Una sola barra de oro


Por Lazer Gurkow 

Como Rabino en una comunidad pequeña, a menudo me llama gente de la congregación, que tiene que recitar el Kadish, para que los ayude a juntar gente para el Minian. Antes de aceptar esto, siempre les pido que primero reúnan a sus amigos. A menudo reclutan uno o dos amigos, y el resto me lo dejan a mi, lo cual me hace pensar ¿para qué me molesto en pedir ayuda? 

La misma pregunta se podría formular sobre Di-s durante un episodio curioso que se produjo en la construcción del Tabernáculo y su candelabro de oro. Di-s describe el intrincado diseño Moisés, pero éste no lo entiende. Di-s lo explica nuevamente, hace un dibujo e incluso se ofrece para ayudar a construirlo, pero todo era en vano. Al final, Moisés echa el oro en el fuego y el candelabro surge milagrosamente. 

Di-s debió haber sabido que lo iba a construir Él mismo, entonces ¿por qué le pidió a Moisés que lo construya? 

Entendiendo el diseño 

Una simple pregunta es: ¿qué era tan complicado en el diseño, que Di-s, el más grande maestro, no pudo hacer que Moisés entendiera? 

La verdad es que Moisés entendió perfectamente. Había siete brazos y cuarenta y nueve adornos. Lo que él no comprendía era por qué estos componentes separados debían ser armados a partir de un solo bloque de oro. 

La idea de que la pluralidad y singularidad pueden unirse desafía la lógica humana. 

La mística enseñó que estos siete brazos y cuarenta y nueve adornos corresponden a los siete días de la semana y los cuarenta y nueve días que hay entre Pesaj, cuando nuestros antepasados fueron redimidos de Egipto, y Shavuot, día que recibimos la Torá en Sinai. 

La Torá nos ordenó que contemos los días de estas siete semanas. Siete semanas son cuarenta y nueve días, pero en otro versículo aparece la instrucción de contar cincuenta días. ¿Cómo podemos contar cincuenta días en un período de cuarenta y nueve días? 

La mística nos dice que el día cincuenta fue contado por Di-s cuando nos dio la Torá. 

Mas allá del entendimiento humano 

Para recibir la Torá se requieren cuarenta y nueve pasos de preparación. Sólo al completar estos cuarenta y nueve pasos somos dignos de recibir el paso número cincuenta, la Torá, que Di-s nos concede desde arriba. 

Cada ley en el Torá es de gran complejidad y es por esto que puede ser entendida desde cuarenta y nueve perspectivas diferentes. Requiere tremenda diligencia para comprender e internalizar dicha profundidad. Es necesario el crecimiento día a día para llegar a la más alta sabiduría accesible para la mente humana. El día cuarenta y nueve representa esta petición. 

Hay otro elemento en la Torá que está más allá de nuestro entendimiento intelectual: Di-s, su autor. La información de la Torá puede ser comprendida intelectualmente, pero para conectarse con su autor es necesaria la humildad. 

El día cincuenta, aquel que sólo Di-s puede contar, representa el aura Divina del autor de la Torá. Este es un elemento que no puede ser contado por nosotros mismos, nunca lo vamos a entender. Pero si contamos por cuarenta y nueve días, aplicando las cuarenta y nueve perspectivas de la Torá, entonces Di-s nos concederá la perspectiva número cincuenta desde arriba. 

Cuando llegamos a ese día, adquirimos una perspectiva totalmente nueva. Luego nos damos cuenta de que las cuarenta y nueve perspectivas no son exclusivas entre sí, de hecho, todas fluyen de una base común, un solo núcleo de sabiduría Divina que brilla a través de un prisma de cuarenta y nueve colores. No podemos llegar a esta sabiduría por nuestra cuenta, la recibimos de Di-s, que nos la otorga desde arriba. 

Transformándonos en un recipiente 

Si la meta del estudio de la Torá es conectarnos con su Autor, y dicha conexión nunca puede concebida por nosotros mismos sino que se nos otorga desde arriba, entonces ¿por qué debemos estudiar Torá? Dejemos que Di-s nos la conceda desde arriba!. En otras palabras, ¿qué logran los cuarenta y nueve pasos que nosotros damos si todo cae bajo la llegada del cincuenta? 

Nos convierte en recipientes. Di-s no quiere académicos, quiere estudiantes. Él no quiere grandes maestros, sino almas elevadas, tampoco nuestra profunda comprensión, sino nuestro trasformado carácter. 

El propósito de Di-s es que nos convirtamos en recipientes y conductos para su santidad, y que hagamos las cosas que se aplican a nosotros. El esfuerzo, el anhelo, la desesperación y el deseo sincero hacia Di-s es lo que hace que el ego se transforme en un recipiente. Esto se logra durante el día cuarenta y nueve. 

