Las Cuatro Especies

“Ulekajtem lajem baiom harishon pri eitz hadar, kapot tmarim, veanaf etz avot, varvei nachal”

“Tomarán para ustedes el primer día (de Sucot) el magnífico fruto del árbol, la hoja de palmera de dátiles, ramas de árbol trenzado, y sauces de los arroyos”

(Levítico 23:40).

Te encuentras sentado en la Sucá. Las paredes hechas con madera aromática. En el suelo detrás de ti hay un juego de luces y sombras generado por el Sjaj, el techo de hojas que se encuentra sobre tu cabeza. Respira profundo. Vive la paz dentro de las paredes de la Sucá.

El Sjaj en la sombra proyectada por un árbol celestial. Es antiguo, amplio y con vida. Dentro de las ramas puedes ver una fruta, un Etrog. Es el corazón dentro del corazón del Árbol de la Vida, y late con el amor infinito de Di-s, para ti.

Toma tiempo interiorizar este amor. Respira profundo. Siente cómo tu columna se estira. Tiene la forma de la hoja de palmera, el Lulav. Trasciende tu mente racional, llegando más arriba, más allá del Sjaj, dentro del corazón del árbol. Siente el punto de contacto del Lulav con el Etrog. El amor de Di-s comienza a bajar a través del Lulav-columna, hasta tu sacro.

Tu sacro está caliente. El amor comienza a sentirse. El amor del Lulav penetra tu corazón. Te lleva a tu ser más elevado. Tu corazón se ha convertido en un todo. Es un Etrog que late con amor hacia Di-s, por la chispa de Divinidad que hay en tu alma. La alegría se despierta cuando este amor es liberado.

El amor viaja a través de tus pulmones llegando a tu boca. Tus labios tienen la forma de una hoja de sauce. No tienes necesidad de hablar, simplemente deja que tu alma se eleve.

La energía fluye incluso hasta más arriba, entrando a los ojos y así llegando hasta tu frente. Ojos de mirto iluminados. Tómate un momento en visualizar tu vida a través de los lentes de abundancia y alegría. Observa la forma en la que te despiertas cada mañana, interactúas con otros y rezas cuando estás lleno de amor y felicidad.

Por: Shimona Tzukernik

Los secretos de Sucot

Sucot es la Fiesta de la Alegría; es el tiempo de cosechar el producto del campo, el huerto y la viña…

 

Encuentra su trabajo premiado con tanto éxito, que podría llegar a pensar que “mi poder y la fuerza de mi mano han hecho toda esta riqueza”. También podría llegar a pensar que trabajar y juntar una fortuna son el propósito en la vida, olvidándose que hay valores más importantes y elevados, como los valores espirituales.

Para que el judío no se olvide de su propósito real en la vida, Di-s, en Su sabiduría infinita y amorosa, nos hace dejar nuestras cómodas casas y morar en una Sucá frágil durante siete días.

La Sucá nos recuerda que nosotros confiamos en Di-s para protección, ya que la Sucá no es ninguna fortaleza, inclusive ni siquiera tenemos un techo sólido encima de nuestras cabezas. Eso también nos recuerda que esta vida en la tierra es una morada temporal.

Los siete días de Sucot, cada uno representa una década de vida, setenta años en total de vida humana en esta tierra. Este corto tiempo sólo debe ser considerado como un período de preparación para la vida eterna que viene luego de la vida en esta tierra, una vida donde la riqueza material no cuenta, donde sólo cuentan las riquezas espirituales. Los graneros, el vino, el aceite deben dejarse atrás, mientras sólo los graneros de la Torá, las mitzvot y las buenas acciones pueden llevarse y darnos méritos en esa vida eterna.

Éste también es una de las razones del por qué es costumbre, en algunas congregaciones, leer el Libro de Eclesiastés (Kohelet) durante la Fiesta de Sucot. El Libro de Kohelet, proféticamente escrito por el más sabio de todos los hombres, el Rey Solomón, está lleno de pensamientos profundos y reflexiones sobre “la vanidad de vanidades” de este mundo. Concluye propiamente con las palabras, “Habiendo sido todo escuchado, he aquí la conclusión del asunto:teme a Di-s y cumple Sus mandamientos, porque en eso está el hombre íntegro”.

De esta manera, Sucot, “la Fiesta de la Alegría” en un sentido más profundo nos enseña a recoger, retener y almacenar las experiencias religiosas y el elevamiento espiritual que hemos adquirido durante las muchas y variadas fiestas, plegarias y mitzvot del mes de Tishrei, para que podamos utilizar estos ricos “graneros” a lo largo de todo el año que comienza.

Tiempo de balance

El último mes del año judío es tradicionalmente, un tiempo de introspección y balance, un tiempo para revisar el comportamiento  y el progreso espiritual durante el año saliente  y prepararse para las Altas Festividades.

