El Pellizco

“Desde la estrechez yo llamo a Di-s, El me responde con la extensión de lo Divino” – Salmos 118

“Entre los estrechos”, así es la descripción de Jeremías para el período entre el 17 de Tamuz, el día en el que las murallas de Jerusalém fueron rodeadas, y el 9 de Av, cuando el Templo Sagrado fue destruido y el exilio de Israel comenzó. 
 
Hasta hoy en día, estos dos días son días de ayuno, y las tres semanas “estrechas” entre ellos, son un período de luto y arrepentimiento.

Éste estrecho angosto, no es un obstáculo, sino lo contrario. Es un mecanismo para aumentar la productividad. 

Las Centrales hidráulicas, y las mangueras del jardín se emplean para exprimir un mayor grado de poder y velocidad del elemento que restringen. El Shofar, tocado para despertar al hombre en arrepentimiento, es también un dispositivo de este tipo, su estrecha boca “pellizcando” la corriente de aire expulsado de los pulmones del soplador hasta la nota que emerge de su amplio final.


Lo mismo es cierto con el estrecho que hay entre el 17 de Tamuz y el 9 de Av, y los 2000 años exilio físico y oscuridad espiritual. Veinte siglos de represión han arrancado el alma judía a través del embudo del exilio, revelando sus convicciones más profundas y provocando sus más altos potenciales. 

De estos terribles estrechos nunca hemos dejado de buscar a Di-s, y es esta búsqueda la que producirá la “extensión Divina” de la redención final y el mundo perfecto de la era mesiánica.
“En ese día”, proclama el profeta, “el gran Shofar será soplado. Y ellos vendrán, aquellos perdidos en la tierra de Asiria, y aquellos abandonados en la tierra de Egipto, y se prosternarán delante de Di-s en el Sagrada montaña, Jerusalem”. En ese día, la bondad y perfección de la creación de Di-s, estallará de los estrechos y ocultamientos, y florecerá en una realización sin restricciones.

Por: Yanki Tauber

El talit según la Cabalá


La idea principal de la plegaria judía es conectarse con Di-s. ¿Cómo puede un ser humano limitado, conecgmdstarse a un Di-s infinito? Pero Di-s quiere relacionarse con nosotros, por lo tanto Él se “limitó”. 

Hizo esto al expresarse Él en la creación. El mundo en  que  vivimos  es  una  expresión  de  Di‐s,  como  una  pieza musical es una expresión del músico que la compuso, y una pintura es la del pintor. 

Nosotros no podemos ver a Di-s pero podemos ver Su creación. Al mirar una pintura o escuchar una canción podemos percibir algo acerca de quién es el artista, al observar la belleza de este mundo, su complejidad y sus ritmos podemos empezar a apreciar Di-s.

Pero aunque la creación exprese a Di-s, nunca podría  expresar  Su  verdadera  esencia.  Tan  hermoso como es el mundo, es sólo un fragmento de la verdadera sabiduría de Él. Y ahí es donde Di-s es muy diferente de un artista. 

Para expresarse, el artista tiene que poner toda su concentración, esfuerzo y creatividad en su trabajo.

Pero para Di- s, expresarse es exactamente lo contrario—Él se limitó, se rebajó a hacer un mundo físico.

Sería como el talentoso músico que tiene que escribir: un pegajoso jingle sobre el yogur para un anuncio de radio. ¿Expresa eso su genio? ¡No! ¡Más bien, expresa su paciencia! De manera similar, Di-s no necesitó invertir  “esfuerzos”  para  crear  semejante  mundo  asombroso.  El  único  esfuerzo  estuvo  en  “limitarse”  para  poder crear esta existencia finita.

El Talit tiene dos partes el manto mismo y los Tzit zit o cordeles. El manto rodea nuestro cuerpo, y los cordeles cuelgan de él. Ellos representan los dos aspectos de Di-s, y su forma de relacionarse con nosotros.

El manto representa la esencia de Di-s, que nos supera en extremo y no podemos alcanzar, por ello el manto nos cubre. Los pequeños cordeles que cuelgan de las puntas son sólo una diminuta fracción de Su ser, aquella porción que podemos experimentar.

No importa cuán sagrados nos sintamos, Di-s es infinitamente  más  santo.  Esto  es  el  Talit  que  nos  envuelve. Pero no importa cuán impíos nos creamos, Di-s baja hacia nosotros y nos pide que hablemos con Él. Estos son los Tzitzit que cuelgan para que nosotros los tomemos y besemos.

