Vaikra – Todo a causa de una Alef

“Y llamó a Moshé” (VAikRá 1:1)

 

Hashem se reveló tanto a judíos como a gentiles. También entre las naciones del mundo surgieron profetas en los que se posó el espíritu de Di-s. Sin embargo, la diferencia abismal entre los profetas de Israel a los profetas del mundo, la vemos de inmediato en la apertura del libro de Vaikrá.

Moshé Rabeinu, el más grande de los profetas de Israel, se hizo merecedor de una profecía descripta por las palabras  “Y llamó- Vaikrá- a Moshé”. En contraposición, Bilam- el más grande de los profetas gentiles- profetizó cuando Di-s se le reveló de una manera diferente: 

“y Di-s estuvo de paso- vaikar- con Bilam”

Rashi explica la diferencia:  “A todos los mandatos les precedió un llamado, una expresión de amor, un lenguaje con el   que   se   manejan   los   ángeles”, como está escrito: y llamó este al otro. Pero a los profetas de las naciones se les reveló con un lenguaje circunstancial y de impureza, como está escrito: y Di-s estuvo de paso con  ‘Bilam’.

 

EL SÍMBOLO DE LA UNIÓN

Estos dos términos  ‘vaikrá’ y  ‘vaikar’ son muy similares, y la única diferencia en su escritura es que vaikrá’ posee una letra  ‘alef’ adicional. Esta sola letra genera el cambio abismal- de una terminología que implica circunstancialidad e impureza a una de amor, dedicación y santidad.

La letra  ‘Alef’ alude al  “Alufó shel Olam”,   el   gobernante   del   Universo-Hashem. También su valor numérico es eluno, y con ello representa la unidad absoluto de la Divinidad. Resulta entonces que el término  ‘vaikrá’  refleja el vínculo entre el judío y Di-s en un nivel de unión total, donde no hay- Di-s libre- dos entidades independientes. En contraposición a ello, ‘vaikar’ que carece de la ‘alef’, representa un vínculo casual, que no surge de una verdadera unión, un vínculo que implica impureza (vaikar’ se relaciona con el texto aplicado a Amalek, sobre el que está   escrito: 

“quien te  ‘korjá’, en   el camino”).

 

EXPRESIONES DE AMOR

Este llamado de Hashem, en una expresión de amor, está dirigido no sólo a Moshé Rabeinu, sino a todo judío, puesto que en cada iehudí reside una chispa de Moshé Rabeinu.

 El Altísimo se revela a todo judío, en cada generación, y específicamente en un espíritu de amor y cariño.

Más aún: Rashi no se da por satisfecho con marcar el hecho de que la palabra ‘vaikrá’  es un lenguaje que expresa amor, sino que además agrega: “un   lenguaje con el que se manejan los ángeles”. Hay veces que las muestras de amor pueden generar celos y competencia. Pero entre los ángeles no existen celos ni competencia, y con esto se quiere dar el mensaje que las expresiones de amor de Di-s hacia cada judío son sólo causales de bondad, y promueven la unión y la fraternidad, y no-Di-s libre- celos y competencia.

 

EN LOS CAMINOS DE HASHEM

Este extraordinario amor del Altísimo a cada judío debe despertar en cada uno de los miembros del pueblo de Israel un fortalecimiento del amor a otro judío y de la unidad judía. Puesto que si el propio Altísimo ama a cada judío y le revela ese cariño, por seguro que nosotros debemos seguir Su camino y amar a cada iehudí con un sincero y verdadero amor, lo que refleja una verdadera unión.

Y de esta manera, en un espíritu de unidad total, marcha todo el pueblo judío hacia la verdadera y completa redención, cuando   veremos   con   nuestros   propios ojos la materialización de la profecía: 

“Y Hashem será Rey sobre toda la Tierra, en aquel día Hashem será Uno y Su nombre Uno”



Mishpatim, “sobre juicios y leyes”

Mishpatim comienza con leyes que regulan apreciar la importancia vital de las relaciones humanas individuales y sociales. Sin embargo, esta sección sigue a la de Itró, donde se enfatizan las obligaciones del hombre hacia Di-s. El último capítulo de Itró que es el que precede y está unido a Mishpatim, trata las leyes del Altar.