Los maestros jasídicos comparan el mes de Elul con el periodo del año en el que “el rey está en el campo”. A diferencia de cuando el Rey está en el palacio real – donde no cualquiera puede verlo -, en el campo recibe con alegría y rostro sonriente a todo aquel que desee acercarse.

Como mes de revelación Divina y perdón, es el momento más oportuno para acercarnos a Di-s y fortalecer nuestra relación con Él.

¡VIVENCIALO!

SHOFAR: Todos los días del mes, excepto Shabat y víspera de Rosh Hashaná, se escucha el sonido del Shofar (asta de carnero) que sirve como un llamado al retorno [a Di-s].

TEFILIN Y MEZUZOT; los revisa un Sofer (escriba) para asegurar que estén en buenas condiciones y aptos para su uso.

SELIJOT: la última semana del mes se recitan las plegarias de Selijot, para pedir el perdón a Di-s. Se empiezan a recitar  el sábado 9/9 de noche después de medianoche y en los días subsiguientes se recitan  antes de la plegaria matutinal  (Shajarit). 

SHANA TOVA UMETUKA: cuando – en el transcurso del mes – se envían  cartas a amigos y seres queridos, se les desea “que sean inscriptos y sellados para un año bueno y dulce”.

¿SABÍAS QUÉ?

“Mejor una acción que mil suspiros”. La sinceridad de nuestro retorno a Di-s debe ser demostrada y acompañada de acciones concretas, tales como un compromiso para incrementar el estudio de Torá o para cumplir una Mitzvá más.

El secreto de Elul

El amor. La más poderosa de todas las emociones humanas. Todos lo anhelamos. 

No podemos vivir sin él. Y aun así es tan abrumador, tan abarcador, que no hay forma de medirlo, de demostrarlo, de definirlo o siquiera de describirlo.

Cuando hablamos del intelecto, este está representado por la mente. Y cuando hablamos de las emociones, y específicamente del amor, ellas están representadas por el corazón. 

Pero ¿por qué?

El símbolo del corazón es probablemente uno de los símbolos más conocidos. Atravesando continentes, culturas, religiones, idiomas, ese corazoncito rojo significa “amor”. Se lo usa para firmar cartas, para simbolizar la palabra “amor” y hasta ha inundado el mercado en forma de tarjetas, remeras, collares, globos y prácticamente cualquier cosa.

¿Cómo es que la imagen del corazón, tal como la conocemos comúnmente, constituye el símbolo de esta apasionada experiencia de amor?

El mes en que nos encontramos, el mes de Elul, es la clave para desentrañar el más íntimo y más potente significado del corazón. Como es sabido, las letras hebreas que forman la palabra “Elul” -alef, lamed, vav y lamed- son una sigla de la frase (tomada del Cantar de los Cantares) aní le-dodí ve-dodí li, que significa “Yo soy para mi amado y mi amado es para mí”.

Esta frase tan bella y tan romántica es aquello que representa nuestra relación con el Creador, la cual suele compararse a la relación de marido y mujer, de novio y novia, en nuestra vida individual.

El Zohar explica que al comienzo de Elul estamos ajor el ajor, que significa “espalda con espalda”, y que para fines de Elul estamos panim el panim, “cara a cara”. Pero ¿cómo es posible que estemos espalda con espalda? ¿Acaso eso no daría a entender que Dios también nos dio Su espalda a nosotros? ¿Cómo podemos decir algo así, siendo este el mes en el que -tal como nos enseña el maestro jasídico Rabí Schneur Zalman de Liadi- “el Rey está en el campo”? ¿Acaso no es este el mes en el que Dios está más accesible que nunca, esperándonos a que vayamos a Su encuentro, en que está para nosotros en el “campo” de nuestra vida cotidiana?

El hecho de que se nos describe como “espalda con espalda” y luego “cara a cara” es una lección increíble. A menudo, cuando nos sentimos enojados, dolidos, abandonados, cualquiera sea la raíz de nuestro dolor, damos la espalda. Y cuando damos la espalda, no tenemos idea de cómo está el otro. Y muchas veces nos resulta más fácil creer que el otro también nos dio la espalda, porque si así es, entonces incluso si nos damos otra vez vuelta, no va a servir de nada, así que ¿para qué molestarnos? ¿Para qué vamos a dar el primer paso si al final lo único que vamos a ver va a ser la espalda del otro?

No obstante, esta racionalización es la causa de muchas discusiones no resueltas, de sentimientos heridos, y de relaciones rotas.

¿Se acuerdan de la clásica escena, actuada eternamente en las películas, de la pareja que se separa y cada uno va caminando en otra dirección…?

