Llanto Injustificado

Cuando los espías que Moshé envió para inspeccionar la Tierra de Israel regresaron al campamento judío en el desierto de Paran luego de cuarenta días, profirieron calumnias en contra de ella: La tierra por la cual hemos transitado para explorarla es una que devora a sus habitantes (Números 13:32). La gente murmuraba en sus tiendas, diciendo: “¿A dónde somos conducidos? ¡Nuestros hermanos han llenado nuestros corazones de miedo!” Aquel día fue un 8 de Av, víspera de Tishá be Av.

Cayó la noche, y la nación se sintió abatida. Toda la congregación alzó su voz angustiada, y el pueblo lloró aquella noche. Todos los Hijos de Israel protestaron contra Moshé y la congregación entera les dijo: ¡Ojalá hubiésemos muerto en la tierra de Egipto o en este desierto, ojalá hubiésemos muerto! ¿Por qué motivo nos conduce Di-s a esta tierra para perecer por la espada? Nuestras esposas e hijos serán tomados cautivos; ¡es mejor para nosotros que regresemos a Egipto! Cada hombre dijo a su prójimo: Volvamos a Egipto (Números 14:1-5).

Y el pueblo lloró aquella noche — Rabí lojanán enseñó: Era Tishá beAv. Di-s les dijo: “Vosotros lloráis sin razón alguna, y por eso fijaré (este día) como uno de llanto para todas las generaciones futuras (Talmud, Taanit 29b).

Constituían una generación verdaderamente ilustre. Habían visto con sus propios ojos las insignes maravillas, señales y milagros que Di-s obró en Egipto y en el mar. Ante ellos los cielos mismos se abrieron. Habían percibido a Di-s y oído Su voz hablándoles de en medio del fuego. Constituían una generación cuyo alimento provenía de los cielos —el maná— y cuya sed era saciada por agua que brotaba de una roca —la Fuente de Miriam—, en contraste con el resto del mundo, que obtiene su pan de la tierra y su agua de los cielos. Su Rey y Amo había transformado para ellos un desierto yermo en un jardín paradisíaco. Estaban rodeados por las Nubes de Gloria Divina y eran guiados, durante el día, por la nube de Di-s, y por la noche, por Su columna de fuego. Constituían una generación que tenía a Di-s siempre cerca; El moró entre ellos y destruyó a sus enemigos. Estaban en camino a heredar la tierra de sus antepasados, el país que Di-s les había prometido: Observa, Di-s ha puesto la tierra ante ti, asciende y toma posesión… no temas ni te acobardes (Deuteronomio 1:21). Di-s los amaba y perdonó sus pecados, aun cuando muy a menudo se rebelaron en Su contra. El los cargó y transportó como sobre las alas del águila para llevarlos hacia Su legado.

Fue apenas ayer cuando se encontraban de pie ante el Monte Jorev en el desierto del Sinaí, a una distancia de tan sólo once días del desierto de Paran —próximo a su heredad— viajando por Seír —la ruta más corta—. Sin embargo, tomaron el camino más largo, rodeando el monte Seir, y aun así llegaron al lugar en tres días, pues Di-s les acortó el camino.

¿Cuál fue el propósito de todo ello? Por Su gran amor hacia el pueblo de Israel y hacia la Tierra Prometida, Di-s acortó su camino para que de esa forma pudieran ingresar a su heredad más rápido aún. No obstante, esta generación, cuyos deseos, todos, fueron cumplidos, cuando se le dijo asciende y toma posesión de la tierra, perdió toda su fe, abandonó su esperanza, y en lugar de albergar un enorme sentimiento de alegría se sumió en el duelo; en lugar de entonar alabanzas, rompió en llanto. ¿Cómo es posible explicar su comportamiento?

En verdad, hay muchas otras preguntas que pueden plantearse. Los espías que Moshé envió eran héroes espirituales. Su fe era tan sólida que no temían ir por los caminos más peligrosos a fin de explorar la tierra. Eran también físicamente fuertes, capaces de transportar pesadas cargas sobre sus hombros a lo largo de cientos de kilómetros. ¿Por qué se desvanecieron sus corazones y atemorizaron a los del resto del pueblo ante la fortaleza de los habitantes de la tierra a la cual estaban por ingresar? ¿Acaso estos eran más fuertes que los egipcios, ante quienes los mismos reyes canaanitas se sometían, antes de que el pueblo de Israel saliera de Egipto?

Con excepción de Calev ben lefuné y lehoshúa bin Nun (y la tribu de Leví), no hubo un solo hombre en toda la nación que no se uniera a los espías en la queja. La Torá (Números 14:1-2) nos dice: Toda la congregación… lloró… y todos los Hijos de Israel protestaron contra Moshé y Aharón…y toda la congregación sugirió lapidarlos. La Torá enfatiza tres veces que toda la nación se unió a los espías, que no había un solo hombre entre ellos cuya fe en Di-s permaneciera firme. ¿Cómo es posible que todo el pueblo se transformara súbitamente en una congregación de rebeldes, diciendo (ibíd. 14:3): ¿Es mejor para nosotros que regresemos a Egipto’?

Los espías eran culpables de haber difamado la tierra pero el pueblo fue aún más lejos y profirió calumnias contra Di-s, Quien siempre les había demostrado compasión: Por el odio que Di-s siente hacia nosotros nos había sacado de la tierra de Egipto, afín de entregarnos en manos de los cananitas para que nos aniquilen (Deuteronomio 1:27). ¿Cómo podía pronunciar una nación santa semejante blasfemia? ¿Cómo podía hablar una nación sabía con tanta insensatez?

Dado que todo este suceso contiene tantos elementos desconcertantes, no podemos conformarnos con una explicación netamente literal, en menoscabo del pueblo de Israel. Las Escrituras mismas testimonian que Israel es un pueblo sabio y entendido, y además, nunca hubo una nación sobre la tierra que perdiera sus sentidos nacionales tan rápido y de repente, de una sola vez. Por lo tanto, estamos obligados a buscar otra explicación para este hecho tan intrincado.

Extraído de “Nosotros en el Tiempo” de Editorial Kehot.



