Providencia Divina Particular

“Cada suceso en la vida del hombre es predeterminado, tiene un objetivo específico, y es parte integral de su misión Divinamente ordenada en la vida”.

Rabí Israel Baal Shem Tov (1698-1760), el fundador del Movimiento Jasídico, enseñó: “Tu semejante es tu espejo. Si tu propia cara está limpia, la imagen que percibirás también será perfecta. Pero de mirar a tu semejante y ver imperfección, es tu propia imperfección lo que estás encontrando; se te está mostrando qué es lo que tú precisas corregir dentro de ti mismo”.

La base de semejante enfoque ha de encontrarse en otra de las enseñanzas del Baal Shem Tov, el principio de Providencia Divina Particular.

“Nada es por casualidad”, acentuaba permanentemente Rabí Israel. “Cada suceso en la vida del hombre es predeterminado, tiene un objetivo específico, y es parte integral de su misión Divinamente ordenada en la vida”. De modo que la persona nunca es testigo de cosa alguna ‘por casualidad’; hay una razón para la experiencia, una que está estrechamente vinculada a su propio sendero en la vida. Si la Providencia Divina le hizo ver la degradación de su semejante, es para abrir sus ojos a algún defecto propio. Entregándose a una evaluación honesta y a fondo de su propio comportamiento y carácter, el hombre encontrará que también él sufre de la misma carencia de una forma u otra.

En última instancia, ésta es la única manera de llevar a la persona a reconocer y tratar sus propias imperfecciones. “El amor encubre todos los pecados” (Proverbios 10:12), ¿y qué amor mayor hay que el del hombre a sí mismo? La afinidad de la persona para con su propio ser le impide mostrarse crítico con sus deficiencias y le hace hallar toda suerte de justificativos para sus deslices. Aun cuando resulten obvios a quienes están a su alrededor, él simplemente fracasa en percibirlos a través de la supresora bruma del auto-amor. No obstante, el mismísimo acto o rasgo de carácter, tan inocente y justificable en él mismo, surge en toda su infamia cuando es advertido en otros; aquí, él no puede menos que asombrarse acerca de las profundidades en las que su semejante se ha hundido. Por lo que la manera más efectiva para abrir los ojos de la persona a lo negativo en ella misma es mostrarle qué está mal en su semejante y decirle luego que también ella sufre un problema idéntico o similar. Si verdaderamente desea mejorarse a sí misma, si genuinamente sondea su corazón hasta descubrir qué es lo que el Omnipotente le estaba señalando haciéndole ver lo que vio, su auto-amor ya no oscurecerá más la verdad luego de que le ha sido presentada tan brillantemente en la vida de su semejante.

A los Ojos del Espectador

Con todo, uno puede preguntarse: La misión de vida de la persona involucra no solamente el desarrollo y la perfección de su propio carácter y ser, sino también su responsabilidad hacia su semejante. Se le ha encargado construir una morada para Di-s sobre la tierra, construir también una sociedad y comunidad mundial que refleje la armoniosa perfección del Creador. ¿Por qué, entonces, debe llegar a la conclusión de que se le están mostrando los equívocos de su semejante como un mensaje en lo que concierne a su propio estado personal? ¿Quizás esté siendo impulsado por la Providencia Divina para reprender y rehabilitar a su semejante?

Para responder a esta pregunta, debemos echar primero una mirada más cercana al principio de Providencia Divina Particular enseñada por el Baal Shem Tov.

Providencia Divina Particular significa que no solamente cada suceso tiene un fin determinado, sino que también lo tienen cada uno de sus aspectos y matices. La persona puede ver a su semejante hacer algo errado, pero no reaccionar como juez. En tal caso, es consciente de que el hecho requiere corrección, pero este conocimiento está acompañado de comprensión y compasión; se da cuenta de qué es lo que debe hacer por su semejante, pero sin sentir la culpa de aquel. Por lo que si a él se le hubiera mostrado la deficiencia de su semejante por la única razón de que él puede hacer algo al respecto, esto sería todo lo que percibiría: el problema y lo que él podría hacer para resolverlo. Sentir también la culpabilidad y bajeza de su semejante es totalmente innecesario; por el contrario, sólo entorpece su capacidad de llegar hasta aquél y trabajar con él de una manera cariñosa y tolerante.

Si, además de esto, también ve y siente la vergüenza y degradación de su semejante, debe deducir que también este aspecto de la experiencia cumple un propósito. La Providencia Divina lo ha provisto de un espejo mediante el cual discernir sus propios problemas.

Esto es lo que el arriba citado versículo nos dice con las palabras “y la vergüenza de su padre no vieron”: Shem y Iéfet no solamente no vieron físicamente la degradación de su padre —esto ya lo sabemos del hecho de que volvieron “sus rostros hacia atrás”— y tampoco percibieron su culpa o deshonra.

Las diferentes maneras en que los hijos de Noaj reaccionaron al conocimiento de que su padre yacía ebrio en su carpa reflejaron sus propios estados espirituales. La propia degradación de Jam se reflejó en su visión de la decadencia de su padre. La reacción de Shem y Iéfet, sin embargo, se redujo exclusivamente a lo que ahora debían hacer para corregir la situación.

La vergüenza de su padre, simplemente no la vieron.

Basado en una Sijá de Shabat Bereshit 5726

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