Nuestros Sabios se preguntan con respecto a esta secuencia: ¿Qué relación tiene la sección de Mishpatim con las leyes del Altar?

La respuesta es: para enseñarnos que el Sanhedrín (la Corte de Jueces), debe estar cerca del Altar, símbolo de la obligación del hombre hacia Di-s. Esto señala que en el área de las relaciones humanas, tanto a nivel individual como intergrupal, es inútil apoyarse enteramente en sentimientos “intuitivos” de igualdad y justicia, tal como muchas experiencias amargas lo han demostrado.

Entonces, ¿qué sistema de moralidad puede sobrevivir en la coexistencia cotidiana de grupos e individuos? Sólo un sistema de ética y justicia cuyas leyes deriven su autoridad de una fuente Superior, del Creador del universo y del hombre. Ya que sólo el Creador conoce plenamente la naturaleza humana, con todas sus debilidades, tan sólo el Creador puede prescribir leyes verdaderas, éticas y moralmente perdurables, tanto para el individuo como para la sociedad en general.

Sólo las leyes que sustenten su veracidad y autoridad en el Ser Supremo, son válidas para todos, eternamente, sin variar con el tiempo y con el lugar.

A la luz de lo anterior se puede apreciar la importancia vital de la educación judía genera y de la Yeshiva y de la escuela judía en particular.

Lejanos son los días en que se creía que la educación en la Ieshivá era necesaria tan solo para la preparación de Rabinos o Shojatim (matarifes), pero no para las personas comunes.

Hoy, en nuestra sociedad, es muy claro que la enseñanza de la Torá en una Ieshivá, donde hay una atmósfera de reverencia y amor a Di-s, es indispensable para que cada niño y niña judíos, se desarrollen como buenos judíos cumpliendo sus obligaciones hacia Di-s y entonces comprenderemos”!

Una Orden General Desde que los judíos dejaron Egipto, fueron llamados “El ejército de Di-s”. Una persona que cumple el servicio militar, comprende inmediatamente que al recibir una orden de un oficial superior, no puede demorar su ejecución hasta el momento en que pueda analizarla y ver si está de acuerdo, es- pecialmente si la orden viene de un alto mandatario, ya que tal demora puede poner en peligro a todo el ejército. En verdad, una orden de Divina no debe estar en un nivel inferior. Ningún judío puede demorar el cumplimiento de una orden de Di-s hasta que tenga tiempo de estudiarla y aprobarla. Es por esa razón que la Torá fue recibida con la declaración unánime de todo nuestro pueblo: ¡“Naasé ve nishmá!, ¡cumpliremos y escucharemos!.

Beshalaj: Los niños transforman el mar en una muralla

“Y las aguas fueron para ellos una muralla a su derecha y a su izquierda” (Shemot 14:22)

Nuestra Parshá describe el milagro de la partición del Iam Suf. 

El milagro ocurrió luego de que los judíos se vieron aprisionados, con el mar frente a ellos y los egipcios persiguiéndolos desde atrás. Entonces ocurrió el gran milagro: el mar se partió frente a ellos, y las aguas se erigieron en “una muralla a su derecha y a su izquierda”. El propio obstáculo, el mar, se transformó en una muralla protectora del pueblo de Israel.

¿En mérito a qué se hizo acreedor Israel de este milagro? Fue por los niños. Nuestros Sabios Z”L relatan2 sobre los niños que estuvieron presentes al salir de Egipto que “ellos Lo reconocieron (a Di-s) primero que todos”. Es verdad, se encontraban ahí Moshé, Iheoshua y todos los Grandes y los Ancianos de Israel, pero quienes reconocieron antes que todos a Hashem fueron específicamente los niños. Esos niños, que nacieron y crecie- ron en plena esclavitud de Egipto, pero recibieron la educación que corresponde – ellos fueron los primeros en identificar al Altísimo y apuntaron con el dedo diciendo: “¡Este es mi Di-s y he de embellecerlo!”3

NACIERON EN EXILIO

Estos niños que se desarrollaron en el seno del exilio de Egipto, experimentaron con intensidad su condición de “pocos entre todos los pueblos”4 Sintieron cómo el estilo de vida egipcio se opone a una vida judaica, y a pesar de ello fueron leales a su judaísmo y estaban orgullosos del mismo.

