¿El Judaísmo es un culto?

Pregunta:

Me encontré con una vieja compañera. Está estudiando en un seminario, y ahora es religiosa. Después de hablar con ella durante unos cinco segundos, sentí que le habían lavado el cerebro. La forma en que hablaba era como si estuviera inmersa en un culto. No tengo nada en contra de la religión, ¿pero acaso el judaísmo religioso es una secta?

Respuesta:

Si bien no es un culto, incluso el judaísmo a veces puede ser usado de maneras que son inquietantemente similares a cómo las personas se comportan en una secta. ¿Cuál es la diferencia entre una secta y una religión? La mayoría de la gente define el término “culto” tan vagamente, que cualquier persona con opiniones fuertes podría ser clasificada como seguidora de un culto.

La mejor definición que he oído es esta:

La religión es un movimiento en el que las personas se encuentran; una secta es un movimiento en el que las personas se pierden.

Un culto secuestra tu identidad y te convierte en alguien que no eres. Una verdadera religión debe mejorar y profundizar en tu identidad, para que des lo mejor de ti.

Las personas que se encuentran con la religión pasan por cambios. Aprenden a explorar partes de su personalidad que no sabían que existían. Como resultado, a menudo vuelven a evaluarse a sí mismos y a sus vidas. Todo crecimiento es acompañado con algún trastorno e inestabilidad, por lo que puede pasar por un corto período de tiempo, en el que parece un poco extraño a sus amigos y familiares. Incluso pueden misionar un poco, y tratar de “convertir” a todos a su alrededor. Lo que sucede es que quieren compartir su inspiración renovada con sus seres queridos. Esto es normal, y la familia debe tratar de ser paciente.

Sin embargo, si empiezan a convertirse en otra persona y parecen irreconocibles, entonces puede haber motivo de preocupación. Si pierden su personalidad, su sentido del humor, su interés por los demás, o su capacidad de pensar, pueden haberse perdido. Si estos síntomas persisten, pedir ayuda rabínica. Es posible que hayan sido víctimas de un culto, o se utiliza la religión como culto.

El culto demanda saltar sin cuestionamientos. Pero cuando se hace estos cambios repentinos, la persona desaparece. Este no es el camino judío. El Judaísmo alienta el cuestionamiento, incluso el escepticismo honesto. El desarrollo espiritual judío se hace poco a poco y con reflexión. De esa manera los cambios serán reales, ya que se integran y armonizan con la personalidad en lugar de abrumarla.

Dale a tu amiga un poco de tiempo. Si es de hecho un lavado de cerebro, probablemente no va a durar, saldrá tan rápido como entró. El juda- ísmo no puede ser utilizado como un culto. Pero lo más probable es que si se depositan en un medio equilibrado, su viejo yo regrese de nuevo, pero con una profundidad y dirección que nunca había tenido. A veces hay que perderse un poco para encontrarse de nuevo.

* Por Aron Moss

¡Fuego!

Todavía no he caído en la tentación de quemar una escuela, ni siquiera persigo los camiones de bomberos, pero admito que tengo una fascinación con el fuego.

No se por qué, pero las llamas bailarinas, la interacción de diferentes matices sutiles de luz y el calor que se produce cuando la leña arde lentamente, siempre me ha encantado.

Ciertamente  elegí la religión con suficientes puntos de venta para satisfacer mi atracción. ¿Cuántas de nuestras festividades y observancias se llevan a cabo alrededor de una flameante llama?

De entrada puedo pensar en las velas de Shabat, viernes a la noche. El servicio de Havdalá que marca la conclusión de Shabat, Janucá, las fogatas de Lag Balmer y la quema del jametz- todo lo que leuda- antes de Pesaj, sin mencionar el horneado de la Matzá, el encendido de las velas la noche antes a un Brit milá, y cargar las velas en la Jupá.

Aparentemente hay una conocida condición psicológica, Trastorno Afectivo Estacional (TAE), en donde la gente se deprime en invierno dado a la falta de luz solar. La presencia de luz y fuego en todo su esplendor, calor y belleza influencian directamente sobre nuestros sentimientos, salud y alegría.

En la Torá leemos sobre el mandamiento Divino al Sumo Sacerdote de encender el candelabro de siete brazos. El Templo era la fuente del esplendor e iluminación para el mundo físico, y la responsabilidad del sacerdote era encender estas llamas de gloria, y por lo tanto, iluminar el universo.

Tenemos una misión similar en nuestras peleas diarias en este mundo pesimista: transmitir el fulgor de Di-s de dentro de nosotros, iluminar nuestro alrededor e iluminar las vidas de nuestras familias, amigos y compañeros.

Aaron fue encargado de encender las mechas “hasta que las llamas ardan por si mismas”. Como cualquiera que haya luchado con una parrilla a carbón o trabajado para encender una fogata sin kerosén pueda testimoniar, que hay algo más en el encendido que simplemente sostener un fósforo cerca del combustible. Lleva su tiempo encontrar el lugar indicado, determinación para mantener el encendedor quito hasta que se prenda fuego y a veces hay que intentarlo varias veces (usar quizá media docena de fósforos) para garantizar que se propaguen las llamas. Una vez que se haya encendido correctamente, el nuevo fuego es incomparablemente más poderoso y útil que el fósforo insignificante que había sido encendido al principio.

