No quebrar sino santificar

“Y estas son las leyes” (Shemot 21:1)

Acabamos de leer, la semana pasada, en la Parshá de Itró, sobre la entrega de la Torá en el Monte Sinaí con voces y relámpagos. Ahora queremos saber qué es lo que contiene esta Torá, entregada desde el Cielo en un evento tan estruendoso. Comenzamos a estudiar esta semana sobre los preceptos entregados en Sinai y ¿qué vemos?: ‘Leyes’- preceptos simples y básicos, que hacen a la relación del hombre con su prójimo, instrucciones que nuestra propia lógica dicta seguir incluso sin un mandato de la Torá de por medio.

 Los párrafos de Itró y Mishpatim representan, a simple vista, dos extremos opuestos: En la Parshá Itró leemos sobre la revelación Divina, sobrenatural, celestial, la supra racional. Mientras que en el párrafo de Mishpatim se habla de temas terrenales, cotidianos, asuntos que también comprende la lógica del hombre simple.

VERDADERA UNIDAD

Desde una perspectiva más profunda, justamente estas dos Parshiot, cuyo contenido es tan opuesto, son dos etapas que se complementan en la extraordinaria innovación gestada por la entrega de la Torá. El objetivo del evento del Sinaí fue eliminar la brecha existente entre el mundo del espíritu y la realidad material, e introducir la Torá y la santidad literalmente en el seno del mundo; unificar el espíritu con la materia.

El principio radica aquí en que no se trata de que la santidad Divina desplace, anule y quiebre a la realidad terrenal, sino que ésta perdure tal cual es, en su carácter de una existencia material encadenada a las limitaciones de este mundo, y conjunta- mente con ello more ahí la Santidad Super- nal. Ésta es la verdadera unión del espíritu con la materia.

DESHACER LAS ESTRUCTURAS

La primera etapa de unión entre el espíritu y la materia es la descripta, en el párrafo de Itró: “Y descendió Di-s sobre el Monte Sinaí”1- la extraordinaria revelación Divina. Voces y relámpagos, un terrible temblor que conmovió al mundo todo. En las palabras del Midrash2: “el pájaro no gritó, el ave no voló, el toro no mugió… el mundo estaba ca- llado y silencioso” En el pueblo judío, esta revelación Divina causó una profunda anu- lación, al punto que escaparon del Monte y se pararon a lo lejos. Ésa fue la primera parte- Hashem descendió aquí ‘abajo’.

Pero el objetivo es, como se dijo, que este mundo no anule su ser, sino que prosiga funcionando como un mundo material- pero siendo un instrumento al servicio de la Santidad. Por ello fue necesaria la segunda etapa, la desarrollada en Parshat Mishpatim: este párrafo, que trata sobre las leyes mone- tarias y de daños y perjuicios, los temas re- almente mundanos, enseña cómo debe cumplir el judío los preceptos de Di-s dentro de su vida terrenal. Justamente son los mandamientos ‘sencillos’ y lógicos enumerados en esta Parshá, los que indican el camino a través del cual la santidad se enviste en el mundo, se acomoda en él, hasta convertirse en parte del mismo.

LA FE COMO BASE

La Parshá de Mishpatim nos enseña que santidad no se limita sólo a la anulación ab- soluta y la auto elevación más allá de la vida terrenal. Por el contrario, la santidad se manifiesta también en las pequeñas cosas de la vida cotidiana cuando se llevan a cabo de acuerdo al mandato de la Torá, como ser la indemnización del damnificado, la actitud correcta frente a un valor confiado en depósito, el pago del salario a su tiempo, etc. Esta es la manera de generar una verdadera comunión entre la Santidad Divina y la vida práctica y material.

Pero para que el judío previamente posea esta fuerza de introducir santidad también en el seno de la vida rutinaria, se requiere de la etapa de la Parshá de Itró- la revelación Divina sobrenatural. La base de todo es la fe y anulación absoluta a Hashem. Sólo como continuidad de ello se está en condiciones de santificar también a la vida cotidiana.

Likutei Sijot tomo 16, pag 242

Sobre juicios y leyes

Mishpatim comienza con leyes que regulan apreciar la importancia vital de las relaciones humanas individuales y sociales. Sin embargo, esta sección sigue a la de Itró, donde se enfatizan las obligaciones del hombre hacia Di-s. El último capítulo de Itró que es el que precede y está unido a Mishpatim, trata las leyes del Altar.

Nuestros Sabios se preguntan con respecto a esta secuencia: ¿Qué relación tiene la sección de Mishpatim con las leyes del Altar?