Motivados por esta educación no dudaron en abandonar “la cacerola de la carne” y salir al gran y temible desierto, incluso carentes de provisiones suficientes, en un espíritu de absoluta confianza- bitajón- en el Altísimo. A eso se debe que se hicieran meritorios de ser los primeros en reconocer a Di-s y que en aras de ellos se parta el mar.

Cuando hay niños como éstos, no hay motivo para alterarse porque “Egipto viaja atrás de ellos”5 y del hecho que los hijos de Israel estén rodeados por todos lados, por el mar y el desierto. Con niños como estos se puede avanzar dentro del mar hasta que el propio mar se parta ante ellos.

EL OBSTÁCULO PROTEGE

Cuando se partió el mar Iam Suf ocurrió algo singular: no sólo fue removido el obstáculo (el mar), sino que el mismo se transformó en una muralla protectora del pueblo de Israel- “y las aguas fueron para ellos una muralla a su derecha y a su izquierda”. Éste es el nivel más perfecto de la anulación de las perturbaciones, y también ello tuvo lugar en mérito de los niños. Cuando se educa a niños para que sean los primeros en proclamar “Este es mi Di-s y Lo embelleceré” entonces las propias trabas y estorbos se transforman en elementos protectores de Israel.

Cuando el niño judío sabe que la única existencia verdadera es la santidad, y asume naturalmente y en forma tácita que nada puede molestarlo e impedirle cumplir con la Voluntad Divina, que se expresa en los man- datos de la Torá, entonces se hace meritorio de que todos los obstáculos caigan y desaparezcan, y más aún – que se conviertan en co- laboradores que contribuyen en su servicio a Di-s.

MILAGRO CONSTANTE

No sólo para salir de Egipto necesitó el pueblo judío de un milagro sobrenatural de esta magnitud. En cada generación precisamos de milagros. El pueblo judío siempre se asemeja a la ovejita que está entre setenta lobos, y su misma existencia está basada en lo sobrenatural, es un milagro continuo, como el de la partición del Iam Suf. Para ha- cerse acreedor permanente de este milagro que asegura la continuidad del pueblo judío, debe educarse a los niños a estudiar la Torá Escrita y la Torá Oral, así como también a observar la conducta sagrada del pueblo judío. ¡Entonces tendremos el privilegio de verlos proclamar por propia iniciativa: “Éste es mi Di-s y Lo embelleceré”, incluso antes que sus padres y abuelos!

Likutei Sijot Tomo 2, pag 523

Beshalaj: el síndrome del faraón

La gente critica a los psicólogos y sus eufemismos, pero a menudo me pregunto si no sería bueno pedir prestado un poco de su precisión estratégica al tratar los asuntos de la Torá. 

Algunos aspectos importantes de la historia del Éxodo que podrían entenderse mejor si usásemos la terminología correcta. Tomemos el evento de la partición del Mar Rojo. Es fácil ser derogatorio acerca del Faraón cuando consideramos los hechos superficialmente. Él ve una nación entera siendo llevada por un pilar de fuego, sobre el suelo del mar en tierra seca, entre dos pilares de agua que están inmovilizados como paredes de piedra -incluso Indiana Jones lo habría pensado dos veces- y como un loco corre hacia adentro con todo su ejército. Y no es que no tuviera algún precedente del cual aprender.

Podríamos tentarnos en describir al Faraón en esta situación como que “algo le faltaba”, para ser cortés. 

