Incluso el mejor de los niños en el mejor de los tiempos a veces necesita un poco de disciplina. Un reciente viaje por la carretera, en donde los tiempos de la comida se habían retrasado, transformó el humor de mi hijo de cuatro años. Olvidando el llanto el cual podíamos controlar, cuando insistió en correr demasiado cerca del borde del muelle, no tuve más remedio que levantarlo y llevarlo de nuevo al coche.
Digamos que no lo había tomado tan amablemente el repentino cambio de planes.
Parcialmente ensordecidos por sus gritos y luchando en agarrarle sus brazos y piernas, todo lo que pude ver en mi caminata por el muelle fueron las miradas de un pequeño grupo de pescadores que se encontraban en mi camino hacia la disciplina.
Se veían tan cómodos y sin preocupaciones. Bronceados por el sol, con la botella de cerveza fría al lado de sus cañas de pescar. No pude dejar de reflexionar sobre la discrepancia entre mi experiencia de vacaciones y la de ellos.
Mientras luchaba para pasar por allí, todos se dieron vuelta a la misma vez para verme.
Teniendo la paciencia casi agotada, y sintiéndome un poco avergonzado por su atención, pregunté: ¿alguno tiene hijos?, y todos respondieron felices “no”.
“¿Quieren uno?”, pregunté luego, señalando al paquete que llevaba en mis brazos.
Obviamente estaba bromeando, ya que no cambiaría a mis hijos por nada. Sin embargo, no podía dejar de pensar en la respuesta unánime de rechazo que recibí de los pescaderos. Claramente no tenían idea de lo que se estaban perdiendo.
Algunas personas simplemente no aprecian la bendición que traen los hijos. Muchos esperan a que las cosas se pongan serias para poder empezar a armar una familia.
Pero, ¿quién dijo que cuando estés listo para la bendición de Di-s, Él los mandará tan libremente? He tenido varias conversaciones con personas que comparten su desilusión por no haber comenzado una familia antes. Ahora se arrepienten, pero ya es tarde.
Cualquier otro placer se hace insignificante cuando se compara con el privilegio de tener hijos.
Cuando nuestro ancestro Iaakov se dio cuenta que su vida estaba llegando al final, convocó a su hijo Iosef, y a sus nietos a que se acercaran.
Y él bendijo a Iosef y dijo: “El Di-s el cual mis padres, Abraham e Itzjak caminaron, el Di-s que me sostuvo todo el tiempo de mi vida, que sea el ángel que me liberó de todo mal, el que bendiga a estos jóvenes (Génesis 48:16-17)
Parece no tener sentido. Iaakov comenzó prometiendo bendecir a Iosef, pero de la continuación de la bendición parece que ignoró completamente a su hijo y se concentró en sus nietos. Seguro que Iosef tenía una razón para quejarse. ¿En dónde estaba su bendición prometida?
Pero ningún padre preguntaría eso. Cuando Iaakov bendijo a los hijos de Iosef, él también se sintió bendecido.
Los hijos son un regalo de Di-s, y cada uno es otro regalo de nuestro amado Padre en el Cielo. Nadie puede prometer que no se van a portar mal en público, o que la decisión de tener hijos no te va a interrumpir mientras te sientas a pescar. Pueden ser caros, pero valen la pena.
Puede que no sea la forma más sencilla o confortable de vivir, pero tener el privilegio de criar a los hijos de Di-s, es la mayor bendición que uno puede aspirar.
Por Elisha Greenbaum