No es fácil alcanzar a otros. A veces nos sentimos con vergüenza o extraños, preocupados por si interferimos, y no muy convencidos de que nuestra habilidad sea de utilidad. Es mucho más fácil esconderse en nuestro pequeño rincón y dejar que el mundo se cuide por sí mismo.

o podemos, no debemos. El efecto exponencial de inspirar a otros, el bien que se engendra y la inspiración afectada tienen consecuencias tan poderosas, que abnegar nuestras responsabilidades nos condenaría tanto a nosotros como a los otros, a una experiencia estéril y congelada.

Por Elisha Greenbaum

 

El judío agradecido

Quizás le sorprenda saber que la palabra “judío” no aparece en los Cinco Libros de Moshe.
La Torá se refiere a nuestro pueblo como los Hijos de Israel, porque somos hijos de Iaakov, a quien se le dio el nombre adicional “Israel”.
Israel engendró doce hijos, que llegaron a ser las doce tribus de Israel.

El nombre “judío” proviene del nombre “Iehudá”, que significa “agradecimiento”.

Iehudá fue el cuarto hijo de Iaakov y su esposa Lea.
Como leemos en la parshá de esta semana: “Y ella concibió de nuevo y dio a luz un hijo, y dijo: ‘¡Esta vez agradeceré [ode] al Señor!’ Por eso, lo llamó Iehudá.
¿Por qué todos los judíos reciben el nombre de una sola de las tribus, Iehudá? ¿Qué tiene la acción de gracias que captura la esencia de los Hijos de Israel?

A menudo miramos a nuestro alrededor y nos preguntamos por qué algunas personas que nos rodean son tan desagradecidas.
¿Por qué nuestros hijos no aprecian todo lo que hacemos por ellos? ¿Por qué nuestro cónyuge no muestra gratitud? ¿Por qué nuestros compañeros de trabajo nos dan por sentado?


Para entender por qué el sentimiento de gratitud es tan difícil de alcanzar, debemos examinar la palabra hebrea para “gratitud”, hodaa, la raíz del nombre Iehuudá.
Hodaa también significa “reconocer”, como reconocer que la opinión de otra persona es correcta.

¿Por qué estas dos ideas aparentemente distintas, agradecimiento y reconocimiento, comparten la misma palabra? ¿Qué conexión comparten?
La respuesta es que la clave para estar agradecido es reconocer la perspectiva del otro.
Para ilustrar: una madre hace mucho por su hijo, pero ¿el niño lo aprecia?
El niño puede dar por sentado el esfuerzo de la madre, pensando que ella está haciendo lo que se supone que debe hacer como madre.
Al fin y al cabo, argumenta, ¿no es éste su trabajo?

La única manera en que el niño pueda sentirse genuinamente agradecido es si adopta su perspectiva, si apreciatodos sus sacrificios y todo el tiempo que ella le dedica con amor.
Lo mismo ocurre con el cónyuge. Podemos agradecerle por un acto de bondad.
Pero para sentirnos verdaderamente agradecidos, debemos ver el panorama desde la perspectiva de nuestro cónyuge.

Necesitamos apreciar todo el pensamiento, sentimiento y energía que se invirtió en este acto. Sólo cuando reconocemos y apreciamos el punto de vista del otro –hodaa– podemos decir toda, “gracias”.
Ser judío es poseer la capacidad de ver más allá de lo obvio, de reconocer la perspectiva del otro.
Ser judío es experimentar el dolor de los demás, así como regocijarse en su felicidad como si fuera la nuestra.
Ser judío es reconocer y aceptar la perspectiva de esperanza y alegría incluso en medio de grandes dificultades.
Existe una disputa constante y de larga data entre la creación y el Creador.

Nuestra perspectiva es que nuestra vida, salud y éxito se deben a nuestros esfuerzos independientes, y que al
único que debemos agradecer es a nosotros.
Sin embargo, desde la perspectiva de Di‐s, el Universo entero está siendo creado en todo momento por la palabra de Di‐s.

Desde Su perspectiva, la única realidad verdadera es la vitalidad Divina dentro de cada ser creado.
El judío tiene la responsabilidad de ver el mundo desde la perspectiva de Di‐s, de cultivar un punto de vista que se
centre en lo espiritual más que en lo físico.
El iehudi posee el don del reconocimiento y, por lo tanto, puede experimentar un genuino agradecimiento.

Las tres señales del pueblo judío

“Pues ordena a sus hijos y a su casa que le sigue, que cuiden el camino de Hashem, de hacer Tzedaká (caridad) y justicia”. (Bereshit 18:19)

Abraham el Patriarca, se destacó notoriamente con la cualidad de la benevolencia. Esta cualidad no se limitó solo a su persona, sino que a través suyo se transmitió como herencia a su descendencia. Así lo dice el texto en nuestra Parshá: “Puesto que lo reconocí con un amor especial pues ordena a sus hijos y a su casa que le sigue, que cuiden el camino de Hashem de hacer Tzedaká y justicia”(1).

