El deseo de venganza es natural y comprensible. Tenemos una expectativa innata de que se haga justicia, y cuando vemos que el mal queda impune, queremos intervenir. Pero no podemos. “No te vengues”, advierte la Torá. La venganza está mal.
Por supuesto, no debemos ser víctimas indefensas de aquellos que tienen intenciones maliciosas sobre nosotros. Debemos protegernos de ser heridos y hacer todo lo posible para evitar actos de maldad. Pero incluso si nos han lastimado, no debemos lastimar a quien lo hizo.
Por otro lado, la misma Torá que nos advierte que no nos venguemos describe a Di‐s mismo como “un Di‐s vengativo”. ¿Cómo puede ser esto? Si se nos dice que no seamos vengativos, ¿por qué se le permite a Di‐s? Si la venganza es inmoral, ¿cómo puede Di‐s ser vengativo?
Pero ese es exactamente el punto. El mismo hecho de que Di‐s sea vengativo nos permite a los humanos no serlo. Ningún sistema de justicia humano es infalible, por lo que la justicia suprema está en Sus manos. Él corregirá los errores y castigará a los malvados. En este mundo o en el próximo, en esta vida o en otra, de formas que quizás nunca sepamos, se hará justicia.
Es gracioso, a menudo escuchas a la gente menospreciar al “vengativo Di‐s de la Biblia”. De alguna manera piensan que un Di‐s vengativo se servirá de la justicia para producir seguidores vengativos. Esto no es verdad. Es precisamente la venganza de Di‐s lo que permite a los humanos dejar ir el deseo de venganza. Sabemos que hay un verdadero Juez y que hará justicia. Así que los humanos podemos dejarle la venganza a Él y seguir viviendo.
No gastes tu energía en sentimientos de amargura y hostilidad. Cuanto más odio te arrojen, más deberías rodearte de amor. Si hay personas malvadas, asegúrate de asociarte con personas buenas. No te preocupes por vengarte. Concéntrate en seguir adelante.