La respuesta es: para enseñarnos que el Sanhedrín (la Corte de Jueces), debe estar cerca del Altar, símbolo de la obligación del hombre hacia Di-s. Esto señala que en el área de las relaciones humanas, tanto a nivel individual como intergrupal, es inútil apoyarse enteramente en sentimientos “intuitivos” de igualdad y justicia, tal como muchas experiencias amargas lo han demostrado.

Entonces, ¿qué sistema de moralidad puede sobrevivir en la coexistencia cotidiana de grupos e individuos? Sólo un sistema de ética y justicia cuyas leyes deriven su autoridad de una fuente Superior, del Creador del universo y del hombre. Ya que sólo el Creador conoce plenamente la naturaleza humana, con todas sus debilidades, tan sólo el Creador puede prescribir leyes verdaderas, éticas y moralmente perdurables, tanto para el individuo como para la sociedad en general.

Sólo las leyes que sustenten su veracidad y autoridad en el Ser Supremo, son válidas para todos, eternamente, sin variar con el tiempo y con el lugar.

A la luz de lo anterior se puede apreciar la importancia vital de la educación judía genera y de la Yeshiva y de la escuela judía en particular.

Lejanos son los días en que se creía que la educación en la Ieshivá era necesaria tan solo para la preparación de Rabinos o Shojatim (matarifes), pero no para las personas comunes.

Hoy, en nuestra sociedad, es muy claro que la enseñanza de la Torá en una Ieshivá, donde hay una atmósfera de reverencia y amor a Di-s, es indispensable para que cada niño y niña judíos, se desarrollen como buenos judíos cumpliendo sus obligaciones hacia Di-s y entonces comprenderemos”!

Una Orden General Desde que los judíos dejaron Egipto, fueron llamados “El ejército de Di-s”. Una persona que cumple el servicio militar, comprende inmediatamente que al recibir una orden de un oficial superior, no puede demorar su ejecución hasta el momento en que pueda analizarla y ver si está de acuerdo, es- pecialmente si la orden viene de un alto mandatario, ya que tal demora puede poner en peligro a todo el ejército. En verdad, una orden de Divina no debe estar en un nivel inferior. Ningún judío puede demorar el cumplimiento de una orden de Di-s hasta que tenga tiempo de estudiarla y aprobarla. Es por esa razón que la Torá fue recibida con la declaración unánime de todo nuestro pueblo: ¡“Naasé ve nishmá!, ¡cumpliremos y escucharemos!.

¿Por qué honramos a nuestros padres?

Esta Mitzvá tiene tanto peso que es considerada una de los Diez Mandamientos. La importancia de honrar a los padres es enfatizada por el hecho que es el número cinco de éstos.

Como muchos saben los Diez Mandamientos fueron dados en dos tablas con cinco mandamientos en cada una. La primera fue reservada para aquellas leyes que tienen que ver con la relación entre la persona y Di-s, mientras que la segunda tabla se ocupa de las leyes que gobiernan la interacción humana. Los Sabios notan que incluir el mandamiento de honrar a los padres en la primera tabla nos muestra su importancia. Se trata de un aspecto tan fundamental de nuestra existencia que sólo mediante el cumplimiento de esta ley, podemos apreciar plenamente nuestra relación con el Todopoderoso.

Los 10 Mandamientos son recordados en la Torá dos veces. La primera aparece en Itró y la segunda en Vaetjanán. Cuando aparecen por segunda vez, las palabras cambian un poco, por ejemplo: las palabras “El Eterno, tu Dios, te ha ordenado “se añaden. Las palabras adicionales subrayan el hecho de que, aunque tenemos una tendencia natural a honrar a nuestros padres, esta tendencia puede disminuir dependiendo de las circunstancias. Sin embargo, cuando se nos recuerda que esto es una orden directa de Di-s, nos hace entender que el cumplimiento de esta obligación no tiene nada que ver con nuestros sentimientos o experiencias personales. En cambio, la idea se ve reforzada a honrar a nuestros padres, no sólo por nuestros sentimientos naturales, sino porque el “Comandante en Jefe” ha ordenado así.

Esta ley en particular se remonta a un tema recurrente. La filosofía judía afirma que hay tres socios en la creación de una nueva vida, y estos son Di-s, la madre y el padre. Estamos obligados a ver a nuestros padres, no sólo con amor, pero con respeto también. Colocamos a nuestros padres sobre un pedestal y los mantenemos allí.

Esta filosofía nos recuerda un componente crítico en la fe judía. En contraste directo con el punto de vista secular, entendemos que cuanto más atrás vamos en la historia judía, mayores nuestros predecesores se consideran. Es cierto que pudimos avanzar en el campo del conocimiento secular, pero cuando se trata de la esfera de lo espiritual nos palidecemos en comparación a aquellos que vinieron antes que nosotros. Nosotros los Judíos también sabemos que aquellos que se destacan en el ámbito espiritual son nuestro modelo a seguir y los “superhéroes” de cualquier Judío.

