¿Es un pecado discutir con Di-s? ¿Es sacrílego cuestionar lo Divino? Bueno, Abraham lo hizo. No por él mismo, sino por el bien de la gente de Sdom, la ciudad que Di-s había decidido destruir a causa de la maldad de sus habitantes. Abraham era la personificación de la bondad y de la compasión. Él lidió con el Altísimo, intento negociar un cese a la ejecución de los habitantes de las notorias ciudades de Sdom y Amorá.
“¿Destruirás a los justos junto con los malvados?”, le preguntó a Di-s. “¿Acaso el Juez de toda la tierra no hará justicia?”. “Si hay 50 hombres justos, ¿no los salvarías? ¿45? ¿40…30…20…10?”. Al final, Abraham no pudo encontrar siquiera un minián (grupo de 10 hombres) en las ciudades y decide rendirse. Como dice el versículo “VeAbraham shav limekomó” (“Y Abraham volvió a su lugar”). Habiendo perdido en la discusión, él reconoce su derrota y vuelve a su rincón.
Pero hay también una alternativa en la interpretación de estas últimas palabras. Y Abraham volvió a su lugar, puede entenderse también como “y volvió a su forma de ser”, a sus costumbres. ¿Y qué costumbre es esta? La de defender al desvalido, buscar al necesitado y ayudar a aquél que esta en problemas, incluso si no se trata de la persona más justa que hay. Abraham se negó a desilusionarse por la derrota. Volvió en seguida a sus costumbres, a pesar que este intento en particular no tuvo éxito.
¿Qué sucede cuando perdemos? Nos sentimos heridos, nos ponemos de mal humor, y nos rendimos. No funcionó, no sirve. Es inútil, ¿para qué molestarse?
Pero no con Abraham. Abraham se adhirió a sus principios. Pudo haber experimentado un contratiempo, pero seguirá abogando por la causa de justicia. Seguirá defendiendo a los débiles. Y seguirá trayendo sus casos a la mayor autoridad del universo; Di-s mismo.
Abraham nos enseña a no perder la fe, a no desviarnos de nuestro camino elegido o de nuestras convicciones. Si creemos que es lo correcto, entonces está bien incluso si no vemos una recompensa. Si es algo correcto, entonces apeguémonos a ello, sin importar los resultados.
Uno de mis personajes de historieta favoritos es Charlie Brown de Peanuts. En una tira cómica que todavía tengo en mi memoria, se ve a Charlie Brown determinado en salir a remontar su cometa, cuando afuera cae una lluvia torrencial. Sus amigos le dicen que debe de estar loco por querer remontar la cometa en ese clima, y que se le romperá a causa del viento. Pero al final de la tira, vemos a Charlie, dirigiéndose con seguridad hacia la puerta, con su cometa bien sujeta bajo su brazo, diciendo “Un hombre debe hacer lo que un hombre debe hacer”.
¿Creemos en nuestros principios de fe por conveniencia? ¿Somos virtuosos porque creemos que es el camino hacia una buena vida? ¿Estamos esperando el gran pago por nuestro comportamiento? ¿Qué sucede cuando no lo vemos? ¿Nos frustramos, desilusionamos y nos enojamos con Di-s?
Algunas personas se vuelven observantes por motivos incorrectos. Están buscando alguna solución mágica a sus problemas. Y cuando los problemas no desaparecen rápido o tan mágicamente como esperaban, dejan toda la vida religiosa de lado. No funcionó; me voy fuera.
La virtud es su propia recompensa. Dormir mejor por la noche porque nuestra conciencia está limpia, es también parte del trato. O, en las palabras de nuestros Sabios: “la recompensa de una Mitzvá es la Mitzvá”.
Nuestro padre fundador nos hace recordar que un judío debe hacer lo que un judío debe hacer, sin importar las consecuencias. Sin importar si vemos los frutos de nuestra labor. Si es la cosa correcta, entonces hagámosla.
Que seamos verdaderos hijos de Abraham.