A cierta altura, él se da vuelta, y quiere llamarla, pedirle que le dé otra oportunidad, pedirle perdón. Él está a punto de hablar, pero entonces se da cuenta de que ella le da la espalda. Ella se está alejando de él. Y él se dice a sí mismo que ya es demasiado tarde, que a ella no le importa de él. Y entonces él vuelve a darle la espalda.

Al cabo de unos segundos, ella se da vuelta para mirarlo. Ella no quiere que esto termine. Ella quiere decir algo, pero no logra juntar el coraje; no tiene la fuerza necesaria. ¿Y por qué, por qué va a hacerlo cuando él le está dando la espalda? Ella lo mira con ansia, pero ya no importa; ella ve cómo él continúa alejándose de ella y entonces está segura de que a él no le importa en lo más mínimo de ella. Y nosotros, los espectadores, sentados al borde del asiento, todavía tenemos la esperanza de que quizás los dos se den vuelta al mismo tiempo y finalmente se den cuenta de que al otro sí le importa, que a pesar de que aparentemente están espalda con espalda, la verdad es que quieren estar cara a cara.

A veces, el final del cuento de hadas sí sucede; otras veces, ellos simplemente continúan caminando en direcciones opuestas, saliéndose cada uno de la vida del otro.

El mes de Elul es el que nos enseña la necesidad de estar dispuestos a darnos vuelta.

El Rey está en el campo; nuestro Creador se encuentra allí y más allá de cómo nos sintamos, Él nunca nos dio la espalda. Lo único que tenemos que hacer es darnos vuelta nosotros, y darnos cuenta de que Él está allí, esperándonos.

La sensación de “espalda con espalda” que sentimos al comienzo del mes se basa en nuestras percepciones erróneas, nuestros temores, nuestras suposiciones. Recién cuando nos damos vuelta nos damos cuenta de la verdad, de la esencia interna y entonces nos ponemos “cara a cara”, que no significa solamente que finalmente podemos mirarnos el uno al otro, sino que además podemos mirar el uno dentro del otro, pues la raíz de la palabra hebrea que significa “rostro”, o sea, panim, es la misma que la de pnimiut, que significa “interioridad”.

Por eso, ahora la cuestión es cómo se nos enseña esta lección, no sólo en el mes de Elul, sino a través del nombre mismo de “Elul”.

Los nombres en hebreo no son meramente formas de referirse a algo, sino que representan su alma misma.

La Jasidut nos enseña que cada padre recibe el don de la inspiración Divina cuando le pone nombre a su hijo. El nombre es lo que representa los aspectos más profundos de esa persona. La Kabalá y la Jasidut nos enseñan que a fin de descubrir el sentido esencial de una palabra hebrea, necesitamos analizar las letras que la componen, su valor numérico, su forma y su significado.

Tal como dijimos más arriba, la palabra “Elul” está compuesta de una alef, que va seguida de una lamed, luego una vav y la última letra, otra lamed. La primera letra de “Elul” es también la primera letra del alfabeto hebreo. La letra alef equivale numéricamente a la cifra uno, que representa la idea de la total unidad de Dios. א

Ahora debemos responder cómo es que todo esto se relaciona con el corazón. Aquí es donde nuestras lameds vuelven a definirse. A esta altura es importante pensar nuevamente en el símbolo del corazón y cuestionar su origen. Y no deberá sorprendernos que el significado de dicho símbolo también se encuentre en la palabra misma que significa “corazón”.

En hebreo, la palabra “corazón” es lev, que se escribe lamed-bet. En el año 1291, Rabí Abraham Abulafia redactó un manuscrito intitulado Imrei Shefer, en el que define el significado del corazón.

Rabí Abulafia enseña que la palabra lev, lamed-bet, tiene que entenderse como dos lameds. Esto se debe a que la letra bet es la segunda letra del alfabeto, y equivale numéricamente a la cifra dos. Él explica que la palabra tiene que leerse y entenderse como “dos lameds”.

Pero no basta con tener dos lameds. Tal como explica Rabí Itzjak Guinsburg, a fin de que la suya sea una relación, las dos lameds necesitan estar conectadas. Necesitan estar cara a cara.

Cuando damos vuelta la segunda lamed para que se enfrente a la primera, estamos formando la imagen del Corazón Judío (tal como se lo puede apreciar en la ilustración al comienzo de este artículo). Si bien el corazón, tal como estamos acostumbrados a verlo, es bastante claro en esta forma, no obstante vemos que también se revela una parte completamente nueva del corazón.

Esto se debe a que la letra lamed es la más alta de todas las letras del alfabeto hebreo. Y esto es porque la lamed representa el concepto de quebrar las fronteras, de ir más allá de tu potencial, de entrar en el súper consciente a partir del consciente. ל

La lamed también significa dos cosas simultáneamente. Significa tanto “aprender” como “enseñar”, lo cual nos demuestra que ambos conceptos están entrelazados y que ambos son esenciales.