Vemos que Abraham dio en herencia a sus descendientes la cualidad de la benevolencia.

La benevolencia es una de las tres señales identificatorias del pueblo judío. La Guemará(2) dice: “Esta nación posee tres señales – son compasivos, recatados y benevolentes… y todo aquel que posee estas tres características es apto de ser parte de esta nación”.

SEÑALES ¿DE QUE?

El término ‘señal’ significa que las cualidades en cuestión sirven como señal de otra cosa, es decir del carácter principal y esencial del pueblo de Israel. ¿Cuál es esa característica de la cual estas son sus señales?. Es la cualidad de la anulación personal. El judío, en su esencia, siente anulación frente al Altísimo, tal cual dijo Abraham el Patriarca: “Yo soy polvo y ceniza”(3).

A partir de esta anulación surgen las características indicativas –señales- de la misma: el judío es vergonzoso, compasivo y benevolente. Esta es la secuencia(4) del funcionamiento del judío: el pudor – es una naturaleza del alma, la compasión – es un sentimiento del corazón, y la benevolencia – es la acción concreta de practicar la bondad. El pudor es la expresión abierta de la anulación interior, por eso es la primer señal. Es la que causa que el judío sea compasivo, y esta compasión, a su vez, le mueve a actuar con bondad.

LA BONDAD HUMANA

En este punto radica la singularidad del pueblo judío. Los humanos como humanos practicamos la bondad, pero esta no proviene necesariamente de la anulación personal, sino lo contrario, como consecuencia del ego.

El orgullo incluso puede a veces despertar sentimientos de compasión. Siendo que uno se concibe como importante ve al prójimo como alguien inferior que despierta compasión. Incluso uno puede disfrutar, a título personal, el sentir grandeza como consecuencia de su compasión y bondad con el sufriente.

COMPASIÓN Y PUDOR 

La bondad que se espera del judío, en su carácter de nación santa, es la que surge del sentimiento de autoanulación, como se dijo antes. Esta anulación personal es consecuencia de la conciencia de la presencia Divina, y la subordinación total al Altísimo. Cuando se deja de estar concentrado en sí mismo – por la subordinación de Hashem – entonces se  siente al otro y se compadece de él, haciéndolo con humildad total.

Generalmente esta es la secuencia. A partir del pudor se llega a la compasión y de la compasión a la conducta benevolente.

Pero también está el caso opuesto(5), cuando la compasión específicamente es la que permite que el judío logre el pudor.

El judío es consciente que el hecho mismo de que su compañero sea el pobre y él el rico es para privilegiarlo con la mitzvá de la caridad Tzedaká -. Si no fuera así, ¿por qué el Altísimo, quien alimenta y sostiene a todo, causó una situación donde él sea el rico y su semejante el pobre?

Es sólo debido a que Hashem quiso que la manutención de su compañero llegue específicamente a través suyo, por medio de la Tzedaká y la benevolencia que practicará  con él.

Pero esta conciencia genera gran vergüenza, puesto que ¡para que él sea meritorio de practicar caridad, su compañero debe sufrir pobreza y privación!. Resulta entonces que justamente como consecuencia de su compasión por su compañero pobre, se despierte en él una gran vergüenza interior y una profunda autoanulación.

(Likutei Sijot Tomo 30 Pág.61)

Notas: 1.Nuestra Parasha 18,19 2.Iebamot 79,a 3.Nuestra Parshá 18,27 4.En el orden que el Rambam cita estas tres cualidades (leyes de relaciones prohibidas Cáp.19 ley 17). 5.En el orden citado en el Talmud (de la nota 2)

La historia del monoteísmo

Basado en las enseñanzas del Rebe de Lubavitch

La esencia del Judaísmo, es la creencia en un solo Di-s. De hecho, todas los credos monoteístas tienen su origen en Abraham, el descubridor (o el re descubridor) de esta verdad.

La creencia Judía en Di-s es expresada en los dos primeros de los Diez Mandamientos. El primero, afirma la verdad de Su existencia. El segundo es un complemento negativo del primero (no idolatrar). La idolatría no es necesariamente una falta de fe en Di-s, de hecho, el Segundo Mandamiento comienza diciendo: “No tendrás otros dioses frente a Mí…”. Sino más bien, la idolatría también incluye cualquier negación a la unidad de Di-s, su absoluta singularidad, unidad y exclusividad de ser. Adjudicarle cualquier división o compartimiento al ser Divino, o creer que Di-s tiene un compañero o intermediarios en Su creación y en la subsistencia del Universo, es transgredir la prohibición de idolatría.

Los detalles de las leyes de idolatría, son descriptos por Maimónides en su Mishné Torá, en una sección del doceavo capítulo titulada Leyes Concernientes a la Idolatría y sus Costumbres. Aquí, Maimónides define qué es idolatría y examina varias formas de idolatrar y sus prácticas, las penalidad que acarrean, el status de un idólatra, etc.