Como Rabino, recibo muy frecuentemente la pregunta: “¿Festeja el día del padre o de la madre?”. A esto yo respondo: “En el Judaísmo, cada día debemos honrar y apreciar a nuestros padres”

Son por estas razones que cada uno de nosotros debemos esforzarnos para honrar verdaderamente a nuestros padres. Eso significa que debemos hacer un esfuerzo activo para cuidar de sus necesidades (tanto física como espiritual), así como tratarlos con el máximo respeto. No es sólo una cosa agradable o sensata de hacer, sino que es un mandamiento directo de Di-s!

Por Yerujem Eilfort

Palabras egipcias en los diez mandamientos

El evento frente al Monte Sinaí, cuando el Altísimo le entregó la Torá, abrió con el primer mandamiento: “Yo Soy Hashem tu Di‐s…” El Midrash dice que el término Anojí, Yo Soy ‐está (dicho) en idioma egipcio.

Los diez Mandamientos concentran y sintetizan la totalidad de la Torá. Los dos primeros Mandamientos son los más sagrados, ya
que ‘Yo Soy’ y ‘No poseas’ los escuchamos de boca de la Guevurá (el Poder Divino) “Entre ambos, el primer Mandamiento es el de un
nivel superior, y la primera palabra‐ ‘Anojí’‐ Yo‐ se refiere a la misma Esencia de Di‐s (‘Anojí’ es la sigla de las palabras Aná Nafshí Ctavit Iehavit : ‘Yo mismo la escribí, la entregué’‐ y también significa “a Mí mismo Me He escrito y entregado”. ¡¿Cómo es posible que esta palabra esté en egipcio?!

Para entenderlo debemos profundizar en la esencia y objetivo de la revelación Divina en el Sinaí. La Torá no fue entregada sólo a
fin de preservar la santidad de la Lengua Sacra (=el hebreo bíblico); El Altísimo descendió sobre el Monte Sinaí para posibilitar la santificación y elevación espiritual de los elementos más bajos y más caídos.

También previo a la entrega de la Torá se estudió Torá; la santidad existía desde antes. Pero el objetivo de la entrega de la Torá radicaba en unir la santidad con la existencia material; santificar y elevar los elementos más lejanos del mundo de lo sacro y de la Torá.
Siendo que ése es el objetivo, éste se refleja de inmediato en la primer palabra de los Diez Mandamientos. Así se dan las fuerzas para
unir el idioma egipcio, símbolo del nivel más bajo, con el cenit de la santidad‐ con Di‐s mismo.

El hecho que Di‐s mismo se invistió en “el idioma egipcio”, enseña que el camino hacia El pasa por servirlo a través de las cosas
menores. Más allá de lo elevado que sea uno en su dedicación al estudio de la Torá y la Plegaria (lenguaje ‘sacro’)‐ sólo logra alcanzar
un nivel limitado de la santidad. Pero al Altísimo propiamente dicho, a Su Gloria y Esencia, se llega sólo a través del “habeís bajado a
Egipto” a través de elevarse con la conducta indicada por la Torá, los elementos materiales a la dimensión de la santidad.
Cuando el judío sale ‘de los cuatro cúbitos’ del estudio de la Torá y la plegaria, y se ocupa de la vida cotidiana terrenal como manda
la Torá, llega al Altísimo concretando Su Voluntad y el objetivo principal de la Creación y de la entrega de la Torá.

Más aún: ni siquiera es suficiente el cumplimiento de los preceptos, que se lleva a cabo con cosas terrenales, es deber del hombre
alcanzar el nivel del mandato de ‘Conócelo en todos tus caminos’, es decir, santificar la vida cotidiana, para que en ella se revele santidad.

Y debe saberse que este no es un detalle secundario, sino que en él se expresa el objetivo de la Torá. Sólo así puede el hombre unirse con Di‐s mismo‐ con el Anojí, ‘Soy el que Soy’

(Likutei Sijot, Tomo 3, Pág. 892).
Likutei Sijot Tomo 2, Pág. 523

Es la culpa de Di-s

PREGUNTA:

El Talmud nos cuenta que el mundo entero tembló cuando Di-s dijo: “No usarás el Nombre de Di-s, tu Di-s, en vano”. ¿Qué mensaje transmitía la Torá que causó que todo el mundo temblara?