En toda relación, yo tengo que estar dispuesto a aprender del otro, de convertirme en un receptor. Pero la otra persona también tiene que ser capaz de aprender de mí, lo cual me convierte a mí en el maestro, en el dador.

Además, la imagen de la lamed puede quebrarse en otras tres letras. La parte superior de la letra es como una iud, que es la más pequeña de las letras hebreas, y la letra que representa la cabeza. La cabeza contiene la mente, el intelecto y también el rostro. י

La letra que sigue en “Elul” es la vav. En hebreo, la vav ו sirve de conjunción, como “y”. También significa “gancho” y su forma verdaderamente recuerda un gancho.

Por lo tanto, en este caso, la vav es el gancho que conecta a la iud, la mente, con la letra inferior, la jaf, כ que representa el cuerpo. En términos físicos, la vav simboliza el cuello, que es el que transporta la corriente de sangre del cerebro al corazón.

Esto nos enseña que el corazón, y que el amor que él representa, puede prosperar y alcanzar su apogeo únicamente cuando existe una totalidad en la conexión.

El corazón judío, el verdadero amor, representa una conexión mente a mente, cara a cara, ojo a ojo, alma con alma. La vav, que es la conexión entre la cabeza y el corazón, siempre tiene que mantenerse sana, con una corriente clara. Si algo la corta, entonces la relación no puede continuar.

Como todos sabemos, una de las formas más rápidas de matar a una persona es produciéndole un corte en el cuello. El cuello es nuestra línea de vida. Él asegura que nuestra cabeza, nuestro intelecto, domine a nuestras emociones y que haya un sano intercambio entre la mente y el corazón.

Al corazón con el que todos estamos familiarizados, o sea, al símbolo que representa el amor en el mundo entero, le falta la iud y la vav, o sea que le falta la mente y el cuello. Este símbolo tan popular representa solamente la conexión física entre los cuerpos.

 

Es por eso que el mes de Elul, que empieza espalda con espalda, al final culmina cara a cara.

Al comienzo del mes, somos inconscientes de la realidad de que “Yo soy para mi amado y mi amado es para mí”. Pero al trabajar sobre nosotros mismos durante todo este mes, al estar dispuestos a darnos vuelta y hacer cambios, finalmente nos damos cuenta de que nuestro Creador nunca nos dio la espalda. Él siempre continuó dándonos la cara, y esperando que nosotros nos diéramos vuelta. Y una vez que lo hacemos, somos como las dos lameds que están enfrentadas, que conforman el corazón judío y que son la esencia del mes de Elul.

Por lo tanto, Elul puede entenderse como una alef, que representa a Dios, seguida de una lamed, vav, lamed -una lamed que está conectada (vav) con la otra lamed.

Y el corazón judío, esta idea de amor como una totalidad de conexión, no es meramente la tarea a llevar a cabo en el mes de Elul, sino todo el propósito de la Creación.

Este corazón judío es un símbolo de por qué fuimos creados y qué es lo que debemos lograr. Porque la Torá es el plano de la creación y el manual de cómo debemos conectarnos con la divinidad. Y no es un libro que tenga un comienzo, un medio y un final, sino que es más bien un rollo, pues se nos enseña que “el final está encajado con el principio, y el principio, con el final”.

 

Entonces ¿qué es lo que encontramos cuando el final del rollo de la Torá se arrolla con el comienzo? ¿Cómo empieza y cómo termina la Torá?

La última palabra de la Torá es Israel, que termina con la letra lamed; y la primera palabra es bereshit, que significa “en el comienzo”, y que empieza con una bet.

Cuando unimos la primera y la última letra de la Torá, obtenemos la palabra lev, que es “corazón” en hebreo.

Dios quiera que seamos bendecidos con la capacidad de aprovechar los poderes del mes de Elul, reconociendo y revelando nuestra capacidad de aprender y de enseñar, y de esa forma ponernos cara a cara con nosotros mismos, con nuestros seres queridos y con nuestro Creador, tal como nos enseña el corazón judío.

El Corazón Judío, tanto el diseño como las joyas, están bajo patente y copyright de Rabí Itzjak Guinsburg.

Por Sara Esther Crispe

Balance y acercamiento

Elul es el último mes del año hebreo. 

Por ser el último mes del calendario hebreo, Elul precede directamente a Rosh Hashaná, el día en el que el Creador juzga a las criaturas.

Con el primer día del mes comienzan los Cuarenta Días en los que Moshé Rabeinu subió por tercera vez al Monte Sinaí para pedir el perdón de Di-s por el pecado del becerro de oro y recibir, a su vez, las segundas Lujot (Tablas de la Ley). 