La Torá y la mujer

En la Parshá de Itró la Torá nos relata la entrega de la Torá en el Monte Sinaí, por medio de Moshé Rabeinu. 

Cuando iba a ser entregada la Torá, Di-s le dijo a Moshé: “Así hablarás a la casa de Iaakov y dirás a los hijos de Israel”. ¿Quién es la Casa de Iaakov?, nos contesta el Midrash: “se refiere a las mujeres”. El Midrash agrega que con respecto a los hombres está escrito “y dirás”, que denota dureza, en cambio a las mujeres hablarás debía dirigirse de una manera blanda y delicada.

Pero esta no es la única diferencia. El Mejilta señala otro punto: Di-s le ordenó a Moshé entregar a las mujeres los lineamientos generales de las mitzvot (preceptos), y a los hombres los detalles de las mismas.

BASES Y REGLAS

A primera vista podríamos pensar que con esto se desvaloriza a la mujer: se le habla de una manera delicada, y además se le entrega los preceptos de una forma sucinta, partiendo de la base de que no podrían profundizar ni entender demasiado los pormenores de la Torá. Pero cuando analizamos lo que dice el Mejilta, comprenderemos todo de un modo distinto. “Encabezamiento de los preceptos” no se refiere a la parte “fácil” sino a la base esencial y las reglas fundamentales. Es decir, Hashem le ordenó a Moshé entregar a las mujeres las bases y normas de la Torá de las cuales se desprenden todos los detalles de las leyes judías que luego debían ser transmitidas a los hombres.

LA VIRTUD DE LA MUJER

Las reglas y bases constituyen la esencia de la Torá. De la misma forma fue el orden en la entrega de los Diez Mandamientos. Los dos primeros “Yo Soy Di-s…” y “No tendrás otros dioses” son el núcleo esencial de la Torá. El primero es la raíz de los 248 preceptos “ de hacer” y el segundo de los 365 de “no hacer” (véase Tania I cap. 20). Vemos pues que la regla general constituye la esencia de toda la Torá.

Así también las mujeres recibieron la esencia de la Torá. A ellas les fueron entregadas las reglas fundamentales y bases de la misma, mientras que a los hombres se les entregaron los detalles que constituyen un nivel inferior. Resulta entonces que la Torá destaca la virtud de la mujer en lo que respecta a la entrega de la Torá .

LA FE ILUMINA

La razón de lo antedicho es que en la mujer brilla la luz de la fe y el temor a Di-s de manera más revelada. Hashem creó a la mujer de manera tal que el intelecto no se superponga a su personalidad, impidiendo así que su fe se vea tapada y debilitada. Es por eso también que la mujer está ligada a la esencia de la Torá. Y por eso también la pertenencia al pueblo de Israel depende de la madre y no del padre.

Esta virtud está relacionada también con la Redención del Mashiaj. Así como en la salida de Egipto los judíos fueron liberados de la esclavitud por el mérito de las mujeres judías de esa generación (como lo explican nuestros Sabios), de la misma manera, “ como en los días que saliste de Egipto os mostraré maravillas”, también el Mashiaj vendrá en mérito de las mujeres de Israel. Entonces podremos estudiar la Torá del Mashiaj, quien nos revelará a todos la “regla general” de la Torá, la esencia más íntima de la Torá, muy pronto en nuestros días.

Likutei Sijot, tomo 31, pag 93.

Ruth, la razón de ser

El Libro de Ruth fue escrito por el profeta Shmuel.

Es apropiado leer el Libro de Ruth en Shavuot, por dos razones:

Primero, porque nos da una visión de la cosecha, y cómo eran tratados los pobres durante esta época, con bondad y amor.

En segundo lugar, porque Shavuot es el aniversario de la muerte del rey David, y en el Libro de Ruth tenemos el origen de la Casa de David. El Rey David fue el bisnieto de Ruth y Boaz.

Pero quizás la razón más importante para la lectura del Libro de Ruth en este festival sea el hecho de que nos brinda una vivida descripción del perfecto Guer Tzedek, el prosélito o converso al judaísmo.

Shavuot es la época de la “Entrega de Nuestra Ley”, y cuando la recibimos, nosotros también, como el Guer Tzedek, juramos aceptar la Torá y cumplir sus 613 Mitzvot —mandamientos—.

La aceptación sin vacilaciones de la Torá y sus magníficas enseñanzas es nuestro orgullo. A pesar de todas las aparentes restricciones y responsabilidades, que coloca sobre los hombros de todo judío adulto, tenemos conciencia del privilegio de formar parte del “pueblo elegido” por Di-s.

Sin embargo, no buscamos prosélitos, o conversos.

Cuando un Guer viene y dice que quiere abrazar el judaísmo, nuestra Torá nos dice que es deber nuestro indicarle todas las dificultades y el peso de la responsabilidad que cabe a cada judío para cumplir dignamente la Torá. Debemos demostrarle que está eligiendo un camino muy difícil, y un modo de vida que no es popular en el resto del mundo.

Si, a pesar de todas estas consideraciones y advertencias, el Guer insiste en su deseo de abrazar el judaísmo, entonces sí podemos estar orgullosos de aceptar a un hombre así en nuestra congregación, pues seguramente será un judío devoto y sincero.

Onkelos, el famoso autor del Targum (traducción de la Biblia al arameo), fue un Guer Tzedek, y también lo fue Ruth.

Ruth era una princesa Moabita que profesaba altos ideales.

No estaba satisfecha con la adoración de ídolos en su propio pueblo, y cuando se presentó la oportunidad, abandonó los privilegios de la nobleza en su tierra para aceptar una vida de pobreza entre el pueblo que admiraba.

He aquí cómo ocurrió.

Eran los días en que los Jueces regían Israel.

Los hijos de Israel se habían alejado de la observancia de la Torá, haciéndose acreedores al castigo de Di-s. El hambre reinaba en toda la tierra.

Había un cierto personaje en Judea llamado Elimelej. Era un rico mercader que no estaba acostumbrado al hambre y la pobreza, y pensó que podía escapar a la miseria yéndose a otro lado. Junto con su esposa, Naomí, y sus dos hijos, emigró a Moav.