RESPUESTA:

Se cuenta una historia de un grupo de hermanos que llegaron a América para hacer negocios juntos. Unos años más tarde arreglaron con sus padres para que emigraran. El padre era un judío observante piadoso, con barba y traje jasídico. Luego de un corto tiempo, se afeitó la barba y cambió su traje por indumentaria moderna. Perplejos por el comportamiento de su padre, los hijos consultaron a su Rabino.

Cuando el Rabino le preguntó al padre por qué había cambiado tan drásticamente, él le dijo lo siguiente: “Mis hijos tienen un gran mercado de carne, y yo siempre estoy sentado en una mesa que está en el negocio.

Cuando la gente me ve, se anima a comprar con la confianza de que todo es Kasher. Sin embargo, pronto me dí cuenta que la carne que estaban vendiendo no era Kasher y ellos me estaban usando para engañar al público. Es por esto que decidí afeitarme y cambiar mi traje, que representan mi Judaísmo, a fin de no ayudarlos a vender carne no Kasher”.

Desafortunadamente, a través de la historia, las naciones del mundo han perseguido y torturado a los judíos bajo el pretexto de hacerlo “por el bien del Cielo (Di-s)”. Alegaron que los judíos deben ser culpados por los problemas de sociedad y merecen ser oprimidos. También entre los judíos, es lamentablemente común que una persona hiera a otra, afirmando que “es una Mitzvá” hacerlo.

El mandamiento de Di-s de “No menciones Mi Nombre en vano”, puede ser interpretado como “No explotes Mi Nombre”, Torá y religión, como un medio para justificar las iniquidades.

No trates de cubrirlas con un velo de justicia y virtud.

Este conmovedor mensaje Divino provocó escalofríos a todos, y el mundo entero tembló de miedo.

* Moshe Bogomilsky

El propósito de los mandamientos

Los Diez Mandamientos son, en varios sentidos, los destacados de toda la Torá. Pero el Midrash trae una declaración sorprendente: Se dice que la primera palabra de los Diez Mandamientos está en lenguaje Egipcio, ¿Qué significa?.

Los Diez Mandamientos son la síntesis de toda la Torá. Todo el Pueblo Judío los escuchó de Di-s. El primer mandamiento “Yo soy Di-s, tu Di-s, quién te sacó de la tierra de Egipto”, es la declaración básica de nuestra relación especial con el Infinito. La primera palabra, “Anoji”, significa “Yo soy”. Di-s está hablando de Sí mismo, y comunicándose con nosotros.

El Midrash es intrigante. Dice que esta primera palabra es Egipcia, porque Di-s quería hablarnos en el idioma que habíamos aprendido cuando estábamos en Egipto. Esto nos dice algo sobre la naturaleza de la Torá y de ser Judío. Di-s no quiere relacionarse con nosotros sólo en el nivel sagrado y espiritual de nuestras vidas, representado por el hebreo, la lengua Sagrada. Él quiere también llegar a la dimensión terrenal, “Egipcia”.

No debemos caer en la convicción  de que no tenemos este nivel más bajo. Sino, debemos tratar de controlarlo, luego elevarlo y por último, transformarlo en algo Sagrado.

Di-s nos ayuda en esto: Hay enseñanzas judías para cada aspecto de la vida, incluyendo lo más básico. Las Mitzvot nos conectan con Di-s en cada nivel de nuestro ser. Por esta razón, la primera palabra de los Diez Mandamientos, “Anoji”, es en Egipcio: Llega a la persona “Egipcia” dentro de nosotros y la transforma en Judío.

Punto de Encuentro

Los Sabios nos dicen que cada alma Judía estuvo presente en la entrega de la Torá. Fue un momento de encuentro de todo el Pueblo Judío.

El reconocimiento a Di-s que fue experimentado en Sinai, se mantiene en el corazón de cada judío, y en la chispa de su identidad Judía.

Durante esos cuarenta días y noches en el Monte Sinai, se le fue revelada toda la Torá a Moisés. Los Sabios nos dicen que “Cada nueva idea que podría haber sido sugerida por un estudiante en una discusión con su maestro, se la fue dicha a Moisés en Sinai”.

Sinai fue, por lo tanto, el punto de encuentro de Di-s, todo el Pueblo Judío y la Torá.

Por: Tali Lowenthal

Shabat Shirá

El Shabat que se lee la sección de Beshalaj se denomina Shabat del Cántico, la shirá que Israel entonó en el Iam Suf.

Además de la shirá, la sección contiene otros temas: el Éxodo de Egipto, el milagro de la partición del mar, los estatutos y leyes dados al acampar en Mará, el milagro de la caída del maná, la aparición del manantial que proveyó de agua al pueblo, y la guerra contra Amalek. No obstante, el tema de la shirá fue el que el pueblo judío eligió especialmente para designar a este Shabat, pues ella posee la particularidad de que cada vez que el pueblo de Israel la recita en el curso de las generaciones, es como si lo hiciera por primera vez.