La elegancia de la singularidad 

Los cuarenta y nueve adornos del candelabro eran hermosos y significativos. Sus formas, simetría, profundo significado y valor metafórico, inspiraron a Moisés a una gran pasión. Cada uno era significativo, cada uno contribuía y merecía su propio lugar. 

“¿Por qué todos tenían que ser martillados en una sola barra de oro?” se lamentó su alma. “¿Por qué manchar su distintiva belleza a través de la uniformidad rígida de una sola barra de oro?”. Los adornos eran excepcionales y Moisés estaba afligido por un pluralismo que sentía que debería ser demostrado. 

Pluralismo y singularidad son dos polos opuestos que sólo Di-s puede unir. Moisés entendió los cuarenta y nueve adornos, pero la única pieza de oro era el secreto del cincuenta, un secreto que únicamente Di-s puede entender. 

Ninguna explicación pudo hacer que Moisés lo entendiera, sin embargo Di-s se lo explicó y él quiso comprenderlo una y otra vez. Esta diligencia fue el sello verdadero de Moisés y en su mérito se transformó en el conducto de Di-s para transmitir la luz del candelabro y la Torá. 

Es por esto que le pido a la gente que junte a sus amigos para el Minian. Puede ser que no junten muchos, pero sé que sus esfuerzos los ayudarán a apreciar y/o identificarse con el significado de la plegaria y el Minian. ¿Quién sabe? Hasta pueden llegar a responder con entusiasmo la próxima vez que sean ellos los llamados.

Tarta de ricota

Les compartimos una de nuestras recetas favoritas y super fácil de hacer. Esta torta gusta mucho y sobre todo en la merienda. ¡Probala!

Ingredientes

Para la masa:

200 gr. de harina

50 gr. de fécula de maíz

100 gr. de azúcar impalpable

150 gr. de manteca

1 huevo y 1 yema

Cáscara de limón rallada

3 cucharas de leche

Para el relleno: 

400 gr. de ricota

1/2 taza de azúcar

2 yemas

1 cucharadita de esencia de vainilla

Ralladura de 1 limón

Preparación de la masa:

Colocar en la procesadora la harina con el azúcar, agregar la manteca, pulsar el botón de la procesadora hasta formar un granulado.

Agregar el huevo y la yema, colocar la cáscara de limón rallada y pulsar nuevamente para formar una masa. Si hiciera falta, agregar las cucharadas de leche, retirar y unir sin amasar; colocar en un papel film, y llevar a la heladera por 30 minutos. 

Preparación del relleno: 

Colocar en un bol la ricota, agregar el azúcar y las yemas de huevo, la ralladura y la esencia, mezclar bien estos ingredientes.

Retirar la masa de la heladera, estirarlas y forrar con ella una tartera enmantecada y enharinada colocar el relleno sobre la tarta y hacer un enrejado con la masa sobrante.
Pintar con yema de huevo, llevar a horno moderado durante 20 minutos.

Retirar y servir fría.

Como un tip que le puede dar un sabor original, podés agregar frutas de estación, o con chocolate derretido.

¡Contanos cómo te salió!

¿La Torá permite cobrar intereses?

La respuesta es: depende.

Está escrito en la Torá (Shemot 22:24) “Cuando prestes plata a mi pueblo… no pondrás sobre él intereses” (Vaikrá 25:36) “No tomarás de él intereses” (Devarim 23:20) “No cobrarás intereses a tu hermano”. En un préstamo con intereses transgrede tanto el que presta como el que toma prestado. Así también todos aquellos que participan, por ejemplo, quien conectó al acreedor con el deudor. El escribano y los testigos (de haber) como así también, los garantes.

A la hora de hacer las compras debemos prestar atención a ciertas operaciones que se producen cotidianamente pero que no están permitidas, por ejemplo: si el vendedor nos ofrece el pago del producto a un precio en efectivo y recarga a plazo. Este recargo es interés y está prohibido.

En el caso de pagos con cheques, el cobrar del cliente los gastos del impuesto al cheque, está permitidos. El motivo es que no estamos pagando por la extensión del plazo de tiempo sino porque estamos pagando con un valor (el cheque) que no completa el pago, por causa de los impuestos que le quitan valor nominal.

También están prohibidos los intereses adelantados y los atrasados. Un ejemplo de interés adelantado seríia: El Sr. “A” quiere solicitar un crédito del Sr. “B” para ello le manda un regalo especial y luego le pide el préstamo. El caso de interés atrasado seríia: una vez pagada la deuda, el deudor le manda un lindo regalo al acreedor, en agradecimiento.

En la mencionada prohibición, la Torá nos prohíbe los préstamos entre hermanos de Su pueblo, lo que no incluye los préstamos que toma o da a quien no es miembro del mismo pueblo.

