. En la Lengua Sagrada, muchas palabras se pueden escribir tanto “completa” o no, es decir, faltándole una o más letras. En el episodio del nacimiento de Peretz y Zeraj, la palabra “teomim” aparece completa, pero en el relato de Yacov y Esav, aparece en forma deficiente, carente de las letras “alef” y “iud”. Esto, explican los comentaristas, alude al hecho de que los mellizos de Tamar “Ambos eran justos, mientras que en el caso de Rivka, uno era justo y el otro malvado”.

En otras palabras, el “completo” embarazo de Rivka produjo un “deficiente” par de mellizos, y Tamar viceversa.

¿Semillas de maldad?

Pero, ¿fue el embarazo de Rivka perfecto? El Midrash parece dar a entender que ya desde el vientre se sabía que uno iba a ser malvado.

La Torá nos cuenta que los “niños luchaban dentro de ella”. El MIdrash explica: “Cuando pasaba por una casa de estudio, Yacov luchaba para salir…y cuando pasaba por un lugar de idolatría, Esav luchaba para salir”. Rivka, confundida de esto, “buscó el consejo de Di-s”, y se le fue dicho: “hay dos naciones en tu vientre”

Hay, sin embargo, otro Midrash que describe que Esav y Yakov compartieron una infancia en un ambiente Sagrado bajo la tutela de su Santo abuelo Abraham, y que “sólo después Esav se arruinó con sus acciones”. Esto apoya nuestra concepción inicial de que fueron concebidos de forma impecable, seguida de una “deficiente” progenie, que se atribuye sólo al hecho de que Esav, por su propia elección, eligió el mal camino.

Pero se puede encontrar una contradicción similar en los comentarios de nuestros Sabios respecto a la creación del mundo. Por un lado, tenemos la declaración del Midrash que “el mundo fue creado completo”, es decir, completamente maduro sin que le faltara nada. Sin embargo, el mundo perfecto que Di-s creó contiene el potencial de la imperfección, incluso del mal. De hecho, este potencial es una parte integral de su perfección. El Midrash, citando el versículo: “Y Di-s vio todo lo que Él hizo, y he aquí que era muy bueno”, comenta: “He aquí que era muy bueno”, hace referencia a la inclinación al bien, “y He aquí que era muy bueno “, esta es la inclinación al mal…” he aquí que era muy bueno’, esta es la buena fortuna, “y he aquí que era muy bueno”, esto es el sufrimiento…” he aquí que era muy bueno”, esto es el paraíso, “y he aquí que era muy bueno”, esto es el infierno…” he aquí que era muy bueno, este es el ángel de la vida, “y he aquí que era muy bueno”, este es el ángel de la muerte…”

Las dos Delicias

Maimonides escribe que un principio fundamental de la Fe Judía es “el libre albedrío se le dio a cada uno: si desea inclinarse al buen camino y ser una persona justa, la opción está en sus manos, si desea ir por el camino del mal y ser un malvado, la opción está en sus manos”. Sin embargo, vemos que ciertas personas son más susceptibles al mal que otras. El Talmud describe a la víctima prototípica del mal, Yiov, protestándole a Di-s: “Amo del Universo, Has creado personas justas, y Has creado personas malvadas”.

En el Tania, Rabi Shneur Zalman de Liadi explica que de hecho, Di-s ha creado “Personas justas” y “Personas malvadas”. “Personas justas” (Tzadikim), son individuos que, por naturaleza, aborrecen la maldad y desean sólo el bien, tanto porque han nacido de esa manera o porque han transformado sus caminos negativos a positivos”. “Personas malvadas”, por otro lado, son aquellos individuos que son destinados a “no ser malvados en la realidad, Di-s no lo permita, pero que las acciones de maldad llegan a sus mentes y pensamientos solamente, para que constantemente estén peleando para evitar las malas acciones porque no serían capaz de aniquilarlas por completo, como sí pueden lograrlo los justos”.

Di-s desea los dos tipos de seres humanos en Su mundo: “Así como en la comida física, por ejemplo, existen dos tipos de delicias: comidas dulces y deliciosas, y ácidas y fuertes que han sido condimentadas para convertirse en delicias que gratifican el alma”, así también “hay dos tipos de gratificaciones ante Di-s: uno, de la completa aniquiliación del mal…por los justos, y otro: cuando el mal está subyugado mientras que todavía está fuerte y poderoso. . . a través de los esfuerzos del hombre intermedio”.

Este es el significado más profundo de las “dos naciones” que Rivka tenía en su vientre. La gravedad del mal exhibida por uno de sus mellizos no era una deficiencia, sino el potencial de la “segunda delicia” anhelada por Di-s. Sólo más tarde, cuando Esav decidió rendirse a su inclinación al mal en lugar luchar contra ella, de que la dualidad de fuerzas se convirtió en un par “deficiente” de mellizos.

Sin embargo, Iakov y Esav constituyeron un embarazo “completo”, conteniendo los dos potenciales fundamentales que Di-s implantó en Su creación: el deleite de la absoluta bondad y el gran placer y sentido de logro que viene sólo de la lucha contra la adversidad.