Necesitamos  tener  esto  en  mente cuando rezamos, por eso usamos Talit.

La vaca y el becerro

El hijo de una sirvienta una vez ensució el Palacio Real. Dijo el Rey: “Que venga la madre y limpie la suciedad de su hijo”. Así mismo, Di-s dijo: “Que venga la vaca (roja) a expiar el pecado del becerro (de oro)” Midrash Tanjuma, Jukat 8.

La Torá define “vida” como un lazo con Di-s. Por ello, los hombres justos son llamados vivos incluso luego de su muerte física, mientras que los transgresores (del deseo Divino), incluso durante sus vidas son considerados muertos. Una vida desconectada de su fuente es una vida falsa, una vida desprovista de su esencia y razón de ser.

Esto explica la conexión entre la “vaca roja”, que está prescrita Divinamente como antídoto para la impureza ritual causada por el contacto con los muertos, y para el pecado del becerro de oro.

Inmediatamente luego de la creación del mundo, Adán, el primer hombre, reconoció este compromiso con Di-s como esencia de su vitalidad. Pero aquél mismo día, una brecha apareció en el lazo entre la criatura y el Creador. El hombre transgredió el deseo Divino (al comer de la fruta del Árbol del Conocimiento); y como resultado, el fenómeno de la muerte se hizo parte de la experiencia humana.

Veintiséis generaciones después; la muerte fue vencida una vez más. Di-s descendió sobre el Monte Sinai, reestableciendo Su original e íntimo lazo con Su creación; el hombre se comprometió inequívocamente a cumplir con el deseo Divino; reestableciendo su original y absoluta conexión con la fuente de su vida y liberándolo de los embragues del ángel de la muerte.

Pero también en esta ocasión, el flujo puro del cielo a la tierra duró poco. Cuarenta días luego de que el pueblo de Israel estuvo parado en el Sinai, transgredieron el Divino decreto “No tendrán otros dioses frente a Mí”, al adorar a un becerro de oro. La pestilencia de la muerte, introducida al mundo por el pecado de Adán y eliminada en el Sinai, fue reintroducida por el pecado del Becerro de Oro.

Tres Niveles de Relación:

Cómo último síntoma de la desconexión del hombre con Di-s, la muerte es el “padre de todos los padres de impurezas”. La Torá trae diferentes formas de impurezas rituales, pero la más severa es generada por un cuerpo muerto. Mientras que otras formas de impureza son transmitidas al tocar o mover un objeto impuro, la impureza de la muerte es única en el sentido que también puede ser transmitida a través de un “toldo”: si una persona se encuentra, ya sea por un momento muy breve, bajo el mismo techo que una persona muerta, se vuelve ritualmente impuro hasta que le salpiquen las cenizas de la Vaca Roja.

Las enseñanzas Jasídicas hablan de tres niveles generales de relación: interno, inmediatamente abarcadoras y distantemente abarcadoras (Pnimí, Makif Hakarov y Makif Harajok).Un ejemplo son las tres necesidades básicas del hombre: comida, vestimenta y refugio. La comida es “interna”, entra en el cuerpo y se convierte en parte de él. La vestimenta es el “abarcador inmediato”, envuelve el cuerpo pero no tiene un relación directa con él (cuanto más grande sea la persona, ropas más grandes necesitará, cuanto más chica sea la persona, precisará vestimentas más chicas). Un hogar en “distantemente abarcador” de la persona, lo rodea de forma que no mantiene una relación directa con él.

En el psiquis humano, éstos corresponden al intelecto, voluntad y deseo. El intelecto es la “comida” de alma: verdades racionales son ingeridas y digeridas por la persona e incorporadas en él como parte de su forma de pensar y ver las cosas. Más “abarcador” es la voluntad, que es esencialmente supra racional, y por lo tanto va “más allá” de la persona, imponiéndose sobre su ser interno y externo. Aún así, la voluntad es un “abarcador inmediato”, adecuándose al ser racional como una vestimenta se adecúa al cuerpo (por ello, una persona dará explicaciones racionales sobre porqué quiere algo; estas “razones” no son la verdadera causa de su voluntad, pero el mismo hecho que puede ser explicado significa que la voluntad no está completamente removida del ser racional). El “abarcador distante” es el deseo, que va más allá de la razón y es inexplicable, portando ninguna relación visible con la composición interna del alma.