Estos fueron días de misericordia para el pueblo de Israel. Todo el pueblo se reunió para rezar y ayunar hasta que en el día de Iom Kipur (40 días después), fueron perdonados por Di-s.
Es por este motivo que estos 40 días desde el 1º de Elul hasta Iom Kipur, se fijaron como días de arrepentimiento y reflexión.

Leyes y Costumbres de Elul

Se toca el Shofar – Se acostumbra tocar el Shofar todos los días del mes de Elul, excepto en Shabat y en víspera de Rosh Hashaná.


Revisación de Tefilín y Mezuzot – Es costumbre en muchas comunidades entregar los Tefilín y Mezuzot para su control a un Sofer (Escriba) para asegurarnos de que aún siguen siendo aptos para ser usados.


Augurios y deseos – Se acostumbra a desearse unos a otros “Ketivá Vajatimá Tová”, o sea, que seamos inscriptos y sellados para bien.


Salmos – Desde el primer día de Rosh Jodesh Elul hasta el séptimo día de Sucot se recita durante los rezos matutinos y vespertinos el capítulo 27 del Salmo, que comienza: “LeDavid Hashem orí Vehishí…”.


Alegría – En estos días debemos estar alegres y tratar de hacer todo con alegría, ya que Di-s se encuentra en estos días más cerca de nosotros y nos concede la oportunidad del arrepentimiento.

Parashá en síntesis: Ekev

La mitzvá de la lectura del Shemá, que debe hacerse dos veces al día, incluye tres preceptos fundamentales: creer en la unidad de Di-s y su poder sobre todo el universo, amar a Di-s como una condición necesaria para el cumplimiento de su voluntad y estudiar Torá.

El precepto de fijar la mezuzá en las puertas de las casas es un recordatorio de la unidad de Di-s y la vinculación con Él, al salir y entrar de la casa. La recompensa de larga vida para la persona y sus hijos es expresada enseguida después de la anunciación, tal como sucede con la mitzvá de honrar a los padres.

Nuestros Sabios dicen que cuando una persona fija una mezuzá a la entrada de su casa Di-s protege ese hogar. Esa protección no es una recompensa por haber cumplido el precepto, sino que es parte integral de la mitzvá y  resultado de la misma.

La parte más importante de la mezuzá no es el estuche exterior, que puede tener cualquier forma, si no el pergamino que está en su interior, sobre el cual un escriba especializado plasma a mano los párrafos de Shemá Israel y Vehayá.

El pergamino debe derivar de un animal kasher, no se puede hacer correcciones ni tachaduras. Cada palabra debe ser escrita con la misma secuencia en la que aparece en la Torá. Existen 4.649 leyes que deben seguirse para la escritura de cada mezuzá.

Cada una contiene 22 líneas y 713 letras, que deben estar perfectas para que la mezuzá sea considerada kasher. Su escritura demora de dos a cinco horas, dependiendo del escriba. Cada letra posee las especificaciones de cómo debe ser escrita y la parte más difícil es escribir con líneas finas las coronas que llevan algunas letras.

El equivalente numérico de la palabra hebrea mezuzá es el mismo (65) valor numérico de uno de los nombres de Di-s, A-do-nai, cuya acepción es “Amo del Universo”. Al cumplir la mitzvá, lo reconocemos como tal.

Arregladas en orden diferente, las letras de la palabra mezuzá forman las palabras zaz mavet, que significa “la muerte se fue”: la mezuzá aleja de la muerte, la tristeza y la depresión.

En el reverso del pergamino aparece el nombre divino Sha-day, que también es acróstico de las palabras en hebreo Shomer Daltot Israel (Guardián de las Puertas de Israel)

La mezuzot deben ser revisadas por lo menos 2 veces en un período de siete años. Se acostumbra hacerlo en el mes de Elul, para mostrarle a Di-s la diligencia que tenemos en el cumplimiento de sus preceptos, antes de las festividades solemnes.

En esta parashá, Moshé transmite al pueblo las bendiciones que tendrá en este mundo si cumplen las ordenanzas y los preceptos que Di-s le ordenó como pueblo elegido. Entre ellos se pueden mencionar la bendición al fruto del vientre y el fruto de la tierra, al trigo, al mosto y al aceite, así como la eliminación de las enfermedades, de la esterilidad y el dominio de los países que los adversan. También les explica que la mayor recompensa por el cumplimiento de mitzvot no se da en este mundo, que es tan sólo la antesala del mundo venidero, donde se da el máximo del deleite espiritual.

