A no quedarse sin fuego

La Torá ordena: “Un fuego permanente ha de arder sobre el altar, no ha de ser apagado”. El fuego del altar debe seguir ardiendo, sin interrupciones.
El altar simboliza el corazón del hombre, tal como el altar era el lugar donde ardía el fuego, el corazón es donde arde el fuego de las
pasiones y sentimientos.

El hombre debe preocuparse por que el fuego del amor a Hashem y el entusiasmo en la Torá y Mitzvot‐ esté siempre encendido
en su corazón.
En el Talmud dice: “permanente‐ incluso en Shabat; ‘permanente’‐ incluso con impureza”. Este dictamen halájico, nos da instrucciones en lo que se refiere al amor a Di‐s.
La esencia del Shabat consiste en cortar con temas mundanos.

El hombre se dedica a los temas del espíritu, de Di‐s, y se aparta de lo mundano. Aunque estando en un espíritu, la Torá: “‘permanente’‐
incluso en Shabat”. La inspiración y el fuego en el servicio a Di‐s es una condición obligatoria en todo nivel y situación.
En contraposición, los hombres que, debido a su bajo nivel espiritual, están en una categoría de ‘impuros’, podrían pensar que no
tienen nada que ver con “el fuego permanente”, el amor y entusiasmo en el servicio a Hashem.

Dice la Torá: “’permanente’‐ incluso con impureza”. En un estado de baja espiritualidad hay que cuidar al “fuego permanente”. Este
calor judío, el amor básico a Di‐s que cada uno posee por herencia, es lo que generará la gran llamarada de fuego que lo sacará de la
degradación espiritual, llevándolo a las alturas que le corresponden.
Sólo el fuego de la santidad posee la fuerza de erradicar al fuego ajeno del fervor por los placeres materiales.

Así lo explica el Maguid de Mezeritch: “cuando el fuego permanente ha de arder sobre el altar”, la persona tiene asegurado que
el ‘no’‐ ‘ha de ser apagado’, todas las conductas y tendencias negativas cesarán y se apartarán frente al ‘fuego permanente’.
Este dicho agrega explicación a la necesidad imperiosa del ‘fuego permanente’.

Sólo un entusiasmo constante y firme en la Torá y las Mitzvot puede impedir los pensamientos, palabras y acciones indeseables.
Una emoción pasajera no tiene la posibilidad de proteger al hombre frente a las artimañas del instinto del mal. Si el ‘fuego permanente’
se apaga, aunque sea por corto tiempo, vuelven a penetrar los sentimientos y deseos de los que hay que cuidarse.

Cada hombre y mujer debe evaluar la intensidad del ‘fuego permanente’ que arde en su ‘santuario’ interior.
Los temas judaicos, el estudio de la Torá y el cumplimiento de sus conductas se realizan con entusiasmo y fervor interior o tan sólo
por rutina y costumbre.

Una de las pruebas para detectar la verdad interior es analizar de qué manera uno estudia Torá y sigue sus preceptos: ¿se da por
satisfecho con haber cumplido con su obligación o pone empeño para embellecer la Mitzvá?
El cumplimiento con ‘hidur’‐ embellecimiento de la Mitzvá al cumplirla en el mejor nivel posible intensifica el vínculo del alma con
el judaísmo, y es una expresión del ‘fuego permanente’ del alma.

(Likutei Sijot tomo 1, pag. 217)

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