Paradójicamente, cuanto más “distante” se encuentre algo, más se integra a la auto definición de la persona. Por ello, la personalidad de una persona se refleja más en sus vestimentas que en lo que come, y su casa es más integral a su identidad que sus ropas. La voluntad de una persona sacrifica más por lo que quiere que por lo que entiende, y sus “deseos” supra racionales lo tocan aún más profundamente y son incluso más esenciales para él. En verdad, esto no es una paradoja: ya que los elementos más “abarcadores” en la vida de una persona son generados en lo más profundo de su esencia, son tan profundos que no pueden ser asimilados por las facultades finitas de su ser conciente.

En esto se encuentra el significado del hecho que la impureza generada por la muerte es conducida a través de un “toldo”, impregnando de impureza el lugar en el que se encuentra y contaminando todo lo que se encuentre bajo su techo. Otras impurezas afectan sólo el aspecto “interno” de la persona, o como mucho, las áreas “inmediatamente abarcadoras” de su ser: correspondientemente, son conducidas por contacto directo o de segunda mano. Es una marca de la primacía de la impureza de la meurte que se inflitra también en los aspectos “distantemente abarcadores” de la persona y correspondientemente se extienden también a través de “abarcadores distantes”: la casa o el “toldo” que lo alberga.

El Antídoto:

Para purificar a alguien que ha sido contaminado al tener contacto con un muerto, la Torá nos ordena que una vaca roja debe ser faenada y quemada, y sus cenizas ser mezcladas con “aguas vivas”, aguas de una fuente que nazca de la tierra. Estas “aguas de purificación” son luego salpicadas a la persona contaminada en el tercer y séptimo día de su perído de siete días de purificación.

Ya que si la muerte es un síntoma de desconexión con Di-s, la mitzvá, o el mandamiento Divino, es la manera que conseguimos conectarnos y unirnos con Él. Y la ley de la vaca roja es la mitzvá ejemplar: el mandamiento que inviste a todos los 613 mandamientos de la Torá.

La ley de la vaca roja es un Jok- un decreto Divino supra racional. El Midrash relata que cuando Di-s le enseñó esta ley a Moshé, el recibidor de la Torá estaba incrédulo. “¡Dueño del Universo”, gritó, “¿Esto es una purificación?. A lo que Di-s respondió: “Moshé, es un jok, un decreto que He decretado, y ninguna criatura puede comprender completamente Mis decretos”.

Aún así, la Torá introduce la ley de la vaca roja con la frase, “Éste es el decreto de la Torá”, implicando que es el prototipo de todos los mandamientos de la Torá. Ya que en esencia, cada mitzvá, incluyendo estas mitzvot supra racionales como “No matar” y “Honra a tu padre y a tu madre”, es un decreto supra racional de Di-s. Las varias razones y explicaciones que pueden darse acerca de una mitzvá no son sino una racionalidad superficial que encierran profundidades supra racionales.

Pero la ley de la vaca roja es más que un ejemplar de la supra racionalidad de las mitzvot. Los detalles de esta mitzvá invisten las variadas formas y funciones que la mitzvá asume, haciéndola un microcosmo de los 613 mandamientos de la Torá.

La ley de la vaca roja está repleta de temáticas contradictorias y provisiones. Las cenizas de la vaca roja remueven la más severa de las impurezas, pero aquellos que se ocuparon de la preparación de la misma (los matarifes de la vaca roja, los encarcados en quemarla y en recolectar las cenizas) se impurifican ritualmente. La cada misma es una paradoja de lo más bajo y lo más elevado: debe ser completamente roja (un color que tiene connotaciones negativas en la Torá y la ley de la Torá); la Torá nos ordena que debe ser faenada fuera de la santa ciudad de Jerusalem (en contraste a otras ofrendas, que debían ser faenadas en el patio del Templo Sagrado); y por el otro lado, debe ser “perfecta” sin ninguna falla; es faenada dentro de la vista del Templo Sagrado y su sangre es salpicada “en dirección al Sancto Sanctórum”, es preparada por un Kohen (sacerdote), y de acuerdo a una opinión por el Kohén Gadol (el Sumo Sacerdote) visitiendo ropas blancas, que son generalmente reservadas para los servicios de Iom Kipur en el Sancto Sanctórum. Y la mezcla purificadora de las cenizas y el agua es una combinación de dos fuerzas contradictorias: fuego, que representa el poder de ascención, y agua, que personifica la cualidad de “asentarse” y saturación.

