Arriesgo su vida

1918. La guerra civil estalló entre los rojos y los blancos en Rusia. Después de unos meses de amargas luchas callejeras, los Rojos vencieron. Los comunistas comenzaron a gobernar por la fuerza a los millones de ciudadanos rusos.

Para establecer firmemente su posición, compilaron medidas para regular la vida de los ciudadanos. No podían congregarse por la noche, y durante el día se permitía que se reunieran pocas personas, para que no intentaran conspirar contra el gobierno.

A partir de 1919, el gobierno tomó medidas más duras. Establecieron leyes que limitaban las actividades y la autoridad de las instituciones religiosas. Seguían a los rabinos y organizaban pesquisas en sus hogares en busca de pruebas de rebelión.

Un día llegaron a la casa de rabi Shalom Dovber de Lubavitch, el Rebe Rashab, en Rostov. Un grupo de soldados con rifles irrumpió en la casa del Rebe para buscar ma terial antirrevolucionario. Se ordenó a los miembros del hogar que no se movieran. La vista de los soldados armados era aterradora, y el Rebe les comentó a los que estaban a su alrededor que lo correcto sería que los soldados quitaran las bayonetas de sus rifles.

Todos en la casa estaban aterrorizados, mirando en silencio mientras los soldados revolvían la casa en su búsqueda. Ninguno se atrevió a repetir a los soldados lo que dijo el Rebe. Pasó otro momento, y Rabi Iaakov Landau, joven rabino que era un miembro de la casa en la casa del Rebe, habló valientemente con el oficial al mando y le pidió que considerara el honor del Rebe y que quitara las bayonetas.

El oficial podría haber ordenado que golpearan al joven, pero sorprendentemente, el oficial dijo a sus soldados que respetaran los deseos del Rebe.

Pero la búsqueda no había terminado. Los soldados continuaron, y uno de ellos encontró una caja de tabaco que el Rebe usaba en Pesaj. El soldado se la guardó en el bolsillo. El Rebe observó el robo y gimió, diciendo a los que lo rodeaban que la caja era preciosa para él y que estaba dispuesto a canjear la caja de rapé de Pesaj, que estaba hecha de hojalata, por otra diferente de plata.

Los miembros de la familia pensaron que no era un momento propicio para discutir con los soldados por algo tan insignificante. Una vez más, fue el rabino Iaakov Landau quien arriesgó su vida y, como un jasid leal, accedió a la solicitud del Rebe. Se volvió hacia el oficial y le pidió que le dijera al soldado que devolviera la caja.

Nuevamente los presentes estaban seguros de que el oficial, un hombre malvado cuyo odio por los judíos ardía en sus ojos, ordenaría el arresto del rabino Landau, pero increíblemente, se volvió hacia los soldados, con el rostro enrojecido de ira, y dijo que quienquiera hubiera robado la caja debía sacarla de su bolsillo y ponerlo sobre la mesa, de lo contrario lo lamentaría. En cuestión de segundos, uno de los soldados sacó a regañadientes la caja de su bolsillo y la colocó sobre la mesa.

El Rebe pareció complacido hasta que notó que la tapa de la caja se había abierto. Su rostro estaba abatido de nuevo y dijo que ya que la caja se había abierto ya no la necesitaba, pues posiblemente el soldado hubiera tenido una partícula de jametz en su bolsillo.

Cuando los soldados salieron de la casa, una bala de uno de los soldados disparó accidentalmente al soldado que había robado la caja y lo mató en el acto.

Este difícil episodio dejó su huella en el Rebe Rashab, quien dijo que no podía seguir viviendo con los comunistas. Poco después, el 2 de Nisan de 1920, falleció.

Cuidar la cara

“Y lavarán de él, Aarón y sus hijos, a sus manos y a sus pies” (Shemot 30:19)

En nuestra Parshá, el Altísimo ordena a Moshé a construir una fuente de cobre para lavarse, y colocarla frente al Ohel Moed, la “carpa” del Santuario. Esta fuente era utilizada por los sacerdotes, los cohanim, previo a su servicio en el Santua-rio, como está escrito1: “Y lavarán de él Aarón y sus hijos a sus manos y a sus hijos cuando vengan al Ohel Moed”. Este lavado tenía dos objetivos: 1) Limpieza y purificación: Se requiere del Cohen una limpieza y purificación adicional previo a su inicio del servicio a Di-s en el Santuario. 2) Santidad: a través del lavado, el cohen alcanzaba un mayor nivel de santidad, y por eso, este lavado también se lla-maba- “la santificación de las manos y los pies”2  