¿A qué se debe esto? Todos los otros pasajes de la Torá fueron dichos por Di-s mientras Israel escuchaba, pero esta shirá la entonaba Israel, y Di-s, junto a todas sus huestes celestiales, escuchaban lo que aquellos decían. En ese momento el alma de Israel se elevó al máximo nivel de exaltación, y su corazón se transformó en un manantial del cual fluía Torá. El sonido de su voz era como el sonido de Di-s. Y más aún, este cántico de Torá que manaba desde su interior precedió a la Torá que escucharon del Todopoderoso en el Monte Sinaí.

La fuerza de la shirá que entonaron en aquel entonces hizo que el júbilo y la canción se implantaran en los corazones judíos hasta el fin de las generaciones, y toda vez que el pueblo es librado de sus enemigos y rescatado de sus tribulaciones, su corazón se inspira para entonar cánticos y alabanzas a Di-s, Su salvador, en vez de vanagloriarse en razón de su propia perseverancia. La shirá comienza con las palabras: …y hablaron diciendo (Éxodo 15:1); es decir, la canción que “hablaron” entonces les posibilitó continuar “diciendo” en todas las generaciones.

El pueblo judío entonó esta shirá motivado por una fe plena, y no simplemente a causa del asombro ante tantos milagros y maravillas, pues la impresión momentánea es transitoria, en tanto que la fe y la creencia quedan grabadas en el corazón y perduran por siempre. El pueblo de Israel no comenzó a cantar sino después de haber reconocido que el cautiverio y la aflicción sufridos, y la prueba y purificación a la que sería sometido en el futuro, son, todas, señales del eterno amor y benevolencia de Di-s hacia ellos. Israel comprendió en ese momento que no existe alegría ni vida genuina si ésta no se basa en la fe en Di-s, como expresan los versículos: …y júbilo para los recios de corazón (Salmos 97:11); y el justo por su fe vivirá (Habakuk 2:4). Asimismo encontramos en las palabras de la shirá: Y creyeron en Di-s y en Moshé, Su servidor… entonces Moshé y los Hijos de Israel entonaron este cántico… (Éxodo 14:31-15:1).

La shirá cantada junto al mar fue vocalizada en el momento adecuado; en el preciso instante en que todas las Huestes Celestiales y toda criatura terrenal estaba colmada de alabanzas hacia Di-s, expresando Su grandeza y dominio. Fue entonces, cuando la gloria de Su soberanía saturó el mundo, que Israel irrumpió en cántico, como está escrito: Entonces Moshé y los Hijos de Israel entonaron… (ibid.). “Entonces” – en ese preciso instante, ni antes ni después.

Si hubieran demorado su shirá, el resto del universo no habría respondido con su propio canto, pues la impresión de lo acontecido ya se habría disipado. Si hubieran entonado su shirá antes, cuando abandonaron Egipto, se les habría dicho: “Agradeced al Faraón por haberos liberado, pero tened en cuenta que él, sus ejércitos, y todo su poderío, aún existen y vosotros estáis perdidos en el desierto”. Pero ahora que todos los caballos, carros, jinetes y ejércitos del Faraón fueron ahogados en el mar y había sido despojado de su fuerza y orgullo, éste era el momento apropiado para la shirá; como expresa el versículo: Cantaré Di-s pues Él es grandemente ensalzado, arrojó al mar al caballo y a su jinete (ibid. 15:2). …Di-s reinará por siempre jamás(ibid. 15:18).

LA CANCIÓN DE TODA LA CREACIÓN, DE BOCA DE ISRAEL

Cantaré a Di-s – sólo a Él, ¡porque no hay otro fuera de Él!

Pues Él es grandemente ensalzado – sólo Él es exaltado con desmesurado orgullo. No así el hombre, cuyo orgullo lo degrada. Aunque pretenda elevarse a los cielos, termina descendiendo al abismo.

Al caballo – símbolo de fuerza y poder entre las criaturas de la tierra… y a su jinete – el hombre que se enorgullece por su dominio sobre las fuerzas de la Creación. Pero, ¿quién es el hombre y qué es su orgullo, vano orgullo, frente a la fuerza de una de las creaciones de Di-s, el poder del mar embravecido?

Arrojó al mar- El ha arrojado al hombre junto con su orgullo al mar, como quien alza un objeto liviano y lo lanza hacia abajo nuevamente (esto explica las diferentes expresiones utilizadas en hebreo: Ramá baiám, literalmente “los levantó en el mar”, y íará baíám – “los lanzó (hundió) en el mar”).