Esta es la paradoja de la mitzvá, con la que Di-s se nos une descendiendo a este mundo físico para santificarlo, y al mismo tiempo mantienéndose apartado de su materialidad y profanación. En general, esta es la función de las dos categorías de las mitzvot: las 365 “prohibiciones”, con las cuales nos santificamos al rechazar la corporalidad del estado físico, y los 248 “mandamientos positivos”, con los cuales interactuamos y desarrollamos el mundo físico convirtiéndolo en un recipiente para la Divinidad. En particular, cada mitzvá individual es un acto “positivo” y “prohibitivo”: un acto de rechazo y aceptación, de trascendencia y participación, un amalgama de fuego ascendiente y agua descendiente. Una mitzvá es un hombre que vive una vida física, aceptando el estado físico como un medio para conectarse con Di-s, y al mismo tiempo, se mantiene como un ser espiritual, no dejando que el estado físico defina su vida y dictamine sus prioridades.

¿Cómo actúa uno en el mundo físico sin que sea absorvido por él? ¿Cómo uno puede asegurarse que el elemento “agua” de uno no se embarre al descender? La respuesta se encuentra en la estipulación de la Torá que el agua mezclada con las cenizas de la vaca roja debe ser “agua viva”, “agua que se ha filtrado a través de los canales de la tierra…y de esa forma es refinada y rectificada”.

“Tierra” representa la humildad y auto abnegación. Cuando la participación de una persona con lo material se filtra a través de la tierra de la auto abnegación con Di-s (o sea, la ausencia de todos los motivos y aspiraciones salvan el cumplimiento de Su voluntad), sus aguas son “aguas vivas”, no contaminadas por los gravámenes negativos de la vida material. Mezcladas con el fuego de los esfuerzos espirituales, limpia al mundo de los vestigios de la meurte, de la separación y desconexión de Di-s, y reestablece la armonía primordial entre el Creador y la creación.

Basado en una entrada del diario del Rebe, en el año 5700 (1940).

Misión imposible

Una historia: Rabí Hirsh Altein sufría de terribles dolores de espalda, y luego de intentar sin éxito varios medicamentos y tratamientos, todos los especialistas que lo visitaban le aconsejaron que la única manera de librarse de ese problema, era operándose. Cuando le pidieron consejo al Rebe, implicó que una operación sería innecesario; debía de haber cierta pomada a la venta que resolvería el problema. Pero los doctores continuaban insistiendo que ellos no conocían de otra alternativa sin ser una ope-ración. Como último recurso, Rabí Altein visitó al Dr. Avraham Seligson (el doctor personal del Rebe, y un devoto Jasíd). El Dr. Seligson, que no era traumatólogo, revisó a Rabí Altein y le recetó un ungüento para su espalda. Obvio que hasta su fallecimiento, veinte años más tarde, el Rabino Altein nunca más tuvo dolores de espalda.

Cuando le preguntaron al Dr. Seligson cómo supo recetar aquella crema, cuando todos los especialistas pensaban que la única opción era una operación, respondió: “Los resultados del pronóstico indicaban que precisaba una operación, pero el Rebe dijo que no era el caso. Me dí cuenta que el Rebe quería crear un “recipiente” para que se manifestara el milagro, así que le receté la crema más simple y barata de todo el mercado”. La reconocida misión de los espías a Canaán, tenía la intención de recopilar información inteligente sobre el enemigo. Les dijeron que explorasen la llanura de la tierra, así como también sus fortalezas construidas por los hombres y las naturales. Tenían que reportar las fuerzas de los enemigos y sus debilidades, y las fuentes naturales que podían contar en tiempos de guerra. Esta información sería utilizada por la base militar Israelita para formular una estrategia apropiada de combate para la inminente batalla para conquistar la Tierra Santa. ¿Es esto un ejemplo de tirar el mensaje porque no te importa el mensaje? Los espías, todos conocidos como gente piadosa con una integridad incuestionable, fueron fielmente a cumplir con su tarea, pero lo que vieron les hizo caer la moral: los Cananitas eran una nación poderosa, gente gigante con una fuerza increíble.

No menos de 31 reyes se encontraban en palacios reales defendiendo a los enemigos militares en la tierra de Canaán. No había forma, concluyeron los espías, para los Israelitas conseguir una victoria natural contra el formidable enemigo Cananita. “No podemos ir en contra de esta gente, ya que son mucho más fuertes que nosotros”, declararon. Y esta honesta conclusión, tuvo resultados desastrosos. Di-s estaba muy desconforme con su reporte y la reacción que generó, y causó la muerte prematura de toda la generación que había salido de Egipto.

¿En qué se equivocaron los espías? ¿Puedes pedirle a alguien que te mande un reporte y luego castigarlo porque no te gustó? ¿No es éste acaso un ejemplo de tirar el mensaje a la borda porque no te interesa el mensaje? 