TODOS SOMOS COHANIM

Es verdad que el Sagrado Templo está destruido, pero el sentido conceptual de sus servicios y su estructura permanece vigente también en la actualidad. En ese sentido, todo judío es una suerte de “cohen”, siendo que la totalidad del pueblo de Israel es llamada en el texto bíblico como “un reino de sacerdotes y una nación santa”3. Y efectivamente el concepto del lavado previo al servicio al Creador se cumple también en nuestra vida. El Rambam escribe en las Leyes de la Plegaria4: “Por la mañana- lava su cara, sus manos y sus pies, y luego habrá de rezar”. Es sabido5, que las Plegarias están en lugar de las ofrendas que eran traídas en el Sagrado Templo, y el lavado previo a la Plegaria es similar a la purificación y santificación de los cohanim previo al servicio en el Santuario.  

LAVAR LA CARA

El Rambam agrega un detalle que no aparece entre las instrucciones de la Torá para los cohanim: a ellos se les ordenó lavarse sólo sus manos y pies, mientras que el Rambam agregó también el lavado de la cara. Hay en ello también un sentido especial relacionado a la época posterior a la destrucción del Sagrado Templo. Las manos y los pies simbolizan la fuerza para hacer que posee el hombre, mientras que la cara simboliza las fuerzas más internas- el intelecto, la vista, el oído, la palabra y similares.

Los temas mundanos deben realizarse por medio de las manos y los pies- es decir, en ello debe invertirse sólo las capacidades y las fuerzas más externas que hay en nosotros, como está dicho6: “con el esfuerzo de las palmas de tus manos comerás” debe invertirse las ‘palmas’ en la vida mundana, mientras que las fuerzas y capacidades más elevadas hay que guardarlas para lo que es la esencia de la vida- el servir al Altísimo.  

EL INTERIOR SIEMPRE ESTÁ PURO

Y aquí aparece la diferencia entre la época del Templo a nuestros días: en la época del Sagrado Templo ‘la cara’ estaba de por sí separada de lo mundano, y por ende no había necesidad de una purificación y santificación especial previo al servicio en el Templo. Pero en el exilio, cuando la tranquilidad se ve perturbada por el Galut, y puede ocurrir que también las fuerzas internas del hombre estén sumergidas en la vida cotidiana- entonces se requiere de una purificación adicional, para purificar también a ‘la cara’.

Este es el sentido conceptual de lo que el Rambam agrega la necesidad de lavarse también la cara antes de la Plegaria. Sin embargo, hay legisladores halájicos7 que no marcan como obligación el lavado de la cara antes de rezar. De acuerdo a su opinión la misma declaración del judío de inmediato al levantarse de su sueño “Agradezco yo frente a Ti”- enfatiza que la esfera interior del ser siempre permanece ligada al Altísimo, y por eso no hay necesidad de una acción especial de purificación de ‘la cara’ y lo interno.

Puesto que el interior del judío está siempre preparado para servir a Hashem y no hay impureza alguna que pueda dañarlo. Y como el conocido dictamen del Rambam8 que todo judío siempre quiere cumplir la voluntad de su Creador.

(Likutei Sijot Tomo 31, Pág. 184)  

NOTAS: 1.Shemot 30:19 2.Mishná Iomá 28,a 30,a 31,b Ramban Hiljot Tefilá Cáp.5 Halajá 1 3.Shemot 19:6 4.Cáp. 4 Halajá 3 5.Brajot 26,b 6.Tehilim 128:2 7.Shulján Aruj Admur Hazaken, Siman 1, inciso 5 8.Final Cáp. 2 de Hiljot Guirushín 

Mi padre es judío… ¿Por qué tengo que convertirme?


Después de salir de Egipto, donde sufrieron como esclavos y fueron atormentados por ser judíos, los israelitas llegaron al monte Sinaí. Allí les dijeron que tenían que aceptar formalmente la Torá y convertirse al judaísmo sumergiéndose en una mikve (baño ritual). Podrían haber tenido la misma queja: siempre hemos sido judíos, hemos sufrido terriblemente por eso, ¡¿y ahora nos dicen que tenemos que convertirnos en judíos?!