El Faraón era, sin embargo, intelectualmente capaz. Sólo que sufría de un cuestionamiento al Monoteísmo. Para ser más específico, el Faraón pertenecía a un subconjunto de cuestionadores del monoteísmo que poseen una fijación con el orden natural percibido (“Ma’at” en el egipcio Antiguo. Similar al concepto budista de Kharma. En idioma moderno, “Física”). Cuando aparece un conflicto entre el orden natural y la realidad percibida (es decir, un milagro), el sujeto experimenta ansiedad. Considerando que esta ansiedad podría resol- verse fácilmente a través de la aceptación de una Fuerza Omnipotente y más allá de la naturaleza, nuestro sujeto prefiere ignorar la realidad obvia que se halla ante de sus ojos en favor del con- cepto del mundo del orden natural que ya ha in- tegrado previamente en su personalidad. Esto podría resultar finalmente, en el ahogarse bajo las olas del Mar Rojo.

Ahora que he proporcionado una visión más simpática de las dificultades personales del Faraón, se hace un tanto más fácil relacionarnos con él. Después de todo, hacemos lo mismo que él todo el tiempo. Por lo menos, yo lo hago. Se trata de la “Angustia”

La angustia es un estado desde el que ignoramos la realidad obvia y percibida, en favor de la pervertida, improbable visión de cómo imaginamos que debe ser el orden natural. Nos figuramos nuestra vida como un forcejeo entre nuestra propia competencia y las leyes de la física, comercio y aceptación social. Eso significa que tenemos mucho de qué preocuparnos.

La realidad obvia es que nuestra vida diaria está llena de milagros que vienen desde Arriba. Tenemos muy poco control sobre dónde terminamos y lo que tenemos que hacer ahí. La física no tiene mucho que decir. Podemos hacer lo mejor que podemos con cualquiera sea la cosa que se nos ha dado y tener confianza en el Director De Todo, que Él sabe lo que Él está haciendo.

Pero en cambio, nos preocupamos.

¿Por qué nos preocupamos?

Porque no percibimos los milagros. ¿Por qué no percibimos los milagros? Porque vemos la marcha del orden natural a nuestro alrededor, y si hay un orden natural, los milagros no pueden suceder, ¿verdad? ¡Después de todo, los milagros significan que las leyes de la naturaleza se han eliminado temporalmente, y que la vida se pone totalmente anómala.

Error. Ése es el Faraón otra vez. Quizás un poco más sutil, pero no obstante Faraón.

Monoteísmo significa que el orden natural no es un juego absoluto de reglas para jugar o para romper. 

Creer que hay Una Fuerza Infinita detrás de todas las cosas, significa reconocer que Él puede encontrarse haciendo Sus cosas en cualquier parte – de acuerdo a las reglas o no por las reglas. Nada lo detiene en conseguir su camino -ningún comité supervisor, ninguna junta de apelación, ningún accionista, ninguna suegra. Ni siquiera el Orden Natural.

¿La prognosis? Según los profetas, estamos muy preparados para esto. Como leemos en la Haftará en el último día de Pesaj: “Como en los días en que salimos de Egipto, te haré ver mi- lagros”. (ISAíAS 10:32)

Rabi Menajem Mendl de Lubavitch (el “Tzemaj Tzedek,” 1745-1826) explicó, “Como en los días cuando ustedes apuntaron al Mar Rojo que se abría y dijeron, ‘¡Éste es mi Di-s que hace esto! ‘ Como entonces, en estos tiempos, les permitiré ver más milagros maravillosos aún, de los que suceden diariamente en vuestras vidas.”

Podemos abrir nuestras mentes e intentar empezar ahora.

De Tzví Freeman

Bó: Aprendiendo de la experiencia

¿Cómo es posible, que después de cada plaga el Faraón prometía acceder al pedido de Moisés, pero tan pronto como la presión de la plaga finalizaba, el Faraón se obstinaba y renegaba de su promesa?