El Rebe explica que los espías se equivocaron en asumir que habían llegado a una conclusión. Les dijeron que vayan a Canaán y que trajeran hechos concretos: la naturaleza de su tierra y su población, etc. No les pidieron que tomaran una decisión con respecto a la facilidad de conquistar su tierra. Di-s había prometido a los judíos la victoria militar contra los Cananitas, y por lo tanto, no había una cuestión a debatir. La pregunta no era si se podía hacer, sino cómo debería hacerse. Lo mismo sucede con nuestras vidas personales. A todos nosotros se nos “encomendó una misión” en este mundo, de iluminar nuestros alrededores con la luz de la Torá y las mitzvot. Frecuentemente la oposición parece ser muy formidable; los obstáculos para implementarla aparentan ser insuperables. Cuando estos pensamientos entran en nuestras mentes debemos recordar que si Di-s nos encomendó una misión, seguro que la podemos llevar a cabo. Nuestra tarea es descubrir cómo lograrlo.

* Por Naftali Silberberg

Parashá en síntesis: Behaalotjá

Esta parte se inicia con el precepto encomendado a Aharón:  encender las luces de los siete brazos del candelabro ubicado en el Santuario. 

El término utilizado para “encender” es Behaalotjá, que en forma literal significa “cuando hagas subir”, cuando eleves. Aharón tenía que encender las llamadas hasta tanto estas se pudieran mantener encendidas por sí solas. 

Las luces de la Menorá del Santuario son el símbolo del alma judía. “La Luz de Di-s es el alma del hombre”. La misión de Aharón era elevar espiritualmente a los judíos, no sólo encendiendo la llama del Judaísmo, sino engendrando en ellos el amor a Di-s, de modo que pudiera mantenerse por sí solo sin necesidad de depender de una inspiración externa. 

Aharón personificó la paz y el amor al prójimo. Tuvo el mérito de acercar a los judíos a la Torá, en vez de simplificar la Torá para bajarla al nivel en que ellos estaban. Elevó el nivel espiritual de las personas para que vivieran según lo establecido en la Torá. 

Simplificar el cumplimiento de los Preceptos atenta directamente contra la esencia y la existencia del Judaísmo, produciendo un ritual sin significantes y un vacío espiritual.

Aún cuando la instrucción del encendido fue dada a Aharón, es aplicable a todos los judíos en el ámbito espiritual, porque cada uno es miembro del “pueblo de sacerdotes” y le corresponde iluminar su camino y el de los demás con la Luz de la Torá. 

La función de la mujer judía es de gran relevancia, pues se le concedió el privilegio del encendido de las velas de Shabat y de las festividades; ella es el soporte espiritual del hogar y, por tanto, posee las fuerzas necesarias para promover la paz y la armonía, alumbrando tanto a los suyos como al mundo exterior. 

Aharón cumplió con entusiasmo la mitzvá del encendido de la Menorá. Lo hizo personalmente con gran precisión durante toda su vida, aun cuando estaba autorizado para delegar esta función en sus hijos; ello nos demuestra la importancia de la disciplina y la constancia en el Judaísmo. 

Los viajes que tuvieron que hacer los judíos durante su travesía por el desierto eran guiados por la Voluntad Divina, mediante las “Nubes de Gloria” que indicaban su estadía en determinado lugar o el avance hacia otro. A veces llegaban a lugares desagradables como Mará, o a otros con mayores recursos de agua y árboles.

Nunca, durante los 40 años, supieron la duración de su estadía en determinado lugar, demostrando así su aceptación y el deseo de seguir a Di-s, independientemente del lugar en donde se encontraban. 

La salida de un lugar a otro era anunciada por tres señales: la “nube de Gloria” apostada sobre el Tabernáculo se transformaba en una columna recta. Moshé proclamaba “Kuma Hashem” (“levantate”), conminando a la Nube a partir y, finalmente, los Cohanim tocaban las dos trompetas de plata con el sonido correspondiente a la partida. 

Por iniciativa del erev rav (Aquellos que salieron con los judíos de Egipto), los Bnei Israel empezaron a pedir carne, además del maná, que era lo único que recibían. Moshé se lo comunicó a Di-s y Éste, a pesar de su enojo con el pueblo por haber sucumbido al deseo de  comer carne, hizo aparecer las codornices (slav) en abundancia, para que comieran de ellas hasta que se saciaran y les repugnara, y se dieran cuenta de que aún las cosas más hermosas y deseables se convertían en lo contrario, si se tenían en exceso. 

