La vaca y el becerro

El hijo de una sirvienta una vez ensució el Palacio Real. Dijo el Rey: “Que venga la madre y limpie la suciedad de su hijo”. Así mismo, Di-s dijo: “Que venga la vaca (roja) a expiar el pecado del becerro (de oro)” Midrash Tanjuma, Jukat 8.

La Torá define “vida” como un lazo con Di-s. Por ello, los hombres justos son llamados vivos incluso luego de su muerte física, mientras que los transgresores (del deseo Divino), incluso durante sus vidas son considerados muertos. Una vida desconectada de su fuente es una vida falsa, una vida desprovista de su esencia y razón de ser.

Esto explica la conexión entre la “vaca roja”, que está prescrita Divinamente como antídoto para la impureza ritual causada por el contacto con los muertos, y para el pecado del becerro de oro.

Inmediatamente luego de la creación del mundo, Adán, el primer hombre, reconoció este compromiso con Di-s como esencia de su vitalidad. Pero aquél mismo día, una brecha apareció en el lazo entre la criatura y el Creador. El hombre transgredió el deseo Divino (al comer de la fruta del Árbol del Conocimiento); y como resultado, el fenómeno de la muerte se hizo parte de la experiencia humana.

Veintiséis generaciones después; la muerte fue vencida una vez más. Di-s descendió sobre el Monte Sinai, reestableciendo Su original e íntimo lazo con Su creación; el hombre se comprometió inequívocamente a cumplir con el deseo Divino; reestableciendo su original y absoluta conexión con la fuente de su vida y liberándolo de los embragues del ángel de la muerte.

Pero también en esta ocasión, el flujo puro del cielo a la tierra duró poco. Cuarenta días luego de que el pueblo de Israel estuvo parado en el Sinai, transgredieron el Divino decreto “No tendrán otros dioses frente a Mí”, al adorar a un becerro de oro. La pestilencia de la muerte, introducida al mundo por el pecado de Adán y eliminada en el Sinai, fue reintroducida por el pecado del Becerro de Oro.

Tres Niveles de Relación:

Cómo último síntoma de la desconexión del hombre con Di-s, la muerte es el “padre de todos los padres de impurezas”. La Torá trae diferentes formas de impurezas rituales, pero la más severa es generada por un cuerpo muerto. Mientras que otras formas de impureza son transmitidas al tocar o mover un objeto impuro, la impureza de la muerte es única en el sentido que también puede ser transmitida a través de un “toldo”: si una persona se encuentra, ya sea por un momento muy breve, bajo el mismo techo que una persona muerta, se vuelve ritualmente impuro hasta que le salpiquen las cenizas de la Vaca Roja.

Las enseñanzas Jasídicas hablan de tres niveles generales de relación: interno, inmediatamente abarcadoras y distantemente abarcadoras (Pnimí, Makif Hakarov y Makif Harajok).Un ejemplo son las tres necesidades básicas del hombre: comida, vestimenta y refugio. La comida es “interna”, entra en el cuerpo y se convierte en parte de él. La vestimenta es el “abarcador inmediato”, envuelve el cuerpo pero no tiene un relación directa con él (cuanto más grande sea la persona, ropas más grandes necesitará, cuanto más chica sea la persona, precisará vestimentas más chicas). Un hogar en “distantemente abarcador” de la persona, lo rodea de forma que no mantiene una relación directa con él.

En el psiquis humano, éstos corresponden al intelecto, voluntad y deseo. El intelecto es la “comida” de alma: verdades racionales son ingeridas y digeridas por la persona e incorporadas en él como parte de su forma de pensar y ver las cosas. Más “abarcador” es la voluntad, que es esencialmente supra racional, y por lo tanto va “más allá” de la persona, imponiéndose sobre su ser interno y externo. Aún así, la voluntad es un “abarcador inmediato”, adecuándose al ser racional como una vestimenta se adecúa al cuerpo (por ello, una persona dará explicaciones racionales sobre porqué quiere algo; estas “razones” no son la verdadera causa de su voluntad, pero el mismo hecho que puede ser explicado significa que la voluntad no está completamente removida del ser racional). El “abarcador distante” es el deseo, que va más allá de la razón y es inexplicable, portando ninguna relación visible con la composición interna del alma.

Paradójicamente, cuanto más “distante” se encuentre algo, más se integra a la auto definición de la persona. Por ello, la personalidad de una persona se refleja más en sus vestimentas que en lo que come, y su casa es más integral a su identidad que sus ropas. La voluntad de una persona sacrifica más por lo que quiere que por lo que entiende, y sus “deseos” supra racionales lo tocan aún más profundamente y son incluso más esenciales para él. En verdad, esto no es una paradoja: ya que los elementos más “abarcadores” en la vida de una persona son generados en lo más profundo de su esencia, son tan profundos que no pueden ser asimilados por las facultades finitas de su ser conciente.

En esto se encuentra el significado del hecho que la impureza generada por la muerte es conducida a través de un “toldo”, impregnando de impureza el lugar en el que se encuentra y contaminando todo lo que se encuentre bajo su techo. Otras impurezas afectan sólo el aspecto “interno” de la persona, o como mucho, las áreas “inmediatamente abarcadoras” de su ser: correspondientemente, son conducidas por contacto directo o de segunda mano. Es una marca de la primacía de la impureza de la meurte que se inflitra también en los aspectos “distantemente abarcadores” de la persona y correspondientemente se extienden también a través de “abarcadores distantes”: la casa o el “toldo” que lo alberga.