De hecho, ya eran judíos en el sentido étnico, pero aún no se habían convertido en judíos en el sentido religioso. Nacieron en el clan, pero aún no se habían comprometido con la misión. Solo al aceptar sinceramente la Torá asumieron la identidad judía completa en cuerpo y alma. Los israelitas de antaño tuvieron su momento de la verdad:

¿Estoy listo para estar delante de Di‐s y comprometerme a ser judío? ¿No solo por un día o una semana o un año, no solo por mi vida, sino por generaciones?

Y dijeron que sí. El poder de ese momento aún resuena. Todos los judíos que viven hoy en día descienden de una madre que se convirtió al judaísmo, que dio ese paso, ya sea en el monte Sinaí o en algún momento desde entonces. Ahora tienes tu momento de la verdad. Puedes ser cultural y étnicamente judío, como ya lo eres. O puedes pararte en tu propio Sinaí y decirle que sí a Di‐s. Deja a un lado la emoción y tómate esta decisión en serio.

Si no, sigue adelante, deja cosas pendientes para tus hijos y los de ellos. Pero si lo haces, tu compromiso es para siempre, para todas las generaciones, de una vez por todas.

Sobre juicios y leyes

Mishpatim comienza con leyes que regulan apreciar la importancia vital de las relaciones humanas individuales y sociales. Sin embargo, esta sección sigue a la de Itró, donde se enfatizan las obligaciones del hombre hacia Di-s. El último capítulo de Itró que es el que precede y está unido a Mishpatim, trata las leyes del Altar.

Nuestros Sabios se preguntan con respecto a esta secuencia: ¿Qué relación tiene la sección de Mishpatim con las leyes del Altar?

La respuesta es: para enseñarnos que el Sanhedrín (la Corte de Jueces), debe estar cerca del Altar, símbolo de la obligación del hombre hacia Di-s. Esto señala que en el área de las relaciones humanas, tanto a nivel individual como intergrupal, es inútil apoyarse enteramente en sentimientos “intuitivos” de igualdad y justicia, tal como muchas experiencias amargas lo han demostrado.

Entonces, ¿qué sistema de moralidad puede sobrevivir en la coexistencia cotidiana de grupos e individuos? Sólo un sistema de ética y justicia cuyas leyes deriven su autoridad de una fuente Superior, del Creador del universo y del hombre. Ya que sólo el Creador conoce plenamente la naturaleza humana, con todas sus debilidades, tan sólo el Creador puede prescribir leyes verdaderas, éticas y moralmente perdurables, tanto para el individuo como para la sociedad en general.

Sólo las leyes que sustenten su veracidad y autoridad en el Ser Supremo, son válidas para todos, eternamente, sin variar con el tiempo y con el lugar.

A la luz de lo anterior se puede apreciar la importancia vital de la educación judía genera y de la Yeshiva y de la escuela judía en particular.

Lejanos son los días en que se creía que la educación en la Ieshivá era necesaria tan solo para la preparación de Rabinos o Shojatim (matarifes), pero no para las personas comunes.

Hoy, en nuestra sociedad, es muy claro que la enseñanza de la Torá en una Ieshivá, donde hay una atmósfera de reverencia y amor a Di-s, es indispensable para que cada niño y niña judíos, se desarrollen como buenos judíos cumpliendo sus obligaciones hacia Di-s y entonces comprenderemos”!

Una Orden General Desde que los judíos dejaron Egipto, fueron llamados “El ejército de Di-s”. Una persona que cumple el servicio militar, comprende inmediatamente que al recibir una orden de un oficial superior, no puede demorar su ejecución hasta el momento en que pueda analizarla y ver si está de acuerdo, es- pecialmente si la orden viene de un alto mandatario, ya que tal demora puede poner en peligro a todo el ejército. En verdad, una orden de Divina no debe estar en un nivel inferior. Ningún judío puede demorar el cumplimiento de una orden de Di-s hasta que tenga tiempo de estudiarla y aprobarla. Es por esa razón que la Torá fue recibida con la declaración unánime de todo nuestro pueblo: ¡“Naasé ve nishmá!, ¡cumpliremos y escucharemos!.

La maravilla que es la mujer

Pasa 250 veces por minuto, casi 15,000 veces cada hora. Pasa luego de años de esfuerzo y preparación, o por “accidente”. Ocurre en cada nivel socio-económico en cada país y pueblo del mundo. Pero no importa con qué frecuencia ocurra, no importa el lugar común de este evento, siempre nos quedamos absortos y exclamamos: ¡Milagro!.

Y Di-s le habló a Moshé, diciéndole: “Cuando una mujer conciba y dé a luz…” (Vaikrá 12:1-2).