El embarazo y parto de Tamar describen el proceso inverso: cómo las circunstancias y acciones negativas pueden ser sublimados para que la perfección original se restaure. De hecho, cuando el potencial para el mal, el sufrimiento, el infierno y la muerte, se hacen realidad, existe la posibilidad de alcanzar una perfección más profunda, cuando son vencidos y transformados en bien.

El ascenso al Monte Zion

De ahí la paradoja de nuestra existencia: la perfección engendra imperfección (como en el embarazo de Rivka), ya que nada puede decirse que es verdaderamente perfecto a menos que posea el potencial de lucha, lo que significa que debe ser vulnerable a la imperfección. E imperfección da a luz a la perfección (como en el embarazo de Tamar), cuando esa vulnerabilidad se explota para cosechar los frutos de la lucha y alcanzar el hermanamiento perfecto de bondad inmaculada y vencimiento del mal.

Toda la historia es el progreso noble y doloroso hacia la resolución de esta paradoja, cuando, en la era del Mashíaj, “los salvadores (descendientes de Tamar) subirán al monte de Zion para juzgar al monte de (Rivka) Esav”, uniendo las vulnerabilidades que han nacido fuera de la perfección de la creación de Di-s con la perfección que nace de la vulnerabilidad de la condición humana.

De las enseñanzas del Rebe de Lubavitch

Cortesía de: MeaningfulLife.com

Vaishlaj “Y Mandó”

Después de su regreso a Israel – que representa la perfección espiritual adquirida luego de haber pasado 20 años trabajando para Laván en Harán (mundo de idolatría) – Iaacov manda mensajeros a su hermano Esav para hacer las paces. Sin embargo, éste lo enfrenta con 400 guerreros, señalando así su intención de seguir peleando.

Para encontrarse con Esav, Iaacov se protege con tres cosas: la plegaria (tefilá), mandándole regalos a Esav y preparándose estratégicamente para la confrontación (divide a su gente en dos bandos, de tal modo que si Esav liquida a uno, queda el otro). Esto nos muestra cómo deben prepararse los judíos cuando son enfrentados por otras naciones. 

Al encontrarse con Esav, Iaacov se inclina ante él, pero realmente lo hace frente a la Shejiná, la Providencia Divina, que lo salva milagrosamente cuando Esav pretende matarlo. 

Iaacov pelea con el ángel protector de Esav y gana, pero es lesionado en el muslo; por ello la Torá prohíbe comer el Guid Hanashé, tendón del muslo cercano al nervio ciático.

La mitzvá de Guid Hanashé es la tercera de la Torá y la primera de carácter prohibitivo. Hay dos partes que no pueden ser comidas en un animal Kasher: el nervio ciático (ley de la Torá) y el nervio perineo (prohibición rabínica).

En nuestros hábitos diarios de comida somos forzados a recordar la herida infringida a Iaacov por Esav en su punto débil (yozai yerjó), representando por la descendencia de Iaacov, que es el pueblo judío. Por lo tanto, debemos reforzar cada generación mediante la educación en Torá, para no ser heridos por otros pueblos.

Luego de la pelea con el ángel, el nombre de Iaacov es cambiado por el de Israel, que significa “has peleado con cuerpos celestiales (el ángel de Esav) y con cuerpos terrenales (Lávan y Esav) y has vencido”; por tanto, mereces la bendición por una conducta noble en un enfrentamiento directo. En esto se diferencia del nombre Iaacov (el que obtuvo la bendición de su padre a través de la astucia).

Cambiar el nombre puede anular un decreto celestial desfavorable. De haber un decreto para que Esaú dominara a Iaacov, Di-s reafirmaría a Iaacov, “puesto que ya no será Iaacov y su nombre será Israel”.

Los nombres de Iaacov e Israel – que todos hemos heredado – se refieren al cuerpo y el alma, respectivamente. Es necesario rectificar espiritualmente el cuerpo para que el poder del alma pueda morar en él. Solo entonces merecerá llamarse Israel.

La Torá no está escrita en orden cronológico. La venta de Iosef en realidad precedió a la muerte de Itzjak por 12 años. Cuando nació Iaacov, Itzjak tenía 60 años.

Itzjak falleció en el año 120 de Iaacov. Iosef tenía 17 años cuando fue vendido, y Iaacov tenía 108 años. 

Rivka murió sin haber visto a su hijo Iaacov y fue enterrada en la Cueva de Majpelá, a diferencia de Rajel, que fue enterrada en Bet Lejem o Belén, el lugar donde los judíos pasaron cuando fueron exiliados a Babilonia, Rajel pidió a Di-s por ellos. Rajel murió al dar a luz. 

Al morir Itzjak a la edad de 180 años, Esav decidió quedarse con los bienes de su padre, y Iaacov, con la tierra de Canaán y la Cueva de Majpelá, lugar donde fue enterrado su padre. 

“Los Sabios dicen que la experiencia de los padres es una guía para sus hijos. Lo sucedido a nuestros Patriarcas refleja eventos que se repiten en la historia de nuestro pueblo, tanto en lo individual como en la nación en su conjunto”.

