Una nación de estrellas luminosas

La primera nieve del invierno, siempre es placentera. Pero no cuando sucede en medio de la primavera.

Ajeno a la terrible tormenta que acechó a la ciudad durante la noche, me levanté aquella mañana y me dirigí hacia una calle repleta de árboles tirados y cables rotos. Los semáforos no funcionaban, y las calles estaban resbalosas por el hielo, pero la mayor sorpresa llegó cuando descubrí que no había electricidad en nuestra sinagoga. 

Sin luz, apenas podíamos llevar a cabo los servicios matutinos. Un número de gente que venía a rezar todas las mañanas llegó; muchos se fueron a rezar a sus casas, pero la gran mayoría se quedó. Encendimos velas, nos pusimos los Tefilín, y comenzamos a rezar. Mi mirada recorría la sala, y poco a poco, se me fue levantando el espíritu. Estaba encantado con aquella escena, la sinagoga a oscuras, y todas las cabezas al lado de las llamas de las velas leyendo en la penumbra; se parecía mucho a un Shtetl (pueblito).

Un calor me envolvió mientras observaba la sala, porque en la oscuridad, podía sentir el corazón del judío. Estaba oscuro, frío y helado, en la sinagoga no había ni calefacción, ni luz, y a pesar de todo, nada evitaba que los judíos vinieran a rezarle a Di-s. Era de mañana, y a pesar de los obstáculos, estos judíos piadosos estaban en la sinagoga. Me dí cuenta que el judío, es, como Di-s le prometió a Abraham, como las estrellas en el cielo.

Agujereando a la Oscuridad

Las estrellas son fuentes de luz constante. Incluso cuando el velo de la oscuridad está esparcido por el cielo, las estrellas siguen brillando. Podemos apreciar una estrella cuando su luz agujerea aquel velo de oscuridad y reconforta al cielo nocturno con su luz brillante. Las estrellas brillan todo el día, pero no llaman nuestra atención. Cuando el mundo está bañado por la gran luz del Sol, las pequeñas estrellas son prácticamente invisibles. Es solo de noche, cuando desciende la oscuridad, que las pequeñas estrellas demuestran su fuerza. Puede ser muy pequeña, de hecho, las estrellas sólo aparentan ser pequeñas dado a la distancia en la que se encuentran en relación a la tierra, pero de hecho son gigantes, pero su poder de iluminar prevalece durante la noche.

La humanidad también es comparada con las estrellas. Están las almas fuertes, que, a pesar de los desafíos, pueden sobrellevar su oscuridad personal. En una mañana normal, en donde las calles están secas y la luz está encendida, muchos judíos van a la sinagoga. Cuando hay tormentas y las calles mojadas y frías hacen que nos resguardemos en nuestros hogares, la gran fuerza de aquellos que sobrellevan los desafíos, llaman nuestra atención. Es ahí, cuando estas estrellas brillantes evaporan la penumbra y nos imparten inspiración y fuerza.

La promesa de Di-s

Esto es de hecho, lo que Di-s quiso decir cuando le dijo a Abraham: “Mira al cielo y cuenta las estrellas…ve si puedes contarlas”. Y Él le dijo a Abraham: “tan (numerosos) serán tus hijos”. La ciencia aún no ha descubierto, y menos aún contado ni identificado, cada estrella. Esto es porque ellas operan en las lejanas distancias de galaxias oscuras que el ojo humano no puede apreciar. Aún así, a pesar de la oscuridad, una estrella ocasional aparece a la distancia. Es por esta razón que la estrella nos reconforta tanto. Somos arrastrados hacia ella, porque su luz parpadeante y brillante nos está llamando; nos hacen recordar que cada desafío puede superarse, cada distancia puede ser atravesada y cada oscuridad, puede ser iluminada.

Obstáculos como oportunidades

Más allá que un impedimento para iluminar, las estrellas ven a la oscuridad como una oportunidad para brillar. Como aquellos judíos que fueron a rezar a la sinagoga oscura, agachándose cerca de la llama. Estos judíos son mis estrellas; no se rinden con los desafíos, no se agobian por la oscuridad, ni temen a la noche. Estos son estrellas, que nunca dejan que un obstáculo interfiera en su camino. Estas son estrellas que nos inspiran en la noche. Estas son estrellas, que cuya luz hace que no tengamos razón para temerle a la oscuridad.

No fueron las velas las que me iluminaron aquella fría mañana, sino que eran las cabezas que estaban encima de las velas. En esas cabezas, vi a las estrellas que Di-s se refería cuando le habló a Abraham.

Por Lazer Gurkow

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