Ese ser humano debe dar a luz y debe crear otro. Si hay algún área en que una criatura emula a su Creador, si hay un acto por el cual expresamos la chispa de Divinidad en nuestro interior es el del milagro del nacimiento.

Es en este acto, el mayor de nuestros logros espirituales, que también se revelan la mayoría de las limitaciones de nuestra individualidad. Alimentarnos, dormir, pensar, producir una obra de arte o construir una casa virtualmente todo lo que hacemos, podemos hacerlo solos. Pero dar a luz es algo que sólo lo podemos hacer junto con otra persona. Para dar a luz, debemos dejar de ser una entidad nosotros mismos y volvernos una parte, un componente de una comunidad de dos.

Porque si sólo somos lo que somos, somos categóricamente “no tan Divinos”. Como seres hacia nosotros mismos, somos cosas finitas y ensimismadas, fabricantes en lugar de creadores. Para crear, debemos ponernos por encima de nuestra individualidad; para hacer real nuestro ser divino, debemos trascender los límites de nuestro ser.

Es la mujer, tanto más que el hombre que “da a luz”. Es la mujer la que está más comprometida con la paternidad, y quién más agudamente siente la falta de ella cuando se la niegan. 

Porque es la mujer la que en mayor medida entrega su ser para crear vida. Ella es el elemento pasivo y receptivo en el proceso de procreación. Durante nueve meses, su cuerpo deja de ser sólo suyo, a la vez que carga y nutre otra vida. así que es la mujer, tanto más que el hombre que “siembra y da a luz” y para quien la maternidad es un estado de ser, no sólo un “logro” o una “experiencia”.

Sin embargo todos podemos volvernos una “madre”. Lo que viene naturalmente de la creación puede aprenderse y asimilarse por todos, y no sólo dando a luz, sino en cada uno de las tareas de la vida. Todos nosotros tenemos el poder para reconocer que hay algo más allá de nuestra existencia confinada a la estrecha identidad individual.

Todos tenemos el poder de volvernos mucho de lo que somos y hacer más que lo que podemos, siendo receptivos a la Divinidad que hay en nuestro ser y que permea nuestra existencia.

* Yanki Tauber

Parashá en sintesis: Mishpatim

Los Diez Mandamientos y las leyes civiles y personales a las cuales se refiere esta Parashá, así como todas las 613 mitzvot, fueron dadas por Di-s en el Monte Sinaí y tienen carácter de permanencia y eternidad propias de las Leyes Divinas. 

Después de dar la Torá al pueblo judío, Di-s le dijo a Moshé que ascendiera de nuevo al Monte Sinaí por 40 días, con el fin de enseñarle los detalles de las leyes de la Torá. Parashat Mishpatim es principalmente la selección de las leyes que Di-s le enseñó a Moshé mientras estuvo en el Monte Sinaí. 

Antes de explicar las leyes, Di-s decretó que el pueblo judío estaba obligado a establecer un sistema de tribunales con el fin de tratar todos los casos de derecho penal, civil y ritual. Di-s le explicó las leyes relativas a los sirvientes, obligaciones maritales, el asesinato, el honor a los padres, el secuestro y la indemnización por lesiones.

El mandamiento de prestar dinero se aplica incluso si el prestatario posee bienes que se pueden vender. Así que a diferencia del mandamiento de dar caridad, está destinado a beneficiar no sólo a los pobres sin también a los ricos. Si somos reacios a prestar dinero a alguien que no es pobre debemos considerar la posibilidad de que en una vida anterior los papeles pueden haber sido invertidos: es posible que hayamos sido el beneficiario de un préstamo o algún otro tipo de ayuda de la persona que no está solicitando el préstamo actualmente. Esta es nuestra oportunidad de devolver su buena acción. 

Una de las leyes era de no mezclar la leche y la carne – no se debe comer un animal joven cocinado en leche de su madre. Ya que se considera un acto de crueldad consumada. La Torá también nos prohíbe cocinar cualquier animal en cualquier otra leche de animal, comer una mezcla de este tipo, o incluso obtener cualquier otro beneficio de ella. 

Las precauciones que la Torá toma para alejarnos de causar sufrimiento a un animal demuestran cuánto cuidado debemos tener para evitar causar sufrimiento a un ser humano. 