Cuando Moisés, inmediatamente le advertía respecto de las próximas plagas, el Faraón permanecía sin impresionarse hasta que ocurría el desastre predicho, y luego otra vez prometía, sólo para retractarse nuevamente cuando la presión desaparecía. ¡Esto se repitió diez veces! ¿El Faraón era tan necio, e incapaz de aprender de la experiencia?

El Rabino Twersky escribe: -Yo no entendía completamente al Faraón hasta que me dediqué al tratamiento de alcohólicos, y presencié un fenómeno similar, ocurriendo con gran regularidad. El

alcohólico sufre consecuencias graves como resultado de su beber; y permanece con una gran pena y algunas veces incluso se acerca a la muerte. Su reacción es invariable: “¡Eso es! Yo ya he tenido suficiente con el alcohol.

¡Nunca más beberé, no, nunca!”. Es una experiencia habitual, que en el lapso de algunas semanas, o sólo en pocos días, comienza a beber nuevamente. Las personas le advertirán de cuán peligroso es el alcohol, y le recordarán las amargas consecuencias por él sufridas… pero todo es inútil. Él bebe otra vez.

Lo que parece tan ilógico tanto en el caso del Faraón como en el alcohólico no es realmente extraño. Muchas personas fallan en aprender de la experiencia. Cuando el profeta Isaías usó la metáfora, “Tú estás ebrio, si bien no de vino” (29:9), no estaba usando la expresión vagamente. Nuestra historia bíblica demuestra cuánto una y otra vez nosotros nos hemos desviado de la observancia de Torá y cada vez sufrimos graves consecuencias, no obstante tan rápido olvidamos y regresamos a nuestros caminos descarriados.

Lo que es verdad de nuestro pueblo históricamente es a menudo cierto en muchos individuos aún hoy. Simplemente, no aprendemos de la experiencia.

¿Qué es lo que al alcohólico lo vuelve díscolo al aprendizaje de la experiencia? Es, probablemente, que él no desea cambiar su estilo de vida y no

quiere abandonar cualquier sensación que el alcohol provee. ¿Qué es lo que volvió al Faraón incapaz de aceptar el testimonio de sus sentidos? Probablemente el rechazo a admitir que él estaba equivocado. Sentimientos egoístas tales como estos impiden a las personas aprender de experiencias dolorosas y con eso evitar la repetición de equivocaciones.

¿Qué es lo que nos impide aprender de la experiencia? Probablemente algún sentimiento o idea egoísta que nos rehusamos a abandonar.

Dado que nuestro egoísmo es el que nos vuelve irreflexivos frente a lo obvio,

¿qué podemos hacer para cambiar esta situación? Uno de los modos más efectivos es valernos de un confiable maestro y guía, alguien que al no estar afectado por nuestras distorsiones emocionales, puede ayudarnos a ver la realidad más claramente y aprender de nuestras experiencias.

“Hazte tú mismo de un maestro” (Ética de los padresS 1:16) es un invalorable consejo.

 

“DE VIVIENDO CADA DÍA”, EDITORIALBNEI SHOLEM

Parashá en Síntesis: Bo

EI valor numérico de la palabra “Bo”  en hebreo es 3 y en la Parashá que lleva este nombre se describen las tres últimas plagas de Egipto: langosta, oscuridad y muerte de los primogénitos.

Di-s le dijo a Moshé que fuera (“ve”) a anunciarle al Faraón la próxima plaga, la de langosta,

luego de la cual el país queda devastado, ya que las langostas eran insaciables; no sólo se 

comían la vegetación, árboles y grama, también devoraban las pertenencias de los egipcios.

El castigo de los egipcios se prolongó por doce meses, aún cuando cada plaga duraba una 

semana. La generación del diluvio también fue castigada por doce meses.

Cada plaga fue dirigida contra alguna de las deidades que los egipcios adoraban (el Nilo; las ranas, signo de fertilidad; el carnero sagrado, etc.) y fueron la expresión del poder de Di-s como único Creador que dirige todas las esferas y astros, y puede producir milagros incluso contrariando la naturaleza. Las plagas sirvieron para demostrar la supremacía de la divinidad de Di-s por encima de la brujería y la magia negra,que tenía su máxima expresión en Egipto.