En el primer capítulo de las Leyes Concernientes a la Idolatría, Maimónides cuenta la historia del reconocimiento del hombre de la verdad de Un solo Di-s. Originalmente, el hombre conocía a su Creador; pero en la “generación de Enosh (el nieto de Adam), la humanidad erró gravemente, y el conocimiento de aquellas generaciones de hombres sabios fue confundida; Enosh mismo estaba entre aquellos que habían errado. Su error yacía en lo que ellos creían que era placentero para Di-s, si ellos veneraban las fuerzas de la naturaleza que Le servían, como un rey que desea que sus ministros y sirvientes sean venerados. Pronto, comenzaron a erigir templos y altares para el Sol y las estrellas, ofreciéndoles sacrificios e himnos de alabanzas, creyendo que todo esto era el deseo de Di-s.

Sobre generaciones posteriores, Maimónides continúa diciendo: “se levantaron falsos profetas…y otros charlatanes que clamaban haber recibido comunicaciones de varios cuerpos celestiales sobre cómo deben servirse y cuáles imágenes los representan. Al pasar los años, el impresionante y venerable nombre de Di-s fue olvidado de los labios y mentes de la humanidad; ya no eran más conscientes de Él. El hombre común sólo sabía de imágenes de madera o de piedra en sus templos, a los cuales se les había instruido desde la niñez a prosternarse y a servirles; los más sabios entre ellos creían en las estrellas y constelaciones que estas imágenes representaban; pero ninguno reconocía ni conocía al Creador excepto aquellos raros individuos como Enoj, Metushelaj, Noaj, Shem y Ever. Y así era el mundo hasta que el pilar del universo, nuestro padre Abraham, nació.

Ya de pequeño, la mente de Abraham comenzó a buscar y a preguntarse: ¿Cómo orbitan los cuerpos celestiales sin una fuerza motora? ¿Quién los mueve? ¡No pueden moverse por ellos mismos! Inmerso entre los tontos idólatras de Ur Casdim, no había nadie quien le enseñara; su padre, madre y gente de la casa, y él entre ellos, eran idólatras. Pero su corazón buscó, y llegó a la conclusión que hay un Di-s…que creó a todo y que en toda la existencia, no hay nadie más que Él. Llegó a la conclusión que todo el mundo estaba errado…

“A la edad de cuarenta, Abraham reconoció a su Creador…Comenzó a debatir con la gente de Ur Casdim…Destruyó ídolos, y comenzó a enseñarle a la gente que sólo es apropiado servirle a un Di-s… Continuó haciendo llamar la atención del mundo, enseñando que solo existe un Di-s en todo el Universo, y que a Él solo hay que servirle. Portó el mensaje de ciudad en ciudad, de reino a reino…Muchos se unieron para hacerle preguntas sobre el tema, y él les explicaba de acuerdo a su entendimiento hasta que les terminaba mostrando el camino de la verdad. Cientos y luego cientos de miles se unieron a él…y él implantó este gran principio en sus corazones y escribió varios libros sobre esto. Luego del fallecimiento de Abraham, Itzjak, y luego Iaakov siguieron con su trabajo, hasta los descendientes de Iaakov, y aquellos que se les unieron, formaron una nación que conocían a Di-s.

“Sin embargo, cuando la gente de Israel moró en Egipto por muchos años, volvieron a aprender del comportamiento de los egipcios y a idolatrar ídolos con ellos…solo un poco más, y el gran principio implantado por Abraham hubiese sido olvidado, y los descendientes de Iaakov hubieran vuelto al error de la humanidad y a sus formas de vidas corruptas. Pero por el amor de Di-s hacia nosotros, y Su cumplimiento de la promesa que le hizo a Abraham… Di-s eligió a Israel como Suyo, coronándolos con las Mitzvot (preceptos), e instruyéndoles el camino en el cual deben servirLo, y las leyes concernientes a la idolatría y aquellos que las transgreden”

La Historia como Ley

Así Maimónides concluye el primer capítulo de las Leyes Concernientes a la Idolatría. En los siguientes once capítulos, el procede a enumerar las leyes particulares de la “idolatría y aquellos que idolatran”.

El Mishne Torá es una obra puramente Halájica, o legal. Hay raras ocasiones en las que Maimónides cuenta algún hecho histórico o alguna inspiración filosófica, y siempre se revela que en estos casos, si los estudiamos más minuciosamente, terminan siendo un punto de instrucción legal. Lo mismo es cierto con el primer capítulo que hemos resumido anteriormente: cada detalle de esta historia es una Halajá (ley judía), un componente crucial de la prohibición de la Torá sobre la idolatría.