En el próximo número veremos que existe una forma permitida para realizar estas operaciones.

por el Rab. Iosef  Feigelstock

El animal místico

La Torá, en la porción de Mishpatim, trata las leyes de los animales que dañan animales de otras personas o propiedades.

Por ejemplo, digamos que su perro -normalmente bien educado, doméstico- avanza frenético y repentinamente ataca y muerde al perro de otra persona en un lugar público; ¿cuál es la ley?.  En caso de los primeros tres incidentes, dice la Torá, el dueño del perro paga sólo por la mitad del daño. Ya que es inusual que el perro se pierda y muerda a alguien. No se esperaba que el dueño del perro tuviera que vigilarlo. Por consiguiente, no se lo juzga completamente responsable por la pérdida y comparte la misma con el dueño del perro herido.

Esto sólo es verdad en los primeros tres incidentes. Después de tres oportunidades de tal agresión, se establece que este perro es de naturaleza destructiva y se espera que su dueño lo vigile y es totalmente responsable por todos los daños y perjuicios causados como resultado de su fracaso al cuidarlo.

¿ES POSIBLE EL ARREPENTIMIENTO?

¿Qué hay sobre la reorientación? ¿Puede un perro, un toro o cualquier otro animal que se descarrió, reasumir su estado original de inocencia?.

Sí, dice el Talmud. Esto puede lograrse de dos maneras. O que el dueño entrene a su animal rigurosamente hasta que su conducta se transforme de agresor a un animal sosegado.

Otra opción, dicta el Talmud, es vender el animal o concederlo como regalo a otra persona. Con un nuevo dueño y nuevos modelos y horarios, la Halajá (ley judía) asume que el animal que proviene de una especie que es normalmente doméstica y de buen comportamiento, volverá a ser civilizado  hasta que se pruebe de nuevo que es destructivo.

LA DIMENSIÓN PSICOLÓGICA

Señalamos numerosas veces que cada ley de la Torá contiene además de una concreta interpretación física, una versión psicológica y espiritual. Ésta es una de las funciones primarias de la tradición mística judía-Cábala y Jasidut- para explicar el significado metafísico que se halla detrás de cada ley y Mitzvá de la Torá y el Talmud.

¿Cómo podemos aplicar lo antedicho acerca de estas leyes a nuestras vidas personales?

EL ANIMAL MÍSTICO

Cada uno de nosotros posee un animal dentro suyo, una conciencia terrenal y mundana que busca su auto- preservación y auto-perfeccionamiento. En la tradición judía, en contraste con algunas otras tradiciones, el animal humano no se ve inherentemente como malo y destructivo, sólo como potencialmente malo y destructivo.

Originalmente, cuando nacemos, el animal dentro de nuestra psique es inocente e incluso tierno, como un cachorro pequeño y tierno. Su meta primaria es meramente conservar su existencia, satisfacer sus demandas naturales, y disfrutar de una “buena vida”. Sin embargo, si nuestra conciencia animal no es educada, cultivada y refinada, este animal inocente y dulce puede transformarse en una bestia egoísta; a veces la bestia puede convertirse en un monstruo, propenso a destruirse a sí mismo y a otros en su demanda de auto-perfeccionamiento y auto-engrandecimiento.

Los animales que se encuentran dentro de las personas, se vuelven de hecho, en un momento dado, fuerzas perjudiciales que causan dolor y desastre a ellos o a otros. Hay dos categorías de animales- humanos perjudiciales. Uno cuyos momentos de agresión se ven como raras desviaciones, y otro en quien estos modelos destructivos se vuelven su conducta común.

En casos donde el animal es generalmente moral y decente y su acto de destrucción es una anomalía rara, la Torá declara, que debemos ser más comprensivos con el “dueño” del animal. Nadie está autorizado a agredir o a morder a otro ser humano jamás, pero hablando prácticamente debemos recordar que incluso el marido más dúctil podría perderse y levantar su voz con rabia e incluso la mujer más amorosa puede, en un momento de tensión, hacer un comentario molesto. Es doloroso, deben hacerse mejoras, pero no es el fin del mundo.

Mientras que el agraviador reconozca el mal que causó y acepte la responsabilidad de ello, serán seguidos de entendimiento y perdón.

Pero si los incidentes de abuso y destrucción persisten- por ejemplo, si un marido grita continuamente a su esposa o a sus niños, o una persona en posición de liderazgo o dirección, destruye las vidas de las personas bajo su mando, esta conducta no debe perdonarse nunca. Estamos tratando con un animal que se ha convertido en una bestia destructiva y debe detenerse inmediatamente.

Y, ¿cómo vuelve semejante animal a su estado de inocencia original? ¿Cómo hacer que un animal que se ha convertido en salvaje recobre la confianza de las personas que ha herido tanto?

DOS CAMINOS HACIA LA RECUPERACIÓN

Existen dos caminos disponibles.