Las leyes contenidas en la Torá, indicativas del modo de vida judío, no tienen la pretensión de ser originales, pero si tienen una particularidad que no poseen otras leyes: derivan de una autoridad sobrehumana, del Creador del universo y de todo lo que hay en Él, conocedor a plenitud de la naturaleza humana. 

En el Judaísmo, el bien y el mal no son determinados por el hombre, sino por Di-s. Está claramente establecido lo que se debe hacer (248 mitzvot de “hacer”) y lo que no se debe hacer (365 mitzvot de “no hacer”); esa determinación no queda a juicio de los humanos. No es el hombre quien define según su opinión el bien o el mal, éste está definido previamente; lo que la persona puede hacer  es elegir entre ambos, una vez que los conoce. 

La observancia o no de las leyes o preceptos no determina la condición del judío, quien lo es por esencia y no deja de serlo: eso no depende de su elección.

Las leyes en el judaísmo no sólo cumplen con las necesidades sociales de organización y orden, sino que tienden a perfeccionar al hombre en su crecimiento y desarrollo. No sólo procuran la protección de la persona frente a los demás, sino que también frente a sí mismo; fijan un sistema de justicia, pero a la vez forjan la base moral y ética del individuo. No permiten que el hombre sea esclavo de sí mismo, de sus limitaciones. 

Las leyes judías, a diferencia de las elaboradas por los humanos, tiene el carácter de ser inflables; además, no están sujetas a consideraciones subjetivas ni intelectuales, a épocas, modas o lugares determinados. Sólo se puede asegurar una moral apropiada si está basada en la Torá. 

La evidencia histórica del nazismo y otros episodios de la historia judía demuestran que no son los hombres los calificados para determinar el bien y el mal, porque pueden llegar a la justificación de las acciones más abominables. 

La acción, la mitzvá en el judaísmo, tiene un lugar central. El pueblo Judío es el pueblo que en el Sinaí dijo: “Naasé Ve´Nishmá”, “Haremos y luego entenderemos” (estudiaremos). La acción produce sus efectos, aún cuando no la comprendemos racionalmente, ni sean inmediatamente visibles sus resultados. Está dirigida no sólo al perfeccionamiento individual, sino al mejoramiento y elevación de este mundo en general.

No es suficiente “sentirse judío”, no basta la intención. Sentirse judío sin actuar en consecuencia es como sentirse una persona decente, pero sin actuar decentemente. 

Los preceptos, tanto los de “hacer” como los de “no hacer”, se dividen en tres grandes categorías:

  • Edut (testimonios), preceptos que rememoran eventos pasados, por ejemplo, el Shabat, que es testimonio de la Creación del Mundo y de la salida de Egipto; Pésaj, Sucot, etc. 
  • Mishpatim o leyes, los que tienden a mantener el mundo civilizado y son propios de la naturaleza humana, por ejemplo, no matar, no robar. 
  • Juquim o decretos, aquellos ordenados por Di-s sin que tengan explicación desde el punto de vista lógico o racional, por ejemplo, Kashrut (leyes dietéticas) o Shatnez (prohibición de mezclar lino y lana en la vestimenta).

Los diferentes tipos de preceptos deben ser cumplidos por igual, no porque nos parezcan más o menos lógicos, sino porque nos son ordenados por Di-s para nuestro bien, aún cuando a veces no tengamos la capacidad de entenderlos. 

Para realizar una acción no es necesario que previamente la comprendamos a la perfección. Hacerlo sería ponerse en la situación de la persona que, hasta tanto no entienda a cabalidad todos los complicados mecanismos de digestión y descomposición de los alimentos, decide no comer. Si lo hiciera así, se debilitaría y le sería imposible entender el mecanismo. Si en cambio come, el mismo acto de comer le ayuda a la comprensión de la totalidad. La acción tiene una dimensión insustituible, lo mismo sucede con el ejercicio de la Torá y las mitzvot. 

La revelación de la Torá en el Monte Sinaí configura el puente de unión entre Di-s y el hombre y permite que la persona, mediante su acción, puede convertirse en socio de Di-s en la Creación. 

Haremos y entenderemos

Al decir “haremos” antes de “estudiaremos”, los judíos declararon que estaban preparados para cumplir en forma incondicional la voluntad de Di-s, aceptando sus mandamientos aún antes de saber cuáles eran. Es por este comportamiento que Di-s continúa dándonos la Torá, aún hoy – al revelar su voluntad en la medida en que estudiamos Su Torá y cumplimos sus preceptos. 