¿Hamantashen para Shavuot?

En 1967, un joven jasid de Lubavitch de Australia viajó a Nueva York para pasar Shavuot con el Lubavitcher Rebe en Brooklyn. Llegó unos días antes de la fiesta- después del estallido de la Guerra de los Seis Días- cuando el Rebe comenzó la campaña de colocar Tefilín a todo varón judío mayor de Bar Mitzvá.

Un día acompañó a sus pares en la nueva campaña. Antes de entrar en el automóvil, fue a la tienda de comestibles cercana para llevarse algo de comer. Tomó una bandeja al azar del primer estante, pagó y retornó al coche.

Mientras viajaban sacó su bolsa para comer y les ofreció también a sus compañeros. De repente, todos se rieron. ¡Entre las masitas había hamantashen- masita típica de Purim! “¡Ahora! ¿En víspera de Shavuot?”

Los pasteles y galletas desaparecieron rápidamente. Sólo quedaron los hamantaschen.

Después llegaron a su destino: un gran hospital en Manhattan. Allí, se separaron en grupos y se asignaron diferentes pacientes para visitar. Había muchos judíos. Invitaron a cada hombre judío a colocar Tefilín y la mayoría aceptó.

A último momento entraron al cuarto de dos hombres judíos. Uno de ellos accedió a colocarlos en seguida, pero el otro se negó firmemente. Con rabia, exclamó: “¡yo estoy conectado a Di-s como ustedes!”

Los estudiantes intentaron calmar al hombre con palabras dulces, pero él se negaba. De hecho, parecía más enfadado. Su feroz objeción a la idea de realizar la Mitzvá de Tefilín despertó su curiosidad. Incluso su compañero de cuarto intentó persuadirlo, pero él no escuchaba.

Después de un rato, estaban listos para rendirse. Entonces, uno de ellos le ofreció un pedazo de fruta. “Coma esto. Por lo menos recite una bendición.”

El hombre volvió su cara a la pared, ignorándolos. Luego giró en su dirección y dijo sarcásticamente: “¿Fruta me ofreces? ¡Tráiganme un hamentash y entonces colocaré Tefilín!”

No podían creer lo oído. Tres pares de ojos giraron hacia el visitante de Australia. Con una ancha sonrisa, mirando tiernamente al paciente, dijo: “Si para ponerse el Tefilín usted requiere hamentashen, le daremos hamentashen!”

El hombre dijo incrédulamente. “¿Hamantashen ahora? ¡No lo creo!”

Entretanto, el australiano salió del cuarto y corrió al estacionamiento del hospital.

El joven sacó el paquete de hamentashen de su bolsa, que sólo un rato antes había sido desdeñado por todos.

En el cuarto, le extendió la bandeja. Los ojos del anciano se llenaron de lágrimas. “Increíble. Absolutamente increíble. ¿Hamantashen después de Pesaj? ¿Antes de Shavuot?” Y cautelosamente alzó uno a su boca. Uno de los muchachos de la Ieshivá lo ayudó a recitar la bendición. Cerró sus ojos y masticó despacio.

Después, enrolló la manga de su brazo izquierdo para cumplir el trato que, extrañamente, “propuso”. Con los Tefilín en su brazo, lloró silenciosamente. No era el único – todos lloraban en el cuarto.

Cuando regresaron a 770, en Brooklyn, estaban maravillados por la combinación extraordinaria de eventos. ¡Claramente todo había sido colocado directamente del Cielo!

Antes de volver a Australia, el joven tuvo una audiencia privada con el Lubavitcher Rebe y le contó la historia. El Rebe sonrió y contestó: “¡Nu, si eso es lo que pide, que alguien le traiga hamentashen todos los días!”

De Sijat HaShavua

Cuatro tipos de enfoque

“Hay cuatro tipos de enfoques: Fácilmente irascible y fácilmente aplacable – su pérdida termina en ganancia; duro para enojarse y duro para aplacarse – su ganancia se convierte en pérdida; duro de enojarse y fácil de aplacar, es un jasid; fácilmente irascible y duro de ser aplacado, es un malvado”.

El Taná (quien enseñó la Mishná) adjudica estas características al intelecto de la persona. “Según su madurez intelectual es su paciencia” (Midrash Shmuel)

El niño pequeño, que tiene su intelecto poco desarrollado, se enoja y encoleriza y hasta llora por pequeñeces, si contradicen su voluntad.