El primer punto de Maimónides es que la idolatría no es un pecado religioso sino también un error racional. La generación de Enosh “erró gravemente y la sabiduría de la generación de hombres sabios fue confundida”, la humanidad fue engañada por falsos profetas y charlatanes. Abraham llegó a la conclusión de la verdad sobre la unidad de Di-s, no por revelación Divina ni por poderes sobrenaturales, sino que por el proceso de que “su mente comenzó a buscar y a indagar…hasta que comprendió la verdad y entendió el camino correcto por su sentido común”. Consiguió adherentes a su fe no por obrar maravillas ni profesar el nombre de Di-s, sino por medio de explicarle a cada uno de acuerdo a su entendimiento, hasta que les terminó mostrando el camino de la verdad. Maimónides no menciona todas las revelaciones de Di-s a Abraham, tampoco menciona a todos los profetas y milagros que acompañaron en el desarrollo de la nación que conocía a Di-s en sus primeros años. Ya que, aunque ellos no hubiesen estado, el hombre podía haber reconocido la unidad de Di-s de todas maneras, y se hubiera esperado de ellos que así hicieran. La idolatría es irracional; el hombre, usando nada más que su capacidad para razonar, puede discernir entre su falacia y descubrir la verdad.

Por el otro lado, cerca del final del relato histórico, Maimónides remarca el punto opuesto: sin la intervención Divina, la fe fundada por Abraham no hubiera sobrevivido.

El razonamiento humano no es suficiente. Puede exponer falacias, descubrir la verdad, transformar una vida, convencer a miles, y fundar una nación. Pero es sólo tan fuerte como el ser humano que lo realiza. Puede ser distorsionado por los tormentos de la vida: rompe a la persona, y habrás invalidado sus ideas. El exilio y las dificultades que han experimentado los Israelitas en Egipto, casi destruyó una nación que creía en Di-s. Si Di-s no se hubiera revelado a nosotros en el Sinai, el gran principio implantado por Abraham, hubiera desaparecido.

Mente y Más

En el primer capítulo de las Leyes Concernientes a la Idolatría, Maimónides nos está instruyendo cómo se observa el precepto de “No tendrás otros dioses frente a Mí”.

No es suficiente decir: “Di-s se nos reveló a nosotros en el Sinai y nos dijo que no hay otras deidades o fuerzas que son compañeras de Su ser y Su régimen sobre el universo. Así que yo sé que es así. Si Él lo hubiese dicho, me hubiera bastado: la lógica de la verdad es irrelevante”. No, dice Maimónides. El Segundo Mandamiento obliga al judío a que su mente, no solo sus convicciones, debe negar la posibilidad de otros dioses. No debe solamente aceptar que esto es así, sino que debe comprender, racionalmente, que no puede ser de otra manera. Cada judío está obligado a desarrollar un reconocimiento de la verdad Divina adquirida por Abraham: un reconocimiento tan absoluto que pueda implementar una doctrina universal y convencer a que miles de personas transformen sus vidas.

Por el otro lado, una persona puede tomar esto para el otro extremo y decir: “La unidad de Di-s no es un tema de fe, es un hecho. La naturaleza de la realidad lo atestigua; yo puedo demostrárselo a cualquiera. Es la revelación en el Sinai lo que es irrelevante. El monoteísmo es una verdad racional, apoyada por irrefutables argumentos”.

Esto puede ser posible, dice Maimónides, pero la negación del judío de otros dioses es más que una filosofía irrefutable. Es una fe implantada en la esencia de nuestras almas, que perdura aún cuando la lógica cesa de funcionar y la razón es considerada impotente. Para creer de verdad, uno debe comprender, pero la comprensión sola, es una sombra mortal de la fe inmortal. La filosofía de la fe de Abraham, apenas sobrevivió a Egipto; la fe supra racional que conseguimos en el Sinai, en donde Di-s eligió a Israel como Suyo, coronándolos con los preceptos, e instruyéndoles la forma en la cual debemos servirLo, ha sobrevivido a cientos de Egiptos y a cada locura de la historia.

Shabat Teshuvá.

Este Shabat se conoce con dos nombres: Shabat Shuvá y Shabat Teshuvá.

El nombre Shabat proviene de las palabras iniciales de la Haftará de esta semana: “Shuva Israel ‐ Regresa, oh Israel”.

El segundo nombre, Shabat Teshuvá, se deriva del hecho de que este Shabat cae en medio de Aseret Iemei Teshuvá, los Diez Días de Arrepentimiento. Este nombre también está asociado con la Haftará, ya que su tema central es el regreso a Di‐s.

Los dos nombres de este Shabat revelan una lección oportuna. La frase “Shuva ‐ Regreso” es gramaticalmente una orden. Di‐s nos ordena regresar a Él en arrepentimiento.

Teshuvá, por el contrario, es un sustantivo que denota la acción misma, el retorno real a Di‐s.

La palabra “Shuva” se relaciona más con Aquel que da la orden que con la persona a la que se dirige.

Implica una situación en la que la orden ya ha sido emitida, pero aún no ejecutada. La orden en sí imparte cierta fuerza, pero no garantiza que necesariamente se cumplirá en el futuro.