Pudiera parecer irracional para el pensamiento convencional comprometerse con un contrato, antes de conocer sus términos. Está conexión sería posible en la medida en que Él estuviera presente en la naturaleza, sin que ello significara el compromiso de que hiciéramos su voluntad, pero la única manera de conectarse con Di-s, tal como Él es, más allá de la Creación y la racionalidad, es elevándonos sobre los límites de la racionalidad. Por lo tanto, en nuestros días, tal como aconteció en la entrega de la Torá, nos unimos a Di-s dedicándonos a la Torá en forma incondicional

Pescado con carne


Todos sabemos que la Torá nos detalla que animales son puros y cuales nos están prohibidos consumir. Por otro lado, la Torá también nos prohíbe la ingesta de ciertos alimentos, aun cuando son kasher cada uno individualmente, pero al mezclados se tornan prohibidos, como ser carne con leche.

Si bien, a pesar de provenir de animales, tanto los huevos como los pescados (puros) son Parve (neutro). No obstante nuestros Sabios nos prohibieron la ingesta de carne junto con pescado por razones de salud. Esto no significa que debamos esperar entre ellos un lapso de tiempo determinado, al igual que lo hacemos entre la carne y la leche.

Tan solo es necesario beber una bebida con el objetivo de enjuagar la boca. Existe incluso una opinión que dice que lo mismo se aplica a los productos lácteos con pescado.

Las comunidades jasídicas acostumbran observar esta opinión y no comen pescado con leche. Con otros productos lácteos como manteca, crema de leche y quesos, hay opiniones que permiten y otras que no. Por lo que conviene que cada uno actúe según sus costumbres. El yogurt a estos efectos es considerado como leche líquida.

Cuando se trata de carne con leche, si salpicó una gota de leche sobre carne o viceversa, la ley nos indica que si la comida tiene 60 veces más que la gota, todo estará permitido. No obstante, cuando si por accidente una gota de leche o carne cayó sobre una comida de pescado o viceversa, hay opiniones que dicen que la salud tiene prioridad a las leyes de la Torá, por eso incluso que haya 60 o más veces comida frente a la gota, todo quedaría prohibido.

Pero hay opiniones que lo permiten siempre que haya 60 veces o más comida frente a la gota. A pesar de la importancia de la salud frente a este tema (carne o leche con pescado), esto no afecta de modo que debamos cuidar una separación entre las vajillas como lo hacemos con carne y leche. Por ello, basta con limpiar a fondo el utensilio antes de usarlo con pescado, sea este de carne o de leche

¿Los judíos cruzan los dedos?

¿Está mal que un judío diga “tengo los dedos cruzados” para tener buena suerte?

Cruzar los dedos es una práctica cristiana. Se originó en la Inglaterra medieval, cuando los cristianos creían que el símbolo de la cruz tenía el poder de alejar el mal y traer buena fortuna. Si te encontrabas con una bruja y no tenías una cruz a la mano, la forma más fácil de formar una era doblando un dedo sobre el otro.

En estos días, la mayoría de los que cruzan los dedos no lo asocian con ninguna creencia religiosa. Pero de todos modos no es una práctica judía. Y no creo que haya una versión judía de cruzar los dedos.

Podría intentar convertirlos en una estrella de David, pero es más probable que traiga artritis en lugar de buena suerte. Además, no creemos que la buena suerte venga de las señales y los gestos. Oramos a Di‐s, hacemos buenas obras y tenemos fe en el futuro.

El lenguaje que usamos da forma a nuestra manera de pensar. Entonces, en lugar de decir “Cruzo los dedos para conseguir el trabajo”, decimos “Si Di‐s lo quiere, conseguiré el trabajo”. Si no está destinado a ser así, ninguna contorsión de los dedos puede cambiar eso. Y si es la voluntad de Di‐s, ninguna “bruja” puede interponerse.

La envidia es ignorancia

El décimo de los Diez Mandamientos de la Torá dice: “No codiciarás la casa del tu vecino; no codiciarás a la esposa de tu vecino, ni a su sirviente, ni a su sirvienta, ni a su buey, ni a su burro, ni a nada que le pertenezca a tu vecino” (Éxodo 20:14)

La estructura de este versículo parece extraña. Al principio, la Biblia especifica seis cosas que no debemos codiciar “No codiciarás la casa del tu vecino; no codiciarás a la esposa de tu vecino, ni a su sirviente, ni a su sirvienta, ni a su buey, ni a su burro”. Pero luego, al concluir el versículo, la Biblia establece: “Ni nada que le pertenezca a tu vecino” ¿Por qué la redundancia? ¿Por qué no establecer “No codiciarás nada que le pertenezca a tu vecino”, que incluye todo?

