En sincronía

Ionatan, un hombre joven en sus incipientes 30, novio de una amiga mía, dejó la cómoda casa de su madre.

Desde su piso 17, Ionatan no sabía que esa semana correspondió a la lectura de la porción semanal (parshá) de la Torá llamada Lej Lejá (Vete de ti), la cual narra cómo a Abraham, nuestro patriarca, Di-s le ordena que deje su tierra, su parentela y su casa paterna y vaya a la tierra que Él le señalará. Ionatan no estaba desconectado de su “saberse judío”, todavía no lo ejercía plenamente, pero estaba en camino…

Aquella pequeña sincronía daba testimonio tangible de su conexión a su ser esencial, a su alma judía, a su neshamá; pero Ionatán seguía un poco “distraído”.

Pasaron algunas semanas, a instancias de su novia, aceptó ir a ver a un rabino. Iría solo, con su mirada un poco velada. Pero iría, a develar, a revelar…

Comenzaba a estudiar Torá. Una mañana se encontró, testigo del amanecer desde su balcón de rascacielo…¡Tenía los tefilín puestos!

Poco después comenzó a guardar monedas, las quería para su pushka (alcancía), cumplía con enorme devoción la Mitzvá de Tzedaká.

Lentamente Ionatan buscaba el “código fuente”, escuchaba qué mensaje tenía la creación para él; quería comunicarse con un corazón que albergara la unión con lo Divino.

Un día, casi un año después, exactamente el viernes 26 de setiembre de 2003, llegó de la oficina, cansado, desanimado: “todos los días la misma sensación”-decía, “ya no me siento contento allí”…“no crezco ni profesionalmente ni como persona”… “tampoco mi judaísmo…”, “no me queda tiempo para estudiar”…

¡Ionatan estaba haciendo su balance de fin de año! Era Erev Rosh Hashaná… Llegó al Templo para la última de las plegarias, con sus propias palabras y a corazón abierto, se entregó a Di-s.

Al lunes siguiente del nuevo año Ionatan no se presentó a trabajar; pidió sus vacaciones por adelantado; quería un “tiempo para él”, como le dijo a su novia, para reencontrarse, para detener la vorágine del mundo y ver dónde estaba parado, cuáles eran sus prioridades, qué le hacía falta, qué estaba de más, para reconocer sus “deudas” con los otros y consigo mismo.

Faltaban dos días para Iom Kipur y Ionatan estaba haciendo Teshuvá.

El primer Shabat de 5764 hizo Kiddush y cuando terminó de agradecer por el fruto de la vid, sabía que no debía temer, que nada le ha de faltar…Había decidido cambiar el rumbo de su vida.

Esta semana volvemos a leer Lej Lejá, Ionatan vuelve a emprender un nuevo camino, más vital, con una salud espiritual renovada. Ahora sabe que está viviendo Lej Lejá, ahora trata de estar más alerta, más en sincronía con la vida judía, con las Mitzvot, con la Torá, que enriquecen su día a día.

Busquemos esta sincronía, esta sintonía, hallemos nuestra huella judía ancestral marcada en nuestra cotidianeidad.

Shula Banchik

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