La Torá ordena recitar Birkat Hamazón, la mitzvá de bendecir a Di-s después de haber comido pan. Esta bendición está compuesta de cuatro partes: Birkat Hazan (la bendición a Quien alimenta a todos los seres), instituida por Moshé cuando se recibió el maná; Birkat Ha`aretz (bendición sobre la Tierra), introducida por Ioshúa cuando tuvo el mérito junto con el pueblo de entrar a la tierra prometida; Birkat Ierushalaim (la bendición por la paz en Jerusalén) establecida por los reyes David y Shlomó (después de la destrucción del Templo se pide por su pronta recupera reconstrucción), y Hatov Vehametiv (la bendición por Quien es bondadoso). añadida por los Sabios para conmemorar el milagro ocurrido en relación a la revuelta de Bar Kojba, después de la destrucción del Segundo Templo.

La parashá finaliza con el enunciado de dos preceptos: amar al guer tzedek, el que se convierte el judaísmo por justas razones y desinteresadamente, y el precepto de rezar, que es considerado como el servicio del corazón, la forma de acercarse a Di-s y elevarse espiritualmente.

¿Estático o dinámico?

Hay sistemas estáticos y sistemas dinámicos. El estático tiene una estructura fuerte y estable.

Pero debido a que no cambia, después de un tiempo, puede desmoronarse. Un sistema dinámico es de movimiento, cambio y descubrimiento.

Podemos preguntar sobre la vida judía. Podemos estar en un modo estático, inmóvil. Estamos en un casillero especial: tenemos esto, pero no aquello. Ciertas cosas judías que hacemos, con bastante regularidad; otras cosas judías que no hacemos.

Podríamos decir que nunca hicimos esto, así que ¿por qué empezar ahora? Esas cosas no importan, son cuestiones menores.

“¿Cuestiones menores?”

Eso es justo lo que esta Parshá Ekev nos está diciendo al principio. El Rebe explica que la Torá nos presenta el desafío de ser más dinámicos en nuestro enfoque de la vida judía.

El comienzo de la porción de la Torá dice: “Como resultado de la obediencia a las leyes, vigilancia y mante‐ nimiento de ellos, Di‐s mantendrá contigo el pacto y el amor que ha prometido a tus antepasados.”

Esto suena sencillo. Como resultado de mantener las leyes, Di‐s cuidará de nosotros. Es una idea repetida muchas veces en la Torá. Sin embargo, la palabra Ekev, aquí traducida “como resultado,” en realidad tiene más de un significado.

Ekev también significa “talón”.

Rashi toma este significado y explica en su contexto: “Si sigues las leyes de menor importancia que las personas pisotean bajo sus talones”, entonces Di‐s te dará su amor especial”. Un judío tiene que mantener no sólo las

principales normas, sino también las más simples.
El Rebe pregunta. ¿Por qué llamamos algunas reglas importantes y otras menores? Porque vemos una bonita estructura firme del judaísmo y tendemos a ponernos en un cierto nivel de esa estructura, inamovible. Nos decimos: Sigo las principales normas; el resto no importa. Sin embargo, dice el Rebe, el judaísmo es dinámico. Siempre tenemos que estar avanzando. Lo que pensábamos que era “menor”, es muy importante: Salir de tu casillero y empezar algo nuevo.

Puede ser los Tefilín para un hombre, ir a la mikve para una mujer casada; estudiar más Torá para cualquier persona.

Rashi explica que esta dinámica de un paso adelante en nuestra concepción de nosotros mismos y del judaísmo en su conjunto, nos traerá la promesa de Di‐s y Su amor.

(Basado en Likutei Sijot, vol. 19 pp 89‐93.)

Las pequeñas cosas

Esta porción semanal de la Torá, comienza con la oración: “Vehaiá ekev tishemún”. La traducción literal es: “Por haber oído estos mandamientos” (serán meritorios de las bendiciones que la Torá va a enumerar).

La palabra Ekev, también puede ser traducida como “talón”. El comentarista Rashi, explica que el versículo alude a los mandamientos más “livianos”, las mitzvot aparentemente menos importantes que la gente tiende a “pisotear con el talón”. El tipo de cosas que se las dejan de lado. Todos conocemos los mandamientos “mayores”, como ser, cumplir con el Kasher, ayunar en Iom Kipur, etc. ¿Qué hay de los detalles menores? ¿Somos tan cuidadosos?

Esta idea se aplica en todos los aspectos de nuestras vidas. Al niño más tímido, ¿Lo ignoramos con más facilidad precisamente porque es tímido y callado? ¿Qué sucede con las campañas de millones de dólares por diferentes causas? Es muy bueno que algunas causas llamen tanto la atención, pero ¿Qué sucede con las causas que nadie oye ni se entera? ¿Las “pequeñas” cosas se dejan de lado?

Eso es claramente inmoral e incorrecto. Por el otro lado, preciso hacer una llamada personal, seguramente a nadie le va a importar. Son solamente unos pesos más, ¿verdad? ¿Estamos aprovechándonos de alguien más, incluso de manera aparentemente insignificante?