Ruth se hizo amiga de la familia judía, y comenzó a comparar su modo de vida, diferente, con el que ella llevaba.

Aprendió a admirar las leyes y costumbres judías, y la desazón que había sentido ante la vacía adoración de ídolos por parte de su pueblo se transformó en abierta crítica.

De esta manera, cuando uno de los hijos de Naomí le propuso matrimonio, se sintió feliz y orgullosa de aceptar.

No tuvo remordimientos por lo que dejaba atrás, su vida plena de lujos en el palacio, su título real, las posibilidades de riqueza y honores en el futuro. Todo lo que veía era el egoísmo y la crueldad de su gente, y la diferencia notoria con los judíos, a quienes ya se sentía profundamente ligada.

Elimelej y sus dos hijos murieron, y Naomí se convirtió en una pobre viuda, sin saber hacia dónde ir o qué hacer.

Por eso, Naomí dijo a Ruth y a su otra nuera, Orpá (también moabita): —Hijas mías, debo irme, y he decidido regresar a mi ciudad natal, Bet-Lejem. Las cosas no pueden estar muy bien allí, y no hay razón para que vosotras también sufráis. Aceptad mi consejo, entonces, y regresad a la casa de vuestros padres. Vuestros esposos están muertos, y quizás, si os quedáis en vuestra propia tierra, podréis encontrar otros hombres y volver a casaros. Yo he perdido a mis hijos para siempre, pero vosotras sois jóvenes, y podréis encontrar nuevos maridos.

Orpá se entristeció, besó a su bondadosa suegra y se despidió de ella. Ruth se aferró a Naomí llorando y le suplicó que le permitiera ir con ella. Se lo imploró con palabras emocionadas, diciendo: —No me pidas que te deje y me vuelva, pues donde tú vayas, allí iré yo, y donde tú te hospedes, allí me hospedaré yo; tu pueblo es mi pueblo, y tu Di-s mi Di-s; donde tú mueras yo moriré, y allí seré enterrada; que ésto y más me haga el Señor si nada más que la muerte nos separa.

Ruth era perfectamente consciente de lo que hacía. Naomí le había recordado las dificultades que el judío enfrentaba en todo momento, pero con todo, permaneció firme en su propósito de seguir a su suegra y aferrarse a la fe de su adopción, que se había vuelto tan preciosa para ella. El futuro probaría que Ruth sería recompensada con justicia por su resolución, mas, aún en su pobreza, Ruth no tuvo remordimientos. Era la época de la cosecha cuando Ruth y Naomí llegaron a tierra de lehudá —Judea—.

Ambas estaban cansadas de su viaje, y Ruth insistió que Naomí descansara, mientras ella salía a los campos de Bet-Lejem para encontrar algo con qué paliar el hambre.

Ruth penetró en un campo donde muchos hombres estaban ocupados cortando trigo, mientras otros los ataban con hojas y otros más los apilaban en carretas para su transporte.

Un poco vacilante, pero alentada por el hambre y el pensamiento de que debía obtener algo de comer para su suegra, Ruth ingresó al campo y se sentó a descansar, y ver si allí tenía suerte. —¡Di-s sea contigo, extraña!

Ruth hizo señas de haber recibido el amable saludo. Se sintió aliviada al escuchar a la misma persona bondadosa —¿Por qué no te adentras más en el campo? No temas. Junta algo de grano para satisfacer tu hambre.

Boaz mismo, el dueño del campo era el que así hablaba a Ruth. En ese momento, él era el Juez de Israel.

Ruth le agradeció y recogió algunas mazorcas.

Estaba por retirarse cuando la misma voz bondadosa le instó a quedarse y juntar aquellas que los hombres habían dejado de cosechar en las esquinas del campo, como “Pea”.

—¿Qué es pea? —preguntó Ruth.

Nuestra Torá nos dice que cuando el dueño de un campo ha cortado el grano, debe dejar las esquinas para los pobres, los necesitados y los extranjeros, quienes pueden venir a cosecharlo ellos mismos y llevarse el fruto de su trabajo —contestó Boaz.

—¡Qué maravilloso! —exclamó Ruth.

Se quedó pues a cortar el grano de una punta del campo, y culminada su labor se preparó para retirarse.

—No necesitas irte todavía —insistió Boaz— ¿Por qué no te quedas y te beneficias con Léket?

—¿Qué quiere decir Léket? —preguntó nuevamente Ruth.

—Según nuestra Torá, si un cosechador no corta de un solo golpe la espiga, o no la ve, no puede volver atrás, sino que debe dejar el grano que no ha cortado, o se le ha caído, como beneficio para los pobres y extraños —explicó Boaz pacientemente.

Ruth no dijo nada, pero no vio razón alguna para rehusar beneficiarse con las leyes de la Torá que ella misma había abrazado sin reservas.

Cuando hubo recogido toda una canasta, volvió a Boaz, le agradeció muy sinceramente por su bondad y se dispuso a partir.

—Aún puedes quedarte —insistió Boaz—. Puedes tomar Shijejá.

—La Torá es verdaderamente ilimitada al velar por aquellos menos afortunados —dijo Ruth— ¿Ahora dime por favor qué es ‘Shijejá”?

—Cuando el propietario de un campo lleva su carga de grano hacia los depósitos, es posible que haya dejado por olvido algunos fardos en el campo. Pues bien, la Torá le prohíbe regresar y recogerlos, y debe dejarlos para los pobres, las viudas, los huérfanos y los extraños.

Ruth se alegró con su buena fortuna.

Había juntado casi más de lo que podía llevar. Naomí y ella estarían ahora a salvo del hambre, por un buen tiempo. Agradeció a Boaz una vez más, y éste le hizo prometer que volvería.

Ruth estaba llena de emoción mientras se dirigía en busca de su suegra. Le relató todo lo que le había sucedido en los campos de Boaz. Naomí se sintió feliz con el éxito de Ruth y con el hecho de que ésta hubiera agradado a Boaz, el generoso terrateniente. Además, le dijo a Ruth que Boaz era pariente de Elimelej.