Ángeles reales

Dicen que “no puedes bailar en dos casamientos a la misma vez”. Pero según las enseñanzas del Maguid de Mezritch sí puedes.

La lectura de la Torá de Vaishlaj comienza: “Y Iaakov envió ángeles delante de él a Esav su hermano” (Génesis 32:4). Iaakov lucha para reconciliarse con su salvaje hermano Esav, quién está determinado en castigar a Iaakov.

Comentando las palabras “Y Iaakov envió ángeles”, Rashi dice: “Ángeles reales”. El Maguid de Mezritch dice: “Sólo el aspecto ‘real’ de los ángeles le envió a Esav, pero el componente espiritual se mantenía siempre con Iaakov”.

Espera un minuto, algo no está bien aquí. Parecería que el objetivo de Iaakov en el envío de los ángeles, era que ellos ejercieran sus inmensos poderes espirituales para neutralizar la hostilidad de su hermano Esav. ¿Por qué el Maguid propone que en el envío de los ángeles, Iaakov retenga estos poderes espirituales, enviando una versión más común de los ángeles en su lugar?

Pero las palabras del Maguid pueden ser entendidas de otra forma más mágica.

Los ángeles traen todo de sí mismos para el encuentro con Esav. Están totalmente equipados, en la realidad, así como también espiritualmente, para hacer frente a este formidable desafío. Sin embargo, mientras que luchan para realizar su misión, nunca dejan de darse cuenta de que estar con Esav no es su destino final. Ellos se apuran en terminar y reunirse con Iaakov. Así, mientras los ángeles están con Esav en la realidad, siguen estando espiritualmente conectados con quien los envió.

Y es este vínculo inquebrantable que provoca el éxito de los ángeles. Sólo permaneciendo firmemente conectados con su fuente, el virtuoso Iaakov, los ángeles pueden estar seguros de tener éxito en su esfuerzo de refinar a Esav.

Así también es la historia de nuestras vidas.

Nosotros también estamos en una misión. Nuestras almas se han enviado desde lo alto, para investirse en un cuerpo. Al mismo tiempo, se nos ha imbuido con las herramientas necesarias para dominar, refinar y elevar nuestro entorno.

Es imprescindible que para enfrentar esta prueba, tengamos el arte de bailar simultáneamente en dos casamientos. Mientras enviamos a nuestro ángel mensajero, a nuestra alma, para vencer, debemos mantener firme nuestro propio “Iaakov”, la fuente de nuestra alma Divina, que nunca puede ser manchada.

Por: Dovi Scheiner

Conjunción de fuerzas

Dicen que “no puedes bailar en dos casamientos a la misma vez”. Pero según las enseñanzas del Maguid de Mezritch sí puedes.

La lectura de la Torá de Vaishlaj comienza: “Y Iaakov envió ángeles delante de él a Esav su hermano” (Génesis 32:4). Iaakov lucha para reconciliarse con su salvaje hermano Esav, quién está determinado en castigar a Iaakov.

Comentando las palabras “Y Iaakov envió ángeles”, Rashi dice: “Ángeles reales”. El Maguid de Mezritch dice: “Sólo el aspecto ‘real’ de los ángeles le envió a Esav, pero el componente espiritual se mantenía siempre con Iaakov”.

Espera un minuto, algo no está bien aquí. Parecería que el objetivo de Iaakov en el envío de los ángeles, era que ellos ejercieran sus inmensos poderes espirituales para neutralizar la hostilidad de su hermano Esav. ¿Por qué el Maguid propone que en el envío de los ángeles, Iaakov retenga estos poderes espirituales, enviando una versión más común de los ángeles en su lugar?

Pero las palabras del Maguid pueden ser entendidas de otra forma más mágica.

Los ángeles traen todo de sí mismos para el encuentro con Esav. Están totalmente equipados, en la realidad, así como también espiritualmente, para hacer frente a este formidable desafío. Sin embargo, mientras que luchan para realizar su misión, nunca dejan de darse cuenta de que estar con Esav no es su destino final. Ellos se apuran en terminar y reunirse con Iaakov. Así, mientras los ángeles están con Esav en la realidad, siguen estando espiritualmente conectados con quien los envió.

Y es este vínculo inquebrantable que provoca el éxito de los ángeles. Sólo permaneciendo firmemente conectados con su fuente, el virtuoso Iaakov, los ángeles pueden estar seguros de tener éxito en su esfuerzo de refinar a Esav.

Así también es la historia de nuestras vidas.

Nosotros también estamos en una misión. Nuestras almas se han enviado desde lo alto, para investirse en un cuerpo. Al mismo tiempo, se nos ha imbuido con las herramientas necesarias para dominar, refinar y elevar nuestro entorno.

Es imprescindible que para enfrentar esta prueba, tengamos el arte de bailar simultáneamente en dos casamientos. Mientras enviamos a nuestro ángel mensajero, a nuestra alma, para vencer, debemos mantener firme nuestro propio “Iaakov”, la fuente de nuestra alma Divina, que nunca puede ser manchada.

Por: Dovi Scheiner