La Torá establece la causa de la corrupción de la sociedad en el momento del Diluvio:
“Cada pensamiento de su corazón [de la humanidad] era solamente mala todo el tiempo”.
Di‐s creó a los seres humanos con una inclinación al mal, lo que nos da una perspectiva egoísta de la vida. La corrupción de la sociedad es el resultado esperado de esta realidad, una función de nuestra propia naturaleza.
Pero, aunque la mayor parte de la humanidad fue aniquilada durante el Diluvio, mantuvimos una actitud egoísta que ha llevado a una mayor corrupción.
¿Por qué, después del Diluvio, Di‐s prometió no volver a traer tal destrucción al mundo?
Dada la naturaleza humana, ¿confió en que no volveríamos a merecerla?
La respuesta se puede encontrar en el arcoris, el símbolo del pacto de Di‐s con la humanidad después del Diluvio. Cuando Noaj salió del arca a un mundo desolado, lo asaltaron las dudas. “¿Debo renovar la población mundial
para que sea aniquilada una vez más debido a su comportamiento perverso?”
Para disipar los temores de Noaj, Di‐s le mostró el primer arco iris de la historia: el hermoso espectro de colores refractados por la luz del sol en las gotas de agua de las nubes de tormenta. El mensaje era claro: la generación anterior estaba tan manchada de pecado que era incapaz de reflejar ni siquiera un vestigio de Divinidad. Las aguas purificadoras del Gran Diluvio habían refinado nuestra realidad (física y espiritual) hasta el punto de que, sin importar la intensidad de la corrupción de la humanidad en el futuro, siempre habría factores redentores.
Debajo de las capas de cobertura mediática negativa, surgen historias de altruismo y devoción. Es por estos reflejos de la Divinidad que Di-s se comprometió a preservar el mundo.
Los arcoíris son bastante raros, pero definen el cielo después de una tormenta. Trabajemos para crear más arcoíris en nuestro mundo tormentoso.