El primero es un proceso riguroso de auto-refinamiento en que el animal aprende a confrontar y desafiar sus miedos más profundos e impulsos y quitar la bestia de su carácter abusivo.

Incluso antes de que se las arregle para trabajar revisando todas las cámaras oscuras de su animal salvaje, las enseñanzas del Judaísmo presentan otro alternativa también: Cambiar la jurisdicción del animal.

Tome su animal y sométalo a la propiedad de Di-s. Incluso antes de elevar su animal a un reino más alto, ríndalo a una realidad más elevada. Tome su rabia, sus aficiones, su depresión, y su miedo y sométalos a Di-s. Una bestia peligrosa puede convertirse en un alma agradable.

(Este ensayo está basado en una charla del Lubavitcher Rebe de Sukot 19875)

1) Éxodo 21:35-36 e Ibíd. De Rashi. De Talmud, tratado Baba Kama.

2) Semejante animal se llama en el Talmud un Muad, en contraste con un Tam que es el título concedido a un animal doméstico antes de que haya atacado tres veces.

Hay un argumento interesante entre comentaristas del Talmud, si un animal que ataca tres veces es juzgado por la Ley Judía como de haberse vuelto de naturaleza destructiva, o que su modelo agresivo de conducta demuestra que siempre ha sido de semejante disposición, sólo que estábamos meramente desprevenidos de ello (Ajaronim a Baba Kama 2,b.) Este debate tiene algunas implicaciones interesantes, particularmente cuando repasamos esta ley desde una perspectiva espiritual y psicológica, discutidas debajo.

3) vea Baba Kama 14a; pag. 39-40. Rambam Hiljot Nizkei Mamon 6:6-7.

4) aunque esta opción se disputa en el Talmud (Baba Kama 40b), Maimónides (ibid.) la visión arriba mencionada como ley definitiva.

5) Likutei Sijot vol. 36 pag. 102-108.

Parasha en síntesis: Mishpatim

Los Diez Mandamientos y las leyes civiles y personales a las cuales se refiere esta Parashá, así como todas las 613 mitzvot, fueron dadas por Di-s en el Monte Sinaí y tienen carácter de permanencia y eternidad propias de las Leyes Divinas. 

Después de dar la Torá al pueblo judío, Di-s le dijo a Moshé que ascendiera de nuevo al Monte Sinaí por 40 días, con el fin de enseñarle los detalles de las leyes de la Torá. Parashat Mishpatim es principalmente la selección de las leyes que Di-s le enseñó a Moshé mientras estuvo en el Monte Sinaí. 

Antes de explicar las leyes, Di-s decretó que el pueblo judío estaba obligado a establecer un sistema de tribunales con el fin de tratar todos los casos de derecho penal, civil y ritual. Di-s le explicó las leyes relativas a los sirvientes, obligaciones maritales, el asesinato, el honor a los padres, el secuestro y la indemnización por lesiones.

El mandamiento de prestar dinero se aplica incluso si el prestatario posee bienes que se pueden vender. Así que a diferencia del mandamiento de dar caridad, está destinado a beneficiar no sólo a los pobres sin también a los ricos. Si somos reacios a prestar dinero a alguien que no es pobre debemos considerar la posibilidad de que en una vida anterior los papeles pueden haber sido invertidos: es posible que hayamos sido el beneficiario de un préstamo o algún otro tipo de ayuda de la persona que no está solicitando el préstamo actualmente. Esta es nuestra oportunidad de devolver su buena acción. 

Una de las leyes era de no mezclar la leche y la carne – no se debe comer un animal joven cocinado en leche de su madre. Ya que se considera un acto de crueldad consumada. La Torá también nos prohíbe cocinar cualquier animal en cualquier otra leche de animal, comer una mezcla de este tipo, o incluso obtener cualquier otro beneficio de ella. 

Las precauciones que la Torá toma para alejarnos de causar sufrimiento a un animal demuestran cuánto cuidado debemos tener para evitar causar sufrimiento a un ser humano. 

Las leyes contenidas en la Torá, indicativas del modo de vida judío, no tienen la pretensión de ser originales, pero si tienen una particularidad que no poseen otras leyes: derivan de una autoridad sobrehumana, del Creador del universo y de todo lo que hay en Él, conocedor a plenitud de la naturaleza humana. 

En el Judaísmo, el bien y el mal no son determinados por el hombre, sino por Di-s. Está claramente establecido lo que se debe hacer (248 mitzvot de “hacer”) y lo que no se debe hacer (365 mitzvot de “no hacer”); esa determinación no queda a juicio de los humanos. No es el hombre quien define según su opinión el bien o el mal, éste está definido previamente; lo que la persona puede hacer  es elegir entre ambos, una vez que los conoce. 

La observancia o no de las leyes o preceptos no determina la condición del judío, quien lo es por esencia y no deja de serlo: eso no depende de su elección.