¿Qué representa la fuerza del mar embravecido, con sus poderosas olas, en la presencia de los amados hijos de Di-s? Aunque las profundidades del océano emergen y hierven amenazando con inundar toda la creación, un mero soplo surge de Sus narices e inmediatamente las aguas se apilaron – como si fueran arena y no agua, y las corrientes que fluían quedaron erectas como una pared – como si fueran bloques de hielo y no hirvientes corrientes de agua.

Las aguas profundas se congelaron en el corazón del mar- las profundidades del mar no se secaron, sino que continuaron fluyendo como lo habían hecho desde la Creación, pero cuando alcanzaban el nivel de los pies de aquellos amados por Di-s, ahí se congelaban, en el corazón del mar.

¿Quién ha hecho esto? ¿Qué ha motivado estos actos? ¡Nadie más que Él, por Su eterno y gran amor a Sus amados!

Pero, ¿quiénes somos nosotros, con toda nuestra grandeza y honor, en presencia de la majestuosa gloria del Rey del universo, Quién lo creó todo y actúa con benevolencia hacia todos? Entramos al mar redimidos, libres del cautiverio, exaltados, y emergimos de él nuevamente como siervos. Toda la grandeza y gloria la devolvemos a Ti, Di-s nuestro, pues somos Tus siervos, y Tú eres nuestro Rey.

¡Di-s reinará por siempre jamás!

Ninguna criatura entonó al Santo, bendito sea, un cántico más hermoso que éste.

Es por ello que esta shirá es tan preciada por el pueblo de Israel y éste se deleita con ella recitándola diariamente y leyéndola públicamente en Shabat una vez al año, acompañada de una melodía especial y con gran regocijo. Incluso hay quienes acostumbran ponerse de pie al leerla. Así, este Shabat recibe un particular honor y es coronado con un nombre especial: Shabat Shirá- el Shabat del Cántico.

Extraído de Nosotros en el Tiempo Editorial Kehot

¿Por qué no actualizamos las costumbres?

Pregunta: ¿Puedes explicar por qué las leyes nunca pueden revertirse a su forma original? Por ejemplo, algunas festividades son dos días fuera de Israel por la dificultad del cuidado de los tiempos cientos de años atrás, pero es algo que ya está resuelto.

Respuesta:

Las costumbres tienen importancia como la Ley, ya que la Torá las reconoce como ley. Eso tiene sentido, porque la base de la Torá no es el libro sino las personas. ¿Cómo sabes que la Torá es verdadera? Porque la gente lo atestiguó, la aceptaron, y luego pasaron la tradición. Entonces, sin tradición, no tendríamos Torá.

Pero hay más que eso. En verdad, tu pregunta trata un tema central de la Torá. ¿Qué es la Torá? ¿Un libro o sabiduría? Si la Torá fuera un libro, entonces habría una “Torá verdadera”, como está escrita en el libro, y “La Torá disfrazada con costumbres”. De vez en cuando, sacaríamos un disfraz y lo remplazaríamos por otro. En otras palabras, estaría la Torá esencial por el libro, y conjuntos de disfraces desechables.

Pero la Torá no es un libro, es Sabiduría Divina que entra al mundo a través de las experiencias Judías colectivas. Lo que estaba escrito en un libro hace 3300 años es la Torá envuelta, como una semilla que contiene el ADN para todo el futuro. El pueblo judío es la Tierra en la que se planta la semilla. Di-s es el jardinero. La diferencia es que un jardinero no sabe cómo van a crecer sus plantas, pero este jardinero tenía todo en mente (debido a que Él está más allá del pasado y futuro).

Él planta la semilla que contiene todo envasado herméticamente en matices, códigos y anomalías, y ve su sabiduría desarrollarse en la historia y tradición.

Por eso, cuando el consenso colectivo judío, incluyendo los rabinos, las abuelas sabias, las madres lactantes y los hombres trabajadores, todos aceptan una tradición que surge de nuestra comprensión de la Torá, Di-s, por así decirlo, chasquea Sus dedos Santos y dice:

“¡Éxito! ¡Lo hicieron!” ahora la respuesta a tu pregunta es obvia:

¿Cómo podríamos desechar el éxito de Di-s?

