Este puede ser un caso de identidad equivocada. Los pasteles de Purim originalmente se llamaban mohntashen, que significa “bolsillos de semillas de amapola”. Hoy en día, la mayoría de los hamantashen se rellenan con mermelada, pero la semilla de amapola solía ser el relleno más popular. Fue un breve salto lingüístico de mohntashen a hamantashen, ya que la gente suponía que había una conexión entre la comida que se comía en Purim y el villano de la historia de Purim.
Los judíos siempre pueden encontrar un alimento para contar una historia. La verdadera razón para comer hamantashen es que simbolizan la naturaleza misma del milagro de Purim.
Si lees la historia de Purim, notarás que fue una serie de aparentes coincidencias las que salvaron al pueblo judío de la aniquilación. No hubo milagros abiertos, ni mares divididos, ni plagas, solo algunos giros y vueltas de la historia que, vistos como eventos separados, parecían bastante naturales. Solo al final de la historia se reveló que había ocurrido un milagro.
El exterior del hamantash es masa. El verdadero sabor se esconde en el interior. Más allá del barniz muy común está el corazón del hamantash, rebosante de dulzura.
Nuestras vidas son muy parecidas. A veces parece que estamos siendo empujados y tirados por fuerzas accidentales. Nos suceden cosas que parecen fortuitas y aleatorias; parece que no hay un sistema establecido, ninguna dirección hacia este universo frío y duro.
Esto no es verdad. Hay un sistema. Pero está escondido. Debajo de la superficie hay una mano dulce y un corazón cálido que dirige el universo.
Rara vez llegamos a ver esta mano. Purim es un día en que se reveló, cuando se abrió una grieta en la capa exterior de la naturaleza y vislumbramos lo que hay más allá.
Purim nos recuerda que todas esas coincidencias no son coincidencias, y nada es al azar. Todavía estamos en el medio de nuestra historia, por lo que es difícil ver la imagen completa. Pero al final veremos que todo es un gran hamantash.