Entretanto, Boaz había hecho averiguaciones sobre la extraña que había capturado su corazón, y descubrió que era la nuera viuda de Naomí. Debido al parentesco existente, y de acuerdo a las leyes de la Torá era recomendable que Boaz contrajera enlace con Ruth y así se lo hizo saber. Cuando Boaz pidió a Ruth que se casara con él, Naomí le recomendó aceptar.

De esta manera Ruth fue imprevistamente recompensada con riqueza y felicidad.

Ruth y Boaz tuvieron un hijo llamado Oved, quien fue padre de Ishai. El hijo menor de Ishai fue David, quien se transformó en el ungido del Señor y querido rey de todo el pueblo judío.

¿Cuál es todo el tema de traer una ofrenda?

Al individuo que no podía permitirse el lujo del gasto monetario de ofrendar un animal en el altar del Templo, se le daba la prerrogativa de traer una comida a cambio, como declara la Biblia en el comienzo del Libro de Vaikrá. Es por ello que la Torá dice: “Venefesh Ki Takriv” – “Cuando una alma (individual) traiga una comida como ofrenda hacia el Señor, su ofrenda será de harina fina; y él verterá el aceite en ella, y pondrá incienso.” (Vaikra 2: 1)

Rashi en su comentario en el versículo nombrado anteriormente, cita el Talmud (Menajot 104.) que dice que la Torá no usa el término “nefesh”, que literalmente significa “alma”, en relación con cualquier ofrenda voluntaria excepto con la ofrenda de comida.

¿Quién trae habitualmente una ofrenda de comida? Un hombre pobre. El Santo, Bendito Sea, dijo: “Yo acredito que esta persona está ofreciendo esta comida como si hubiese ofrecido su misma alma por Mi causa.”

La razón principal y propósito de ofrecer los sacrificios en el Altar del Templo, era imbuir en las personas la importancia de acercarse a Di-s. De hecho, la palabra “Korban” está asociada con la palabra “LeKarev” que quiere decir acercarse.

En la actualidad no tenemos el Beit HaMikdash y no podemos traer los korbanot- ofrendas. Sin embargo, nos acercamos más a Hashem, sacrificando nuestro confort y conveniencias para cumplir con la Voluntad de Di-s.

Rabi Shneur Zalman de Liadi, explica que cualquier ofrenda hecha a Di-s debe venir por necesidad del corazón. Es por ello que la Torá usa la expresión “Adam Ki Iakriv MiKem Korban” – “una persona de ustedes que trae una ofrenda a Di-s”. Sólo cuando la ofrenda viene del alma del hombre y es “de ustedes”, puede lograr el efecto deseado en Di-s y traer al contribuyente de la ofrenda más cerca del Omnipotente.

Para ilustrar el concepto, quiero compartir una historia que escuché de mi abuela, la Rebetzin Miriam Grunhut. Sus padres, Reb Najman y Beila Freidman de Budapest ayudaron a centenares de refugiados judíos durante el Primera Guerra Mundial. Debido a las consecuencias de la conflagración, se dedicaron a criar personalmente a muchos niños huérfanos como sus propios hijos y estaban profundamente involucrados en los proyectos de Tzedaká (caridad) dentro de la ciudad de Budapest. Reb Najman era profundamente querido por todos los Tzadikim (justos) de su generación y era conocido por ser un ‘Poel Ieshuot’ (hacedor de salvaciones) entre las personas en desgracia.

Uno de los grandes estudiosos de Torá y Rebe Jasídico de Polonia, estaba en ese momento fuera de su ciudad debido a la guerra y se alojaba en la casa de Reb Najman.

Mi bisabuela le sirvió una compota de manzana a este Rebe para el almuerzo. El Rebe se volvió a ella y dijo “doz iz fleishig” que significa: “esto es considerado como carne”.

Mi abuela Beila respondió con cuidado y preocupación -sabiendo que este Tzadik se abstenía de comer carne toda la semana salvo el Shabat- y dijo: “Nein, dos iz parve” “No, esto es Parve- neutro, ni de carne ni lácteo”. El Rebe sonrió y dijo: “¡Esto es fleishig (de carne) porque ha sido preparado con el corazón!”.

De hecho, cuando ponemos nuestro corazón en hacer un Mitzvá, esta se transforma en más significativa y nos conectamos a nuestra esencia espiritual.

Por Yehoshua S. Hecht

La mujer y el santuario

El propósito de la creación es para que la presencia de Di-s sea revelada en este mundo. La primera expresión de esto ocurrió en el Jardín del Eden, como se nos fue dicho al principio de la Torá. Adam y Java se encontraban en el jardín, y junto con ellos estaba la Divina Presencia. Sin embargo, el mundo no estaba preparado para eso.

Como sabemos, Adam y Java pecaron al comer del Árbol de la Sabiduría, y en consecuencia, la presencia de Di-s se ocultó. Otros pecados, como ser el de Cain que mató a Ebel, causaron que la Divina Presencia se ocultara aún más. Sin embargo, con Abraham comenzó el proceso de traer la Divina Presencia nuevamente al mundo. Esto fue seguido por Itzjak, Iakov y las siguientes generaciones.

En la séptima generación después de Abraham vino Moisés. Los Sabios nos dicen que el “séptimo” tiene una probabilidad particular de éxito. Esto se ve confirmado por los logros de Moisés. Siguiendo las instrucciones de Di-s, el guio al Pueblo Judío a la construcción del Santuario en donde la Divina Presencia era revelada, en el Santo Sanctórum.  Esta fue la primera etapa en el cumplimiento del propósito de la creación. Las siguientes etapas fueron, y va a ser, el Primer, Segundo y últimamente el Tercer Templo en Jerusalém.

El hecho de que la Presencia Divina moraba en el Santo Sanctórum no fue algo separado de las vidas del Pueblo Judío. Nuestra Parasha nos cuenta: “Deberán construir para Mi un Santuario, y Yo moraré en ellos” (Éxodo 25:8). Los Sabios nos dicen que esto significa “En cada individuo”. A través de la construcción de un Santuario, Di-s mora en el corazón de cada uno.

