Hay 39 categorías de “trabajo” prohibidas en Shabat, deriva‐ das de los 39 tipos diferentes de trabajo que se requirieron para construir el Santuario. Como a cada judío se le ordena erigir un “Santuario” para Di‐s en el sentido espiritual, estas leyes revelan muchas lecciones importantes para nuestro servicio Divino.
Leemos en la primera de las dos porciones de la Torá de esta se‐ mana, prender fuego es uno de estos trabajos prohibidos, ya que dice: “No encenderás fuego en tus habitaciones en el día de reposo”. La definición estricta de “prender fuego” requiere que se obtenga algún tipo de beneficio del acto: ya sea iluminación, calor o con el propósito de producir cenizas. En términos espirituales, esto significa que el “fuego”, en sí mismo, no se considera un componente real de nuestro servicio Divino a menos que produzca un beneficio práctico.
“Fuego” se refiere a la llama innata dentro del alma judía, como dice: “La vela de Di‐s es el alma del hombre”. Se requiere que el judío encienda y anime este fuego interior, hasta que todo su ser esté im‐ pregnado de anhelo de reunirse con su Fuente Divina.
En el judaísmo, sin embargo, la elevación espiritual no es un fin en sí mismo. El objetivo no es sentirse elevado y cercano a Di‐s, en la medida en que el mundo físico y mundano pierda importancia.
La Torá enseña que este no es un verdadero “fuego”, porque aunque es puro, carece de propósito. Para construir un “Santuario” genuino, el amor ardiente de un judío por Di‐s debe resultar en consecuencias y acciones reales.
Esto se refleja en el fenómeno físico de las cenizas. Las cenizas son un símbolo del nivel más intenso de corporalidad, por lo que permanecen después de que otra materia se quema y se consume por completo. De hecho, todo el propósito del “fuego” de un judío, es decir, la exaltación espiritual, es producir “cenizas”, impregnar los niveles más bajos de existencia con la Torá y las Mitzvot.
El refinamiento del plano físico a través de la Torá y las Mitzvot es el objetivo subyacente de la creación del mundo. Cuando un judío utiliza objetos físicos por el bien del Cielo, alcanza la más elevada de las alturas espirituales y cumple la voluntad de Di‐s, según el dicho “La acción es lo principal”.
El servicio de cada judío individual que eleva su propio rincón del mundo conducirá a su vez a la máxima elevación de la creación: la venida del Mashíaj y la Redención Final.
Adaptado del Vol. 36 de Likutei Sijot