Y si la Torá no quiere fiarse de las generalizaciones y quiere especificar los detalles, ¿por qué no especifica algunas cosas y luego se vuelca a la generalización, “Y todo lo que le pertenezca a tu vecino?”

En hebreo, la palabra para “nada” y “todo” es la misma. “Kol”. Por lo tanto, el versículo también puede ser traducido como “No codiciarás la casa del tu vecino; no codiciarás a la esposa de tu vecino, ni a su sirviente, ni a su sirvienta, ni a su buey, ni a su burro, ni todo que le pertenezca a tu vecino”. Al concluir el versículo con estas palabras, la Torá no nos está ordenando “no codiciar”, sino, nos está ayudando a alcanzar este estado difícil de conciencia.

¿Cómo puedes demandarle a alguien que no esté celoso? Cuando voy a tu casa y observo tu estilo de vida, ¿Cómo no puedo ponerme celoso? La respuesta es: “No codicies todo lo que le pertenezca a tu vecino”.

Lo que la Torá está insinuando es que de hecho es fácil codiciar la casa y la esposa de tu vecino, sus sirvientes, su buey y su burro; pero lo que debes preguntarte es: ¿estoy celoso de “todo lo que le pertenece a mi vecino”? ¿Estás preparado para asumir su vida? ¿De ser él? No puedes ver a la vida como miríadas de eventos incoherentes y experiencias. No puedes arrancar un aspecto de la vida del otro y decir: “Hubiera deseado su matrimonio, su casa, su carrera, su dinero…”.

La vida es una experiencia holística e integrada. Cada vida, con sus bendiciones y desafíos, con sus obstáculos y oportunidades constituyen una sola historia, una historia que comienza con el nacimiento y finaliza con la muerte.

Cada experiencia en la vida de uno representa un capítulo de nuestra historia individual y no tenemos el lujo de arrancar un capítulo de la historia de otro sin tomar la historia completa.

Cuando aíslas uno o pocos aspectos de la vida de otro, es natural sentirse celoso. Pero cuando te das cuenta de “todo lo que le pertenece a tu vecino”, tu percepción se altera. ¿Realmente quieres adquirir todo lo que le sucede en la vida? Así que la próxima vez que sientas celos por la vida de otro, pregúntate si realmente quieres ser el otro.

Ralph Waldo Emerson estaba en lo cierto cuando observó que “La envidia es ignorancia”

La canción de Miriam

Miriam la profetisa…tomó los tamborines en sus manos; y todas las mujeres la siguieron con tamborines y danzas. Y Miriam las llamó: “Canten a Di-s…” Éxodo 15:20-21

No cantamos cuando estamos asustados, desesperados, dormidos, o luego de una comida pesada. Cantamos cuando suspiramos por alguien a quien amamos, cuando esperamos tiempos mejores, cuando celebramos un logro o anticipamos una revelación.

No cantamos cuando estamos complacientes. Cantamos cuando nos esforzamos por algo, o cuando hemos probado la alegría y sube hasta los cielos.

El canto es una plegaria, el intento por elevarse por encima de las preocupaciones mezquinas de la vida y unirse con la fuente de uno. La canción es la búsqueda de la redención.

El Midrash enumera diez canciones preeminentes en la historia de Israel, diez ocasiones en las que nuestra experiencia de redención encontró su expresión en la melodía y el verso. Las primeras nueve son: la canción cantada en la noche del Éxodo en Egipto, la “Canción en el mar”, la “Canción en el Pozo”, la canción de Moshé al completar la escritura de la Torá, la canción con la cual Iehoshúa paró el Sol, la canción de Deborá, la canción del Rey David, la canción durante la dedicación del Templo Sagrado, y el “Cantar de los Cantares” del Rey Salomón, que trata sobre el amor entre el novio Divino y Su novia Israel.

La décima canción, dice el Midrash, será Shir Jadash, la “nueva canción” de la última redención: una redención que es global y absoluta; una redención que aniquilará todo sufrimiento, ignorancia, celos y odio de la faz de la tierra; una redención de tales proporciones que el anhelo que evoca, y la alegría que trae requiere de una nueva canción: un lenguaje musical completamente nuevo que capture la voz de los últimos esfuerzos de la Creación.