El Rebe de Lubavitch menciona que las mujeres tuvieron un papel particularmente significante en la construcción del Santuario. Las mujeres estaban más entusiasmadas que los hombres en traer las donaciones de oro, plata, bronce, madera, lino, piedras preciosas y todo lo que necesitaban. Utilizaron su arte en varias de las tareas de tejer. Además, a diferencia de los hombres, las mujeres negaron por completo en tener  algo que ver con la fabricación del becerro de oro. La realización de este ídolo y la forma repugnante que era adorado era todo lo contrario de todo lo expresado por el Santuario y la presencia de lo Divino.

En nuestros tiempos, la mujer también tiene el rol principal en la creación de otro tipo de Santuario: El hogar Judío. Aquí también, mora la Presencia de Di-s. 

Este poder espiritual de la condición de la mujer, se puede relacionar con la idea cabalística de que la mujer tiene una afinidad con el séptimo atributo Divino, la Realeza, lo que significa la finalización, el logro y la satisfacción en el mundo real. Dicho en términos más directos, según lo expresado por el Rebe, existe una sensibilidad dada por Di-s en la mujer que reconoce lo positivo y lo Santo.

Por supuesto que esta sensibilidad debe ser nutrida: a través del estudio personal de la Torá y la observancia práctica de las mitzvot. A través de esta mujer y hombre juntos, con sus familias, se revelará la presencia de lo Divino en sus propios hogares, en su entorno y en última instancia, de una manera global. Habrá un Tercer Templo de Jerusalém, y la paz morará en los corazones de toda la humanidad.

Por: Tali Lowenthal

Sobre juicios y leyes

Mishpatim comienza con leyes que regulan apreciar la importancia vital de las relaciones humanas individuales y sociales. Sin embargo, esta sección sigue a la de Itró, donde se enfatizan las obligaciones del hombre hacia Di-s. El último capítulo de Itró que es el que precede y está unido a Mishpatim, trata las leyes del Altar.

Nuestros Sabios se preguntan con respecto a esta secuencia: ¿Qué relación tiene la sección de Mishpatim con las leyes del Altar?

La respuesta es: para enseñarnos que el Sanhedrín (la Corte de Jueces), debe estar cerca del Altar, símbolo de la obligación del hombre hacia Di-s. Esto señala que en el área de las relaciones humanas, tanto a nivel individual como intergrupal, es inútil apoyarse enteramente en sentimientos “intuitivos” de igualdad y justicia, tal como muchas experiencias amargas lo han demostrado.

Entonces, ¿qué sistema de moralidad puede sobrevivir en la coexistencia cotidiana de grupos e individuos? Sólo un sistema de ética y justicia cuyas leyes deriven su autoridad de una fuente Superior, del Creador del universo y del hombre. Ya que sólo el Creador conoce plenamente la naturaleza humana, con todas sus debilidades, tan sólo el Creador puede prescribir leyes verdaderas, éticas y moralmente perdurables, tanto para el individuo como para la sociedad en general.

Sólo las leyes que sustenten su veracidad y autoridad en el Ser Supremo, son válidas para todos, eternamente, sin variar con el tiempo y con el lugar.

A la luz de lo anterior se puede apreciar la importancia vital de la educación judía genera y de la Yeshiva y de la escuela judía en particular.

Lejanos son los días en que se creía que la educación en la Ieshivá era necesaria tan solo para la preparación de Rabinos o Shojatim (matarifes), pero no para las personas comunes.

Hoy, en nuestra sociedad, es muy claro que la enseñanza de la Torá en una Ieshivá, donde hay una atmósfera de reverencia y amor a Di-s, es indispensable para que cada niño y niña judíos, se desarrollen como buenos judíos cumpliendo sus obligaciones hacia Di-s y entonces comprenderemos”!

Una Orden General Desde que los judíos dejaron Egipto, fueron llamados “El ejército de Di-s”. Una persona que cumple el servicio militar, comprende inmediatamente que al recibir una orden de un oficial superior, no puede demorar su ejecución hasta el momento en que pueda analizarla y ver si está de acuerdo, es- pecialmente si la orden viene de un alto mandatario, ya que tal demora puede poner en peligro a todo el ejército. En verdad, una orden de Divina no debe estar en un nivel inferior. Ningún judío puede demorar el cumplimiento de una orden de Di-s hasta que tenga tiempo de estudiarla y aprobarla. Es por esa razón que la Torá fue recibida con la declaración unánime de todo nuestro pueblo: ¡“Naasé ve nishmá!, ¡cumpliremos y escucharemos!.

La canción de Miriam

Miriam la profetisa…tomó los tamborines en sus manos; y todas las mujeres la siguieron con tamborines y danzas. Y Miriam las llamó: “Canten a Di-s…” Éxodo 15:20-21

No cantamos cuando estamos asustados, desesperados, dormidos, o luego de una comida pesada. Cantamos cuando suspiramos por alguien a quien amamos, cuando esperamos tiempos mejores, cuando celebramos un logro o anticipamos una revelación.

No cantamos cuando estamos complacientes. Cantamos cuando nos esforzamos por algo, o cuando hemos probado la alegría y sube hasta los cielos.

El canto es una plegaria, el intento por elevarse por encima de las preocupaciones mezquinas de la vida y unirse con la fuente de uno. La canción es la búsqueda de la redención.

El Midrash enumera diez canciones preeminentes en la historia de Israel, diez ocasiones en las que nuestra experiencia de redención encontró su expresión en la melodía y el verso. Las primeras nueve son: la canción cantada en la noche del Éxodo en Egipto, la “Canción en el mar”, la “Canción en el Pozo”, la canción de Moshé al completar la escritura de la Torá, la canción con la cual Iehoshúa paró el Sol, la canción de Deborá, la canción del Rey David, la canción durante la dedicación del Templo Sagrado, y el “Cantar de los Cantares” del Rey Salomón, que trata sobre el amor entre el novio Divino y Su novia Israel.

La décima canción, dice el Midrash, será Shir Jadash, la “nueva canción” de la última redención: una redención que es global y absoluta; una redención que aniquilará todo sufrimiento, ignorancia, celos y odio de la faz de la tierra; una redención de tales proporciones que el anhelo que evoca, y la alegría que trae requiere de una nueva canción: un lenguaje musical completamente nuevo que capture la voz de los últimos esfuerzos de la Creación.

