Leemos la historia del sueño de Iaakov y la famosa escalera con los pies en la tierra y la cabeza en el cielo.
Pregunto: ¿Los ángeles necesitan escalera? Todo el mundo sabe que los ángeles tienen alas, no pies.
Entonces, si tienen alas, ¿por qué necesitarían una escalera?
Hay un hermoso mensaje aquí.
Para ascender al cielo no se necesitan alas. Prescindamos de lo dramático.
Olvidemos los pasos agigantados y extravagantes. Hay una escalera, una ruta espiritual claramente trazada para nosotros; una ruta que debe recorrerse paso a paso, un peldaño a la vez.
El camino al Cielo es gradual, metódico y eminentemente manejable.
Muchas personas se desaniman de comenzar un viaje espiritual porque creen que es necesario un gran acto de fe.
No se ven alcanzando un grado de compromiso religioso que les parece de otro mundo.
Y, sin embargo, con el enfoque gradual, uno descubre que el viaje se puede emprender y que el destino al que se aspira en realidad no es el espacio exterior.
Cuando era niño en Brooklyn, todas las mañanas pasaba por un edificio muy grande de camino a la escuela.
Era la Caja de Ahorros del Kingcounty.
Todos estos años después, todavía recuerdo el proverbio chino que estaba grabado en los grandes portales de la entrada del banco. “Un viaje de mil millas comienza con un solo paso.”
Eso no es sólo sabiduría china. Nosotros los judíos estamos de acuerdo.
Y no se limita a iniciar un plan de ahorro. Es una idea simple pero poderosa que no tiene por qué ser “todo o nada”.
¿Cuál crees que es la fantasía de un rabino? ¿Un tipo que entra a su oficina y dice:
“¿Rabino, quiero volverme ‘completamente observante, dígame qué debo hacer”? ¡No! ¿Por qué no? Porque un compromiso como ese suele estar presente hoy y desaparecer mañana.
Como dice el dicho popular: “Lo fácil viene, lo fácil se va”.
El método correcto y más exitoso para lograr nuestros objetivos judíos es el enfoque lento y constante. Gradual, pero consistente.
Tan pronto como uno se siente cómodo con una mitzvá, es hora de comenzar con la siguiente, y así sucesivamente.
Luego, a través del crecimiento constante, poco a poco nos volvemos más conocedores, comprometidos, realizados y felices en nuestra fe.
Cuando mi padre estaba en la Ieshivá, su maestro una vez hizo la siguiente pregunta: “Si dos personas están en una escalera, una arriba y otra abajo, ¿quién está más arriba?”
La clase pensó que era una pregunta bastante tonta, hasta que el sabio maestro les explicó que en realidad no eran capaces de juzgar quién estaba más arriba o más abajo hasta que primero determinaran en qué dirección se dirigía cada uno.
Si el de arriba estaba bajando, pero el de abajo subía, entonces conceptualmente, el de abajo en realidad estaba más alto.
Entonces, realmente no importa cuál sea el punto de partida o dónde se encuentren en la escalera de la vida religiosa.
Mientras se muevan en la dirección correcta, mientras suban, lograrán, por favor Di‐s, escalar las alturas celestiales.