Luego está mi relación con Di-s, mi comportamiento como Judío, lleno de grandes expectativas en todos los aspectos de mi vida. Obviamente nunca voy a hacer algo realmente terrible, pero qué sucede con los “pequeños detalles”? ¿Son tan importantes para mí?

Estos, y otros muchos ejemplos más, nos vienen a la mente todos los días, en la casa y en el trabajo, en nuestros negocios, y tratos financieros y personales. Es muy sencillo racionalizar y justificar una violación a pequeña escala de nuestros principios, mucho más que una violación “mayor”.

Por supuesto, un número muy grande de pequeñas cantidades suman una cantidad mucho mayor, incluso si son aparentemente insignificantes por sí mismas. Pero hay también una razón adicional de por qué los “pequeños detalles” son tan importantes. Una persona tiene dos inclinaciones: la “buena inclinación” y la “mala inclinación”. (Ietzer Tov y Ietzer Hará). Esas dos voces internas que claman nuestra atención. La mala inclinación es muy pícara y lista. No viene a la persona y dice: “Ve, roba un banco”, o cosas similares. ¿Por qué no? Porque sabe que ninguna persona decente se sentirá tentado ante dicha sugerencia. Así que, viene a la persona y le sugiere una idea mucho más razonable: ¿Por qué no cobrar un par de pesos más? Después de todo, has trabajado duro, te mereces que te paguen mejor, ¿No es así? Una vez que caemos en la tentación, nuestra resistencia se ha ablandado, y será mucho más fácil enfrascarnos en un comportamiento cada vez peor, hasta que nos encontramos cayendo en una gran escala de violaciones a nuestros principios.

Es por esto, que las cosas aparentemente pequeñas son tan importantes, no debemos dejarnos llevar por las pequeñas tentaciones o correrlas a un lado. Al sobreponernos a las prohibiciones aparentemente mínimas, evitamos dejarnos llevar por el camino que trae a las más grandes transgresiones, y podemos mantenernos firmes a nuestros principios.

No nos olvidemos de las pequeñas cosas.

Por Mordejai Wollenberg

El Padre de la Novia

¿Por qué es más fácil desarrollar nuestro potencial espiritual que lograr maestría sobre nuestro ser físico?…

Uno de los misterios de la vida es que son las cosas ordinarias, mundanas, las que constituyen nuestra ruina.

La enseñanza jasídica explica este fenómeno como cuestión de cronología. Los impulsos físicos son suyos desde la matriz, mientras que sus facultades espirituales se desarrollan sólo más tarde en la vida.

Lo mismo es cierto en el nivel cósmico: la vitalidad espiritual de nuestro mundo, tal como también nuestras propias almas, descienden del mundo de Tikún, que es la fase más “reciente” de la creación de Di-s, mientras que la substancia física del universo es el residuo del mundo primordial de Tohu, el volátil mundo que se autodestruyó cuando su vitalidad demostró ser demasiado potente para sus propios parámetros definitorios.

Así, el cultivo de lo espiritual puede compararse al desarrollo del dúctil talento joven, mientras que el sometimiento de la materia por parte del espíritu es más como destronar una posesión.

Dos Grados de Relación

En el capítulo 30 de Números, la Torá discute las leyes que hacen a la anulación de las promesas. Una de las maneras con que una promesa puede invalidarse es el veto de un esposo, quien tiene la autoridad para declarar nulas las promesas de su mujer.

La Torá diferencia entre dos clases de marido: un arús, o prometido, y un baal, o esposo pleno.

Bajo la ley de la Torá, el matrimonio consiste de dos etapas distintas. Primero viene el compromiso (erusinhi), con el cual la novia se torna “prohibida al resto del mundo”. Desde este momento, si otro hombre mantiene relaciones con ella equivale a adulterio, y la disolución del compromiso requiere un guet (Acta de Divorcio), como con un casamiento pleno. El compromiso, sin embargo, sólo establece el lado prohibitivo del casamiento (la exclusión de todo otro hombre en la relación), pero no la substancia de la relación misma; los dos todavía no pueden vivir juntos como marido y mujer. Esto se logra con la segunda etapa del casamiento, nisuín, que hace de marido y mujer “una sola carne.

En épocas bíblicas y talmúdicas, erusín y nisuín tenían lugar en dos ocasiones separadas, por lo que durante un cierto período de tiempo (comúnmente un año) novio y novia estaban sujetos a las prohibiciones del casamiento pero aún no habían comenzado su vida juntos. En este período, el novio es llamado arús; luego del nisuín, asume la condición de baal.

En cuanto a la anulación de promesas, el arús y el baal difieren en dos aspectos. El baal tiene la autoridad de anular las promesas de su esposa él solo, mientras que el arús sólo puede hacerlo en conjunto con el padre de su novia.