Repetición

La más conocida de las diez canciones de redención es Shirat Haiam, la “Canción en el Mar”, cantada por Moshé y los hijos de Israel al cruzar el Mar de los Juncos. Recitamos esta canción cada mañana en nuestras plegarias y es leída públicamente en la sinagoga dos veces al año: el séptimo día de Pesaj (el aniversario de la partición del mar y el día en el que se compuso dicha canción), y en la porción semanal de la Torá, Beshalaj, en Shabat. (Este Shabat es conocido como “Shabat Shirá”, “Shabat de la Canción”).

La Canción en el Mar alaba a Di-s por Su milagrosa redención de Israel cuando partió el Mar y ahogó a los Egipcios que los perseguían, y expresa el deseo de Israel, de que sea Di-s el que los dirija a su tierra y que Su presencia more entre ellos en el Templo Sagrado. Concluye con una referencia acerca de la última redención, cuando “Di-s reinará para toda la eternidad”.

Actualmente, hay dos versiones de la Canción en el Mar; una versión masculina y otra femenina. Luego que Moshé y los hijos de Israel cantaron su canción, “Miriam la profetiza, la hermana de Aarón, tomó el tamborín en sus manos; y todas las mujeres la siguieron con sus tamborines y sus danzas. Y Miriam las llamó; “Canten para Di-s, ya que Él es el más exaltado; caballo y jinete Él hundió en el mar…”

Los hombres cantaron, y luego lo hicieron las mujeres. Los hombres cantaron, y luego las mujeres cantaron, bailaron y tocaron los tamborines. Los hombres cantaron-expresaron su alegría por su liberación, su deseo por una redención más perfecta, pero algo faltaba. Algo que sólo la canción de la mujer podía completar.

Sentimiento y Fe

Miriam, la hermana mayor de Moshé y Aarón, presidió en la repetición femenina de la Canción en el Mar.

Miriam, llamada “Amargura” ya que cuando nació, el pueblo de Israel estaba entrando a la etapa más dura del exilio Egipcio, Miriam, quien se ocupó del pequeño Moshé cuando fue puesto en una canasta en el Nilo, “se paró mirando desde lejos, para ver qué sucedería con él”.

Fue Miriam, con su pozo profundo de la sensibilidad femenina, quien experimentó de verdad la amargura del Galut (exilio y persecución). Y fue Miriam, con su capacidad de mujer de poder resistir, perseverar y tener esperanza, quien se paró sola a mirar detrás de los arbustos, incipando vida en una canasta en la orilla de un río gigante, cuya vigilancia sobre “lo que será de él” y su misión para traer redención a su pueblo nunca vaciló.

La escena de una joven mujer parada mirando la espesura de los matorrales a la orilla del Nilo, la esperanza de la redención que persevera contra la amargura del Galut en su corazón, evoca la imagen de otra matriarca que mira: Rajel. Como el profeta Jeremías describe, es Rajel quien, en su solitaria tumba en el camino desde Bet Lejem a Jerusalem, llora por el sufrimiento de sus hijos en el Galut. Es ella, más que los patriarcas hombres o líderes de Israel, quien siente la profundidad de nuestro dolor; es su intervención ante Di-s, luego de que las de ellos fallaron, la que trae la redención.

Miriam y su coro trajeron a la Canción en el Mar la intensidad del sentimiento y profundidad de la fe única de las mujeres. Su experiencia de la amargura del Galut ha sido mucho más intensa que la de los hombres, aún así, su fe ha sido más fuerte y más duradera. Así que su deseo por la redención ha sido mucho más conmovedor, así como lo fue su alegría por su realización y su esfuerzo hacia una mayor satisfacción.

Hoy en día

El gran Kabalista, Rabí Itzjak Luria (el “Arí”, 1534-1572), escribe que la última generación antes de la llegada del Mashiaj es la reencarnación de la generación del Éxodo.

Hoy, mientras nos encontramos en el umbral de la última redención, son una vez más las mujeres cuya música es la más conmovedora, cuyos tamborines son los que más ayudan, cuyos bailes son los más alegres. Hoy, como antes, la redención se llevará a cabo “por el mérito de las justas mujeres”. Hoy, como antes, el deseo de las mujeres por la llegada del Mashiaj, es mucho más profundo que el de los hombres, y es inspirador y elevado, y forma la cadena dominante en la melodía de la redención.

Basado en una directiva del Rebe, Shabat Shira 5752 (18 de Enero, 1992).

¿Qué es la Guenizá y qué hacemos con ella?

En el capítulo XII de Devarim, la Torá le ordena a la generación que está por entrar a conquistar la Tierra de Israel la destrucción de las imágenes y monumentos de idolatría que allí encuentren. Culmina diciendo en el versículo IV: “No harás así para con Hashem tu Di-s”. De aquí aprenden nuestros Sabios que está prohibido borrar el nombre sagrado de Hashem. Más aún, ni siquiera podemos dejarlo en un lugar donde pueda arruinarse.

Por ello, todos aquellos escritos que contienen el nombre de Hashem y no tienen más utilidad, no pueden ser descartados ni abandonados. Debemos procurar dejarlos en un lugar protegido para que el nombre de Hashem no sea borrado. Este lugar recibe el nombre de Guenizá.

¿Cómo es la ley respecto a los escritos de Torá (que no contengan el nombre de Hashem) y la de aquellos artículos de Mitzvá, como las correas de los Tefilín y los hilos de los tziztit que fueron utilizados y ahora perdieron su validez?

Para explicar esto debemos previamente analizar los tres tipos de objetos de santidad: 

a) Aquellos que poseen el nombre escrito de Hashem en cualquier idioma que sea (Tanaj, Tefilín, Mezuzá, Sidurím, etc.) 

b) Textos de Torá que no contengan escrito el Nombre de Hashem (Talmud, Shuljan Aruj, las carpetas de estudios de Torá de los chicos, etc.) y 

c) Artículos que fueron utilizados al servicio de la Mitzvá. Este ítem se divide a su vez en dos subcategorías: 1) aquellos objetos que son la Mitzvá misma (las correas y los batim de los Tefilín y los hilos de los Tzitzit) y 2) aquellos objetos con los que se realizó la Mitzvá misma (la tela del Talit, las ramas del techo de la Sucá, las cuatro especies de Sucot, etc.).