Por Tzvi Freeman

La Kabalá de la oscuridad

La novena de las 10 plagas que visitó a Egipto fue la plaga de la Oscuridad: “Ninguna persona podía ver a su hermano, ni nadie podía pararse de su lugar, por tres días; pero los hijos de Israel, tenían luz en todas sus moradas” (Éxodo 10:23)

La plaga física de la oscuridad tiene su raíz en la oscuridad espiritual, que puede ser definida como ausencia de la presencia revelada de Di-s. Al discutir el origen espiritual de esta plaga, el Midrash cita dos opiniones: Rabí Nejemia enseñó que la oscuridad se origina en las regiones del Guehinom (purgatorio), Rabi Iehudá enseñó que se origina en las esferas celestiales.

Los Maestros Jasídicos explicaron la diferencia entre estas dos formas de oscuridad:

1) La oscuridad clásica, asociada con el Guehinom, actúa como una cortina. Cuando una cortina tapa una ventana, obstruye el paso de los rayos de sol y deja a la habitación a oscuras. Esta es la oscuridad del Gehinom, en donde la presencia de Di-s está totalmente oculta.

2) La oscuridad celestial es primordial; antecede toda luz. La esencia de Di-s va más allá que cualquier revelación. Cuando él decide revelarse, irradia hacia afuera para que su luz se vuelva visible, pero más allá de la luz, todavía hay oscuridad. La oscuridad es el dominio de su esencia y la esencia no requiere luz. No le falta luminiscencia, sino que la trasciende.

En otras palabras, la oscuridad clásica oculta la luz de Di-s, mientras que la oscuridad celestial revela la esencia de Di-s, trascendiendo toda luz.

Proyectado en el nivel humano:

Estas dos formas de oscuridad espiritual, una vez experimentado en el nivel humano, obtienen dos reacciones muy diferentes. La oscuridad clásica es el encubrimiento de la luz. Dejado en la oscuridad espiritual, el humano busca Divinidad porque su condición anhela luz.

La oscuridad celestial, en el nivel humano, tiene un efecto espiritual negativo.  El  ser humano, al no poder trascender la luz, experimenta tal trascendencia como la satisfacción con la oscuridad. Si se subyuga tal satisfacción por un período prolongado de tiempo puede olvidar por completo la virtud de la Divinidad.

Ceguera e inmovilidad:

La oscuridad física afectó a los egipcios de dos formas. La primera era que “ninguna persona podía ver a su hermano” y la segunda era que “ninguna persona podía elevarse de su lugar”. El Midrash enseña que esta plaga duró seis días. Los primeros tres días los egipcios no podían verse uno al otro pero podían levantarse y moverse. Durante los últimos tres días la oscuridad se intensificó tanto hasta el punto que paralizó hasta el movimiento más simple. No podían levantarse de sus lugares.

Estos dos períodos de tres días en la Plaga de la Oscuridad pueden ser vistos como correspondientes de los dos tipos de oscuridades que discutimos antes. Durante el primer período de tres días, los egipcios experimentaron la oscuridad espiritual clásica en la que uno se siente privado de luz y languidece por ella. Durante este tiempo no podían ver a su hermano. En este sentido, su hermano es una metáfora de la luz de Di-s. Querían ver su luz, pero la oscuridad los prevenía de hacerlo. Durante el segundo período de tres días la oscuridad era en la forma celestial. Crecía su alegría con la oscuridad: ya no languidecían por su “hermano”, sino más bien no podían levantarse de su lugar. “Su lugar” es una metáfora de su contento con la luz; no podían levantarse de esta alegría para apreciar el valor de la luz de Di-s.

Los dos Antídotos:

¿Qué hacían los Hijos de Israel mientras los egipcios languidecían en la oscuridad?

El Midrash cita dos propósitos sobre la utilidad de la plaga de la oscuridad:

1)Muchos judíos no querían abandonar Egipto, así que Di-s decretó que morirían allí. Los egipcios permanecieron inconscientes de tan bochornoso hecho porque los judíos murieron y fueron enterrados durante el período de la oscuridad.

2) La oscuridad proveyó una oportunidad a los judíos de circular por las casas egipcias para determinar la ubicación de los objetos de valor que tomarían luego. Cuando los judíos pidieron prestado estos objetos, los egipcios no podían negar poseerlos porque los judíos detallarían el lugar en donde estaban escondidos.

De acuerdo a uno de los comentarios, ambas razones son ciertas. Durante los tres primeros días de la plaga, los judíos enterraron a sus muertos y durante los últimos tres días exploraron los hogares egipcios.

En un nivel metafórico estas dos actividades constituyen actividades antídotos para las dos formas de oscuridad descritas arriba.

1) El antídoto para la oscuridad que oculta la luz es quitar esa “cortina” que oculta y tirarse a la piscina de luz. Durante los primeros tres días, mientras los egipcios languidecían por la luz los judíos saltaron en ella. Los judíos distinguieron claramente la oscuridad de la luz y a los malvados de los justos. Entendieron por qué sus hermanos murieron y rápidamente los enterraron para remover todo resto de maldad de entre ellos.