Esto sucede debido a que su juicio es pequeño aún. No puede dominarse, y no dejarse llevar por sus emociones. Por otro lado el adulto, que ya tiene desarrollado su intelecto, puede abarcar en su mente incluso elementos antagónicos a su voluntad. Debido a que domina sus emociones, no se enoja. En estos aspectos existen diferentes niveles, y “quien incrementa su conocimiento es menos propenso a encolerizarse” (Likutei Torá)

DIFERENTES CARACTERES

La Mishná nos habla de cuatro personas que en lo que hace a la conducta práctica actúan correctamente. Se alejan del enojo, y se apresuran a perdonar a quien peca en su contra. Pero Pirkei Avot son enseñanzas para los piadosos- Mili de Jasiduta. Los adjetivos que le otorga la Mishná se refieren al carácter, no a la conducta. La diferencia entre ellos radica en la naturaleza de cada uno de ellos.

Malvado es llamado también quien lo es en su carácter, aunque no en su proceder- debe ocuparse y cambiar su naturaleza hasta convertirse en “duro de enojarse y fácil de aplacar”

Quien es “fácilmente irascible y fácil de aplacar”– debe saber que, aunque “su pérdida se convierte en ganancia”, no debe contentarse con ello, sino corregirse y llegar a ser “duro de enojarse”.

Y quien naturalmente se inclina a ser “duro de enojarse y difícil de aplacar” le conviene saber que aunque “su ganancia se convierte en pérdida” puede revertir totalmente su tendencia, hasta lograr que sea “fácil de aplacar”.

(Beyond the letter of the Law)

¿Por qué el Judaísmo prohíbe los tatuajes?

La fuente de esta prohibición se encuentra en Levítico 19:28 “No se grabarán un tatuaje sobre ustedes”.

Esta prohibición se aplica a todo tipo de tatuajes, a excepción de aquellos hechos para propósitos médicos como ser una marca para guiar al cirujano en una intervención.

A pesar que algunos de los comentaristas aparentan creer que éste es uno de los Jukim (mandamientos que el intelecto de la persona no puede captar) de la Torá, otros traen diferentes explicaciones sobre esta prohibición:

1) El cuerpo humano es una creación de Di-s, y por lo tanto no es correcto mutilar el trabajo de Di-s. No es apropiado que miembros de la nación de Di-s mutilen sus cuerpos. Uno debe creer que Di-s, el más grande de todos los artesanos, lo ha formado de la manera más correcta y perfecta, y no debe cambiar esta forma. Cambiar el cuerpo de uno (no hablamos aquí por razones de salud), es equivalente a insultar la obra de Di-s.

2) En tiempos remotos, era una costumbre de los idólatras tatuarse como símbolo de compromiso a su deidad, así como un animal es etiquetado por su dueño. En muchas ocasiones, la Torá prohíbe la práctica de emular las costumbres paganas, considerando que seguir estas tradiciones es el primer paso a unirse a sus creencias idólatras y a sus servicios.

3) El pacto de la circuncisión es único en el hecho que es un signo en nuestros cuerpos que muestra nuestra relación con Di-s. Hacer otros símbolos en el cuerpo de uno, es debilitar este símbolo especial.

Por Baruj S. Davidson

¿Nos conectamos al creador al comer kosher?


Siempre  que  comemos  algo,  conscientes  de  nuestro  Creador  y  del  propósito Divino, nuestro acto de comer actúa como una conexión con El.

La energía que recibimos de ese alimento en sí se eleva a ese propósito superior.

Por  otro  lado,  si  solo  comemos  esa  comida porque tenemos hambre, sin una intención interna, nosotros y la comida seguimos siendo solo una parte más de este mundo fragmentado.

Así es como funciona con la comida kosher.  Kosher  significa “apto  para  su  uso”.

Este alimento es apto para comer porque puede elevarse mediante el tipo correcto  de  alimentación.  Por  eso  también se le llama mutar, que significa “desatado”. No está ligado a ser otra cosa material. A través de su alimentación adecuada, puede convertirse en una ofrenda Divina.

Pero si es del tipo de comida que el Creador no quiere que comamos, entonces  la  naturaleza  de  esa  comida  es  tal,  que nunca se puede elevar al comer. No importa  lo  que  hagamos,  permanece  \atrapada  en  este  mundo  y  nos  arrastra  con ella. Por eso también se llama asur,que  en  hebreo  significa  “atado”.  El  alimento está atado a su existencia material y  mundana  y  las  mejores  intenciones  nunca pueden sacarla de allí. Algunos de estos animales reflejan esta negatividad espiritual en su naturaleza y comportamiento. Así que Najmanides habla de los rasgos de carácter negativos imbuidos en la carne de especies no kosher.