Las leyes en el judaísmo no sólo cumplen con las necesidades sociales de organización y orden, sino que tienden a perfeccionar al hombre en su crecimiento y desarrollo. No sólo procuran la protección de la persona frente a los demás, sino que también frente a sí mismo; fijan un sistema de justicia, pero a la vez forjan la base moral y ética del individuo. No permiten que el hombre sea esclavo de sí mismo, de sus limitaciones. 

Las leyes judías, a diferencia de las elaboradas por los humanos, tiene el carácter de ser inflables; además, no están sujetas a consideraciones subjetivas ni intelectuales, a épocas, modas o lugares determinados. Sólo se puede asegurar una moral apropiada si está basada en la Torá. 

La evidencia histórica del nazismo y otros episodios de la historia judía demuestran que no son los hombres los calificados para determinar el bien y el mal, porque pueden llegar a la justificación de las acciones más abominables. 

La acción, la mitzvá en el judaísmo, tiene un lugar central. El pueblo Judío es el pueblo que en el Sinaí dijo: “Naasé Ve´Nishmá”, “Haremos y luego entenderemos” (estudiaremos). La acción produce sus efectos, aún cuando no la comprendemos racionalmente, ni sean inmediatamente visibles sus resultados. Está dirigida no sólo al perfeccionamiento individual, sino al mejoramiento y elevación de este mundo en general.

No es suficiente “sentirse judío”, no basta la intención. Sentirse judío sin actuar en consecuencia es como sentirse una persona decente, pero sin actuar decentemente. 

Los preceptos, tanto los de “hacer” como los de “no hacer”, se dividen en tres grandes categorías:

  • Edut (testimonios), preceptos que rememoran eventos pasados, por ejemplo, el Shabat, que es testimonio de la Creación del Mundo y de la salida de Egipto; Pésaj, Sucot, etc. 
  • Mishpatim o leyes, los que tienden a mantener el mundo civilizado y son propios de la naturaleza humana, por ejemplo, no matar, no robar. 
  • Juquim o decretos, aquellos ordenados por Di-s sin que tengan explicación desde el punto de vista lógico o racional, por ejemplo, Kashrut (leyes dietéticas) o Shatnez (prohibición de mezclar lino y lana en la vestimenta).

Los diferentes tipos de preceptos deben ser cumplidos por igual, no porque nos parezcan más o menos lógicos, sino porque nos son ordenados por Di-s para nuestro bien, aún cuando a veces no tengamos la capacidad de entenderlos. 

Para realizar una acción no es necesario que previamente la comprendamos a la perfección. Hacerlo sería ponerse en la situación de la persona que, hasta tanto no entienda a cabalidad todos los complicados mecanismos de digestión y descomposición de los alimentos, decide no comer. Si lo hiciera así, se debilitaría y le sería imposible entender el mecanismo. Si en cambio come, el mismo acto de comer le ayuda a la comprensión de la totalidad. La acción tiene una dimensión insustituible, lo mismo sucede con el ejercicio de la Torá y las mitzvot. 

La revelación de la Torá en el Monte Sinaí configura el puente de unión entre Di-s y el hombre y permite que la persona, mediante su acción, puede convertirse en socio de Di-s en la Creación. 

Haremos y entenderemos

Al decir “haremos” antes de “estudiaremos”, los judíos declararon que estaban preparados para cumplir en forma incondicional la voluntad de Di-s, aceptando sus mandamientos aún antes de saber cuáles eran. Es por este comportamiento que Di-s continúa dándonos la Torá, aún hoy – al revelar su voluntad en la medida en que estudiamos Su Torá y cumplimos sus preceptos. 

Pudiera parecer irracional para el pensamiento convencional comprometerse con un contrato, antes de conocer sus términos. Está conexión sería posible en la medida en que Él estuviera presente en la naturaleza, sin que ello significara el compromiso de que hiciéramos su voluntad, pero la única manera de conectarse con Di-s, tal como Él es, más allá de la Creación y la racionalidad, es elevándonos sobre los límites de la racionalidad. Por lo tanto, en nuestros días, tal como aconteció en la entrega de la Torá, nos unimos a Di-s dedicándonos a la Torá en forma incondicional.

No quebrar sino santificar

“Y estas son las leyes” (Shemot 21:1)

Acabamos de leer, la semana pasada, en la Parshá de Itró, sobre la entrega de la Torá en el Monte Sinaí con voces y relámpagos. Ahora queremos saber qué es lo que contiene esta Torá, entregada desde el Cielo en un evento tan estruendoso. Comenzamos a estudiar esta semana sobre los preceptos entregados en Sinai y ¿qué vemos?: ‘Leyes’- preceptos simples y básicos, que hacen a la relación del hombre con su prójimo, instrucciones que nuestra propia lógica dicta seguir incluso sin un mandato de la Torá de por medio.