Respecto a aquellos objetos que entran en la categoría a) deben ser llevados a una Guenizá para protegerlos de ser destruidos. Por ello, el responsable de la Guenizá deberá guardarlos en una vajilla de cerámica y enterrarlo en un cementerio judío.

Respecto a aquellos objetos que entran en la categoría b) deben ser llevados a una Guenizá para que éstos no resulten despreciados. Por ello, el responsable de la Guenizá deberá enterrarlo en un cementerio judío.

Respecto a aquellos objetos que entran en la categoría c-1) se procede igual que con los de la categoría b).

Respecto a aquellos objetos que entran en la categoría c-2) como fueron utilizados para una Mitzvá no pueden ser despreciados, pero tampoco estamos obligados a protegerlos. La costumbre en la práctica es la de reutilizarlos para el cumplimiento de otra Mitzvá, como por Ej: Las cuatro especies son quemadas en el momento de la quema del jametz en la víspera de Pesaj y los hadasim para olerlos en la havdalá.

por el Rab. Iosef Feigelstock Shlita

¿Tomas suficiente agua?

Verano es sinónimo de altas temperaturas y un calor agobiante. Los medios de comunicación nos advierten constantemente de la importancia de beber mucho líquido.

Un adulto normal, que está compuesto por un 60 o 70 por ciento de agua, podría estar  sin comer alrededor de dos meses, pero sin agua algunos días. La mayoría de la gente desconoce cuánta cantidad de agua debe beber para no llegar a la deshidratación..

 Un déficit de agua puede generar piedras en el riñón, o un mal funcionamiento de los pulmones, ya que precisan estar húmedos para funcionar. Entonces si usted no bebe suficiente agua, puede perjudicar cada aspecto de su fisiología. (Leroy J. Perry, Jr. Parade)

Sin duda, el agua es uno de los más esenciales elementos de vida. El Talmud, de hecho, compara al agua con la Torá.  “No existe agua sin Torá”, declara.

Los Judíos que estaban en el desierto; habían dejado las abominaciones e inmoralidades de Egipto y estaban en camino hacia la Tierra Santa.

El Jumash (Shemot 15:22) dice: “Y fueron tres días por el desierto y no encontraron agua”. De acuerdo a nuestros sabios, fueron tres días sin Torá e inmediatamente quedaron exhaustos y enojados. : Podríamos continuar por casi dos meses sin comida, pero sin las aguas de Torá sólo algunos días.

Según el artículo de Perry, es impresionante notar como sus referencias sobre el agua se aplican igualmente a las aguas de la sabiduría de la Torá y la vida Judía. La mayoría de los Judíos, lamentablemente, no tiene idea de cuánta Torá (agua) deben beber. En la realidad, muchos viven en estado de deshidratación espiritual… 

Así como se derrocha agua, también derrochamos tiempo, energía, dinero, esfuerzo, que no son sustitutos del agua, pero que igualmente pueden generar una especie de enfermedad social (como comportamiento deshonesto, existencialismo, entre otras). Necesitamos la Torá para respirar, para que nos ayude a guiarnos en la aparentemente más natural y primaria actividad. Si no se bebe suficiente agua, se puede perjudicar cada aspecto de nuestra fisiología, psicología y nuestra espiritualidad. 

Sii no hay suficiente agua, o derrocha-así como se derrocha tiempo, energía, dinero, esfuerzo, que no son sustituidos efectivamente y pueden acumularse como una enfermedad social prácticamente desconocida en la comunidad Judía: comportamiento deshonesto, existencialismo. Incluso necesitamos a la Torá para respirar, para que nos ayude a guiarnos en la aparentemente más natural y primaria actividad. Entonces, si no bebe suficiente agua, puede perjudicar cada aspecto de su fisiología, psicología y realmente su propia espiritualidad

El mes de Tevet

Durante el mes de Tevet se observan tres días de ayuno en conmemoración de tres calamidades que ocurrieron al pueblo de Israel – en el octavo, noveno, y décimo día del mes-. Los ayunos del octavo y el noveno día son llamados “ayunos de los justos”. En estos días sólo ayunan determinados individuos, en tanto que el 10 de Tevet es un ayuno público, para toda la comunidad.

El ayuno del 8 de Tevet conmemora el día en que la Torá fue traducida al griego a instancias del rey  Talmái (Ptolomeo Filadelfo).

El ayuno del 9 de Tevet conmemora las muertes de Ezrá, el Escriba, y Nejemiá ben Jaklaiá, quienes guiaron fielmente a los judíos en su regreso del cautiverio babilónico. Cuando murieron, el pueblo de Israel quedó sumido en un gran desconsuelo, pues su pérdida fue irreparable.

El ayuno del 10 de Tevet es un ayuno público; en ese día Nabucodonosor, rey de Babilonia, comenzó el sitio de Jerusalén durante la época del primer Beit HaMikdash. El sitio se prolongó por tres años consecutivos hasta que finalmente logró abrir una brecha en las murallas de la ciudad el día 9 de Tamuz.

A excepción de los últimos días de Janucá -que celebramos al comienzo del mes- Tevet no posee ninguna otra Festividad.

LA TRADUCCIÓN DE LOS SETENTA

En los primeros años del período del segundo Beit HaMikdash, el pueblo de Israel se encontraba bajo dominio persa. Luego de la caída del Imperio Persa, Grecia heredó su lugar e Israel pasó a ser sometida por los griegos.

Uno de los sucesores de Alejandro Magno, Talmái (Ptolomeo Filadelfo), ordenó a los Sabios judíos confeccionar una traducción griega de la Torá. Si las razones que lo impulsaron a hacerlo hubieran sido netamente eruditas, sin lugar a dudas habría reunido a todos los Sabios en un mismo lugar para que pudieran consultar unos a otros. Pero no hizo así, pues su deseo era que se equivocaran. El Talmud (Meguilá 9a) relata:

Sucedió una vez que el rey Talmai reunió a setenta y dos eruditos, y los ubicó en setenta y dos habitaciones, sin informarles el motivo por el cual los había convocado. Entró a cada una de las habitaciones y dijo: “Escribid para mí la Torá de Moshé, vuestro maestro“. Di-s concedió a cada uno de ellos los mismos conocimientos, y produjeron versiones idénticas.

