Música cabalística- El Nigún

En general se sostiene que hay dos estilos distintos de música. “Música occidental”, la música que se origina en la sociedad occidental, y “no occidental”, la que se deriva de todas las otras culturas, en particular los del Este y África.

La música occidental es generalmente reconocida como la “música orientada a objetivos”. Esto quiere decir, la música que es en estructura narrativa, que consiste en una serie de progresivos ‘eventos’, por así decirlo. El oyente siente el avance de la música, y evoca una sensación de movimiento dentro de él. Se siente como si la música tiene un destino, y que lleva al oyente en su viaje. La música no occidental se caracteriza por la prolongación de una sola nota, o un grupo selecto de sonidos que continúa en un patrón establecido a lo largo de toda la melodía. Este tipo de música despierta un estado más contemplativo, que evoca en el oyente una sensación de eternidad y espacio interior.

Estos estados de ánimo de la música refleja la teosofía esencial de estas dos civilizaciones. En Occidente, la creencia predominante es que la creación comenzó en un período de tiempo, ya que el tiempo es lineal, culminando en un futuro: la creación, revelación y redención. Como reflejo a esta realidad, la música del Occidente sigue este patrón. Tiene un inicio, alcanza un punto alto y finaliza. Por el contrario, en el Este, donde el tiempo se ve como cíclico, sin “principios”, “medios” o “finales”, su música también es cíclica y repetitiva.

Las enseñanzas místicas de la Cabalá judía, en algún nivel, funden estos dos juntos. Sí, la creación comenzó en algún momento en el tiempo, y el tiempo mismo se creó. Sin embargo, la creación es continua. No hay nada realmente en el pasado, o esperanza pura en el futuro. Todo está en el eterno presente. Como tal, la música que produjeron los místicos judíos, en especial las canciones de los jasidim conocidas como nigunim, son un reflejo de estos dos espectros musicales. 

Hay algunos nigunim que son estructurados y progresivos. Estas canciones son ‘sofisticadas’ para las melodías de oído occidental, ya que consisten de un comienzo, cuerpo y final. Hay otros nigunim que contienen una repetición de sonidos individuales, con pocas a palabras o a veces sin. Y algunos contienen los dos.

Una melodía sin palabras, al igual que gran parte de las canciones místicas judías, en particular jasídico, es la manera en la que dos personas pueden comunicarse en un nivel trascendental. Cualquier ruptura en la comunicación de modo verbal puede ser reparado mediante la creación de un conducto que trasciende las palabras. 

Cuando una persona se siente desalineada de su origen, o de su prójimo, una melodía sin palabras, que existe en un reino que desafía las distinciones, separaciones y falta de armonía, es el remedio más adecuado, causando una unidad de las almas.

Por: DovBer Pinson

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