Por otra parte, hay también un área en la que la autoridad del arús es mayor que la del baal: el baal sólo puede anular las promesas hechas por su esposa después de su boda (nisuimhi), en tanto que él puede revocar promesas anteriores, incluso las formuladas por su novia antes de su compromiso.

El Talmud explica que estas dos leyes son interdependientes: dado que la capacidad del baal para anular las promesas de su esposa deriva únicamente de la relación entre ambos, no tiene autoridad sobre las hechas antes de producida esta relación. Y dado que la autoridad del arús es en sociedad con la del padre, se remonta tan lejos como la de éste.

Vida negativa

No hay dos seres humanos que lleven la misma vida. Como lo expresa el Talmud: “Tal como sus rostros difieren, así también difieren sus mentes”. No obstante, nuestros Sabios describen dos tipos básicos de individuo y declaran que cada hombre cae bajo una de estas dos categorías generales.

Maimónides se refiere a ellos como “el perfectamente piadoso” y “el que conquista sus inclinaciones”. En su Tania, Rabí Shneur Zalman de Liadí habla de ellos como el tzadík y el beinoní. Nosotros podríamos llamarlos “la personalidad baal” y “la personalidad arús”.

La “personalidad arús” es la de aquel cuya vida está colmada con la lucha contra el mal. Porque lucha permanentemente contra lo negativo en sí y en el mundo, tiene escasa oportunidad de cultivar lo bueno. Es como el arús y su novia, cuya relación se define únicamente por aquello que debe desaprobarse y resistirse.

La “personalidad baal” está más allá de todo eso. El lado oscuro de la naturaleza humana no lo acosa y las insinuaciones del mal no lo tientan. En cambio, él dedica su vida al desarrollo de la perfección y bondad Divina implícitas en la creación de Di-s. El es como el baal y su esposa, cuyo matrimonio ha progresado más allá de meramente excluir todo lo que es perjudicial a su relación, llegando a la concreción de su unión y la generación de progenie.

Moral y espiritualmente, el baal se para sobre sus propios pies, con firmeza, inmune a las fuerzas que amenazan la integridad del arús. El arús, por el otro lado, sabe que no puede lograrlo por sus propios medios, que “de no ser porque Di-s lo ayuda, no podría derrotar la inclinación al mal”. Todo lo que logra es “en sociedad con el padre”; él precisa permanentemente la fortaleza recibida de su Padre Celestial para librar la batalla de la vida.

Pero en la limitación del arús radica su fortaleza. El baal podría ser soberano en su mundo espiritual, pero carece de la capacidad para tratar con aquello que le precedió — su alcance no se extiende al volátil mundo de Tohu. Es el arús quien, abrevando su autoridad del Padre, afronta la cruda fuente primordial de energía atrapada en la realidad física. Quizás nunca gane la batalla, pero su compromiso mismo con su adversario trae a luz un estrato más profundo y potente del propósito Divino en la creación.

¿Un Rabino se puede casar?

Pregunta:

Quería saber si los Rabinos se pueden casar. En mi religión, los curas no se casan, ¿es lo mismo con el Judaísmo?

Respuesta:

Cierta vez tuve esta misma conversación con un taxista. ÉEl era católico, y me preguntó si los Rabinos se casaban. Yo le dije que no solo se pueden casar, sino que están obligados a hacerlo. “Multiplíquense”, es una orden para todos.

El taxista sacudió la cabeza y dijo: “Ustedes los judíos hacen bien”. En mi comunidad, cuando alguien tiene alguna complicación en el matrimonio, o necesita un guía para educar a los hijos, ¿con quién se asesora?, el cura no tiene ni la más mínima idea de lo que significa discutir con tu esposa. Si tengo alguna duda en teología, o necesito saber qué plegaria rezar, entonces seguro que me voy a dirigir a él, pero con problemas reales de la vida ¡éel no puede ayudarme! 

La conversación con el taxista me hizo recordar una importante verdad. El judaísmo no hace diferencia si eres un taxista o un rabino, se espera que vivas una vida “normal” y que estés metido en las luchas y placeres del mundo mundano. Pero esto es también cierto de la otra forma, tanto si eres un taxista o un rabino, deberías hacer tu mundo una morada para Di-s. El ideal de la Torá es crear una sociedad sagrada. Cada individuo puede entablar un diálogo directo con Di-s y la Torá. El Rabino está para ayudarnos a conectar lo espiritual con la realidad de la vida. Pero él debe hacer lo mismo con su propia vida. Quizás el taxi era un microcosmo de un mundo ideal. ¿Qué podría ser másmas lindo que una sociedad en la que los taxistas compartan su sabiduría espiritual y los rabinos cambien pañales?

Por: Aron Moss