Dos párabolas sobre la prosperidad

CHARCOS DE VINO

Rabi Tzvi de Portziva acostumbraba a ser el jazán (cantor) de la plegaria de Musaf de Rosh Hashaná en la sinagoga de Rabi Iosel de Torchin, el hijo de la Jozé de Lublin.


Una vez, Rabi Itzjak Meir de Gur le preguntó: «¿Podrías compartir una enseñanza que hayas oído de Rabi Iósele?»
«No recuerdo palabras de la Torá», dijo Rab Tzvi, «pero sí recuerdo una historia”.


Un Rosh Hashaná, justo antes de hacer sonar el shofar, el Rebe entró en la sinagoga y le dijo a sus jasidim, algunos de los cuales, sin duda, pensaban en ese momento en sus propias solicitudes para el Todopoderoso para el próximo año: No voy a reprenderlos, ni enseñarles Torá.

Sólo voy a contarles una historia.
«En cierta ciudad vivía un sabio y rico comerciante de vinos que tuvo el honor de recibir la visita del rabino local.

El anfitrión, para demostrar respeto al gran rabino, envió a su siervo a la bodega, a llenar una botella de vino de la barrica media de la tercera fila, pues era el mejor vino que poseía Al mismo tiempo, se involucró en una conversación académica con su distinguido invitado”
«Cuando el comerciante notó que su siervo se demoraba, se disculpó y rápidamente bajó a la bodega para averiguar qué había sucedido. Se sorprendió por lo que vio: algunos de los barriles estaban destapados, otros chorreaban ya que sus grifos estaban abiertos, botellas rotas yacían en los charcos de vino en el suelo, y el siervo no estaba por ningún lado. El mercader volvió arriba, muy molesto por los graves daños que su siervo le había causado. Empezó a buscar al criado, llamándolo por su nombre. El sirviente respondió por fin, de un lugar cómodo encima de la chimenea, donde estaba recostado.
Desde allí, el criado dijo a su señor: «Oye, quiero un buen aumento de sueldo por esto»
Rabi Itzjak Meir agradeció calurosamente a Rab Tzvi: «¡Esta sí que es una buena parábola!”, exclamó.
Si están desconcertados por esta parábola, aquí hay otra con un mensaje similar, que lo explica.

 

GRASA DE COCHE

Un jasid se acercó a Rabi Iejezkel de Kuzmir para solicitarle asesoramiento en la búsqueda de su sustento. El Rebe lo rechazó, diciendo:
«No me ocupo de las frivolidades de este mundo». Inmediatamente después, otro jasid entró en la habitación del Rebe y habló con el Rebe por el lapso de dos horas – acerca de su parnasá (sustento)!
El primer jasid regresó al Rebe y le preguntó ¿por qué el Rebe se había negado a hablar con él de esta cuestión, pero posteriormente tuvo una larga conversación con su amigo sobre el mismo tema.


El Rebe respondió: «Te contaré una parábola. Un carretero entró en una tienda de una variedad de productos caros, y pidió comprar un poco de aceite para engrasar las ruedas de su carro. El dueño de la tienda comenzó a gritar: “¡Fuera de aquí, no vendo aceite de carro!”


El carretero replicó: “¿Pero usted acaba de dar aceite para ruedas al cliente que estaba antes que yo?” El dueño de la tienda explicó: “El cliente anterior adquirió mercancía cara y gané una
fuerte suma. En agradecimiento, le dí aceite para su carro. Usted, sin embargo, está solicitando sólo la grasa, por lo que le informo que no vendo aceite de carro”.
El Rebe continuó: «Su amigo ha pedido mis consejos muchas veces sobre la educación de sus hijos, organizar su tiempo para aprender más Torá, y otros temas del servicio a Di-s. Por lo tanto, cuando ahora preguntó por su parnasá, dediqué mi tiempo para discutir el tema, porque es imposible educar a sus hijos y servir a Di-s correctamente sin sustento. Ud, sin embargo, pidió por su parnasá- como el aceite de carro- y por lo tanto, dije que no soy un comerciante de grasa”

Una persona que deja de lado tiempo para estudiar Torá, cumple las mitzvot y da placer a su Creador, y en Rosh Hashaná, solicita a sus necesidades físicas, Di-s le da lo que quiere con el fin de que pueda continuar sirviéndolo. Pero alguien que pide sólo lo material, y se olvida de que lo espiritual que es lo más importante, debe tomar en serio que el Todopoderoso no es un comerciante.

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