La palabra “judío”‐ iehudí ‐no aparece en los Cinco Libros de Moshé. La Torá se refiere a nuestro pueblo como los Hijos de Israel, porque somos los hijos de Iaakov, a quien se le dio el nombre adicional de “Israel”.
Israel engendró doce hijos, que se convirtieron en las doce tribus de Is‐rael. “Judío” – iehudí‐proviene del nombre “Judá”‐Iehudá que significa “dar las gracias”.
Iehudá fue el cuarto hijo de Iaakov y su esposa Lea. Leemos en la Parshá, “Y ella concibió de nuevo y dio a luz un hijo, y dijo: ‘¡Esta vez, le agradeceré [ode] al Señor!’ Por lo tanto, lo llamó Iehudá”.
¿Por qué a los judíos se les llama por el nombre de una tribu, Iehudá? A menudo, miramos a nuestro alrededor y nos preguntamos por qué las personas son tan ingratas.
¿Por qué nuestros hijos no aprecian todo lo que hacemos por ellos? ¿Por qué nuestro cónyuge no muestra gratitud? ¿Por qué nuestros compañeros de trabajo nos dan por sentado? Para entender por qué el sentimiento de gratitud es tan esquivo, debemos examinar la palabra hebrea “gratitud”, hodaá. Que también significa “reconocer”, como reconocer que la opinión de otro es correcta.
¿Por qué estas dos ideas aparentemente distintas, dar gracias y reconocer, comparten la misma palabra? La respuesta es que la clave para estar agradecido es reconocer la perspectiva del otro.
Para ilustrarlo: una madre hace mucho por su hijo, pero ¿el niño lo aprecia? El niño puede dar por sentado a la madre, pensando que solo está haciendo lo que se supone que debe hacer como madre. Después de todo, ¿no es éste su trabajo? La única forma en que el niño puede sentirse agradecido es si adopta su perspectiva, si aprecia todos sus sacrificios y todo el tiempo que ella le dedica con amor.
Lo mismo ocurre con un cónyuge. Podemos agradecerle por un acto de bondad. Pero para sentirnos agradecidos, necesitamos ver la imagen desde la perspectiva de nuestro cónyuge. Apreciar todo el pensamiento, sentimiento y energía que se invirtió en este acto. Solo cuando reconocemos y apreciamos el punto de vista del otro, hodaá, podemos decir todá, “gracias”.
Ser judío es poseer la capacidad de reconocer la perspectiva del otro. Experimentar el dolor de los demás, así como regocijarnos en su felicidad como si fuera la nuestra. Es reconocer y aceptar la perspectiva de la esperanza y la alegría incluso en medio de grandes dificultades. Existe una disputa en curso y de larga data entre la creación y el Creador.
Nuestra perspectiva es que nuestra vida, salud y éxito se deben a nuestros esfuerzos independientes, y que a los únicos a quienes debemos agradecer es a nosotros mismos.
Sin embargo, desde la perspectiva de Di‐s, la palabra de Di‐s está dando existencia a todo el Universo en todo momento. Desde Su perspectiva, la única realidad verdadera es la vitalidad Divina dentro de cada ser creado.
El judío tiene la responsabilidad de ver el mundo desde la perspectiva de Di‐s, de cultivar el punto de vista que se centra en lo espiritual en lugar de lo físico.
El iehudí posee el don del reconocimiento y puede experimentar una acción de gracias genuina.
madre, pensando que solo está haciendo lo que se supone que debe hacer como madre. Después de todo, ¿no es éste su trabajo? La única forma en que el niño puede sentirse agradecido es si adopta su perspectiva, si aprecia todos sus sacrificios y todo el tiempo que ella le dedica con amor. Lo mismo ocurre con un cónyuge. Podemos agradecerle por un acto de bondad. Pero para sen‐tirnos agradecidos, necesitamos ver la imagen desde la perspectiva de nuestro cónyuge. Apreciar todo el pensamiento, sentimiento y energía que se invirtió en este acto. Solo cuando reconocemos y apreciamos el punto de vista del otro, hodaá, po‐demos decir todá, “gracias”. Ser judío es poseer la capacidad de reconocer la perspectiva del otro. Experimentar el dolor de lo demás, así como regocijarnos en su felicidad com si fuera la nuestra. Es reconocer y aceptar la pers‐pectiva de la esperanza y la alegría incluso en medio de grandes dificultades. Existe una disputa en curso y de larga data entre la creación y el Creador. Nuestra perspectiva es que nuestra vida, salud y éxito se deben a nuestros es‐fuerzos independientes, y que a los únicos a quie‐nes debemos agradecer es a nosotros mismos. Sin embargo, desde la perspectiva de Di‐s, la palabra de Di‐s está dando existencia a todo el Universo en todo momento. Desde Su perspectiva, la única re‐alidad verdadera es la vitalidad Divina dentro de cada ser creado. El judío tiene la responsabilidad de ver el mundo desde la perspectiva de Di‐s, de cultivar el punto de vista que se centra en lo espiritual en lugar de lo físico. El iehudí posee el don del recono‐cimiento y puede experimentar una acción de graniño lo aprecia? El niño puede dar por sentado a la madre, pensando que solo está haciendo lo que se supone que debe hacer como madre. Después de todo, ¿no es éste su trabajo? La única forma en que el niño puede sentirse agradecido es si adopta su perspectiva, si aprecia todos sus sacrificios y todo el tiempo que ella le dedica con amor. Lo mismo ocurre con un cónyedemos agradecerle por un acto de bondad. Pero para sen‐tirnos agradecidos, necesitamos ver la imagen desde la perspectiva de nuestro cónyuge. Apreciar todo el pensamiento, sentimiento y energía que se invirtió en este acto. Solo cuando reconocemos y apreciamos el punto de vista del otro, hodaá, po‐demos decir todá, “gracias”. Ser judío es poseer la capacidad de reconocer la perspectiva del otro. Experimentar el dolor de lo demás, así como regocijarnos en su felicidad co si fuera la nuestra. Es reconocer y aceptar la pers‐pectiva de la esperanza y la alegría incluso en medio de grandes dificultades. Existe una disputa en curso y de larga data entre la creación y el Creador. Nuestra perspectiva es que nuestra vida, salud y éxito se deben a nuestros es‐fuerzos independientes, y que a los únicos a quie‐nes debemos agradecer es a nosotos mismos. Sin embargo, desde la perspectiva de Di‐s, la palabra de Di‐s está dando existencia a todo el Universo en todo momento. Desde Su perspectiva, la única re‐alidad verdadera es la vitalidad Divina dentro de cada ser creado. El judío tiene la responsabilidad de ver el mundo desde la perspectiva de Di‐s, de cultivar el punto de vista que se centra en lo espiritual en lugar de lo físico. El iehudí posee el don del recono‐cimiento y puede experimentar una acción de gra‐cias genuina