Las tres primeras plagas fueron traídas por Aharón; el granizo, la langosta y la oscuridad,

por Moshé; las bestias salvajes, la peste y la muerte de los primogénitos, directamente por

Hashem (Di-s), y la sarna, por los tres juntos.

Di-s mandó diez plagas a Egipto para castigar al Faraón, quien negaba la existencia del Creador del Universo, un Universo que fue creado a través de diez dichos o pronunciamientos; las plagas emergieron de todos Ios elementos existentes: agua, tierra, aire y fuego, para demostrar que todos derivan de y son manejados por Di-s.

Las diez plagas no son un mero conjunto de eventos sobrenaturales que destruyeron el

imperio egipcio, hace unos 3.300 años. La Torá representa un modelo para la vida, un manual de la raza humana, Y por Io tanto los episodios que narra tienen un carácter espiritual y atemporal que de manera continua ocurren en el corazón del hombre.

La Cabalá enseña que cada alma humana se compone de diez puntos de energía, diez características que definen la personalidad y que reciben el nombre de Sefirot (“puntos de luz”). Cada persona tiene la opción de refinar estos diez atributos de manera que expresen su luz divina interior, o por el contrario, pervertirlos.

El antiguo Egipto, en su plan de eliminación de todo un pueblo, pervirtió los diez atributos del alma de sus ciudadanos. La energía negativa generada por la perversión del espíritu humano retorno de nuevo a Egipto en forma de diez plagas que asolaron el país.

En nuestra vida personal, Egipto refleja un estado de disfunción psicológica, en la que uno o

varios de los atributos del alma se distorsionan, lo que dificulta la capacidad del ser humano

para la verdadera autorrealización y plenitud. Cuando no somos capaces de enfrentar

nuestros propios demonios, nuestros atributos perversos pueden volver a nosotros también en forma de plagas psicológicas.

El primero de Nisán, Di-s le dijo a Moshé y Aharón que saldrían de Egipto ese mes y que el mes de Nisán debía contarse como el primero del año.

Esto nos señala la importancia del evento del Éxodo, ya que todos los meses se cuentan

teniéndolo como referencia: en vez de darles nombres específicos, se les enumera en relación con la salida de Egipto.

Así sucede con los días en hebreo, que se enumeran en relación con el Shabat (primer día,

segundo día, etc., respecto al Shabat). 

Desde la Creación del mundo hasta la salida de Egipto, Di-s fijaba el comienzo de cada mes. A partir de la creación de Benei Israel como pueblo, les instruye con la mitzvá (precepto) de Rosh Jodesh (bendición del mes), que será determinada por el Bet Din o Tribunal a partir del reporte de dos testigos, quienes observarán la luna nueva.

En la actualidad se sigue un calendario fijo establecido por Hilel Hanasi, en el que está indicado el comienzo de cada mes, cuando se bendice.

El calendario judío es lunar, con ajustes al calendario solar, porque Pésaj debe ocurrir -según la Torá- en primavera.

Los judíos son comparados con la luna, cuya luz va disminuyendo hasta que desaparece, pero es precisamente en ese instante cuando renace la luna nueva, para crecer en forma constante.

En sus distintas épocas, la historia judía refleja el ciclo lunar. En el exilio de Egipto, luego que la opresión llegara a su punto máximo, comenzó la renovación de la esperanza.

Hay que recordar que la parte más oscura de la noche es aquella que precede al amanecer.

Antes de salir de Egipto, cada familia judía tenía que sacrificar una oveja (Korban Pésaj) que era una deidad para los egipcios-y además, quienes no estuvieran circuncidados, tenían que hacer este rito.

Después de la décima plaga, la muerte de los primogénitos -en la cual fallecieron miles de egipcios (porque en cada familia había varios, debido a la promiscuidad existente), además de los animales que adoraban-, el Faraón rogó a Moisés que se llevara a su pueblo.