“Teshuvá”, por otro lado, implica que la acción ya se ha realizado, es decir, que la Teshuvá ya se ha realizado. Pero si ese fuera el caso, ¿por qué seguiríamos refiriéndonos a este Shabat como Shabat Teshuvá?

La respuesta es que el acto de Teshuvá consiste tanto en la orden de regresar a Di‐s como en su posterior implementación.
Shuvá nos enseña que incluso después de que un judío haya hecho teshuvá, todavía necesita trabajar en sí mismo.

No importa cuánta Teshuvá haya hecho una persona, siempre es posible elevarse más; de ahí la directiva: “Vuélvete, oh Israel, al Señor tu Di‐s”.
Así se entiende que siempre hay margen de mejora, para un nivel de Teshuvá aún más profundo e infinito, ya que Di‐s mismo es Infi nito y sin limitaciones.

Ésta, entonces, es la lección de Shabat Shuvá: un judío nunca debe contentarse con los logros espirituales que ya haya alcanzado.
Nunca debe pensar que, por haber trabajado en sí mismo durante toda una semana, ahora tiene derecho a “descansar” porque es Shabat.

¡No, hoy es Shabat Shuvá! Incluso después de haber hecho Teshuvá, se requiere más trabajo. Porque el servicio de Teshuvá es continuo y sin fin.

Adaptado de Hitvaaduiot 5744, Volumen

La plegaria del Shemá

La plegaria judía más famosa, es el Shemá.

El Shemá forma parte de las oraciones de la mañana y de la tarde. Recita el Shemá, aunque no vayas a recitar las oraciones.

Cuando:

“Cuando te acuestes, y cuando te levantes” — Deuteronomio 6:7 .

Mañana : Durante el primer cuarto del día, a partir de cuando hay suficiente luz para reconocer a un conocido casual a corta distancia. Noche: desde que aparecen las estrellas hasta el amanecer, aunque preferiblemente antes de medianoche.

Cómo:

Di el Shemá en tu lengua vernácula si no entiendes hebreo. Asegúrese de que su entorno sea limpio y modesto, y asegúrese de articular y enunciar cuidadosamente cada palabra. No permita interrupciones durante la oración. Cúbrete los ojos con la mano derecha mientras dices el primer verso, para así bloquear los estímulos externos que te distraigan. Recita el verso en voz alta por la misma razón. Lo ideal es que los hombres usen talit y tefilín.

Fuente

Cuando se recita el Shemá, se debe hacerlo con temblor, concentración, reverencia y admiración, como suele hacerse cuando se lee una nueva comunicación emitida por el rey.
El mensaje del Shemá debe considerarse siempre valioso, como un mensaje nuevo cada día, no como un mensaje viejo que se ha vuelto obsoleto

La frase central en la primera línea del Shemá es “Di-s es Uno”.

El Talmud habla sobre “alargar” la manera en la que uno dice “Uno”: “Ejad”. Quien alarga la palabra “Ejad”, entonces sus días y años también se alargarán. Las enseñanzas Jasídicas explican, que “alargar”, significa pensar y meditar el significado interno del mundo. 

La idea de “Di-s es Uno” significa que no solo hay un Di-s, sino que Di-s y toda la creación son una cosa. No hay nada aparte de Di-s. Nada existe fuera de Él; cada cosa que percibimos, cada partícula de existencia, no es sino una manifestación de Di-s.

Por este motivo, cualquier cosa en el Universo está totalmente dependiente de Di-s en cada momento. Di-s creó el Universo hace mucho tiempo, pero también lo mantiene existiendo continuamente. Los Sabios hablan sobre una energía que emana de la esencia infinita de Di-s, que hace que el Universo exista. Si Él cesa de dar esta fuerza viviente al mundo, dejaría de existir. Maimónides dice: Di-s puede existir sin el mundo, pero el mundo no puede existir sin Di-s. Con este concepto en mente, es que uno declara el Shemá con todo su ser.

Unidad
Las letras Hebreas tienen un valor numérico, que nos ayuda a comprender el significado de la Torá y de sus plegarias.
La palabra “Uno” en el Shemá, “Ejad”, se forma con tres letras: Alef, Jet, Daled.
Alef, que tiene el valor numérico de “uno”, se refiere a Di-s Mismo. Jet, cuyo valor numérico es “ocho”, se refiere a los siete cielos y la tierra, o sea, “arriba” y “abajo”, el plano vertical, e incluyendo todas las dimensiones espirituales. La tercer letra es Daled, cuyo valor numérico es “cuatro”, que denota las cuatro direcciones del plano horizontal: norte, sur, este, oeste.

Ahora podemos entender lo que quiere decir el Talmud al decir “alargar” la manera en la que decimos “Ejad”. 

Significa, pensar sobre el significado del mundo: que el mundo y todas sus dimensiones, ya sea la física y la espiritual, y el mundo entero y el Universo físico entero, todo es una expresión de la unidad infinita de Di-s.
El pueblo Judío en sí mismo es descrito como “Ejad”, “Una nación en el mundo”. Esto implica, no solo que somos únicos en el mundo, sino que somos una nación que comunica a toda la humanidad el concepto de la unidad de Di-s. Más aún, al mantener los mandamientos de Di-s en nuestra vida diaria, traemos la Unidad Divina a este mundo, dentro de cada detalle de nuestra existencia física.