Repetición

La más conocida de las diez canciones de redención es Shirat Haiam, la “Canción en el Mar”, cantada por Moshé y los hijos de Israel al cruzar el Mar de los Juncos. Recitamos esta canción cada mañana en nuestras plegarias y es leída públicamente en la sinagoga dos veces al año: el séptimo día de Pesaj (el aniversario de la partición del mar y el día en el que se compuso dicha canción), y en la porción semanal de la Torá, Beshalaj, en Shabat. (Este Shabat es conocido como “Shabat Shirá”, “Shabat de la Canción”).

La Canción en el Mar alaba a Di-s por Su milagrosa redención de Israel cuando partió el Mar y ahogó a los Egipcios que los perseguían, y expresa el deseo de Israel, de que sea Di-s el que los dirija a su tierra y que Su presencia more entre ellos en el Templo Sagrado. Concluye con una referencia acerca de la última redención, cuando “Di-s reinará para toda la eternidad”.

Actualmente, hay dos versiones de la Canción en el Mar; una versión masculina y otra femenina. Luego que Moshé y los hijos de Israel cantaron su canción, “Miriam la profetiza, la hermana de Aarón, tomó el tamborín en sus manos; y todas las mujeres la siguieron con sus tamborines y sus danzas. Y Miriam las llamó; “Canten para Di-s, ya que Él es el más exaltado; caballo y jinete Él hundió en el mar…”

Los hombres cantaron, y luego lo hicieron las mujeres. Los hombres cantaron, y luego las mujeres cantaron, bailaron y tocaron los tamborines. Los hombres cantaron-expresaron su alegría por su liberación, su deseo por una redención más perfecta, pero algo faltaba. Algo que sólo la canción de la mujer podía completar.

Sentimiento y Fe

Miriam, la hermana mayor de Moshé y Aarón, presidió en la repetición femenina de la Canción en el Mar.

Miriam, llamada “Amargura” ya que cuando nació, el pueblo de Israel estaba entrando a la etapa más dura del exilio Egipcio, Miriam, quien se ocupó del pequeño Moshé cuando fue puesto en una canasta en el Nilo, “se paró mirando desde lejos, para ver qué sucedería con él”.

Fue Miriam, con su pozo profundo de la sensibilidad femenina, quien experimentó de verdad la amargura del Galut (exilio y persecución). Y fue Miriam, con su capacidad de mujer de poder resistir, perseverar y tener esperanza, quien se paró sola a mirar detrás de los arbustos, incipando vida en una canasta en la orilla de un río gigante, cuya vigilancia sobre “lo que será de él” y su misión para traer redención a su pueblo nunca vaciló.

La escena de una joven mujer parada mirando la espesura de los matorrales a la orilla del Nilo, la esperanza de la redención que persevera contra la amargura del Galut en su corazón, evoca la imagen de otra matriarca que mira: Rajel. Como el profeta Jeremías describe, es Rajel quien, en su solitaria tumba en el camino desde Bet Lejem a Jerusalem, llora por el sufrimiento de sus hijos en el Galut. Es ella, más que los patriarcas hombres o líderes de Israel, quien siente la profundidad de nuestro dolor; es su intervención ante Di-s, luego de que las de ellos fallaron, la que trae la redención.

Miriam y su coro trajeron a la Canción en el Mar la intensidad del sentimiento y profundidad de la fe única de las mujeres. Su experiencia de la amargura del Galut ha sido mucho más intensa que la de los hombres, aún así, su fe ha sido más fuerte y más duradera. Así que su deseo por la redención ha sido mucho más conmovedor, así como lo fue su alegría por su realización y su esfuerzo hacia una mayor satisfacción.

Hoy en día

El gran Kabalista, Rabí Itzjak Luria (el “Arí”, 1534-1572), escribe que la última generación antes de la llegada del Mashiaj es la reencarnación de la generación del Éxodo.

Hoy, mientras nos encontramos en el umbral de la última redención, son una vez más las mujeres cuya música es la más conmovedora, cuyos tamborines son los que más ayudan, cuyos bailes son los más alegres. Hoy, como antes, la redención se llevará a cabo “por el mérito de las justas mujeres”. Hoy, como antes, el deseo de las mujeres por la llegada del Mashiaj, es mucho más profundo que el de los hombres, y es inspirador y elevado, y forma la cadena dominante en la melodía de la redención.

Basado en una directiva del Rebe, Shabat Shira 5752 (18 de Enero, 1992).