Además, en muchos casos, lo que no es saludable para el alma tampoco lo es para el cuerpo. Entonces, tenemos nutricionistas  que  confirman  que  una  dieta kasher es más saludable. Buenos dividendos, pero no el factor subyacente.

El Banquete del Mashiaj

El octavo día de Pésaj está estrechamente ligado a la venida del Mashiaj.

El Baal Shem Tov -Fundador del Movimiento Jasídico- enseñó y reveló que en ese día “brilla una luz del Mashíaj” en el mundo. Por ello también instauró una costumbre que enfatiza la relación especial del último día de Pésaj y Mashíaj: El último día de Pésaj, por la tarde, hizo una comida adicional y la llamó “Seudat Mashíaj”- la comida del Mashiaj. 

La “comida del Mashíaj” -deja en claro que el Mashíaj es parte concreta de nuestra vida. Comemos una comida en honor a él, que está próximo a llegar.

Uno de los elementos más importantes de Pésaj, la festividad que celebra la libertad del pueblo judío, es que sirve como preparación para la Redención completa y eterna a través de nuestro justo Mashíaj.

Así el versículo declara: “Yo revelaré maravillas [en el tiempo de la Redención final que son] semejantes a [aquellas que fueron reveladas en] el tiempo de vuestro éxodo de Egipto”. De hecho, el éxodo de Egipto abrió el canal para hacer posibles a todas las redenciones subsiguientes, incluyendo la final.

Más específicamente: los primeros días de Pésaj se relacionan la mayor parte con el éxodo de Egipto, mientras los últimos días están más estrechamente asociados con la Redención venidera.

Esto puede ser también visto de las Haftarot leídas durante los dos días finales, versando sobre el tema de cada uno de estos días: Uno de los elementos más importantes de Pésaj, la festividad que celebra la libertad del pueblo judío, es que sirve como preparación para la Redención completa y eterna a través de nuestro justo Mashíaj.

Así el versículo declara: “Yo revelaré maravillas [en el tiempo de la Redención final que son] semejantes a [aquellas que fueron reveladas en] el tiempo de vuestro éxodo de Egipto”. De hecho, el éxodo de Egipto abrió el canal para hacer posibles a todas las redenciones subsiguientes, incluyendo la final.

Más específicamente: los primeros días de Pésaj se relacionan la mayor parte con el éxodo de Egipto, mientras los últimos días están más estrechamente asociados con la Redención venidera. Esto puede ser también visto de las Haftarot leídas durante los dos días finales, versando sobre el tema de cada uno de estos días: estilo también causa a su radiación, permear al individuo no sólo en su pensamiento y palabra (algo logrado recitando la Haftará), sino también en su cuerpo físico. Así este concepto es asimilado en el cuerpo real de la persona.

Adicionalmente, celebrar y conmemorar con una comida señala la santidad que impregnará al mundo físico entero cuando Mashíaj venga. Pues en ese tiempo “la gloria de Di-s será revelada, y toda carne observará…”. Este permear de lo material por lo espiritual es mejor comprendido por la santificación del alimento. Dado que el judío – de acuerdo con el principio que todas las acciones de uno deberían ser en aras del Cielo – come aún una comida ordinaria con la intención de traer santidad a este mundo, ¡cuánto más así con respecto a una comida en un día sagrado!

Seguramente, entonces, el especial “Festín de Mashíaj” de Ajaron Shel Pésaj de una vez al año nos permite comprender mejor cómo toda condición física será imbuida de santidad en el tiempo de la Redención.

El efecto de este evento especial no está, por supuesto, limitado al día de Ajaron Shel Pésaj mismo. Más bien, la idea es que debería afectar al judío a lo largo de todo el año, para que todo lo que él haga en relación con el mundo terrenal sea colmado de santidad y espiritualidad, semejante a la espiritualidad que abarcará al mundo con la llegada de Mashíaj.

Además, la lección de Ajaron Shel Pésaj no está limitada a la relación del hombre con el mundo físico, sino que también se vincula con la espiritualidad interior de todo judío.

Pues el nivel de Mashíaj está en el núcleo de toda alma judía. Ajaron Shel Pésaj permite a cada judío revelar este núcleo a lo largo del año, permitiendo, con eso, servir a Di-s con la misma fibra de su ser.

Únase, pues, a la costumbre de comer el próximo domingo 4 de abril por la tarde, último día de Pésaj, una comida que incluya Matzá y se tomen cuatro copas de vino.