El actor de Saber

¿Puedo saber algo sin saber que lo sé? ¿Y si no sé que lo sé, qué diferencia hace si lo sé o no?

Freud generalmente se acredita el haber descubierto el inconsciente. Pero la idea de que hay cosas que sabemos aun cuando no sabemos que las sabemos, y sentimientos que sentimos aun cuando no sentimos que los sentimos–y que estos reinos inconscientes de sabiduría y sentimientos ejercen una influencia profunda en nuestras vidas–preceden al buen doctor vienés por muchos siglos.

En el Libro de Daniel, el gran príncipe Judío narra una visión profética: Y solo, yo, Daniel, vi la visión, pero la gente conmigo no la vio; con todo, un gran terror cayó sobre ellos, y huyeron a ocultarse. (Daniel 10:7). “Pero la gente conmigo no la vio”, dice el Talmud, “¿por qué estaban asustados”? Y responde el Talmud :”Porque aunque ellos no lo hayan visto, su mazal sí vio.”

¿Qué es este “mazal” nuestro que ve cosas que nosotros no vemos? Los maestros jasídicos explican que solo una pequeña porción –un simple “rayo” o “reflejo”– del propio alma se enviste en el cuerpo para volverse el ser consciente que siente y actúa. El alma misma permanece “por encima”. Sin embargo un constante flujo de vitalidad e iluminación del alma superna baja y va filtrando el alma corporal (el palabra mazal en hebreo significa “la fuente del filtrado”), imbuyéndolo con las cualidades trascendentales de la fe, el instinto y conocimiento suprarracional.

La existencia de tal conocimiento inconsciente–o más bien, supra-consciente–se nota extensivamente a lo largo de la Torá. Incluso tiene repercusión legal en la ley Torácica. Un ejemplo prominente es una cláusula en las leyes de divorcio: para un escrito de divorcio (guet) para que sea válido, debe concederse de buena gana. Sin embargo, si la halajá dicta que debe concederse un divorcio, el bet din (el tribunal rabínico) tiene el derecho de forzar al marido para que lo de; en las palabras del Talmud, “se lo golpea hasta que diga ”yo lo deseo”. Maimónides explica: “En verdad, (cada judío) desea ser de Israel, y desea observar todos los preceptos y evitar todas las transgresiones de la Torá. Sólo que su mala inclinación lo ha dominado. Así que, si se lo golpea hasta que su mala inclinación se debilite, y diga ”Lo deseo”, él se ha divorciado de buena gana… no se lo considera ”forzado” –al contrario, es su inclinación al mal que lo ha forzado, contra su verdadera voluntad, en primer lugar.”


Imagínese el siguiente escenario: Hacés algo feo a un amigo o un ser querido. Después te disculpás: “Lo siento mucho, honestamente no sé lo que me pasó. ¡Me conocés, yo no soy así! Realmente ayer no fui yo…”. Su amigo lo mira con simpatía, como diciendo “lo que decís tiene sentido”.

¿Qué quiere decir que “vos” no eras “vos”? Significa lo que todos verdaderamente sabemos, porque sabemos esto sobre nosotros: hay un yo real, y un yo irreal. El yo irreal puede actuar cruelmente o de manera estúpida, o ambas; el yo real nunca haría algo para herir a un amigo o ser querido, o a nadie.

Así que, ¿por qué mostramos a menudo al mundo un yo irreal? Hay, claro, muchos factores que conspiran para anular la bondad del corazón de nuestras almas. Pero quizás la causa principal es que simplemente nos adaptamos a la manera que los demás nos perciben, que a la vez es un espejo de la manera en que nosotros los percibimos a ellos. Así que terminamos viendo alrededor todo distorsionado, percepciones irreales de nosotros, y protegiéndose de todos esos monstruos aterradores que se acercan furtivamente a nuestro mundo con un monstruoso traje como el nuestro.

Imaginá si de repente todos los demás lo vieran cómo realmente sos, cómo vos te  ves a vos mismo. Y mirara a los demás y los viera como ellos se ven a sí mismos. Nuestro mundo sería un lugar muy diferente, ¿verdad?.

Esto explica uno de los más básicos –pero también uno de los más asombrosos– principios de la fe judía. Uno de los trece “principios” del Judaísmo es la creencia en la venida de Mashiaj, y que el judío “anticipa su venida, todos los días”. Para creer que vendrá un día cuando “no habrá más hambre o guerra, celos o rivalidad. La bondad será abundante, y todos los placeres disponibles como el aire. Y todo el mundo se llenará con el conocimiento de Di-s”, es realmente asombroso. Aún más es esperar que esto realmente suceda todos los días–incluyendo hoy, cuando el mundo que vemos por la ventana parece significativamente alejado de este ideal.

Pero si lo pensamos, realmente no es tan asombroso. Se reduce a esto: ¿Si creés en tu propia bondad esencial, es lógico pensar que el tipo de enfrente crea en la suya propia también, ¿no? ¿Y si lo que le está impidiendo ser tu verdadera esencia es el hecho de que el tipo de enfrente no ve el verdadero vos, es razonable pensar que lo mismo es cierto para él, ¿no?

En otras palabras, lo que está equivocado en nuestro mundo no es una cuestión sustancial, sino una cuestión de percepción: el hecho de que nosotros no estamos viendo las cosas de la manera en que realmente son. Como en un mal sueño donde todo está equivocado, en lo profundo sabemos que es simplemente una ilusión. No importa cuán feo y aterrador sea el sueño, no importa cuán distorsionada es la percepción de la realidad, nunca es “poco realista” esperar reemplazarla por un mundo sano y hermoso. Al contrario: es el sueño el que es irreal, y lo más realista es esperar reemplazar su distorsionada perspectiva, a través del solo acto de despertarse con una visión no distorsionada del mundo real.

El Shabat antes del 9 de Av se designa en el calendario judío como Shabat Jazón, el “Shabat de la Visión” -el día que lamentamos la destrucción de los dos Templos Santos -leemos una sección especial de los profetas (Isaías 1:1-27) que describe las causas de la destrucción y las maneras de rectificarlas. La lectura comienza con las palabras Jazón Ieshaiahu, “La visión de Ieshaiahu…”; de ahí el nombre, Shabat Jazón.

El gran maestro jasídico Rabí Levi Itzjak de Barditchev reveló un significado más profundo del nombre “Shabat de la Visión”: en este día, dijo Rabí Levi Itzjak, se concede a todos y cada uno de nosotros una visión del Tercer Templo que descenderá del cielo en el momento de la Redención.

El Rebe de Lubavitch a menudo citaba esta enseñanza de Rabí Levi Itzjak, y pregunta: ¿cuál es el punto de concedernos esta visión de la redención mesiánica, si no podemos verla realmente?

Podemos verla, enseñaba el Rebe. La redención mesiánica es nuestra propia y verdadera esencia revelándose, la realidad de la creación como realmente es. Y verla requiere de sólo una simple acción simple–una acción que tomamos claramente todos los días, los trescientos sesenta y cinco días al año.

Para ver la realidad, sólo necesitamos abrir nuestros ojos.

Yanki Tauber

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