 Los párrafos de Itró y Mishpatim representan, a simple vista, dos extremos opuestos: En la Parshá Itró leemos sobre la revelación Divina, sobrenatural, celestial, la supra racional. Mientras que en el párrafo de Mishpatim se habla de temas terrenales, cotidianos, asuntos que también comprende la lógica del hombre simple.

VERDADERA UNIDAD

Desde una perspectiva más profunda, justamente estas dos Parshiot, cuyo contenido es tan opuesto, son dos etapas que se complementan en la extraordinaria innovación gestada por la entrega de la Torá. El objetivo del evento del Sinaí fue eliminar la brecha existente entre el mundo del espíritu y la realidad material, e introducir la Torá y la santidad literalmente en el seno del mundo; unificar el espíritu con la materia.

El principio radica aquí en que no se trata de que la santidad Divina desplace, anule y quiebre a la realidad terrenal, sino que ésta perdure tal cual es, en su carácter de una existencia material encadenada a las limitaciones de este mundo, y conjunta- mente con ello more ahí la Santidad Super- nal. Ésta es la verdadera unión del espíritu con la materia.

DESHACER LAS ESTRUCTURAS

La primera etapa de unión entre el espíritu y la materia es la descripta, en el párrafo de Itró: “Y descendió Di-s sobre el Monte Sinaí”1- la extraordinaria revelación Divina. Voces y relámpagos, un terrible temblor que conmovió al mundo todo. En las palabras del Midrash2: “el pájaro no gritó, el ave no voló, el toro no mugió… el mundo estaba ca- llado y silencioso” En el pueblo judío, esta revelación Divina causó una profunda anu- lación, al punto que escaparon del Monte y se pararon a lo lejos. Ésa fue la primera parte- Hashem descendió aquí ‘abajo’.

Pero el objetivo es, como se dijo, que este mundo no anule su ser, sino que prosiga funcionando como un mundo material- pero siendo un instrumento al servicio de la Santidad. Por ello fue necesaria la segunda etapa, la desarrollada en Parshat Mishpatim: este párrafo, que trata sobre las leyes mone- tarias y de daños y perjuicios, los temas re- almente mundanos, enseña cómo debe cumplir el judío los preceptos de Di-s dentro de su vida terrenal. Justamente son los mandamientos ‘sencillos’ y lógicos enumerados en esta Parshá, los que indican el camino a través del cual la santidad se enviste en el mundo, se acomoda en él, hasta convertirse en parte del mismo.

LA FE COMO BASE

La Parshá de Mishpatim nos enseña que santidad no se limita sólo a la anulación ab- soluta y la auto elevación más allá de la vida terrenal. Por el contrario, la santidad se manifiesta también en las pequeñas cosas de la vida cotidiana cuando se llevan a cabo de acuerdo al mandato de la Torá, como ser la indemnización del damnificado, la actitud correcta frente a un valor confiado en depósito, el pago del salario a su tiempo, etc. Esta es la manera de generar una verdadera comunión entre la Santidad Divina y la vida práctica y material.

Pero para que el judío previamente posea esta fuerza de introducir santidad también en el seno de la vida rutinaria, se requiere de la etapa de la Parshá de Itró- la revelación Divina sobrenatural. La base de todo es la fe y anulación absoluta a Hashem. Sólo como continuidad de ello se está en condiciones de santificar también a la vida cotidiana.

Likutei Sijot tomo 16, pag 242

¿Un Rebe mentiroso?

R’ Abraham Iehoshua Heschel de Kopischnitz [1888 – 16 Tamuz 1967] siguió el camino de su predecesor, el Apter Rov en ser un verdadero Ohev Israel, amante de los iehudim. 

En la Norteamérica de las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, él cargó el peso del dolor y sufrimiento de innumerables personas en sus débiles y frágiles hombros. 

De hecho, a menudo cuando oía los problemas de otros, rompía en un llanto ingobernable. El pesar de sus prójimos judíos lo atormentaba mucho más que sus propias aflicciones, y en innumerables oportunidades, el Rebe puso su nombre y honra en riesgo, en un esfuerzo por ayudar a otros. 

Una vez, un sobreviviente destrozado del infierno Nazi se presentó a la puerta del Rebe, llorando histéricamente. Recién había llegado de Europa y esperaba establecerse en América. A su esposa, sin embargo, se le había negado la entrada, debido a su salud deficiente y estaba en Isla de Ellis a la espera de la inminente deportación. El hombre estaba inconsolable y repetía que si su esposa era deportada, él no pensaría dos veces y se quitaría su propia vida. “¡No se preocupe, por favor, no se preocupe!”, imploró el Rebe. “¡Le prometo que la semana próxima su esposa estará aquí junto a usted!”. Al oír las palabras del Rebe, un sentimiento inmediato de calma invadió al hombre apenado y, librado de preocupación, se marchó como una persona nueva. 