El Antídoto:

Para purificar a alguien que ha sido contaminado al tener contacto con un muerto, la Torá nos ordena que una vaca roja debe ser faenada y quemada, y sus cenizas ser mezcladas con “aguas vivas”, aguas de una fuente que nazca de la tierra. Estas “aguas de purificación” son luego salpicadas a la persona contaminada en el tercer y séptimo día de su perído de siete días de purificación.

Ya que si la muerte es un síntoma de desconexión con Di-s, la mitzvá, o el mandamiento Divino, es la manera que conseguimos conectarnos y unirnos con Él. Y la ley de la vaca roja es la mitzvá ejemplar: el mandamiento que inviste a todos los 613 mandamientos de la Torá.

La ley de la vaca roja es un Jok- un decreto Divino supra racional. El Midrash relata que cuando Di-s le enseñó esta ley a Moshé, el recibidor de la Torá estaba incrédulo. “¡Dueño del Universo”, gritó, “¿Esto es una purificación?. A lo que Di-s respondió: “Moshé, es un jok, un decreto que He decretado, y ninguna criatura puede comprender completamente Mis decretos”.

Aún así, la Torá introduce la ley de la vaca roja con la frase, “Éste es el decreto de la Torá”, implicando que es el prototipo de todos los mandamientos de la Torá. Ya que en esencia, cada mitzvá, incluyendo estas mitzvot supra racionales como “No matar” y “Honra a tu padre y a tu madre”, es un decreto supra racional de Di-s. Las varias razones y explicaciones que pueden darse acerca de una mitzvá no son sino una racionalidad superficial que encierran profundidades supra racionales.

Pero la ley de la vaca roja es más que un ejemplar de la supra racionalidad de las mitzvot. Los detalles de esta mitzvá invisten las variadas formas y funciones que la mitzvá asume, haciéndola un microcosmo de los 613 mandamientos de la Torá.

La ley de la vaca roja está repleta de temáticas contradictorias y provisiones. Las cenizas de la vaca roja remueven la más severa de las impurezas, pero aquellos que se ocuparon de la preparación de la misma (los matarifes de la vaca roja, los encarcados en quemarla y en recolectar las cenizas) se impurifican ritualmente. La cada misma es una paradoja de lo más bajo y lo más elevado: debe ser completamente roja (un color que tiene connotaciones negativas en la Torá y la ley de la Torá); la Torá nos ordena que debe ser faenada fuera de la santa ciudad de Jerusalem (en contraste a otras ofrendas, que debían ser faenadas en el patio del Templo Sagrado); y por el otro lado, debe ser “perfecta” sin ninguna falla; es faenada dentro de la vista del Templo Sagrado y su sangre es salpicada “en dirección al Sancto Sanctórum”, es preparada por un Kohen (sacerdote), y de acuerdo a una opinión por el Kohén Gadol (el Sumo Sacerdote) visitiendo ropas blancas, que son generalmente reservadas para los servicios de Iom Kipur en el Sancto Sanctórum. Y la mezcla purificadora de las cenizas y el agua es una combinación de dos fuerzas contradictorias: fuego, que representa el poder de ascención, y agua, que personifica la cualidad de “asentarse” y saturación.

Esta es la paradoja de la mitzvá, con la que Di-s se nos une descendiendo a este mundo físico para santificarlo, y al mismo tiempo mantienéndose apartado de su materialidad y profanación. En general, esta es la función de las dos categorías de las mitzvot: las 365 “prohibiciones”, con las cuales nos santificamos al rechazar la corporalidad del estado físico, y los 248 “mandamientos positivos”, con los cuales interactuamos y desarrollamos el mundo físico convirtiéndolo en un recipiente para la Divinidad. En particular, cada mitzvá individual es un acto “positivo” y “prohibitivo”: un acto de rechazo y aceptación, de trascendencia y participación, un amalgama de fuego ascendiente y agua descendiente. Una mitzvá es un hombre que vive una vida física, aceptando el estado físico como un medio para conectarse con Di-s, y al mismo tiempo, se mantiene como un ser espiritual, no dejando que el estado físico defina su vida y dictamine sus prioridades.

¿Cómo actúa uno en el mundo físico sin que sea absorvido por él? ¿Cómo uno puede asegurarse que el elemento “agua” de uno no se embarre al descender? La respuesta se encuentra en la estipulación de la Torá que el agua mezclada con las cenizas de la vaca roja debe ser “agua viva”, “agua que se ha filtrado a través de los canales de la tierra…y de esa forma es refinada y rectificada”.

“Tierra” representa la humildad y auto abnegación. Cuando la participación de una persona con lo material se filtra a través de la tierra de la auto abnegación con Di-s (o sea, la ausencia de todos los motivos y aspiraciones salvan el cumplimiento de Su voluntad), sus aguas son “aguas vivas”, no contaminadas por los gravámenes negativos de la vida material. Mezcladas con el fuego de los esfuerzos espirituales, limpia al mundo de los vestigios de la meurte, de la separación y desconexión de Di-s, y reestablece la armonía primordial entre el Creador y la creación.

Basado en una entrada del diario del Rebe, en el año 5700 (1940).

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