Como dice el Talmud, Di-s nos premia otorgándonos largos y plenos días y años.

 

Por Tali Loewenthal

Antes de comenzar a leer el Shemá, uno debe tomarse un momento para reflexionar que ahora va a cumplir el mandamiento de Di-s.  Además , uno debe concentrarse en el significado de las palabras del Shemá, al menos mientras recita el versículo del Shemá. Si uno no se concentró en el significado de las palabras de este versículo, debe repetirlo.

Uno debe cubrirse los ojos con su mano derecha mientras dice el verso del Shemá para reducir las distracciones y mejorar la concentración. Por la misma razón, el primer verso debe decirse en voz alta. 

Hay una mitzvá en la Torá —de hecho, en el mismo texto del Shemá— de recitar el Shemá dos veces al día: “Y hablarás de ellas… cuando te acuestes y cuando te levantes”. 

Los sabios explican que esto significa que debemos recitar el Shemá todas las mañanas y todas las noches.

El Talmud explica que uno debe recitar el Shemá antes de ir a dormir, de modo de irse a dormir con palabras de la Torá en sus labios.

Birkat Hagomel

  • Hay cuatro categorías de personas que necesitan agradecer a Di‐s por la bondad que ha hecho por ellos con la “Bendición de Acción de Gracias” (Birkat HaGomel1):
    a) Aquel que ha cruzado el océano (un viaje en avión al extranjero, etc.)
    b) El que ha cruzado el desierto
    c) Alguien que se recuperó de una enfermedad muy grave
    d) El que salió de prisión.
  • Se incluyen en la categoría de desierto todas las demás situaciones de peligro para la vida de las que uno se salva, como el derrumbe de un muro sobre él, ladrones, accidentes automovilísticos, etc.
    Uno dice la bendición al llegar a su destino (cruce del desierto o del océano) incluso si el viaje transcurrió sin incidentes y sin experimentar ninguna situación de peligro.
  • Si uno hace algunas escalas a lo largo de su viaje, como escalas en puertos o aterrizajes en aeropuertos, incluso si no continúa en la siguiente etapa de su viaje por uno o dos días más, no pronuncia la bendición hasta que llega a su final destino.
  • Quien regresa de su viaje ese mismo día o el siguiente, debe decir la bendición sólo al regreso.
  • Si uno experimentó más de uno de los anteriores al mismo tiempo, requiriendo que la bendición se diga unas pocas veces, solo la dice una vez por todas.
  • No decimos la bendición cuando volamos solo sobre tierra.
  • Si hubo algún percance durante el viaje del que uno se salvó, entonces todos están de acuerdo en que se debe decir la bendición, aunque en circunstancias normales no sería necesario decirla.

El judaísmo y la donación de órganos


Ell Judaísmo considera la vida sagrada. Por esta razón, donando un órgano para salvar una vida es el acto más alto de virtud. Pero a veces, precisamente porque la vida es sagrada, la donación de órganos es problemática.

La ley judía distingue entre órganos donados durante la vida y donación del órgano después de la muerte. Mientras se está vivo, donar un órgano sin el que se puede vivir, como un riñón, o médula ósea o sangre para salvar o mejorar otra vida es uno de los más grandes actos que se podría realizar.

En la teoría, lo mismo debe aplicarse a los órganos donados después de la muerte. Siendo que salvar vidas está por encima de casi todo, la oportunidad de hacerlo después de la muerte no sólo debería ser aceptable sino incluso obligatorio.

Pero en la práctica, esto presenta una preocupación mucho más seria. Para ser utilizable en un trasplante, la mayoría de los órganos tienen que ser quitados mientras el corazón todavía está latiendo. Pero la ley judía mantiene que si el corazón todavía funciona, la persona está viva. El momento de muerte se define cuando el corazón se detiene. Así que quitar los órganos de un paciente declarado con muerte cerebral mientras el corazón todavía está latiendo, es equivalente al homicidio.

Mientras el mundo médico y legal ha aceptado la muerte cerebral como una nueva definición de muerte, la inmensa mayoría de expertos en la ley judía no. Manosear la definición de muerte es empezar un camino que puede llevar a problemas éticos mayores. Esta es una pregunta de vida y muerte. Necesitamos de una sabiduría más elevada para guiarnos. No quisiera tener que decidir lo que es correcto o incorrecto basado en mi propia opinión subjetiva y sentimientos.

Agradezco a Di‐s que tenemos la Torá para darnos claridad en estos difíciles problemas

La Sinagoga

Una sinagoga (שׁוּל) ( shul ) es un lugar de culto judío. Además de albergar un santuario para los servicios, las sinagogas sirven como punto central de la vida judía. Conocida en hebreo como beit knesset (בֵּית כְּנֶסֶת), “casa de reunión”, la sinagoga se puede encontrar prácticamente en cualquier lugar donde haya judíos y ha estado en uso desde el exilio babilónico.