Talmái no encontró ninguna diferencia entre las traducciones. Incluso en aquellos pasajes que los Sabios creyeron conveniente alterar la traducción literal, los cambios que cada uno de ellos introdujo fueron exactamente los mismos. Ello representó una manifiesta santificación pública del Nombre de Di-s – Kídush HaShem – como así también del nombre de Israel y sus Sabios.

UN ACTO DE DI-S

La tarea que Talmái impuso a los setenta y dos Sabios, estaba más allá de la capacidad humana. La Torá está escrita de forma tal que su contenido da lugar a una amplia gama de interpretaciones – y fue entregada a los judíos junto con los lineamientos necesarios para interpretar correctamente sus palabras, oraciones y letras, y a partir de ello obtener la gran variedad de significados que ésta encierra. En contraste, aquel que traduce la Torá a una lengua extranjera encontrará que no existe ningún idioma con medios de expresión tan ricos en connotaciones múltiples como lo es el Lashón Hakódesh (la Lengua Santa, el hebreo).

¿Qué hace entonces un traductor? Debe renunciar a todo intento de transmitir los niveles homiléticos, alegóricos y místicos inherentes en cada palabra, y proporcionar apenas una versión literal del texto. Quien traduce la Torá a una lengua extranjera, la transforma en un recipiente vacío, carente de su exégesis y múltiples niveles de significado. ¡Imagínense cuán difícil es, para la persona que ama a la Torá y reconoce su grandeza, exponer solamente una versión literal!

A veces, aúun una traducción puramente literal puede llevar a distintas interpretaciones, pues una misma palabra puede traducirse de varias maneras.

¿Qué versión ha de ser utilizada? Y si varios traductores están abocados a una misma obra y no tienen la oportunidad de consultarse unos con otros, el trabajo resulta mucho más complejo aún. Es casi imposible que la versión escogida por uno de ellos sea igual a la de su colega. ¡Cuánto más improbable es que todos los traductores produzcan versiones idénticas si hay setenta y dos personas trabajando simultáneamente y por separado sobre un mismo texto!

Además, en la Torá hay muchos versículos que, de ser traducidos literalmente, podrían ser fácilmente malinterpretados por los gentiles, quienes en consecuencia tergiversarían o menospreciarían su contenido. Para evitarlo, se deben incluir explicaciones o alterar la traducción literal, de modo que la genuina intención de las palabras resulte clara y comprensible para ellos.

¿Cómo es posible que setenta y dos Sabios, con puntos de vista diferentes, lleguen a la misma conclusión?

Si los distintos Sabios hubieran producido cada cual una versión diferente, ello no habría disminuido la importancia de su trabajo a los ojos de los demás judíos, pues tenemos por norma que “tanto éstas como aquellas son palabras del Di-s viviente“, ya que El es un Di-s de todo saber (Shmuel I 2:3). El creó individuos con puntos de vista y opiniones divergentes, pero todos son de Su creación. Sin embargo, a los ojos del mundo gentil, cualquier disparidad lo hubiera llevado a mofarse tanto de la Torá como de los Sabios que la tradujeron. Hubieran arribado a la errada conclusión de que el desacuerdo entre los Sabios constituye evidencia de que la Torá no es auténtica, pues comparan al Creador con Su creación: Así como en el ser humano es imposible que dos posturas diametralmente opuestas puedan ser verdaderas al mismo tiempo, lo mismo, cree el mundo gentil, sucede con Di-s.

El pedido de Talmái a los Sabios, y la manera en que los obligó a trabajar, evidencia que su verdadero propósito era inducirlos a producir versiones diferentes, que luego podría utilizar para denigrarlos. Fue por esta razón que los Sabios recibieron una colosal asistencia Divina, y todos llegaron a las mismas conclusiones respecto de los lugares donde debían realizar cambios en el texto o su matiz, plasmando el versículo que expresa (Salmos 3:8): Tú has quebrantado los dientes de los malvados.

El día en que los setenta y dos Sabios finalizaron la traducción griega de la Torá -un 8 de Tevet- fue de gran pesar para el pueblo de Israel. Aunque la providencia de Di-s en favor de Su pueblo y la protección Divina que recibieron los Sabios se pusieron de manifiesto en ese día, evocando maravilla entre judíos y gentiles, fue, sin embargo, un momento de desgracia, tan calamitoso como el día en que se había construido el becerro de oro. En Meguilat Taanit, los Sabios describieron este acontecimiento de la siguiente manera:

En el octavo día de Tevet la Torá fue traducida al griego durante el reinado del rey Talmai, y el mundo quedó sumido en la oscuridad por tres días.

¿Con qué puede compararse ello? Con un león que fue capturado y enjaulado. Antes de ser apresado, todos le temían y huían de él, pero ahora, todos venían a verlo y decían: “¿Dónde está su fuerza?” Lo mismo ocurre con la Torá. Mientras estaba en manos de Israel y era interpretada por los Sabios en su propio idioma, la Lengua Santa, todos la respetaban y temían menospreciarla. Incluso los gentiles que querían estudiarla no podían tener contacto alguno con ella sin antes entrar bajo las alas de la Shejíná (Presencia Divina) y adquirir conocimientos de la lengua sagrada y de las formas prescriptas para interpretar la Torá. Pero una vez reducida a la traducción griega fue despojada del respeto que infundía, y todo el que lo deseaba podía venir ahora y contemplarla. ¡Si quería criticar a la Torá olvidando su propia ignorancia, ahora podía hacerlo!

Por ende, los Sabios vincularon este día con aquel en que fue construido el becerro de oro. Así como el becerro de oro no tenía una existencia y poder tangibles pero aquellos que le rendían culto creían lo contrario, de igual forma la versión griega de la Torá había perdido su contenido real, pero los que la utilizaban se convencieron a sí mismos de que ahora eran dueños de su contenido.