R’ Morgenshtern, uno de los jasidim que había sido testigo de la escena, juntó valor y le preguntó al Rebe cómo era posible dar una garantía categórica como esa con tanta facilidad. ¡No era menos que prometer un milagro!. 

“¿Usted vio cuán histérico estaba este pobre hombre?” el Rebe preguntó. “Mi primera preocupación era tranquilizarlo y gracias a Di-s tuve éxito. Por lo menos durante la próxima semana se sentirá bien. Si después de una semana, ve que yo estaba equivocado y su esposa fue deportada, dirá: ‘Abraham Iehoshua no es un verdadero Rebe, Abraham Iehoshua es un mentiroso’. Pero por lo menos durante una semana, logré traer un poco de esperanza a su vida.” 

Con estas palabras el Rebe tomó su Tehilim (Libro de Salmos) y empezó a recitar los versículos con intensa emoción. Cuando las lágrimas caían copiosamente sobre su rostro, podía oírse su súplica: “¡Por favor Hashem, por favor, haz que Abraham Iehoshua no diga una mentira! Sólo estaba intentando ayudar a un judío en una situación patética. ¡¡¡Por favor no me permitas ser un mentiroso!!!” Y de esta forma, por largo rato, sus oraciones continuaron en la noche. 

Hashem oyó sus pedidos y a la semana siguiente le fue concedida la visa a la mujer para quedarse en América, y reunirse con su marido.

Sobre juicios y leyes

Mishpatim comienza con leyes que regulan apreciar la importancia vital de las relaciones humanas individuales y sociales. Sin embargo, esta sección sigue a la de Itró, donde se enfatizan las obligaciones del hombre hacia Di-s. El último capítulo de Itró que es el que precede y está unido a Mishpatim, trata las leyes del Altar.

Nuestros Sabios se preguntan con respecto a esta secuencia: ¿Qué relación tiene la sección de Mishpatim con las leyes del Altar?

La respuesta es: para enseñarnos que el Sanhedrín (la Corte de Jueces), debe estar cerca del Altar, símbolo de la obligación del hombre hacia Di-s. Esto señala que en el área de las relaciones humanas, tanto a nivel individual como intergrupal, es inútil apoyarse enteramente en sentimientos “intuitivos” de igualdad y justicia, tal como muchas experiencias amargas lo han demostrado.

Entonces, ¿qué sistema de moralidad puede sobrevivir en la coexistencia cotidiana de grupos e individuos? Sólo un sistema de ética y justicia cuyas leyes deriven su autoridad de una fuente Superior, del Creador del universo y del hombre. Ya que sólo el Creador conoce plenamente la naturaleza humana, con todas sus debilidades, tan sólo el Creador puede prescribir leyes verdaderas, éticas y moralmente perdurables, tanto para el individuo como para la sociedad en general.

Sólo las leyes que sustenten su veracidad y autoridad en el Ser Supremo, son válidas para todos, eternamente, sin variar con el tiempo y con el lugar.

A la luz de lo anterior se puede apreciar la importancia vital de la educación judía genera y de la Yeshiva y de la escuela judía en particular.

Lejanos son los días en que se creía que la educación en la Ieshivá era necesaria tan solo para la preparación de Rabinos o Shojatim (matarifes), pero no para las personas comunes.

Hoy, en nuestra sociedad, es muy claro que la enseñanza de la Torá en una Ieshivá, donde hay una atmósfera de reverencia y amor a Di-s, es indispensable para que cada niño y niña judíos, se desarrollen como buenos judíos cumpliendo sus obligaciones hacia Di-s y entonces comprenderemos”!

Una Orden General Desde que los judíos dejaron Egipto, fueron llamados “El ejército de Di-s”. Una persona que cumple el servicio militar, comprende inmediatamente que al recibir una orden de un oficial superior, no puede demorar su ejecución hasta el momento en que pueda analizarla y ver si está de acuerdo, es- pecialmente si la orden viene de un alto mandatario, ya que tal demora puede poner en peligro a todo el ejército. En verdad, una orden de Divina no debe estar en un nivel inferior. Ningún judío puede demorar el cumplimiento de una orden de Di-s hasta que tenga tiempo de estudiarla y aprobarla. Es por esa razón que la Torá fue recibida con la declaración unánime de todo nuestro pueblo: ¡“Naasé ve nishmá!, ¡cumpliremos y escucharemos!.

Cuatro razones pora estar contento

Porque es una buena manera de hacer las cosas

Para citar el clásico jasídico Tania, de Rabi Schneur Zalman de Liadi (1745-1812): “Al igual que en el caso de dos personas  luchando, cada una tratando

de derribar al otro, si uno de ellos se mueve con pereza y letargo, será fácilmente derrotado y derribado, aunque sea más fuerte que su compañero. Así también, en la lucha contra la inclinación del mal, uno puede prevalecer sobre ella… sólo con la ligereza que viene de la alegría, y de un corazón que es libre y limpio de cualquier rastro de preocupación y tristeza” Se aplica a la lucha libre, batallas morales y todo lo demás.