¿Qué significa sinagoga?

La palabra “sinagoga” es el paralelo griego del término hebreo beit knesset, “casa de reunión”. También se la conoce como shul, una palabra yiddish relacionada con la palabra inglesa “escuela”, llamada así porque allí también se estudia la Torá. Se pueden encontrar sinagogas prácticamente en cualquier lugar donde haya judíos y han estado en uso desde el exilio babilónico.

¿Cómo es una sinagoga?

Las dimensiones exactas de una sinagoga varían, lo que refleja la cultura, las necesidades, los medios y los gustos de quienes la construyeron y la utilizan. Sin embargo, por lo general se puede esperar que tenga sillas (o bancos) dispuestos de tal manera que los fieles estén orientados hacia Jerusalem , que alguna vez fue el sitio del Templo Sagrado y el lugar a través del cual todas las oraciones ascienden a Di-s.

El Arca

En la parte delantera del santuario hay un armario llamado aron kodesh (“arca sagrada”), que contiene los rollos de la Torá, los objetos más sagrados del judaísmo. Escritos a mano en letras hebreas sobre pergamino, cada rollo contiene los Cinco Libros de Moisés . Los rollos se guardan en el arca y se sacan solo para leerlos durante los servicios o en otras ocasiones especiales.

El tamaño exacto y la apariencia de las arcas varían mucho, sin embargo, la mayoría de ellas tienen puertas y una cortina ornamentada ( parochet ), que se abren en puntos clave durante la oración.

Ner Tamid

En muchas sinagogas hay una luz eterna ( ner tamid ), situada encima del arca. La llama (o bombilla) es un símbolo de la “lámpara occidental”, que brillaba continuamente en el Santo Templo de Jerusalem .

La Bimá

Tradicionalmente, en el centro del santuario y mirando hacia el frente de la sala se encuentra la bimá (“plataforma”), la mesa desde la que se lee la Torá. A menudo (pero no siempre) está cubierta por un paño y colocada sobre un escenario elevado.

Amud

Las oraciones se realizan desde el frente de la sala. Generalmente hay un atril, llamado amud (literalmente, “columna”), sobre el cual el líder (que también mira hacia el frente) puede colocar su libro de oraciones.

La cortina del arca, así como las telas que cubren la bimá y el amud pueden ser de cualquier color. Sin embargo, durante las Altas Fiestas, generalmente se usan telas blancas, que reflejan santidad, pureza y perdón, todos los temas de la temporada.

En la tradición judía, los hombres y las mujeres se sientan separados durante las oraciones. En muchas sinagogas (antiguas), los asientos para las mujeres están en una galería sobre el santuario. Sin embargo, es más común que los hombres y las mujeres se sienten al mismo nivel con una mechitzah (“división”) entre ellos.

El rabino: El rabino de la sinagoga es el guía espiritual de la congregación. En muchas comunidades, el rabino también pronuncia un sermón en las mañanas de Shabat y de los días festivos y en otras ocasiones especiales.

La Rebetzin : En muchas congregaciones, la esposa del rabino asume un papel de liderazgo cuasi oficial, guiando, enseñando y liderando.

El Jazán (Cantor): La mayoría de las oraciones son dirigidas por un miembro de la congregación. Se considera un honor dirigir la oración de la congregación. En muchas congregaciones hay un cantor especialmente designado que dirige las oraciones en Shabat y en días festivos.

El Gabbai : A menudo traducido como “guardián”, el gabbai (o gabba’im en plural) ayuda a mantener las cosas organizadas y funcionando sin problemas. Durante la lectura de la Torá, el gabba’im llama a la gente a la bimá para las lecturas ( aliá ) y distribuye otros honores.

Tú: Así es. Cada judío es importante y todos contribuimos al conjunto. Ya sea que sepas leer hebreo o no, eres parte integral de la congregación.

¿Cuándo asiste la gente a la sinagoga?

La oración judía se lleva a cabo tres veces al día: mañana, tarde y noche. Los servicios de la tarde y la noche suelen celebrarse uno tras otro. En Shabat, los servicios son algo más largos y suelen ser más concurridos.

Muchas personas asisten a la sinagoga para otros eventos importantes del ciclo de la vida, como:

  1. La circuncisión, también conocida como brit (o bris ) , suele celebrarse en una sinagoga. 
  2. Un Bar Mitzvah , la celebración del cumpleaños número 13 de un hombre judío.
  3. Un aufruf , la celebración del Shabat antes de una boda. 
  4. Tras el fallecimiento de un ser querido, los dolientes acuden a la sinagoga para recitar el Kadish durante los primeros 11 meses y, luego, el año siguiente, en el aniversario del fallecimiento. 

A continuación se presentan algunos de los puntos clave del año en los que muchos visitantes primerizos podrían encontrarse en una sinagoga:

  1. Shabat por la mañana. 
  2. Servicios de Rosh Hashaná , que marcan el inicio de las Altas Fiestas. 
  3. Simjat Torá .