La salida de Egipto se produce el 15 de Nisan del año 2448 desde la creación del mundo, cuya celebración se hace en Pésaj, que debe festejarse para siempre.

Además de las innumerables menciones de la salida de Egipto en las plegarias y la celebración de pésaj cuando se lee la Hagadá, hay dos mitzvot que sirven para recordarla. 

Una es Pidyon Haben: cuando Di-s salvó de la muerte a los primogénitos judíos, decretó que éstos le pertenecían por Io tanto, los padres deben redimir al primogénito, comprándoselo a un Cohén treinta días después de nacido. La otra es la mitzvá de los Tefilin, en cuyo interior se encuentran los versículos alusivos a la salida de Egipto. Esta

mitzvá debe ser observada por todo varón judío después de cumplir trece años.

A Egipto llegaron setenta personas y salieron 600 mil.

Parashá en sintensis: Vaerá

La política del Faraón de Egipto cambió luego de la muerte de los hijos de Iaakov: los judíos se fueron asimilando al medio ambiente egipcio, perdiendo el respeto por sí mismos y, a la vez, su identidad. La única tribu que no se asimiló, siguió circuncidando a sus hijos y no obedeció el decreto de trabajos forzados fue la tribu de Levi, que además permaneció en la región de Goshen, donde vivían los judíos en tiempos de Yosef.

Amram y Yojevet, ambos de la tribu de Levi, tuvieron tres hijos: Aharón, Miriam y Moshé.

Amram es uno de los cuatro tzadikim o justos que mueren sin haber pecado. Los otros tres

fueron: Biniamín, hijo de Iaakov; Yishai, padre de David y Kilav, hijo de David con Avigail.

Moshé, al igual que Iaakov y Iosef, nace circuncidado, característica ésta propia de los

tzadikim (hombres piadosos). 

El nombre que recibe Moshé de sus padres es Yekutiel; sin embargo, en la Torá se le nombra como Moshé (nombre que le puso la hija del Faraón por sugerencia de Yojevet).

Después de que Moshé es dejado en el Nilo, cesa el edicto de matar a los recién nacidos judíos, por cuanto los astrólogos avisan al Faraón que el Redentor de Israel había sido echado al río. 

Moshé se destacó por su alto sentido de justicia, su humildad y la empatía que tenía con su pueblo. Fue uno de los 48 profetas más notables y poseyó el nivel más alto de profecía, pues Di-s le habló “cara a cara”.

Di-s se le apareció por primera vez a Moisés, desde la zarza ardiente – arbusto que ardía y no se consumía por el fuego – para decirle que hablara con el Faraón, a fin de que dejara salir de Egipto al Pueblo Judío. Este arbusto no estaba ubicado en el Monte Sinaí.

La zarza ardiente nos enseña que la Presencia Divina está en todas partes, aún en las cosas más insignificantes, y además, que el Pueblo Judío no será nunca devorado por el fuego (enemigos), ni durante el exilio de Egipto, ni en los siguientes. 

En Midian, Moisés se casa a los setenta y siete años de edad con Zipora, hija de Yitró y tiene con ella dos hijos: Guershon, cuyo nombre deriva de guer (extraño fui en tierras de idólatras) y Eliezer. 

Di-s se le aparece a moshé y le dice que anuncie al Pueblo Judío su redención. 

Di-s en esta ocasión se aparece con Su nombre trascendente, formado por las cuatro letras: yud, kei, vav, kei, indicando que la salida de Egipto es parte del Plan Divino general. 

En el resto de la Parashá se describen las siete primeras plagas que mandó Di-s a Egipto para que el Faraón dejara salir a los judíos. Estas plagas fueron: sangre, ranas, piojos, bestias feroces, pestes, sarna, granizo. Las plagas invadieron todo el país, menos la región de Goshen.

Las tres primeras plagas fueron ejecutadas por Aharón y no por Moshé, ya que éste sentía especial gratitud por las aguas del Niño, que habían participado en su salvación. Ello nos demuestra la importancia de la gratitud como uno de los pilares de la sociedad: debemos conservarla no obstante el paso del tiempo y las circunstancias. 

