Siete días conectan Rosh HaShaná con Iom Kipur. Esto significa que, sin importar con qué días de la semana coinciden los “Iamim Noraim”, siempre habrá allí un domingo, un lunes, un martes, etc. en esta más que singular secuencia del tiempo…
El maestro cabalista Rabí Itzjak Luria (el “Santo Arí”, 1534-1572) explica que ésta no es en absoluto una coincidencia: cada uno de estos siete días corresponde, e incluye, a sus días hermanos del año entero el domingo entre Rosh HaShaná y Iom Kipur encapsula a todos los domingos del año, el lunes entre Rosh HaShaná y Iom Kipur personifica a todos los lunes del año, y así sucesivamente.
Este Shabat, entonces, además de su rol como “Shabat de Teshuvá (arrepentimiento)”, es también el Shabat en esencia – el Shabat del cual todos los Shabatot del año derivan su “shabatidad”.
“La geometría del Tiempo”, es un ensayo basado en un fascinante esbozo del Rebe en sus Reshimot (anotaciones) recientemente descubiertas y explora la esencia del Shabat.
Shabat y teshuvá comparten más que sus letras hebreas en común (shin, bet, y taf): ambos son puntos atemporales en el tiempo, corporizando el potencial de ahondar más allá de la tumultuosa superficie de la vida para redefinir el pasado y dar forma al futuro.
La geometría del tiempo
La sustancia del tiempo es movimiento y cambio: un mundo estático también sería un mundo sin tiempo. No obstante, el tiempo, según fue forjado por su Creador, sigue un ciclo de siete días, consistiendo de seis días laborales (o sea, de desarrollo, transformación, cambio), y un séptimo día de descanso. Pero, ¿cómo puede definirse una unidad de tiempo como un día de descanso, la antítesis misma del tiempo?
El Círculo
Tiempo y espacio están estrechamente relacionados uno con el otro; de hecho, la física moderna está habituada a combinar a ambos como “espacio-tiempo”, una cuadrilla cuatridimensional contra la que todos los sucesos y objetos físicos son medidos.
Mientras que tiempo es el más abstracto de los dos, muchas de las características del espacio son atribuidas igualmente al tiempo: hablamos de un “punto” en el tiempo, una “dilatación” del tiempo, “ciclos” de tiempo, e incluso de la “condensación” o “despliegue” del tiempo.
De hecho, muchas de sus complejidades pueden entenderse mejor cuando aplicamos a nuestra concepción del tiempo los modelos cuantificados con que la geometría mide el espacio.Un modelo semejante es el círculo, durante mucho tiempo considerado la más perfecta de las formas espaciales.
Los aspectos primarios del círculo son:
1) el centro, el punto a partir del cual se extiende uniformemente el área del círculo a los cuatro vientos;
2) el radio, que es la distancia desde el centro del círculo hasta su límite exterior; y
3) la circunferencia, el borde exterior del círculo, el que contiene el área del círculo en su interior.
La circunferencia es de (aproximadamente (2) 6 veces la longitud del radio. Esto es cierto de todos los círculos, sin considerar su tamaño: cuanto mayor su radio, tanto mayor el área del círculo, y así será tanto mayor la circunferencia que encierra este área; pero la proporción seguirá siendo siempre la misma cada centímetro adicional (o metro, o kilómetro) de radio se traducirá en (ligeramente más de) 6 centímetros (o metros, o kilómetros) adicionales de circunferencia.
El punto geométrico no posee área; como tal, parecería a duras penas satisfacer los requerimientos necesarios para considerarlo un componente del espacio.
En verdad, sin embargo, lo cierto es que, el punto es el componente más básico de todas las formas geométricas; cada línea es definida por los puntos que marcan su inicio, su fin, su centro, su confluencia con otras líneas, etc.; y cada área es definida por las líneas que lo enmarcan.
De hecho, es precisamente porque el punto no posee área propia que puede definir y cuantificar las áreas que se relacionan con él.
Esto es ejemplificado por el centro del círculo.
Un “mero” punto, el centro no ocupa nada del área del círculo; pero es él el que hace que el círculo sea un círculo. El radio se extiende de éste, el diámetro rota a su alrededor, la circunferencia es dibujada en relación con él; virtualmente cada aspecto y característica del círculo se deriva del punto en el que se centra.
Para comprender la semana – el ciclo que el Creador selló en la fibra misma del tiempo – debemos percibirla como un círculo.
La superficie exterior de este círculo (su “circunferencia”) son los seis días laborales, días que son lapsos de tiempo, extensiones de progresión y cambio. El centro del círculo es el Shabat.