Si pensamos en cómo vivimos nuestras vidas, veremos que la mayor parte de nuestro día no la dedicamos a las cosas que más valoramos. Trabajamos toda la semana para poder disfrutar del tiempo libre. Pasamos todo el día ganándonos la vida, y nos deja pocos momentos para pasar tiempo con nuestros seres queridos.
Aún más cierto cuando se trata de nuestra vida espiritual. La mayor parte del día la dedicamos a satisfacer nuestras necesidades materiales (comer, beber, trabajar, dormir, hacer ejercicio, relajarnos), lo que nos deja sólo pocos momentos para las necesidades del alma. También ella desea ser alimentada; también necesita momentos de autoexpresión. Quiere trascender, dedicarse a la santidad, orar, estudiar la Torá y hacer buenas obras.
El judaísmo enseña que si comenzamos el día con un momento de santidad, y ofrecemos una pequeña porción de nuestro tiempo a Di‐s por la mañana, esa experiencia afectará el resto del día, infundiéndole significado y santidad. El resto del día, cuando atendemos a nuestras necesidades materiales, es una continuación de la experiencia espiritual y se considera sagrado, porque está impregnado de la santidad de los momentos que ofrecimos a Di‐s.
Este es el significado interno de la descripción de la ofrenda de harina quemada: Cuando el judío trae una ofrenda de grano, que simboliza sus necesidades materiales, sólo se quema en el altar un puñado de harina. Sólo unos pocos momentos de nuestro día están completamente dedicados al servicio espiritual de Di‐s. Pero, la Torá nos asegura que si bien los sacerdotes comen el resto de la harina, ésta es sagrada, ya que se considera el resto de la ofrenda.
La Torá dice: Y esta es la ley de la ofrenda de cereal: que los hijos de Aarón la traerán delante del Señor, al frente del altar. Y sacará de él en su puño la flor de harina de la ofrenda vegetal y su aceite y todo el incienso que está sobre la ofrenda vegetal, y hará que su recordatorio se humee sobre el altar como fragancia agradable a Hashem.
El puñado de harina representa los momentos que dedicamos a Di‐s. La Torá luego describe la harina sobrante:
Y Aarón y sus hijos comerán lo que quede de ello. Se comerá como pan sin levadura en lugar santo; lo comerán en el patio de la Tienda de Reunión. No se cocerá con levadura. [Como] su porción, se la he dado de Mis ofrendas encendidas. Es un lugar santísimo, como la ofrenda por el pecado y como la ofrenda por la culpa.
Las sobras, lo que queda del día, también son sagradas. Porque la santidad de las mitzvot matutinas (recitar el Mode Ani, recitar el Shemá, colocar Tefilín) se extiende al resto del día, impactando el resto de nuestras actividades y recordándonos que nuestras necesidades materiales también sirven a un propósito santo y espiritual.