Porque es algo bueno

¿Por qué el gozo debe ser sólo una herramienta, un medio para un fin? Es una buena cosa en su propio derecho, una mejor manera de ser. Y no es tan difícil de lograr. Sólo debemos centrarnos en todas las cosas buenas que tenemos y cuánto más reales y duraderas son que las cosas no tan buenas.

Porque es un tiempo feliz.

Ser feliz a veces requiere de esfuerzo, como en la razón anterior. Pero hay momentos en que la felicidad está en el aire, y todo lo que se necesita hacer es abrirse a ella y permitir que entre en nuestro alma. Ahora estamos en ese momento. Nuestros Sabios nos dicen que “cuando el mes de Adar comienza, la alegría aumenta”. Como Haman descubrió desgraciadamente (para él), es un momento en que suceden cosas  buenas  al  pueblo judío. No tenemos que hacer nada para experimentarlo, sólo incorporarla.

Porque es lo que somos

Esta no es realmente una “razón”, así que supongo que significa que hay realmente tres razones, no cuatro.

Los maestros jasídicos nos dicen que nuestra alma es “literalmente una parte de Di-s”. Por lo tanto, la alegría, en última instancia, no es una técnica para dominar, ni un objetivo a alcanzar, ni siquiera un estado al que rendirse. Es lo que somos, en virtud de nuestro vínculo con Aquel que “la fuerza y la alegría están en Su lugar” (I Crónicas 16:27).

¿Por qué escondernos de lo que somos?

¿Por qué honramos a nuestros padres?

Esta Mitzvá tiene tanto peso que es considerada una de los Diez Mandamientos. La importancia de honrar a los padres es enfatizada por el hecho que es el número cinco de éstos.

Como muchos saben los Diez Mandamientos fueron dados en dos tablas con cinco mandamientos en cada una. La primera fue reservada para aquellas leyes que tienen que ver con la relación entre la persona y Di-s, mientras que la segunda tabla se ocupa de las leyes que gobiernan la interacción humana. Los Sabios notan que incluir el mandamiento de honrar a los padres en la primera tabla nos muestra su importancia. Se trata de un aspecto tan fundamental de nuestra existencia que sólo mediante el cumplimiento de esta ley, podemos apreciar plenamente nuestra relación con el Todopoderoso.

Los 10 Mandamientos son recordados en la Torá dos veces. La primera aparece en Itró y la segunda en Vaetjanán. Cuando aparecen por segunda vez, las palabras cambian un poco, por ejemplo: las palabras “El Eterno, tu Dios, te ha ordenado “se añaden. Las palabras adicionales subrayan el hecho de que, aunque tenemos una tendencia natural a honrar a nuestros padres, esta tendencia puede disminuir dependiendo de las circunstancias. Sin embargo, cuando se nos recuerda que esto es una orden directa de Di-s, nos hace entender que el cumplimiento de esta obligación no tiene nada que ver con nuestros sentimientos o experiencias personales. En cambio, la idea se ve reforzada a honrar a nuestros padres, no sólo por nuestros sentimientos naturales, sino porque el “Comandante en Jefe” ha ordenado así.

Esta ley en particular se remonta a un tema recurrente. La filosofía judía afirma que hay tres socios en la creación de una nueva vida, y estos son Di-s, la madre y el padre. Estamos obligados a ver a nuestros padres, no sólo con amor, pero con respeto también. Colocamos a nuestros padres sobre un pedestal y los mantenemos allí.

Esta filosofía nos recuerda un componente crítico en la fe judía. En contraste directo con el punto de vista secular, entendemos que cuanto más atrás vamos en la historia judía, mayores nuestros predecesores se consideran. Es cierto que pudimos avanzar en el campo del conocimiento secular, pero cuando se trata de la esfera de lo espiritual nos palidecemos en comparación a aquellos que vinieron antes que nosotros. Nosotros los Judíos también sabemos que aquellos que se destacan en el ámbito espiritual son nuestro modelo a seguir y los “superhéroes” de cualquier Judío.

Como Rabino, recibo muy frecuentemente la pregunta: “¿Festeja el día del padre o de la madre?”. A esto yo respondo: “En el Judaísmo, cada día debemos honrar y apreciar a nuestros padres”

Son por estas razones que cada uno de nosotros debemos esforzarnos para honrar verdaderamente a nuestros padres. Eso significa que debemos hacer un esfuerzo activo para cuidar de sus necesidades (tanto física como espiritual), así como tratarlos con el máximo respeto. No es sólo una cosa agradable o sensata de hacer, sino que es un mandamiento directo de Di-s!

Por Yerujem Eilfort