La primera plaga, “sangre”, estuvo dirigida contra una de las características reinantes en Egipto, que era la frialdad e indiferencias frente a Di-s, simbolizada por las frías aguas del río Nilo, que los egipcios adoraban como un dios. 

El primer paso hacia la libertad fue atacar “las aguas del río”, la frialdad mortal, y convertirlas en “sangre”, que representa la calidez, la vitalidad y la santidad. 

El mensaje para nuestros días es que debemos combatir la frialdad, la indiferencia y la apatía hacia nuestro judaísmo.

Parashá en síntesis: Shemot

En la presente semana se inicia la lectura del segundo libro de la Torá. Éste recibe el mismo nombre de la Parashá de la semana, Shemot, que en su traducción literal significa “Nombres”. Se trata de los nombres de los hijos de Israel (Iaakov), que bajaron a Egipto con él y configuran el libro del Pentateuco, en el cual se forja el destino de la identidad judía. El libro alude a la formación del Pueblo Judío desde el punto de vista sociológico, la formación y mantenimiento de la identidad común, con la habilidad de sobreponerse al medio ambiente. 

Este libro también recibe el nombre de Éxodo y trata algunos de los acontecimientos más cruciales de la historia judía, como el exilio en Egipto, el éxodo, que marca concretamente el nacimiento del Pueblo Judío; la entrega de la Torá y la construcción del Santuario, que representa la presencia Divina en el mundo físico. 

La figura central de todos estos eventos es Moshé, Moisés, escogido por Di-s para ser redentor y conductor del Pueblo Judío por su alto nivel espiritual. 

De Abraham a Moshé transcurren siete generaciones. Moshé es la generación número 26 contada a partir de Adam. Nació el 7 de Adar de 2368 y murió en la misma fecha, 120 años después. Cuando tenía ochenta años, ocurrieron los acontecimientos de la salida de Egipto y la entrega de la Torá.

Nuestros Sabios nos señalan que en cada generación existe una persona análogo a Moisés. Son llamados Nesiim o Guedole Hadorot, los líderes de cada generación.

Los tres elementos que mantuvieron la identidad judía durante la estadía en Egipto fueron: los nombres judíos, el idioma y la vestimenta; elementos éstos que hoy en día deben ser conservados, porque constituyen lo que distingue al pueblo elegido de los habitantes de los países donde éste se residencia.

Después de la muerte de los hijos de Iaakov, los judíos salieron de Goshen y empezaron a mezclarse con los egipcios, relajando sus tradiciones y modo de vida.

El rápido crecimiento de la población judía atemorizó al Faraón y, por lo tanto, uno de los planes fue separar a los maridos de sus esposas, mediante los trabajos de construcción de las ciudades de Pitom y Ramses. 

El segundo paso fue ordenar a las comadronas Iojeved y Miriam (madre y hermana de Moshé) que mataran a los recién nacidos judíos, cosa que ellas no hicieron. 

Como ninguno de los planes dio resultado, el Faraón ordenó que todo recién nacido varón fuera arrojado al río Nilo.

Hasta el nacimiento de Moshé, los judíos habían perdido la esperanza de ser redimidos; incluso Amram, padre de Moshé y líder de su generación, se separó de su mujer Iojeved para no traer hijos a un mundo de esclavitud.

Fue Miriam, su hija, quien hizo que depusiera esa actitud, al explicarle que su decreto era peor que el del Faraón, quien sólo había ordenado la muerte de los varones (en cambio, él estaba decretando la muerte de las hembras también).


Amram volvió con su esposa y tuvieron a Moshé, quien fue salvado por su hermana cuando lo dejó en el río.


La mujer que amamantó a Moshé durante 24 meses en el palacio del Faraón después que la princesa lo recogiera fue su propia madre, Iojeved .

El 6 de Siván, fecha en que Moshé fue dejado por su hermana en el río, es la misma en que será dada la Torá posteriormente.