2) El antídoto para la oscuridad que está contenta de su oscuridad es mirar dentro de la misma e identificar su raíz divina; reconocer que el hecho de que el hombre esté contento sin luz es un reflejo del hecho que su creador trasciende toda luz. Durante los últimos tres días, mientras los egipcios permanecieron atrapados en su “lugar” de oscuridad contenta, los judíos miraron en los lugares oscuros ocultos y descubrieron tesoros de “oro” y “plata”. En el lenguaje de la Kabalá, el oro y la plata representan amor a Di-s. Los judíos miraron dentro de la oscuridad y descubrieron su amor por las raíces Divinas ocultas.

Por Lazer Gurkow

No existe un judio demasiado alejado

“Y pasaré por la tierra de Egipto en esta noche” (Shemot 12:12)

Encontramos en la Torá dos expresiones en lo que respecta a la plaga de los primogénitos. En una, Di-s dice: “como a la medianoche salgo Yo en el seno de Egipto”. En la otra, los términos son: “y pasaré por la tierra de Egipto en esta noche” La diferencia entre ambas es: ‘salgo’ implica una acción específica y dirigida hacia un lugar, mientras que ‘pasaré’ significa una acción casual, al transitar de paso por el lugar con otra intención y objetivo. En ése espíritu, explica Rashi la palabra ‘pasaré’, (basándose en las palabras del Midrash): “cual un rey que va de lugar en lugar, y en una pasada son golpeados todos”. El rey pasa por el lugar con otro objetivo, y de paso castiga a los pecadores.

UNA SALIDA CON EL OBJETIVO DE SALVAR

En aquella noche de Pesaj, tuvieron lugar dos sucesos: el primero, la salida especial por parte del Altísimo a lo más profundo de Egipto, con el objetivo de salvar al Pueblo de Israel. Y el otro, el castigo a los primogénitos egipcios, una acción considerada como de paso en comparación con el primer objetivo.

¿Cuál fue el objetivo de la salida de Hashem a Egipto? Estaba dirigida a salvar a aquellos judíos que estaban tan inmersos en la impureza de Egipto, hasta el punto que incluso en esa noche, cuando los judíos fueron encomendados por Di-s a ofrendar el sacrificio pascual y a no salir de sus casas, fueron éstos a las casas de sus vecinos egipcios, por cuestiones sociales.

A pesar de ello, Di-s descendió allí para marcar la diferencia entre los egipcios y estos judíos y salvar incluso a estos.

EL AMOR DE DI-S A SU PUEBLO

Este acto pone de manifiesto el intenso amor de Hashem al pueblo de Israel. Podemos imaginar cuál era el nivel espiritual de un judío, que a pesar de haber sido testigo de las nueve plagas que sufrieron los egipcios, y habiendo recibido la orden de Di-s de ofrendar el sacrificio pascual y permanecer en su casa esa noche, decide salir e ir a pasar el rato con los egipcios. ¿Existe acaso peor bajeza? Sin embargo, Hashem demuestra Su amor a Su pueblo y baja para salvar incluso a los más bajos del pueblo de Israel. Y lo llevó a cabo Di- s mismo- “Yo y no un ángel, Yo y no un serafín”- y yendo de casa en casa, por así decirlo, para extraer del seno de la impureza de Egipto a los judíos que estaban inmersos en ella.

SALIR Y ACERCAR

Debemos aprender de la acción del Altísimo cómo debe enfocarse la relación con otro judío. Hay quienes están dispuestos a enseñar Torá y acercar al prójimo al cumplimiento de los preceptos, pero siempre y cuando ese judío esté listo a venir al Beit Hamidrash, la Casa de Estudios, a estudiar y escuchar. Pero salir del Bet Hamidrash e ir hacia aquellos judíos que se encuentran en plena “impureza de Egipto”- ¡eso no!.

Nos enseña Hashem, que incluso por judíos como estos, sale Él mismo de su excelso “lugar de Gloria” y va hacia ellos a acercarlos y salvarlos. De la misma manera debemos ir nosotros al encuentro de incluso los judíos que estén en el nivel espiritual más bajo. Debemos llegar a su lugar y al nivel donde se encuentren, y contarles sobre el amor del Altísimo a ellos y acercarlos a la luz de la Torá. De esta misma manera, todos los judíos serán redimidos del exilio diaspórico “y serán recogidos ustedes, uno a uno, hijos de Israel”, cuando tenga lugar la verdadera y completa redención a manos de Mashíaj Tzidkeinu.

Likutei Sijot tomo 36, Pág. 45